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Viernes, 22 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

LA BOLIVIA QUE ME DESGARRA EL ALMA

¿Por qué la población boliviana siente que nadie la representa?

Bolivia vive una crisis profunda que no estalla con bombas ni tanques, pero desangra al país día tras día. La economía se desploma, el conflicto político se encona, y la gente común —esa que un día creyó en la promesa del cambio— sobrevive entre la escasez, la decepción y la resignación

     

POR OLIVIA  QUISPE PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

 

     Bolivia se deshace a la vista de todos. No hace falta guerra para sentir la derrota. El país se quiebra desde dentro, como una herida que nadie cierra. Cada día es más difícil vivir, más difícil creer, más difícil esperar algo de los que tanto prometieron.

 

   La economía no respira. La inflación devora salarios. Lo que ayer alcanzaba, hoy no sirve. Los precios cambian cada semana. La gente mira las etiquetas en los supermercados con rabia, con miedo.

 

    Medicinas que suben hasta un ciento treinta por ciento. Familias que deben elegir entre comer o curarse. El boliviano se hunde. En el mercado paralelo vale la mitad de lo que valía hace unos meses. Conseguir dólares es casi imposible. La gente guarda lo poco que tiene, esperando que no pierda todo su valor de la noche a la mañana.

 

    En las estaciones de servicio, colas interminables. Camiones detenidos durante días, motores apagados, choferes durmiendo en la cabina. En las ciudades, filas de autos esperando gasolina bajo el sol. La escasez se convirtió en rutina. El gas, que una vez llenó las arcas del Estado, se acabó como salvación. La producción cayó, los contratos se rompieron, las reservas se evaporan. Lo que fue orgullo nacional hoy es un recuerdo amargo.

 

    Pero la economía no es la única fractura. La política está herida. El Movimiento al Socialismo, el partido que levantó la voz de los pobres, se convirtió en un campo de ruinas.

 

  Evo Morales, el hombre que gobernó más de una década, regresó del exilio con hambre de poder. Pero no encontró un pueblo unido. Encontró un partido roto. Se enfrentó con Luis Arce, su antiguo aliado, convertido en presidente. Se enfrentó con Andrónico Rodríguez, el joven que intenta abrirse paso con un discurso de industrialización soberana. El MAS ya no es uno. Es tres. Y cada corriente pelea contra la otra como si el enemigo estuviera dentro.

 

    Hubo bloqueos. Hubo insultos. Hubo acusaciones. Militantes enfrentados entre sí. Carreteras cortadas no para desafiar a la derecha, sino para debilitar al compañero de ayer. El movimiento popular que fue ejemplo de unidad ahora se devora a sí mismo.

 

   Luis Arce, agotado por la crisis económica, por las denuncias de corrupción y por sus propias debilidades derechizantes, renunció a buscar la reelección. Andrónico se quedó solo, con un partido fragmentado y con encuestas que apenas le daban un puñado de votos. Eduardo del Castillo, exministro de Gobierno, se sumó a la carrera presidencial, pero sin fuerza real. Evo Morales, en lugar de apoyar, llamó a votar nulo. Un gesto que desarma aún más a sus bases. Un gesto que hiere, que destroza.

 

     En las calles, la decepción es palpable. Los jóvenes, casi la mitad del electorado, no creen en nadie. Crecieron bajo el poder del MAS. Conocieron los programas sociales, los años de bonanza, los discursos de soberanía. Pero también vieron peleas internas, corrupción, divisiones, promesas que se diluyeron. Hoy caminan con indiferencia mirando el resultado de las urnas. Muchos planeaban votar en blanco, o anular su voto. Un voto de rechazo. El resultado fue  el voto que gritó: ¡ya no confiamos en ustedes!.

 

    Mientras tanto, la derecha, agazapada, espera vigilante y atenta. Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga lideran encuestas. Hablan de privatizaciones, de austeridad, de volver al FMI. Viejas recetas que hundieron al país décadas atrás. Pero esta vez la gente las escucha porque está cansada. No porque las crea, sino porque ya no soporta más el caos. El regreso del neoliberalismo se dibuja como una amenaza, pero también como un destino inevitable si la izquierda sigue despedazándose.

 

    La sensación es amarga. Un país que derrotó un golpe militar en 2019 hoy se deshace sin necesidad de fusiles ni tanques. No hay enemigo externo que empuje la caída. El enemigo está dentro. Dentro del partido que alguna vez unió a campesinos, obreros, indígenas. Dentro de los líderes que alguna vez hablaron de dignidad y hoy se acusan de traidores.  

 

     Lo que se ve en las calles es resignación. Gente que va a trabajar aunque el salario se le derrita en las manos. Gente que espera en fila horas por un litro de gasolina. Madres que vuelven del hospital sin medicinas porque no pueden pagar. Jóvenes que hablan de irse, de probar suerte fuera. Viejos que dicen que nada  va a cambiar.

 

    Bolivia no se derrumba de golpe. Se rompe  a pedazos. Como una tela que se deshilacha por los bordes hasta quedar en jirones. Nadie la cose. Nadie la defiende. Los que gobernaron dos décadas se perdieron en peleas internas. La derecha sonríe al ver cómo la casa se cae solita.

 

     Y lo más doloroso no es la crisis económica ni la política. Lo más doloroso es la sensación de abandono. La certeza de que nadie está pensando en el pueblo. La herida no viene solo de la escasez o de la inflación. Viene de la traición de quienes juraron defender a los de abajo y hoy se han consumido en una guerra interna.

 

    Bolivia se desgarra frente a todos. Lo siente quien compra pan, quien espera gasolina, quien no encuentra medicina. Lo sienten los jóvenes que ya no creen, los ancianos que recuerdan tiempos pasados y los militantes que alguna vez marcharon juntos.

 

   El país sigue en pie, pero ya está irremisiblemente roto.  

 
 
 
 
 
 
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  • Chorche

    Chorche | Domingo, 24 de Agosto de 2025 a las 20:53:33 horas

    "La derecha sonríe al ver como la casa se cae solita".
    El capital tiene muchísimos recursos, todos los que se pueden comprar con dinero, sabe como dividir, sabe como atacar a quienes le estorban. Hay mucho juego sucio y fuerzas oscuras de
    por medio.
    Esto lo he visto a nivel empresa. Qué no será a nivel gubernamental?
    Aunque así fuera no disculpo a estos líderes del Movimiento al Socialismo que no han sabido estar a la altura de la situación.
    Los personalismo, los egos, seguramente han jugado en favor de la derrota de los tres y lo que es peor le han fallado al Pueblo y a los ideales que defendían. Así la gente termina por decir que "todos son iguales". Así es como la gente acaba votando a derechas y ultraderechas.
    La política la tenemos que hacer el Pueblo. Nos tenemos que "mojar".
    No limitarnos a votar cada cinco años y desentendernos mientras tanto.

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