
VOX EN LLAMAS: : PURGAS, DIMISIONES Y UN GENERAL INSURRECTO
¿Es la “refundación” el nuevo nombre de una implosión controlada?
El partido que prometía orden se ha convertido en un campo de batalla interna. Vox, la formación ultraderechista española, vive su mayor crisis desde que asaltó el escenario político. Dimisiones como la de Monasterio, expedientes como el del general Budiño y un clamor creciente por “refundar” el partido, revelan un drama silencioso que ya no se puede ocultar. Cuando se elimina la democracia interna, incluso los leales acaban rebelándose. Eso es lo que está ocurriendo.
POR ANDRÉS MUSSARD EN UNA EXCLUSIVA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
No hace tanto, parecía que en la fortaleza de Vox todo estaba bajo control. Las banderas ondeaban, los discursos tronaban y los tertulianos de la derecha dura se deshacían en halagos hacia un partido que prometía orden, patria y mano dura.
Pero algo chirriaba. Bastaba afinar el oído para notar que, tras la apariencia de cohesión militar, empezaban a oírse portazos, crujidos y hasta algún que otro alarido de dignidad reprimida. ¡Y vaya si ha explotado!.
ADIÓS A LAS PRIMARIAS Y HOLA AL DEDAZO
Todo comenzó como suelen empezar estas cosas: con una limpieza interna al más puro estilo “ordeno y mando”. En marzo de 2022, sin hacer mucho ruido -aunque algunos ya decían haberlo intuido—, Santiago Abascal decidía eliminar las elecciones primarias internas.
Nada de urnas, nada de debates, nada de dar voz a las bases. ¿Para qué arriesgarse a escuchar críticas o, peor aún, ideas distintas? Desde ese momento, los comités provinciales pasarían a ser elegidos a dedo desde Madrid, como quien reparte los sillones de una empresa familiar.
MONASTERIO, LA PRIMERA EN ABANDONAR EL BARCO
Fast forward a 2025, y el castillo empieza a desmoronarse desde dentro. La primera grieta visible llegó con Rocío Monasterio, una de las caras más reconocibles del partido. En octubre de 2024 fue destituida como líder regional de Vox en Madrid, y lejos de encajar el golpe con silencio institucional, decidió tirar del cable. No solo dejó el liderazgo, sino que también renunció a su escaño en la Asamblea madrileña. Denunció falta de democracia interna y se fue como llegó: entre titulares y declaraciones afiladísimas.
UNA VEINTENA DE CARGOS LE PLANTA CARA A ABASCAL
Pero lo de Monasterio no fue una excepción aislada. Era solo la punta del iceberg.
![[Img #85896]](https://canarias-semanal.org/upload/images/08_2025/3514_cupula.jpg)
REBELIÓN CUPULAR: General Antonio Budiño; Idoia Ribas, diputada balear; Sonia Lalanda, concejal de Palencia; Ana Rosa Hernando, procuradora de Burgos; Javier Teira, procurador de Salamanca; Mª Ángeles Guardiola, edil de Rivas Vaciamadrid, y Alejandro Pérez de la Sota, concejal de Salamanca, con la Declaración de Barajas.
En febrero de 2025, una veintena de cargos del partido —sí, cargos, no simples militantes— exigieron públicamente a Abascal que "rindiera cuentas".
Usaron una palabra que hasta entonces parecía prohibida en la jerga voxiana: “refundación”. Como si hablaran de un edificio antiguo que necesita reformas urgentes antes de caerse a pedazos.
La cuestión no era baladí: lo que estos cargos denunciaban no era solo autoritarismo interno, sino la completa ausencia de debate, la imposibilidad de plantear alternativas y, en resumen, una deriva cesarista de manual.
EL GENERAL BUDIÑO, EXPEDIENTADO POR PREGUNTAR
Y por si fuera poco, este agosto estalló otra bomba: el
general Antonio Budiño, hasta hacía poco una figura respetada en el entorno de Vox, fue expedientado, suspendido de militancia e inhabilitado por haber osado levantar la voz. Su pecado: firmar, junto a un centenar de cargos y militantes, un documento exigiendo transparencia y democracia interna. ¿Su reacción? Contundente:
“Los que éramos leales, hemos sido cercenados; y los que eran serviles, premiados”.
La frase podría estar esculpida en mármol a la entrada de cualquier organización autoritaria en crisis.
DEMASIADO PODER, MUY POCAS VOCES
Con este panorama, uno se pregunta: ¿cómo pudo pasar esto en un partido que presume de defender la libertad y el orden? La respuesta está en la estructura misma que ha montado Vox desde sus orígenes: una máquina vertical, con una cúpula microscópica que lo decide todo, y una base a la que se le permite aplaudir… o marcharse.
LA CRISIS INTERNA NO ES UN ACCIDENTE, ES UNA CONSECUENCIA.
Desde nuestra, lo que estamos contemplando no es solo una crisis de liderazgo o una pelea entre “familias” políticas. Es el inevitable choque entre una estructura burocrática cerrada, que acumula poder como capital simbólico, y las tensiones internas que genera cualquier organización que crece demasiado rápido y sin mecanismos reales de participación. El centralismo autoritario de Vox no es un error de diseño: es su lógica fundacional.
CUANDO EL ENEMIGO ESTÁ DENTRO
Pero incluso partidos más rígidos y ultraderechistas que Vox necesitan una cierta legitimidad interna. Y cuando esa legitimidad se erosiona —es decir, cuando las decisiones vienen siempre de arriba, cuando los cargos se asignan por lealtades personales y no por méritos o por apoyo de las bases—, lo que ocurre es esto: revientan las costuras, se multiplican las traiciones, y el ruido de los sables deja paso a los micrófonos abiertos.
La paradoja no deja de ser irónica: un partido que dice combatir a las “élites” reproduce en su seno las formas más rancias del elitismo político. Mientras exige “mano dura” contra los disidentes fuera, castiga con igual dureza a los disidentes dentro. Como si el enemigo real nunca estuviera fuera, sino en la duda, en la crítica, en el más leve gesto de autonomía.
¿FIN DE LA AVENTURA O PRIMER ACTO DEL DERRUMBE?
Hoy por hoy, Vox parece más un cortijo en guerra que un partido sólido. Las purgas, dimisiones y expedientes no son síntomas de fortaleza, sino de vertiginosa descomposición. Y si algo enseña la historia es que los partidos ultras, cuando se resquebrajan, lo hacen por donde menos se lo esperan: no por la presión externa, sino por las contradicciones internas que ya no se pueden tapar con discursos grandilocuentes ni las gigantescas banderas.
Y es que, al final, hasta los generales se cansan de obedecer sin preguntar.
UN "PARTIDO-EMPRESA" CON AIRE DE REGIMIENTO DE INFANTERÍA
Detrás de todo esto late una cuestión más estructural: Vox no ha sido nunca un partido de masas en el sentido clásico. No tiene una base militante articulada, ni cuadros formados, ni estructuras locales sólidas. Lo que tiene es una marca, una jerarquía de designados y una estrategia de comunicación eficaz.
Es, más que un partido, una empresa política vertical con estética castrense. Y como en toda empresa de este tipo, quien cuestiona al CEO es despedido, no debatido.
Por eso hablar de “refundación” no es poca cosa. Implica, en realidad, dinamitar la arquitectura vertical sobre la que se ha construido todo. Pero esa "refundación" choca con el núcleo mismo de su razón de ser. Es como pedirle a una pirámide que se vuelva redonda: no sabría cómo hacerlo.
SIGUE ABIERTA LA HERIDA: ¿Y AHORA QUÉ?
¿Y qué es lo que puede pasar ahora? Las opciones son varias: la continuidad con más purgas, el surgimiento de escisiones, o un desgaste progresivo que termine haciendo de Vox un actor residual.
De momento, lo que está claro es que el debate ha llegado para quedarse. Y eso, para un partido que vive de una unanimidad impostada, es más peligroso que cualquier ataque que se haga desde fuera.
Y es que cuando el enemigo ya está dentro, no basta con ponerse a agitar las banderas.
POR ANDRÉS MUSSARD EN UNA EXCLUSIVA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
No hace tanto, parecía que en la fortaleza de Vox todo estaba bajo control. Las banderas ondeaban, los discursos tronaban y los tertulianos de la derecha dura se deshacían en halagos hacia un partido que prometía orden, patria y mano dura.
Pero algo chirriaba. Bastaba afinar el oído para notar que, tras la apariencia de cohesión militar, empezaban a oírse portazos, crujidos y hasta algún que otro alarido de dignidad reprimida. ¡Y vaya si ha explotado!.
ADIÓS A LAS PRIMARIAS Y HOLA AL DEDAZO
Todo comenzó como suelen empezar estas cosas: con una limpieza interna al más puro estilo “ordeno y mando”. En marzo de 2022, sin hacer mucho ruido -aunque algunos ya decían haberlo intuido—, Santiago Abascal decidía eliminar las elecciones primarias internas.
Nada de urnas, nada de debates, nada de dar voz a las bases. ¿Para qué arriesgarse a escuchar críticas o, peor aún, ideas distintas? Desde ese momento, los comités provinciales pasarían a ser elegidos a dedo desde Madrid, como quien reparte los sillones de una empresa familiar.
MONASTERIO, LA PRIMERA EN ABANDONAR EL BARCO
Fast forward a 2025, y el castillo empieza a desmoronarse desde dentro. La primera grieta visible llegó con Rocío Monasterio, una de las caras más reconocibles del partido. En octubre de 2024 fue destituida como líder regional de Vox en Madrid, y lejos de encajar el golpe con silencio institucional, decidió tirar del cable. No solo dejó el liderazgo, sino que también renunció a su escaño en la Asamblea madrileña. Denunció falta de democracia interna y se fue como llegó: entre titulares y declaraciones afiladísimas.
UNA VEINTENA DE CARGOS LE PLANTA CARA A ABASCAL
Pero lo de Monasterio no fue una excepción aislada. Era solo la punta del iceberg.
REBELIÓN CUPULAR: General Antonio Budiño; Idoia Ribas, diputada balear; Sonia Lalanda, concejal de Palencia; Ana Rosa Hernando, procuradora de Burgos; Javier Teira, procurador de Salamanca; Mª Ángeles Guardiola, edil de Rivas Vaciamadrid, y Alejandro Pérez de la Sota, concejal de Salamanca, con la Declaración de Barajas.
En febrero de 2025, una veintena de cargos del partido —sí, cargos, no simples militantes— exigieron públicamente a Abascal que "rindiera cuentas".
Usaron una palabra que hasta entonces parecía prohibida en la jerga voxiana: “refundación”. Como si hablaran de un edificio antiguo que necesita reformas urgentes antes de caerse a pedazos.
La cuestión no era baladí: lo que estos cargos denunciaban no era solo autoritarismo interno, sino la completa ausencia de debate, la imposibilidad de plantear alternativas y, en resumen, una deriva cesarista de manual.
EL GENERAL BUDIÑO, EXPEDIENTADO POR PREGUNTAR
Y por si fuera poco, este agosto estalló otra bomba: el general Antonio Budiño, hasta hacía poco una figura respetada en el entorno de Vox, fue expedientado, suspendido de militancia e inhabilitado por haber osado levantar la voz. Su pecado: firmar, junto a un centenar de cargos y militantes, un documento exigiendo transparencia y democracia interna. ¿Su reacción? Contundente:
“Los que éramos leales, hemos sido cercenados; y los que eran serviles, premiados”.
La frase podría estar esculpida en mármol a la entrada de cualquier organización autoritaria en crisis.
DEMASIADO PODER, MUY POCAS VOCES
Con este panorama, uno se pregunta: ¿cómo pudo pasar esto en un partido que presume de defender la libertad y el orden? La respuesta está en la estructura misma que ha montado Vox desde sus orígenes: una máquina vertical, con una cúpula microscópica que lo decide todo, y una base a la que se le permite aplaudir… o marcharse.
LA CRISIS INTERNA NO ES UN ACCIDENTE, ES UNA CONSECUENCIA.
Desde nuestra, lo que estamos contemplando no es solo una crisis de liderazgo o una pelea entre “familias” políticas. Es el inevitable choque entre una estructura burocrática cerrada, que acumula poder como capital simbólico, y las tensiones internas que genera cualquier organización que crece demasiado rápido y sin mecanismos reales de participación. El centralismo autoritario de Vox no es un error de diseño: es su lógica fundacional.
CUANDO EL ENEMIGO ESTÁ DENTRO
Pero incluso partidos más rígidos y ultraderechistas que Vox necesitan una cierta legitimidad interna. Y cuando esa legitimidad se erosiona —es decir, cuando las decisiones vienen siempre de arriba, cuando los cargos se asignan por lealtades personales y no por méritos o por apoyo de las bases—, lo que ocurre es esto: revientan las costuras, se multiplican las traiciones, y el ruido de los sables deja paso a los micrófonos abiertos.
La paradoja no deja de ser irónica: un partido que dice combatir a las “élites” reproduce en su seno las formas más rancias del elitismo político. Mientras exige “mano dura” contra los disidentes fuera, castiga con igual dureza a los disidentes dentro. Como si el enemigo real nunca estuviera fuera, sino en la duda, en la crítica, en el más leve gesto de autonomía.
¿FIN DE LA AVENTURA O PRIMER ACTO DEL DERRUMBE?
Hoy por hoy, Vox parece más un cortijo en guerra que un partido sólido. Las purgas, dimisiones y expedientes no son síntomas de fortaleza, sino de vertiginosa descomposición. Y si algo enseña la historia es que los partidos ultras, cuando se resquebrajan, lo hacen por donde menos se lo esperan: no por la presión externa, sino por las contradicciones internas que ya no se pueden tapar con discursos grandilocuentes ni las gigantescas banderas.
Y es que, al final, hasta los generales se cansan de obedecer sin preguntar.
UN "PARTIDO-EMPRESA" CON AIRE DE REGIMIENTO DE INFANTERÍA
Detrás de todo esto late una cuestión más estructural: Vox no ha sido nunca un partido de masas en el sentido clásico. No tiene una base militante articulada, ni cuadros formados, ni estructuras locales sólidas. Lo que tiene es una marca, una jerarquía de designados y una estrategia de comunicación eficaz.
Es, más que un partido, una empresa política vertical con estética castrense. Y como en toda empresa de este tipo, quien cuestiona al CEO es despedido, no debatido.
Por eso hablar de “refundación” no es poca cosa. Implica, en realidad, dinamitar la arquitectura vertical sobre la que se ha construido todo. Pero esa "refundación" choca con el núcleo mismo de su razón de ser. Es como pedirle a una pirámide que se vuelva redonda: no sabría cómo hacerlo.
SIGUE ABIERTA LA HERIDA: ¿Y AHORA QUÉ?
¿Y qué es lo que puede pasar ahora? Las opciones son varias: la continuidad con más purgas, el surgimiento de escisiones, o un desgaste progresivo que termine haciendo de Vox un actor residual.
De momento, lo que está claro es que el debate ha llegado para quedarse. Y eso, para un partido que vive de una unanimidad impostada, es más peligroso que cualquier ataque que se haga desde fuera.
Y es que cuando el enemigo ya está dentro, no basta con ponerse a agitar las banderas.
Chorche | Miércoles, 06 de Agosto de 2025 a las 17:59:45 horas
Cuando se elimina la democracia interna? No es VOX la heredera más representativa del franquismo?, acaso dictadura y democracia son compatibles?
Vaya con el general Budiño. Será que hay mucha democracia en el ejército y menos en los generales de extrema derecha. Si sabrá España lo que son. Pedirle democracia a VOX me suena como a ganas de provocar.
No me puedo creer que sea tan ilusa toda esta gente que se siente defraudada con VOX. Solo a los ilusos se les podría ocurrir pedir peras al olmo.
Partidos más rígidos y ultraderechistas que VOX en España? Cuales?
A ellos les debemos en Aragon, en Baleares, en la Comunidad Valenciana, ect. la derogación de la Memoria Histórica con lo que había costado construirla y legalizarla y medidas similares, la negación del cambio climático, ect.
Para brindar con champán en su desaparición, tal como hicieron Catalunya y Euskadi a la muerte de Franco mientras la España interior enferma del síndrome de Estocolmo le lloraba. No es porque sí que estas dos Comunidades no se sienten españolas.
Ojalá que desaparecieran.
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