RADIOGRAFÍA DEL NOBEL DE LA PAZ: DESDE EL "PLAN MARSHALL" A BARACK OBAMA, PASANDO POR LA MACHADO
¿Cuáles han sido los invariables criterios ocultos detrás de los laureados por el Comité Nobel? ¿Galardón o un instrumento de poder?
¿Puede un premio consagrar la paz mientras exalta a promotores de guerra? ¿Qué hay detrás del prestigioso Nobel que se otorga, una y otra vez, a figuras vinculadas con el poder imperial? Este análisis que desenmascara cuál ha sido su verdadera función.
REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL.ORG
En un artículo publicado por Nikos Mottas en el digital estadounidense MLToday con el título "El Premio Nobel de la Paz o cómo blanquear el imperialismo", el autor denuncia con claridad meridiana cómo este galardón, lejos de ser un símbolo neutral de reconciliación, ha sido históricamente utilizado como herramienta ideológica del poder imperial.
Según afirma el autor, el Nobel de la Paz ha servido no para premiar auténticos esfuerzos pacifistas, sino para blanquear los crímenes del imperialismo, legitimar la intervención extranjera y ensalzar a personajes profundamente implicados en actos de dominación, guerra y saqueo.
El ejemplo más reciente que expone es el de María Corina Machado, galardonada en 2025. Mottas no deja dudas: se trata de una figura funcional a los intereses de Estados Unidos y de la derecha latinoamericana, y su premiación es la última muestra de un patrón que se repite década tras década.
De acuerdo a lo expresado por Mottas, la historia del Nobel de la Paz está marcada por una larga lista de galardonados cuyos méritos en materia de “paz” son, como mínimo, ampliamente cuestionables.
El artículo cita el caso de George C. Marshall, responsable del plan económico homónimo, presentado como un acto filantrópico, pero que en realidad —según el análisis del autor— fue una estrategia para consolidar el dominio económico de Estados Unidos en Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial.
Mottas continúa con ejemplos aún más extremos, como el de Henry Kissinger, premiado en 1973 pese a haber sido arquitecto de crímenes de guerra y golpes de Estado en diversos continentes. Para el autor, concederle el Nobel fue un acto de “lavado moral” que reveló el verdadero propósito del Comité: no premiar la paz, sino consagrar al imperialismo como fuerza civilizadora.
El artículo no se detiene en los nombres más conocidos, como Obama o Gorbachov, sino que realiza un análisis sistemático del papel que ha jugado el premio como instrumento de propaganda. A través de figuras como Andrei Sájarov o Lech Walesa, según Mottas, se ha promovido la narrativa de que oponerse al socialismo equivale a luchar por la libertad. Así, el Nobel ha recompensado a quienes, desde dentro de los países socialistas, han contribuido a su desestabilización.
El caso de Gorbachov, en particular, recibe un tratamiento crítico. Mottas interpreta su papel en la historia no como el de un reformador, sino como el de un liquidador de la experiencia socialista soviética, aplaudido por las potencias occidentales precisamente por entregarles, sin resistencia, lo que no pudieron obtener en el campo de batalla: la derrota del bloque socialista.
A juicio del autor, el Premio Nobel de la Paz ha sido una herramienta de guerra ideológica más efectiva que muchas armas.
Al dotar de legitimidad moral a líderes que han actuado en función de intereses capitalistas y colonialistas, se ha creado una ilusión de justicia que oculta las verdaderas relaciones de poder. Incluso figuras más contemporáneas, como Barack Obama, son presentadas como parte de esta mascarada. Premiado al inicio de su mandato, poco antes de intensificar las guerras con drones o iniciar la destrucción de Libia, Obama representa —según Mottas— la culminación de una narrativa vacía de contenido real.
Lo que queda claro en el comentario de Mottas es la coherencia de un criterio de selección del Nobel de la Paz que premia, una y otra vez, a quienes mejor representan los intereses del poder dominante, en detrimento de los pueblos que luchan por su soberanía.
El artículo de Mottas no propone una reforma del premio ni una crítica puntual, sino una denuncia de fondo: el Premio Nobel de la Paz, lejos de promover la paz, se ha convertido en un claro mecanismo de propaganda imperial.
REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL.ORG
En un artículo publicado por Nikos Mottas en el digital estadounidense MLToday con el título "El Premio Nobel de la Paz o cómo blanquear el imperialismo", el autor denuncia con claridad meridiana cómo este galardón, lejos de ser un símbolo neutral de reconciliación, ha sido históricamente utilizado como herramienta ideológica del poder imperial.
Según afirma el autor, el Nobel de la Paz ha servido no para premiar auténticos esfuerzos pacifistas, sino para blanquear los crímenes del imperialismo, legitimar la intervención extranjera y ensalzar a personajes profundamente implicados en actos de dominación, guerra y saqueo.
El ejemplo más reciente que expone es el de María Corina Machado, galardonada en 2025. Mottas no deja dudas: se trata de una figura funcional a los intereses de Estados Unidos y de la derecha latinoamericana, y su premiación es la última muestra de un patrón que se repite década tras década.
De acuerdo a lo expresado por Mottas, la historia del Nobel de la Paz está marcada por una larga lista de galardonados cuyos méritos en materia de “paz” son, como mínimo, ampliamente cuestionables.
El artículo cita el caso de George C. Marshall, responsable del plan económico homónimo, presentado como un acto filantrópico, pero que en realidad —según el análisis del autor— fue una estrategia para consolidar el dominio económico de Estados Unidos en Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial.
Mottas continúa con ejemplos aún más extremos, como el de Henry Kissinger, premiado en 1973 pese a haber sido arquitecto de crímenes de guerra y golpes de Estado en diversos continentes. Para el autor, concederle el Nobel fue un acto de “lavado moral” que reveló el verdadero propósito del Comité: no premiar la paz, sino consagrar al imperialismo como fuerza civilizadora.
El artículo no se detiene en los nombres más conocidos, como Obama o Gorbachov, sino que realiza un análisis sistemático del papel que ha jugado el premio como instrumento de propaganda. A través de figuras como Andrei Sájarov o Lech Walesa, según Mottas, se ha promovido la narrativa de que oponerse al socialismo equivale a luchar por la libertad. Así, el Nobel ha recompensado a quienes, desde dentro de los países socialistas, han contribuido a su desestabilización.
El caso de Gorbachov, en particular, recibe un tratamiento crítico. Mottas interpreta su papel en la historia no como el de un reformador, sino como el de un liquidador de la experiencia socialista soviética, aplaudido por las potencias occidentales precisamente por entregarles, sin resistencia, lo que no pudieron obtener en el campo de batalla: la derrota del bloque socialista.
A juicio del autor, el Premio Nobel de la Paz ha sido una herramienta de guerra ideológica más efectiva que muchas armas.
Al dotar de legitimidad moral a líderes que han actuado en función de intereses capitalistas y colonialistas, se ha creado una ilusión de justicia que oculta las verdaderas relaciones de poder. Incluso figuras más contemporáneas, como Barack Obama, son presentadas como parte de esta mascarada. Premiado al inicio de su mandato, poco antes de intensificar las guerras con drones o iniciar la destrucción de Libia, Obama representa —según Mottas— la culminación de una narrativa vacía de contenido real.
Lo que queda claro en el comentario de Mottas es la coherencia de un criterio de selección del Nobel de la Paz que premia, una y otra vez, a quienes mejor representan los intereses del poder dominante, en detrimento de los pueblos que luchan por su soberanía.
El artículo de Mottas no propone una reforma del premio ni una crítica puntual, sino una denuncia de fondo: el Premio Nobel de la Paz, lejos de promover la paz, se ha convertido en un claro mecanismo de propaganda imperial.





























Chorche | Jueves, 23 de Octubre de 2025 a las 17:41:49 horas
NO SE PUEDE CONSTRUIR LA PAZ SOBRE EL OLVIDO NI SOBRE LA PROPAGANDA. LAS CRISIS NO PUEDEN RESOLVERSE SIN RECONOCER LAS CAUSAS ESTRUCTURALES QUE LAS ORIGINARON.
El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, advirtió que decretar ahora un alto el fuego en Ucrania sería “hacer caso omiso de las raíces del conflicto”, en alusión a recientes llamados desde Washington y capitales europeas para detener las hostilidades sin abordar los orígenes de la crisis.
“Detenerlo todo simplemente significaría olvidar las causas profundas de este conflicto, de las que la Administración estadounidense, desde la llegada de Donald Trump al poder, se daba cuenta”, afirmó Lavrov durante una conferencia de prensa conjunta con su homólogo etíope, Gideon Timotheos.
De acuerdo con el Canciller ruso, una tregua inmediata implicaría que “gran parte de Ucrania permanecería bajo el control del régimen nazi”, y que en esa zona “el idioma ruso, oficial de la ONU y lengua mayoritaria del país, seguiría prohibido por ley”.
Lavrov recordó que un alto el fuego sin un debate político de fondo contradiría lo acordado en la cumbre de Alaska, celebrada el pasado 15 de agosto, donde los presidentes Vladímir Putin y Donald Trump coincidieron en “centrarse en las causas originales del conflicto” como vía para una paz duradera.
Horas después, Lavrov respondió también a las informaciones de un medio estadounidense, que afirmó que la cumbre entre Putin y Trump en Budapest podría aplazarse tras un supuesto retraso en las conversaciones preparatorias entre los Cancilleres ruso y estadounidense.
“Me sorprendió leer que, según CNN, nuestra reunión con Marco Rubio fue pospuesta. Eso es falso. No se puede aplazar algo que ni siquiera ha sido acordado”, declaró Lavrov, calificando el reporte como un “acto de desinformación poco ético”.
El jefe de la diplomacia rusa subrayó que la falta de rigor de algunos medios occidentales “socava los esfuerzos por mantener un diálogo serio entre Moscú y Washington”. Agregó: “La falta de ética de muchos medios en Occidente es bien conocida, y CNN también es famoso por eso. No hacen análisis, solo lanzan consignas para manipular al público”, agregó.
La Cancillería rusa confirmó que Lavrov y el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, mantuvieron una conversación telefónica “constructiva” el lunes, en la que definieron pasos concretos para dar cumplimiento a los entendimientos alcanzados durante la llamada entre Putin y Trump del 16 de octubre.
De acuerdo con el cronograma diplomático, la próxima cumbre entre ambos mandatarios se realizará en Budapest dentro de dos semanas o algo más, como parte del esfuerzo bilateral por reactivar los canales de diálogo directo y buscar una salida política al conflicto en Ucrania.
Moscú sostiene que dicha crisis no puede resolverse sin reconocer las causas estructurales que la originaron: la expansión de la OTAN hacia el este, el ascenso del neofascismo al poder en Kiev, la marginación del idioma ruso y la persecución de la población rusoparlante en las regiones del Donbás tras el golpe de Estado de 2014. “No se puede construir la paz sobre el olvido ni sobre la propaganda”, concluyó Lavrov.
telesur/diarioctubre
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