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TRUMP CADA DÍA, UN ESCÁNDALO: NI EL EJÉRCITO, NI LOS CIUDADANOS DE NUEVA YORK SE SALVAN DE SUS AMENAZAS

Trump convierte cada discurso suyo en pura en pólvora: del Pentágono a la alcaldía, nadie escapa de su sombra

Cada jornada se levanta con un nuevo estallido mediático: un discurso incendiario, una amenaza a los militares, un ultimátum a Nueva York o una burla a un rival. El expresidente ha convertido la política en un espectáculo diario en el que él es siempre el protagonista. La pregunta inevitable es según el autor de este artículo, Maximo Relti, la siguiente: ¿Se trata de una estrategia calculada para mantener poder o una simple necesidad de no desaparecer del foco público?

 

POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

 

      ¿Qué ocurre cuando un político convierte la información en una [Img #87000]extensión de su marca personal? ¿Hasta dónde puede llegar un líder político al convertir cada día en una disputa pública?

 

   Y lo más importante: ¿qué significado tiene que la noticia no sea el hecho en sí, sino la voz mediáticamente multiplicada del propio protagonista?

 

  Donald Trump ha demostrado, una y otra vez hasta llegar a la   saciedad, que no está dispuesto a dejar pasar un solo día sin ser el centro de atención. Sus declaraciones, amenazas y mensajes en redes sociales se han convertido en el combustible de la política estadounidense.

 

 

El Ejército como escenario de confrontación

 

   El pasado 30 de septiembre de 2025, Trump reunió a cientos de generales y almirantes en el Museo del Cuerpo de Marines en Quantico, Virginia. Allí no les habló de estrategia militar ni de "amenazas externas", sino de lealtad política.

 

    Les advirtió "muy seriamente" que cualquier mando que no compartiera su visión del Ejército podía ser “despedido en el acto”.

 

Por su parte, el secretario de Defensa, Pete Hegseth que lo acompañaba, reforzó el discurso del presidente  denunciando la “decadencia woke” que ha infectado el Pentágono, anunciando de paso, un plan para eliminar los programas de diversidad en las Fuerzas Armadas.

 

     Más allá de las citadas medidas concretas, la escena fue muy clara: Trump buscaba, en realidad,  marcar la agenda del día.

    Una reunión que en cualquier otro contexto hubiera sido rutinaria fue transformada en noticia principal, porque el  presidente convirtió la presencia de los altos mandos en un acto de sometimiento público a su narrativa.

 

    Una vez más, lo que importaba no era la política de defensa, sino el choque entre Trump y cualquier símbolo de resistencia dentro de las instituciones.

 

 

Nueva York como blanco de advertencia

    Un día antes, el 29 de septiembre, Trump había centrado el foco en Nueva York.

    Lo hizo usando la misma receta: amenaza y protagonismo. Advirtió que, si el demócrata Zohran Mamdani llegaba a la alcaldía, la ciudad perdería todos los fondos federales.

   Mamdani, un demócrata reformista que actualmente  lidera las encuestas, se convirtió en blanco central de su discurso.

 

    El actual alcalde, Eric Adams, acababa de retirarse de la campaña ante sus malos resultados, dejando el camino abierto a una contienda entre Mamdani, Andrew Cuomo y el republicano Curtis Silwa.

 

   La retirada de Adams era, en sí misma, una noticia de peso en la política local. Pero Trump logró desplazar el eje: lo relevante no fue la salida del alcalde en funciones, sino la increible advertencia presidencial de que los ciudadanos de  Nueva York quedarían sin recursos si cometían el craso error de elegír mal.

 

     Con ese movimiento, Trump no solo condicionó la narrativa sobre las elecciones en la ciudad más grande del país, sino que volvió a colocar su voz como la lente a través de la cual debe interpretarse la política local.

 

 

La ironía como estrategia

    Este 1 de octubre, apenas 24 horas después, Trump volvió a pronunciarse sobre Mamdani. Esta vez lo hizo con un tono irónico en su red Truth Social: aseguró que la candidatura del socialista sería “una de las mejores cosas que le han pasado al Partido Republicano”. Añadió que Mamdani tendría problemas con Washington como ningún otro alcalde y que no recibiría “ni un centavo” de su Gobierno.

 

     La estrategia fue doble. Por un lado, Trump descalificaba directamente al candidato, deslegitimando sus propuestas. Por otro, reforzaba la idea de que todo pasaba por él: Mamdani no tendría recursos porque dependía de “su” dinero como presidente. Incluso cuando intentaba ridiculizar a un adversario, la figura central del mensaje no era el alcalde potencial, sino el propio Trump.

 

 

Una cadena de titulares diseñados

     Los tres episodios –la reunión con militares, la amenaza a Nueva York y la burla a Mamdani ilustran un patrón repetido. En apenas 72 horas, Trump generó tres titulares principales. No se trataba de medidas de Gobierno presentadas en informes ni de políticas debatidas en el Congreso, sino de declaraciones públicas convertidas en evento.

 

     Trump entiende que la política contemporánea se alimenta de la inmediatez mediática. Cada frase es un titular; cada mensaje en redes, un disparo en la agenda. Lo que podría ser leído como improvisación es, en realidad, un método: garantizar que ninguna otra voz ocupe el centro de la conversación pública.

 

 

El estilo de la saturación

    El expresidente ha perfeccionado un estilo que combina amenaza, ironía y descalificación. Cada recurso cumple un propósito:

- La amenaza (a los militares, a Nueva York) refuerza su imagen de autoridad incuestionable.

- La ironía (sobre Mamdani) funciona como arma de ridiculización, proyectando confianza en su poder.

- La descalificación (contra la “decadencia woke”, contra el “comunismo”) conecta con su base más fiel, que percibe sus palabras como verdades incómodas frente al enigmático “sistema”.

 

    El resultado es un ciclo de saturación. Trump no solo es noticia por lo que dice, sino por cómo lo dice. El tono se convierte en el hecho.

 

 

Entre la política y el espectáculo

       Este fenómeno plantea una pregunta clave: ¿dónde termina la política y dónde comienza el espectáculo? Cuando Trump amenaza con destituir a generales en un museo militar, convierte un espacio solemne en un escenario. Cuando ridiculiza a un candidato democrata en Nueva York, transforma una campaña local en un capítulo de su propio relato nacional.

 

      El riesgo es evidente: si cada noticia pasa por el prisma de un solo actor, los debates de fondo –defensa, financiación, gobernanza local– quedan en segundo plano. Lo que se discute no es tanto el contenido de las decisiones, sino la capacidad de Trump de imponer su versión de los hechos.

 

 

Una estrategia que a la luz de los resultados, le funciona

      La pregunta de fondo es si esta estrategia le aporta algún tipo de rédito. La respuesta, a la luz de los hechos, parece ser afirmativa. Trump no solo mantiene el foco mediático, sino que obliga a sus adversarios y aliados a posicionarse respecto a sus palabras. Mamdani no pudo presentar sus propuestas sin que estas fueran definidas en contraposición a las descalificaciones del presidente. Los altos mandos militares quedaron en el centro de una conversación que él mismo inició.

 

     El resultado es un ecosistema político donde el resto de actores juegan en terreno diseñado por Trump. Incluso la prensa, que critica su estilo, termina reforzando su visibilidad al convertir cada declaración en una noticia destacada.

 

 

La agenda según Trump

     Donald Trump ha demostrado que no necesita un gran evento para dominar la conversación nacional. Basta con una frase dirigida al Ejército, una advertencia a los ciudadanos de Nueva York o una ironía en redes sociales. En su estrategia, cada día debe contener un nuevo capítulo con él como exclusivo protagonista.

 

     Para sus críticos, esto significa una distorsión peligrosa del debate. Para sus seguidores, es la prueba de que sigue siendo el único capaz de confrontar directamente a instituciones y rivales.

 

    Lo cierto es que, en la práctica, Trump ha logrado algo inusual: transformar la política en una secuencia continua de titulares donde la figura central no es la nación, ni los problemas, ni los adversarios, sino él mismo.

 

 
 
 
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