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¿QUIÉN SE QUEDA, REALMENTE, EL DINERO QUE LOS TURISTAS GASTAN EN CANARIAS?

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El turismo deja en Canarias cifras récord, pero la mayoría de los beneficios se escapan del Archipiélago. Este artículo revela cuánto se queda realmente en las islas, cómo opera la maquinaria del capital turístico global y por qué urge repensar el modelo con criterios de justicia y soberanía.

Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

   Durante los siete primeros meses de 2025, el gasto turístico acumulado en Canarias alcanzó los 14.100 millones de euros, lo que supone un incremento del 8 % respecto al mismo periodo del año anterior. Los medios titularon con entusiasmo, los portavoces institucionales hablaron de “reactivación”, y se instaló, nuevamente, la idea de que el Archipiélago nada en la abundancia.

 

     Pero, tras la cifra brillante, se oculta una realidad más incómoda: la mayor parte de ese dinero no se queda en Canarias. Este artículo desmenuza qué es realmente el gasto turístico, cuánto se queda en las islas, y por qué el modelo vigente reproduce desigualdad, precariedad y dependencia, en lugar de desarrollo autónomo. Lo hacemos con un enfoque marxista, para entender cómo se produce, distribuye y se apropia el valor generado por la industria turística canaria.

 

¿QUÉ ES EL GASTO TURÍSTICO?

   El llamado “gasto turístico” engloba todo el desembolso económico que realiza un visitante durante su viaje.

 

  Esto incluye reservas de vuelo, paquetes turísticos y seguros normalmente pagados antes del viaje- y gastos en destino: alojamiento, alimentación, transporte local, ocio, compras, etc.

 

  Según datos oficiales, el gasto medio diario por turista en Canarias en 2025 fue de 181 euros, principalmente en alojamiento, manutención y actividades turísticas. Sin embargo, eso no significa que cada euro vaya a parar a una empresa local, ni que se reinvierta en la economía isleña.

 

¿CUÁNTO SE QUEDA REALMENTE EN CANARIAS?

 

   Estudios recientes indican que solo entre el 30 % y el 35 % del gasto total permanece en las islas. En el caso del turismo de “todo incluido”, esa proporción puede caer por debajo del 20 %. En cifras: de cada 100 euros que gasta un turista, menos de 20 euros benefician directamente a la economía local en muchos casos.  

 

   ¿Por qué? Porque el turismo en Canarias está dominado por grandes operadores externos, cadenas hoteleras internacionales y plataformas digitales que capturan el grueso del beneficio.

 

  Los principales canales por los que el valor generado se escapa del territorio son:

 

-  Los paquetes turísticos vendidos en origen: Incluyen vuelo, hotel, comidas y excursiones, todo reservado fuera del Archipiélago. Las comisiones y beneficios quedan en manos de operadores foráneos.

 - Cadenas hoteleras globales: Muchas repatrian beneficios a sus países de origen, contratan proveedores externos y utilizan redes logísticas ajenas a la economía canaria.

 

 - Plataformas digitales: Booking, Expedia o Airbnb retienen comisiones sin generar valor añadido local ni tributar directamente en las islas.

 

  El modelo “todo incluido”: El turista apenas consume fuera del hotel. El comercio local, la restauración independiente y el transporte público apenas captan parte del gasto.

 

- Importaciones masivas: Buena parte de los productos consumidos por el sector turístico (comida, bebida, muebles, tecnología) se importan, debilitando el tejido productivo canario.

 

IGIC: UN IMPUESTO CON LÍMITES

 

   El Impuesto General Indirecto Canario (IGIC), al gravar las operaciones en el Archipiélago, no puede capturar el valor que se genera y se paga fuera de las islas. Además, muchos servicios turísticos disfrutan de tipos reducidos o exenciones. Por tanto, la recaudación fiscal está por debajo del potencial real.

 

     Esto revela otra capa de la desigualdad estructural: la riqueza generada por el turismo no solo no se distribuye equitativamente, sino que ni siquiera se fiscaliza adecuadamente para mejorar servicios públicos o infraestructuras.

 

UN MODELO DEPENDIENTE Y DESIGUAL

 

  Resulta obvio, pues, que para poder valorar el impacto real en la mayoría de la población de esta actividad económica la clave  no está en el volumen del gasto turístico, sino en quién se apropia de la plusvalía.

 

  En Canarias, el capital dominante no es local: es extranjero, concentrado y globalizado. El modelo se basa en la extracción sistemática del valor generado en las islas para enriquecer a empresas externas.

 

      Esto reproduce una estructura clásica de dependencia: la economía local es funcional al capital externo, que toma decisiones estratégicas, fija precios, controla la promoción turística y margina a productores locales.

 

    La clase trabajadora canaria —aunque empleada en el sector— no participa de las decisiones, ni del reparto equitativo de los beneficios. Además, buena parte de ese empleo es precario, temporal, y con escasa capacidad de sindicalización, especialmente en el sector hotelero subcontratado.

 

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

 

    Las cifras macroeconómicas pueden parecer impresionantes. Se repite que el turismo supone más del 36 % del PIB y crea decenas de miles de empleos. Pero si se observa con lupa, el modelo genera una ilusión de prosperidad que no se traduce en mejoras estructurales:

 

  Persisten los problemas de vivienda, la presión sobre recursos hídricos y energéticos, la saturación de infraestructuras.

 

  Los beneficios no se redistribuyen: el comercio minorista y la agricultura apenas perciben ventajas del auge turístico.

 

  Las políticas públicas siguen subordinadas a mantener el flujo turístico, aunque eso implique aceptar condiciones injustas impuestas por operadores externos.

 

   La consecuencia de todo ello es evidente. Canarias no se enriquece con el turismo: el turismo enriquece a otros a costa de Canarias.

 

     Las cifras oficiales maquillan una realidad en la que el trabajo local crea valor que luego es absorbido por agentes externos. Frente a ello, es urgente repensar el modelo desde abajo, democratizar el debate sobre el desarrollo económico del Archipiélago y romper con la dependencia estructural.

 

 
 
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