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Domingo, 17 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

FRENTE AL FUEGO CAPITALISTA: UN ANÁLISIS MARXISTA SOBRE LOS INCENDIOS QUE AZOTAN ESPAÑA Y BUENA PARTE DE LA UE

¿Es el fuego un desastre natural o el resultado de una gestión capitalista del territorio?

¿Qué hay detrás de los incendios que cada año arrasan miles de hectáreas en España? ¿Se trata realmente de un fenómeno natural o de un reflejo de la forma en que nuestra sociedad se relaciona con la naturaleza? En este artículo, P.A. González Ruiz desmonta la narrativa oficial y plantea una mirada crítica que conecta el fuego con las estructuras sociales, económicas y culturales que lo alimentan.


Por P.A. GONZÁLEZ RUIZ (*) PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

   El fuego azota a España, y a buena parte de la Unión Europea especialmente en el área mediterránea, también al mundo (el fuego de California). Parece un fenómeno natural ante cuya arbitrariedad la racionalidad humana poco puede hacer. Sin embargo, un mínimo detenimiento nos muestra sus aspectos sociales abriéndose un abanico de intervenciones. Nuestra mirada pretende ir más allá.

 

   España arde; más de cien mil hectáreas carbonizadas. Esto representa el 0,3 por ciento de los 28 millones de superficie forestal (España es el tercero de la UE). Sin embargo, la sensación que trasladan los medios de comunicación es otra, con ello unos tiran trastos a otros y en el camino otros fenómenos (guerras, genocidios, corrupción, vivienda, inmigración, entre otros) se difuminan. Por qué.

 

  Esto no obsta para tomarse en serio y con decisión el asunto. Más de diez mil desplazados, miles de primeras y segundas residencias incendiadas junto a muchos negocios, miles de vacaciones truncadas, espacios públicos (polideportivos, residencias o albergues) -y pocos privados- abarrotados con depliegues de la Cruz Roja, promesas de ayudas públicas; son motivo suficiente. Solo a modo de indicador, el coste económico de apagar una hectárea es de 19 mil euros, ahí no se incluye el coste social derivado. Pero, todo esto tiene mucho de la mano del hombre, ahora el fenómeno se nos presenta menos natural o atmosférico.

 

 

¿Qué podemos hacer contra el fuego?

 

   Lo primero, intentar apargarlo, para lo cual contar con medios de extinción es fundamental. Cuánto presupuesto dedican los gobiernos; todos, desde el nacional hasta el local; pasando por los autonómicos, que detentan las principales -no todas- competencias, de la seguridad frente al fuego. El presupuesto público en extinción (nacional y comunitario) se ha mentenido en torno a los 400 millones de euros en 2009-2022  (período en el que el dinero se depreció casi un 30%).

 

  Cuando consigamos que se vaya el humo, sería bueno actuar con más amplitud de miras. La prevención es una de las perjudicadas de la gran partida presupuestaria contra el fuego. En el mismo período descendió en más del 25 por ciento, situándose en 175 millones de euros.

 

  En un tratamiento aun más amplio, se incluyen actividades conexas, más allá de la extinción y la prevención, como la investigación, la reforestación, infraestructuras o la gestión de recursos forestales. Esta es la principal partida, aunque también ha sufrido el recorte correspondiente, pasando de 1.000 a 700 millones de euros. Las campañas de concienciación rondan los 50.

 

   Esa gran partida es importante porque incluye las ayudas a las explotaciones privadas forestales (producción de madera, corcho y otros), que las hay. Primero, el 70 por ciento de la superficie forestal española es privada. Sin embargo, las exigencias de medidas de seguridad forestal, y no digamos de responsabilidades, son mínimas. La modernización y profesionalización, eufemismos de un desarrollo capitalista, está pendiente. España tiene un déficit claro: mientras en la media europea se aprovecha el 60 por ciento de la biomasa forestal generada, en España solo es el 40 por ciento; el resto queda amontonado. Este absentismo productivo de los propietarios privados de bosques no se puede achacar a la protección de espacios forestales, que representan un porcentaje pequeño en el caso de Parques Nacionales y Parques Naturales, la mayoría púbicos; y que en su forma más laxa (Red Natura 2000 y Reservas de la Biosfera) ocupan el 30 por ciento de la superficie forestal, se reparten por mitad entre público y privado. Esta mayor eficiencia en la explotación forestal vendría muy bien a la sociedad española que necesita 50 millones de metros cúbicos de madera de los que ha de importar más de 30. Una condición necesaria para incentivar esto desde lo público sería el compromiso con el avance tecnológico que redundara en mayores controles de seguridad y de la gestión evitando el despilfarro que significa el fuego.

 

  Pero, una gestión científica, del fuego exige conocer el por qué se produce, qué condiciones lo hacen posible y cuáles permiten que progrese hasta alcanzar viviendas, pongamos por caso.

 

  Las estadísticas al respecto son elocuentes: la primera causa es la humana (intención o negligencia) con el 40%, luego el abandono y ausencia de gestión forestal (30 %), cambio climático (20%), y otras como  (infraestructuras, vegetación o fenómenos atmosféricos extremos), 10 por ciento.

 

 

Una nueva conciencia frente al fuego

 

  Por atractiva que parezca la idea de un pirómano desequilibrado sobre el que descargar toda la responsabilidad aplicándole la Ley de Talión, esa visión demagógica es injusta, irreal y poco efectiva.

 

  Más allá de quien prende la llama, los incendios toman dimensiones y tamaños, por tanto provocan efectos amplios y dañinos, por otros motivos. En este sentido, recurrir a las condiciones climatológicas tanto pasadas como presentes resulta una respuesta inmediata: que si ha llovido mucho y hay mucho arbusto; que si tanto material combustible acumulado; que si hace mucha calor a lo que se junta el viento, entonces la propagación del fuego es más fácil; que si no ha llovido, que si … A más el cambio climático.

 

  Todo es cierto. Pero, resulta que el material que arde está acumulado, la gestión y el abandono del mismo responde a intereses privados y a medidas públicas. El despoblamiento, la España vaciada, el éxodo rural, no son fenómenos atmosféricos; los modelos culturales y de ocio (barbacoas o cotos de caza), tanto de las clases altas como de las bajas, tampoco caen del cielo; las prioridades en los presupuestos públicos (armemento o contraincendios) no son un accidente de la naturaleza; las formas de la gestión privada de los recursos forestales no responden a inclemencias del tiempo; incluso la abstracta crítica a la política (no se qué de despachos), como el juego politiquero de tirarse trastos exigiendo interrumpir vacaciones o acercarse a las zonas devastadas, todo este espectáculo donde los medios juegan su papel, y la sociedad se sacude la responsabilidad; el calculado tratamiento mediático bien para reprochar al adversario partidista bien para tapar otros asuntos; incluso el demente que se aburría y prendió la cerilla. Todo eso es, de una u otra forma, una manifestación de lo que somos.

 

  Tanto en la intención como en la negligencia, la acción individual está mediada (en su diversidad de formas lucha de clases, leyes, presupuestos, …) por la relación de capital, por el general y por el particular de cada uno. El fuego capitalista es un fenómeno específico de las sociedades actuales, donde el metabolismo que vincula al hombre en sociedad con la naturaleza, de la cual aquel es parte orgánica porque la materia es una en su diversidad, se caracteriza por una peculiaridad; se llama capital. Como red a través de la que se estructura el sujeto de la producción y el consumo sociales sobre la base de la valorización del valor, el capital determina la conciencia libremente enajenada que rige la acción personal en nuestra sociedad. Como superación de aquella conciencia, el avance de la conciencia dialéctica no solo nos demanda conocer las causas, inmediatas y mediatas, traspasando así la apariencia; sino que, además, nos permite reconocer en su diversidad la unidad de la realidad, así como dirigir nuestra acción hacia la revolución del modo de producción capitalista rumbo a un desarrollo humano más pleno.

 

 

(*)  P. A. González Ruiz  es autor del blog "Criticonomia".

 
 
 
 
 
 
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  • Chorche

    Chorche | Miércoles, 20 de Agosto de 2025 a las 09:41:29 horas

    Acertado artículo.

    Piden a los sindicatos agrarios que dejen de atacar las políticas ambientales y se unan contra el ultraliberalismo económico, que es quien realmente destruye el campesinado y agrava la crisis ambiental
    Desde Ecologistes en Acció de Catalunya señalamos las políticas económicas ultraliberales y las disfunciones del mercado (con los acuerdos de libre comercio y la PAC como elementos fundamentales) como el origen de la mayoría de los problemas del campesinado.
    Las ecologistas piden medidas de apoyo al campesinado que no pasen por una rebaja en la legislación de protección de la naturaleza, porque supondría perjudicar la transición agroecológica necesaria y "sería retroceder a épocas oscuras anteriores".
    Las áreas protegidas, como las ZEPA, o la convivencia con las especies depredadoras como el lince ibérico o el lobo son imprescindibles para recuperar los equilibrios ecológicos naturales y conservar la biodiversidad, que es esencial para garantizar la seguridad alimentaria del futuro, tanto a corto como a largo plazo. Los ataques y la criminalización contra estas medidas carecen de argumentos sólidos.
    Ecologistes en Acció de Catalunya lamenta profundamente las recientes palabras y declaraciones de los sindicatos agrarios en Catalunya que atacan a los movimientos ecologistas como si fueran los culpables de la crisis en el sector agrario. Éste fue parte de su discurso en la última reunión que mantuvieron con el Consejero de Agricultura, Oscar Ordeig. Para la organización ecosocial, este tipo de ataques no sólo no solucionan nada sino que son muestra de una visión sesgada de la realidad que ha sido alimentada por la extrema derecha y los movimientos ultraconservadores en toda Europa.
    La dicotomía agricultura/naturaleza es un falso dilema que los sindicatos agrarios no deberían alimentar, porque se están perjudicando a sí mismos.
    Ecologistes en Acció denuncia que quienes arruinan verdaderamente en el sector primario en Catalunya son las políticas neoliberales dictadas por la Unión Europea. Así, los tratados de comercio internacionales que interesan a las multinacionales europeas por exportar tienen como efecto la entrada de productos agrarios de terceros países con unos estándares ambientales y de derechos sociales mucho menores que los europeos. Esto provoca un hundimiento de precios con el que no pueden competir los productores de aquí y les aboca a depender de las ayudas gubernamentales y de grandes distribuidoras, o cerrar la actividad. Además la Política Agraria Europea prima sobre todo la gran superficie, los grandes terratenientes y la industria agroalimentaria, dejando sólo las migajas para los pequeños productores, de forma que en ningún caso les compensa de la competencia desleal de las importaciones. Aparte de todas las dificultades y trabas que encuentra el pequeño campesinado para comercializar sus productos —por ejemplo en los mercados de campesinos en la ciudad de Barcelona— y la falta de medidas para mejorar la cadena alimentaria. Por eso, las ecologistas animan a las entidades agrarias a sumar fuerzas y luchar juntas contra los acuerdos del mal llamado “libre comercio” como la UE-Mercosur y otros muchos que perjudican al sector primario. También alientan a las entidades agrarias a cuestionar el poder y la influencia que ejercen los grandes terratenientes y las empresas agroindustriales sobre estas organizaciones y los discursos que promueven....
    **** s: **** **** ecologistasenaccion **** /345882/demanen-als-sindicats-agraris-que-deixin-datacar-les-politiques-ambientals-i-suneixin-contra-lultraliberalisme-economic-que-es-qui-realment-destr/

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    • Respuesta del autor C-S

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