
"¡QUE SUBAN LOS ALQUILERES, COÑO!" EXIGEN LOS INMOBILIARIOS
¿Por qué los alquileres suben incluso cuando los propietarios no lo quieren? ¿Quién gana y quién pierde cuando la vivienda se convierte en un negocio?
Las presiones del mercado inmobiliario en España no solo están vaciando bolsillos: están vaciando barrios. Inmobiliarias que empujan a los caseros a subir los precios, alquileres que se disparan sin control y un Estado que mira hacia otro lado. ¿Estamos ante un problema coyuntural o ante una lógica estructural del sistema?
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL
Como es ampliamente sabido, en España, como en muchas otras partes del mundo, encontrar una vivienda digna y asequible para alquilar se ha convertido en una especie de carrera de obstáculos.
La cuestión es que lo que antes era solo un problema de oferta y demanda se ha transformado en algo mucho más grave: un ataque directo al derecho a la vivienda.
En un artículo publicado recientemente en el digital Infobae se muestra con claridad cuál es el fondo de esta cuestión: inmobiliarias que presionan a propietarios para que suban los precios del alquiler, aunque los propios caseros no lo deseen.
"El Estado, que no es neutral en el asunto, lejos de proteger a los inquilinos, garantiza la rentabilidad de los propietarios e inmobiliarios."
¿Por qué ocurre esto? ¿Qué lógica es la que está operando detrás de este fenómeno? Para entenderlo, nos haría falta mirar más allá del caso particular y adentrarnos en las raíces económicas y sociales del problema.
"Las inmobiliarias no están actuando como simples intermediarias. Son agentes activos que contribuyen a inflar artificialmente los precios"
LA VIVIENDA COMO MERCANCÍA
Según la lógica capitalista, todo lo que pueda generar ganancia debe convertirse en mercancía. Esto incluye, naturalmente. Cosas tan esenciales como el agua, la salud y, por supuesto, la vivienda. Es decir, una mercancía es cualquier cosa que se produce para ser vendida en el mercado, sin importar si cubre una necesidad humana o no. En otras palabras, no importa si alguien necesita un techo para vivir; lo que importa es cuánto puede pagar por él. Así, la vivienda deja de ser un derecho para convertirse en una oportunidad de negocio.
En este contexto, las inmobiliarias no están actuando como simples intermediarias. Son, en realidad, agentes activos que contribuyen a inflar artificialmente los precios, convenciendo a los propietarios de que deben “aprovechar el momento” para subir los alquileres. No lo hacen porque haya más demanda, ni porque las viviendas sean mejores, sino porque el mercado se los permite. Lo importante no es satisfacer una necesidad, sino extraer el máximo beneficio posible.
UN SISTEMA DISEÑADO PARA EXCLUIR
Este tipo de dinámicas no son errores del sistema. No se trata de un “mal funcionamiento del mercado”, sino de su funcionamiento normal. Es más: es una muestra clara de cómo
opera el capitalismo cuando no encuentra límites. La mercantilización de la vivienda no es un fenómeno nuevo. Ya un señor barbado llamado Engels lo advertía en su análisis sobre las condiciones de vida de la clase trabajadora en el siglo XIX: cuando son los ricos controlan el suelo y las casas, el resultado inevitable es el hacinamiento, la precariedad y el despojo para los más pobres.
Hoy, la situación no ha cambiado demasiado. Solo que ahora, en lugar de barrios obreros llenos de miseria, tenemos ciudades enteras convertidas en parques temáticos para turistas, pisos turísticos y bloques de apartamentos vacíos esperando a que el precio “suba lo suficiente”. Lo que antes se hacía con látigo y desahucio, ahora se hace con subidas de alquiler y contratos abusivos. Pero el resultado es el mismo: la expulsión de quienes no pueden pagar.
EL ESTADO COMO ESPECTADOR (O CÓMPLICE)
Uno de los aspectos más inquietantes del artículo que citábamos más arriba, es la ausencia de políticas públicas efectivas. Se habla de la falta de un sistema de vivienda pública de alquiler como un factor que agrava la crisis. Y no es casualidad. El Estado, en lugar de garantizar el derecho a la vivienda, ha delegado esta función en el mercado. En nombre de la eficiencia y la libertad económica, ha cedido el control del parque inmobiliario a grandes fondos de inversión, a los bancos y empresas privadas que solo buscan rentabilidad.
Parece muy claro que en este tira y afloja el Estado no es un árbitro neutral. Es en realidad, una herramienta al servicio de los intereses de clase dominantes. Y en este caso, su inacción beneficia claramente a quienes viven de rentas, de especular con el suelo y de convertir cada rincón de la ciudad en una oportunidad de negocio. No se trata, pues, solo de falta de vivienda pública: se trata de un modelo político que prioriza la propiedad sobre el uso, el lucro sobre el bienestar.
LA ALIENACIÓN DEL TECHO
La situación actual no solo afecta a nuestros bolsillos. Tiene consecuencias más profundas. Cuando alguien no puede pagar el alquiler y es expulsado de su barrio, no solo pierde un techo. Pierde, además, su historia personal, las redes de apoyo, pierde estabilidad emocional, pierde identidad. Se trata, ni más ni menos, que de una forma de alienación: cuando la sociedad produce cosas que terminan controlando y sometiendo a quienes las necesitan. En este caso, el producto es la vivienda, y su precio —determinado por un mercado insaciable— se convierte en una barrera que separa a la gente de lo más básico: un lugar donde vivir.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
No se trata de moralizar ni de esperar que los propietarios o las inmobiliarias actúen con “buena voluntad”. La historia demuestra que los cambios reales no vienen de la caridad, sino de la organización colectiva. Las luchas por el derecho a la vivienda —como las llevadas a cabo por los movimientos de inquilinos en Madrid, Barcelona o Buenos Aires— son un ejemplo de que es posible resistir.
Pero también muestran que la solución de fondo no pasa solo por regular el mercado, sino por cambiarlo de raíz. Hacer que la vivienda deje de ser una mercancía y vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser: un derecho humano fundamental.
FUENTES CONSULTADAS
-Infobae, “Las inmobiliarias piden a los caseros que suban los precios de sus alquileres”: https://www.infobae.com/espana/2025/07/22/las-inmobiliarias-piden-a-los-caseros-que-suban-los-precios-de-sus-alquileres
- La Ideología Alemana, Karl Marx y Friedrich Engels
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL
Como es ampliamente sabido, en España, como en muchas otras partes del mundo, encontrar una vivienda digna y asequible para alquilar se ha convertido en una especie de carrera de obstáculos.
La cuestión es que lo que antes era solo un problema de oferta y demanda se ha transformado en algo mucho más grave: un ataque directo al derecho a la vivienda.
En un artículo publicado recientemente en el digital Infobae se muestra con claridad cuál es el fondo de esta cuestión: inmobiliarias que presionan a propietarios para que suban los precios del alquiler, aunque los propios caseros no lo deseen.
"El Estado, que no es neutral en el asunto, lejos de proteger a los inquilinos, garantiza la rentabilidad de los propietarios e inmobiliarios."
¿Por qué ocurre esto? ¿Qué lógica es la que está operando detrás de este fenómeno? Para entenderlo, nos haría falta mirar más allá del caso particular y adentrarnos en las raíces económicas y sociales del problema.
"Las inmobiliarias no están actuando como simples intermediarias. Son agentes activos que contribuyen a inflar artificialmente los precios"
LA VIVIENDA COMO MERCANCÍA
Según la lógica capitalista, todo lo que pueda generar ganancia debe convertirse en mercancía. Esto incluye, naturalmente. Cosas tan esenciales como el agua, la salud y, por supuesto, la vivienda. Es decir, una mercancía es cualquier cosa que se produce para ser vendida en el mercado, sin importar si cubre una necesidad humana o no. En otras palabras, no importa si alguien necesita un techo para vivir; lo que importa es cuánto puede pagar por él. Así, la vivienda deja de ser un derecho para convertirse en una oportunidad de negocio.
En este contexto, las inmobiliarias no están actuando como simples intermediarias. Son, en realidad, agentes activos que contribuyen a inflar artificialmente los precios, convenciendo a los propietarios de que deben “aprovechar el momento” para subir los alquileres. No lo hacen porque haya más demanda, ni porque las viviendas sean mejores, sino porque el mercado se los permite. Lo importante no es satisfacer una necesidad, sino extraer el máximo beneficio posible.
UN SISTEMA DISEÑADO PARA EXCLUIR
Este tipo de dinámicas no son errores del sistema. No se trata de un “mal funcionamiento del mercado”, sino de su funcionamiento normal. Es más: es una muestra clara de cómo opera el capitalismo cuando no encuentra límites. La mercantilización de la vivienda no es un fenómeno nuevo. Ya un señor barbado llamado Engels lo advertía en su análisis sobre las condiciones de vida de la clase trabajadora en el siglo XIX: cuando son los ricos controlan el suelo y las casas, el resultado inevitable es el hacinamiento, la precariedad y el despojo para los más pobres.
Hoy, la situación no ha cambiado demasiado. Solo que ahora, en lugar de barrios obreros llenos de miseria, tenemos ciudades enteras convertidas en parques temáticos para turistas, pisos turísticos y bloques de apartamentos vacíos esperando a que el precio “suba lo suficiente”. Lo que antes se hacía con látigo y desahucio, ahora se hace con subidas de alquiler y contratos abusivos. Pero el resultado es el mismo: la expulsión de quienes no pueden pagar.
EL ESTADO COMO ESPECTADOR (O CÓMPLICE)
Uno de los aspectos más inquietantes del artículo que citábamos más arriba, es la ausencia de políticas públicas efectivas. Se habla de la falta de un sistema de vivienda pública de alquiler como un factor que agrava la crisis. Y no es casualidad. El Estado, en lugar de garantizar el derecho a la vivienda, ha delegado esta función en el mercado. En nombre de la eficiencia y la libertad económica, ha cedido el control del parque inmobiliario a grandes fondos de inversión, a los bancos y empresas privadas que solo buscan rentabilidad.
Parece muy claro que en este tira y afloja el Estado no es un árbitro neutral. Es en realidad, una herramienta al servicio de los intereses de clase dominantes. Y en este caso, su inacción beneficia claramente a quienes viven de rentas, de especular con el suelo y de convertir cada rincón de la ciudad en una oportunidad de negocio. No se trata, pues, solo de falta de vivienda pública: se trata de un modelo político que prioriza la propiedad sobre el uso, el lucro sobre el bienestar.
LA ALIENACIÓN DEL TECHO
La situación actual no solo afecta a nuestros bolsillos. Tiene consecuencias más profundas. Cuando alguien no puede pagar el alquiler y es expulsado de su barrio, no solo pierde un techo. Pierde, además, su historia personal, las redes de apoyo, pierde estabilidad emocional, pierde identidad. Se trata, ni más ni menos, que de una forma de alienación: cuando la sociedad produce cosas que terminan controlando y sometiendo a quienes las necesitan. En este caso, el producto es la vivienda, y su precio —determinado por un mercado insaciable— se convierte en una barrera que separa a la gente de lo más básico: un lugar donde vivir.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
No se trata de moralizar ni de esperar que los propietarios o las inmobiliarias actúen con “buena voluntad”. La historia demuestra que los cambios reales no vienen de la caridad, sino de la organización colectiva. Las luchas por el derecho a la vivienda —como las llevadas a cabo por los movimientos de inquilinos en Madrid, Barcelona o Buenos Aires— son un ejemplo de que es posible resistir.
Pero también muestran que la solución de fondo no pasa solo por regular el mercado, sino por cambiarlo de raíz. Hacer que la vivienda deje de ser una mercancía y vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser: un derecho humano fundamental.
FUENTES CONSULTADAS
-Infobae, “Las inmobiliarias piden a los caseros que suban los precios de sus alquileres”: https://www.infobae.com/espana/2025/07/22/las-inmobiliarias-piden-a-los-caseros-que-suban-los-precios-de-sus-alquileres
- La Ideología Alemana, Karl Marx y Friedrich Engels
Chorche | Viernes, 01 de Agosto de 2025 a las 00:36:45 horas
Estamos ante una lógica estructural del sistema, sin duda alguna.
Para la dictadura del capital "lo importante no es satisfacer una necesidad sino extraer el máximo beneficio posible".
Pero !ojo!, que hay miles de trabajadorxs que votan a las derechas y que están enganchados al consumismo.
No les digas de vivir con sencillez, valores y cultura que no les interesa.
Por lo visto la vivienda y la precariedad en general tienen que ir a peor para que vayamos descubriendo el valor de los bienes del común, de lo Público. Para que vayan entendiendo "de que va" el capital.
En los Estados del sistema capitalista no se puede confiar. Son los altos poderes económicos los que dictan la agenda del gobierno con la gran colaboración de la iglesia católica como es el caso de este país, infalible aliada de la oligarquía.
El pueblo no tiene fuerza alguna porque no luchamos por nuestros intereses. Está muy manipulado y cada vez más aborregado.
"Los cambios reales no vienen de la caridad sino de la organización colectiva".
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