
EL CALOR EXTREMO GOLPEA A CANARIAS Y YA SE COBRA 41 VÍCTIMAS MORTALES
"En el conjunto del Estado, las muertes atribuibles al calor este verano ascienden a 1.963"
El verano más cálido de los últimos años deja ya 41 fallecimientos vinculados a las altas temperaturas en el archipiélago. La combinación de calor, mala mar y riesgo de incendios pone a prueba la capacidad de respuesta del sistema público.
Por ERNESTO GUTIÉRREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En lo que va de agosto, Canarias ha registrado cinco muertes asociadas al calor extremo, según los datos del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III. Estas cifras se suman a las 36 defunciones contabilizadas en julio, elevando a 41 el balance de este verano, apenas a mediados de temporada.
El calor no da tregua. Las previsiones apuntan a que las temperaturas seguirán siendo altas en los próximos días, aunque sin alcanzar los picos del 10 de agosto, cuando la sensación térmica y el bochorno marcaron récords en varias zonas. El Gobierno de Canarias mantiene la alerta en gran parte del territorio, especialmente en Gran Canaria, donde se esperan máximas de 32 a 38 grados.
La AEMET, por su parte, confirmó que julio de 2025 fue uno de los más calurosos de las últimas décadas: 23,8 grados de media en el conjunto del Estado y 23 grados en Canarias. Ambos valores se encuentran 0,7ºC por encima del promedio habitual. A ello se suma un récord inquietante: 1.409 noches tropicales —mínimas que no bajan de 20ºC— en las islas el mes pasado, frente a las 836 del año anterior.
Estos datos evidencian que el cambio climático ya no es un pronóstico futuro, sino una realidad que altera la vida cotidiana, incrementa la presión sobre la salud pública y amplifica las desigualdades: quienes viven en viviendas mal aisladas, trabajan al aire libre o carecen de acceso a medios de refrigeración son los más expuestos.
Víctimas silenciosas del calor
Las altas temperaturas no afectan a todos por igual. Personas mayores con enfermedades previas y trabajadores en exteriores encabezan la lista de víctimas. El pasado martes, una joven de 17 años tuvo que ser rescatada en helicóptero en Morro Jable (Fuerteventura) tras sufrir un golpe de calor en una zona de difícil acceso. Solo este verano, el Servicio Canario de la Salud ha atendido a más de 40 personas afectadas por golpes de calor, de las cuales al menos diez requirieron hospitalización.
En el conjunto del Estado, las muertes atribuibles al calor este verano ascienden ya a 1.963, según el MoMo. Este fenómeno no es exclusivo de Canarias, pero aquí la combinación de temperaturas extremas, humedad baja y calima agrava los efectos.
El calor no llega solo. A las altas temperaturas se suman fenómenos costeros adversos que este miércoles motivaron una prealerta del Gobierno de Canarias: olas de hasta dos metros en las costas sur, suroeste y sureste de El Hierro, La Gomera, Tenerife y Gran Canaria.
En paralelo, la persistencia del aire seco y cálido mantiene activa la alerta máxima por riesgo de incendios forestales en cinco islas. La humedad relativa por debajo del 30% y la presencia de calima incrementan el peligro, obligando a movilizar a los equipos de Protección Civil y Emergencias.
Olas de calor en la historia reciente de Canarias
Por supuesto, las olas de calor no son nuevas en el archipiélago, pero su frecuencia e intensidad han cambiado drásticamente. En agosto de 2023, Canarias vivió una de las más largas registradas, con más de 15 días consecutivos por encima de 35ºC en zonas de medianías y hasta 42ºC en el sur de Gran Canaria. En 2015, una ola de calor acompañada de calima provocó el cierre temporal de actividades al aire libre y saturó los servicios sanitarios en varias islas.
Los registros de las últimas dos décadas muestran que antes estos episodios eran más breves y concentrados en julio y agosto. Hoy, en cambio, se adelantan a junio y pueden prolongarse hasta octubre. Este desplazamiento temporal y la acumulación de noches tropicales aumentan el riesgo acumulado para la salud y los ecosistemas.
Un problema de salud pública y modelo económico
En cualquier caso, el aumento de muertes por calor no puede reducirse a un fenómeno meteorológico. Es una cuestión de salud pública vinculada a la precariedad, la vivienda y la desigualdad. En barrios con peor calidad constructiva, sin ventilación adecuada ni aislamiento, el riesgo se dispara.
El modelo económico basado en el turismo masivo y el trabajo intensivo en el exterior —en construcción, hostelería o agricultura— expone a miles de personas a condiciones laborales peligrosas. En muchos casos, la presión por mantener el ritmo productivo prima sobre la adaptación de horarios o el acceso a descansos y zonas de sombra.
La tendencia no apunta a una reducción del problema. El incremento de noches tropicales y el alargamiento de las olas de calor anticipan veranos cada vez más largos e intensos. La población vulnerable crecerá si no se implementan medidas preventivas efectivas, como planes de adaptación climática, mejoras en las viviendas y una reorganización de los horarios laborales.
La combinación de calor extremo, mar agitada y riesgo de incendios convierte los veranos en una suerte de test de resistencia para las islas. No se trata solo de sobrevivir al calor, sino de repensar un modelo de desarrollo que aumenta la exposición a riesgos climáticos que ya no son esporádicos, sino estructurales.
Por ERNESTO GUTIÉRREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En lo que va de agosto, Canarias ha registrado cinco muertes asociadas al calor extremo, según los datos del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III. Estas cifras se suman a las 36 defunciones contabilizadas en julio, elevando a 41 el balance de este verano, apenas a mediados de temporada.
El calor no da tregua. Las previsiones apuntan a que las temperaturas seguirán siendo altas en los próximos días, aunque sin alcanzar los picos del 10 de agosto, cuando la sensación térmica y el bochorno marcaron récords en varias zonas. El Gobierno de Canarias mantiene la alerta en gran parte del territorio, especialmente en Gran Canaria, donde se esperan máximas de 32 a 38 grados.
La AEMET, por su parte, confirmó que julio de 2025 fue uno de los más calurosos de las últimas décadas: 23,8 grados de media en el conjunto del Estado y 23 grados en Canarias. Ambos valores se encuentran 0,7ºC por encima del promedio habitual. A ello se suma un récord inquietante: 1.409 noches tropicales —mínimas que no bajan de 20ºC— en las islas el mes pasado, frente a las 836 del año anterior.
Estos datos evidencian que el cambio climático ya no es un pronóstico futuro, sino una realidad que altera la vida cotidiana, incrementa la presión sobre la salud pública y amplifica las desigualdades: quienes viven en viviendas mal aisladas, trabajan al aire libre o carecen de acceso a medios de refrigeración son los más expuestos.
Víctimas silenciosas del calor
Las altas temperaturas no afectan a todos por igual. Personas mayores con enfermedades previas y trabajadores en exteriores encabezan la lista de víctimas. El pasado martes, una joven de 17 años tuvo que ser rescatada en helicóptero en Morro Jable (Fuerteventura) tras sufrir un golpe de calor en una zona de difícil acceso. Solo este verano, el Servicio Canario de la Salud ha atendido a más de 40 personas afectadas por golpes de calor, de las cuales al menos diez requirieron hospitalización.
En el conjunto del Estado, las muertes atribuibles al calor este verano ascienden ya a 1.963, según el MoMo. Este fenómeno no es exclusivo de Canarias, pero aquí la combinación de temperaturas extremas, humedad baja y calima agrava los efectos.
El calor no llega solo. A las altas temperaturas se suman fenómenos costeros adversos que este miércoles motivaron una prealerta del Gobierno de Canarias: olas de hasta dos metros en las costas sur, suroeste y sureste de El Hierro, La Gomera, Tenerife y Gran Canaria.
En paralelo, la persistencia del aire seco y cálido mantiene activa la alerta máxima por riesgo de incendios forestales en cinco islas. La humedad relativa por debajo del 30% y la presencia de calima incrementan el peligro, obligando a movilizar a los equipos de Protección Civil y Emergencias.
Olas de calor en la historia reciente de Canarias
Por supuesto, las olas de calor no son nuevas en el archipiélago, pero su frecuencia e intensidad han cambiado drásticamente. En agosto de 2023, Canarias vivió una de las más largas registradas, con más de 15 días consecutivos por encima de 35ºC en zonas de medianías y hasta 42ºC en el sur de Gran Canaria. En 2015, una ola de calor acompañada de calima provocó el cierre temporal de actividades al aire libre y saturó los servicios sanitarios en varias islas.
Los registros de las últimas dos décadas muestran que antes estos episodios eran más breves y concentrados en julio y agosto. Hoy, en cambio, se adelantan a junio y pueden prolongarse hasta octubre. Este desplazamiento temporal y la acumulación de noches tropicales aumentan el riesgo acumulado para la salud y los ecosistemas.
Un problema de salud pública y modelo económico
En cualquier caso, el aumento de muertes por calor no puede reducirse a un fenómeno meteorológico. Es una cuestión de salud pública vinculada a la precariedad, la vivienda y la desigualdad. En barrios con peor calidad constructiva, sin ventilación adecuada ni aislamiento, el riesgo se dispara.
El modelo económico basado en el turismo masivo y el trabajo intensivo en el exterior —en construcción, hostelería o agricultura— expone a miles de personas a condiciones laborales peligrosas. En muchos casos, la presión por mantener el ritmo productivo prima sobre la adaptación de horarios o el acceso a descansos y zonas de sombra.
La tendencia no apunta a una reducción del problema. El incremento de noches tropicales y el alargamiento de las olas de calor anticipan veranos cada vez más largos e intensos. La población vulnerable crecerá si no se implementan medidas preventivas efectivas, como planes de adaptación climática, mejoras en las viviendas y una reorganización de los horarios laborales.
La combinación de calor extremo, mar agitada y riesgo de incendios convierte los veranos en una suerte de test de resistencia para las islas. No se trata solo de sobrevivir al calor, sino de repensar un modelo de desarrollo que aumenta la exposición a riesgos climáticos que ya no son esporádicos, sino estructurales.
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