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Jueves, 01 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:

CÓNCLAVE: CÓMO SE FABRICA EN LA IGLESIA EL CONSENTIMIENTO

Una institución que gobierna con símbolos y procedimientos. El rito como herramienta de organización y obediencia.

Detrás del humo blanco hay papeleo, votos y pactos. “Cónclave” convierte el ritual más hermético de la Iglesia en un thriller sobre cómo se fabrica el consenso: reglas, símbolos y silencios que, bien engranados, sostienen el poder.

 

 

     Estrenada en cines de España el 20 de diciembre de 2024 y disponible desde finales de junio de 2025 en Movistar Plus+, “Cónclave” llega con credenciales de temporada alta: ocho nominaciones al Óscar 2025 y la estatuilla a mejor guion adaptado para Peter Straughan, además del Globo de Oro en esa misma categoría y un póker de BAFTAs (mejor película, película británica, guion adaptado y montaje).

 

    No es casual: el film entiende que detrás del incienso de El Vaticano hay cálculo, detrás del cálculo hay intereses, y detrás de los intereses hay una organización muy eficaz.


 
UNA HISTORIA CERRADA POR FUERA Y ABIERTA POR DENTRO

 

    El arranque es simple: muere el papa y se encierra a los cardenales; el cardenal Lawrence (Fiennes) dirige el proceso; cada votación es un paso más hacia la fumata blanca. En ese marco estrecho, el guion aprovecha cada gesto: quién habla, quién calla, cómo se pacta, cómo se amenaza sin decirlo.

 

   El Vaticano aparece como una ciudad-empresa del espíritu: oficinas, claves, departamentos, expertise. La película es muy hábil al contar lo invisible: la cantidad de trabajo concreto —organización, plazos, papeleo, protocolos— que hace posible el momento “mágico” del humo blanco. Lo sagrado sin administración no funciona, y la administración, a su vez, necesita simbolismo para que la obediencia sea duradera.


EL VATICANO COMO MÁQUINA POLÍTICA

 

    Si miramos el cónclave como si fuera una fábrica, vemos “puestos de trabajo” muy claros: porteros del secreto, custodios de urnas, negociadores discretos, relatores de rumores.

 

    Hay jerarquías formales (quién puede qué) y jerarquías reales (quién decide de verdad). El set, la música y el montaje afinan esa sensación de engranaje: cada puerta pesa, cada regla tiene una razón, cada paso ritual organiza expectativas.

 

    La Iglesia aparece como una institución que no solo predica: administra, archiva, sanciona y premia. Y, como toda gran organización, protege su continuidad por encima de cualquier individuo. La intriga no es solo sobre  “quién será el papa”, sino cómo la estructura se las arregla para seguir siendo ella misma, con el mínimo desgaste.

 

   Un acierto del film es mostrar que la ley interna (constituciones apostólicas, normas del cónclave) no es un capricho: es la forma en que la institución convierte su voluntad de mantenerse en “regla” y, así, hace que muchos se muevan en la misma dirección. El suspense viene de esa fricción entre lo que las reglas permiten y lo que la realidad empuja a hacer: alianzas, vetos, filtraciones simbólicas.

 


RITUALES QUE ORGANIZAN CONSENTIMIENTO

   No hay policías dentro, no hay urnas públicas ni cámaras; lo que hay son rituales que dan a los participantes una sensación compartida de “esto es lo que toca”. La fuerza del rito es que transforma un procedimiento en una experiencia colectiva: quienes votan sienten que obedecen una tradición y, por tanto, aceptan mejor el resultado.

 

  La película capta esa pedagogía del poder: el encierro, la clausura, las comidas regladas, las papeletas quemadas. La liturgia no tapa la política: la hace posible. Y lo hace con herramientas antiguas que funcionan como modernas: reputación, temor al escándalo, promesas veladas, presión de pares.

 

  La cinta, además, trabaja el lenguaje. Palabras grandes (“servicio”, “conciencia”, “Iglesia”) conviven con palabras técnicas (“escrutinio”, “quórum”, “constitución”). Ese vocabulario doble permite que una negociación áspera se escuche como una discusión moral.

 

   El resultado: el intercambio de apoyos se vuelve “discernimiento”, el reparto de fuerzas se vuelve “voluntad del Espíritu”, y cualquier disidencia fuerte puede sonar a sacrilegio. La ideología, aquí, no es una teoría rara: es el conjunto de ideas, símbolos y frases hechas que vuelven “natural” lo que beneficia a la estructura.

 


CONSPIRACIÓN Y TRABAJO: EL LADO TERRENAL DEL MILAGRO

 

   “Cónclave” tiene un equilibrio delicado. Destapa secretos sin caer en el morbo cinematográfico y enseña el trabajo humano que hay detrás de la elección sin convertirlo en puro papeleo. El cardenal Lawrence es el engranaje que hace de puente: cree en el rito, respeta la forma, pero se mueve con astucia entre pasillos y susurros. En ese movimiento vemos conflicto de intereses: visiones de Iglesia, ambiciones personales, estrategias de facciones. Lo interesante es que la película nunca reduce la cosa a “buenos vs. malos”: presenta una élite clerical con culturas distintas que compite por orientar una institución enorme. Es decir: política, pero con sotana.

 


LO SAGRADO COMO ECONOMÍA SIMBÓLICA

 

      Un detalle que la película sugiere y conviene subrayar: el Vaticano no es solo una comunidad de fe, también es un gestor de símbolos con impacto material. La elección de un papa mueve millones de decisiones en todo el mundo: nombramientos, donaciones, agendas, medios, gobiernos.

 

    En ese sentido, el film enseña cómo una institución “sin policía” a la vista ejerce poder: a través de autoridad moral acumulada, redes globales y una maquinaria de legitimidad que se reproduce en cada misa, en cada parroquia, en cada escuela. El cónclave es la gran renovación de esa “marca” ante el mundo. Si lo piensas, no dista mucho de una junta de accionistas donde no se discuten cifras en público, sino relatos que mantengan cohesionados a los stakeholders.

 


ESPACIOS QUE HABLAN: LA CAPILLA COMO ESCENARIO POLÍTICO

 

     La puesta en escena aprovecha el espacio como un actor más. La Capilla Sixtina —recreada con mimo— encoge y agranda a los personajes a cada paso. Los frescos son recordatorio de continuidad; el encierro, recordatorio de que el tiempo no es suyo. La cámara acompaña los itinerarios cortos (habitación–capilla–comedor), como si el mundo fuera eso y nada más. Ese efecto túnel subraya una idea: el poder, cuando se cierra sobre sí, se cree autosuficiente. Pero el exterior existe, y el film lo filtra como rumor: la prensa, las expectativas de los fieles, los gobiernos mirando de reojo. El humo blanco no solo “nombra” a alguien: anuncia una relación de fuerzas hacia fuera.

 


¿POR QUÉ FUNCIONA COMO THRILLER?

 

     La película funciona también como un thriller, donde el suspense no depende de un asesino, sino de la incertidumbre del consenso. El guión dosifica información (secretos de candidatos, dudas morales, cuentas de votos) para que entendamos una cosa sencilla: mandar es construir mayorías dentro de reglas que parecen eternas. Y la eternidad, aquí, es parte de la puesta en escena: el tiempo sin relojes, los pasos lentos, las voces contenidas. La música empuja el latido, el montaje va apretando, y cuando llega la revelación central —no la destripo— la sentimos inevitable y, a la vez, peligrosa. Eso es puro cine de tensión.

 


LO QUE DICE DEL PRESENTE

      Con la coincidencia de su carrera de premios y el interés mediático por la salud del pontífice, la cinta se ha visto leída en clave de actualidad. Más allá de titulares, la gracia está en que habla de nuestro presente sin nombrarlo: en un mundo de algoritmos y trending topics, aún hay instituciones que dependen de rituales analógicos para reproducir su autoridad. Y lo logran, precisamente, porque combinan disciplina interna con una gestión eficaz del símbolo. Si esto funciona en el Vaticano, piensa en empresas, partidos, ejércitos, clubes de fútbol: cambia el vocabulario, no cambian los mecanismos básicos.

 


VALORACIÓN

 

   “Cónclave” es precisa, sobria y muy sugerente. No se recrea en el morbo ni reduce todo a un escándalo: le interesa más cómo se gobierna que quién gobierna. Fiennes sostiene el eje con contención; Tucci y Rossellini aportan matices de ironía y peso histórico; el montaje y la música convierten una sala de votos en dinamita narrativa. Si algo puede discutirse es que, al proteger el tono austero, la película renuncia a enseñar dimensiones materiales más polémicas (finanzas, geopolítica, pederastia). Pero esa opción, que algunos verán como límite, refuerza su tesis: el corazón del poder está en la capacidad de organizar el consentimiento a través de reglas y símbolos.

 


DÓNDE VERLA EN ESPAÑA.  Se  estreno  en Cines el 20 de diciembre de 2024 (España). 

– En streaming: Movistar Plus+ la incorporó a su catálogo el 27 de junio de 2025; sigue disponible en la plataforma con ficha propia.
Diario AS. Movistar Plus+

– Alquiler/compra digital: disponible en Apple TV, Amazon, Rakuten y Filmin (canal Filmin Plus) según el agregador JustWatch para España; comprueba disponibilidad y precios actualizados en esa página.
 

 

FUENTES BÁSICAS

 

– Reparto, sinopsis y datos de producción: Wikipedia en inglés de la película.
 

– Fecha de estreno en España: ficha de IMDb (edición en español).
IMDb

– Llegada a Movistar Plus+ (junio 2025): recopilación de estrenos de la plataforma y ficha oficial de la película en Movistar Plus+.
Diario AS. Movistar Plus+

– Premios: Óscar 2025 (ganadora a mejor guion adaptado; 8 nominaciones), Globos de Oro 2025 (mejor guion), y BAFTAs 2025 (mejor película, británica, guion, montaje).
 

The Guardian+1 NBC+2NBC+2 

 

 

“el rito no tapa la política: la hace posible”
“mandar es convertir la voluntad de una institución en regla compartida”
“el consenso también se fabrica con símbolos, silencios y procedimientos”

 
 
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