
PRESUPUESTO MILITAR BIMILLONARIO DE EE.UU.: UNA JUGADA ESTRATÉGICA EN LA GUERRA INTERNA DEL IMPERIO
¿Es el aumento del presupuesto militar una estrategia para ocultar las fallas del sistema? ¿Cómo afecta la militarización a los programas sociales y al bienestar de la población?
El presupuesto militar récord propuesto por la administración Trump para 2026 no solo representa un aumento sin precedentes en el gasto de defensa, sino que también refleja una estrategia más amplia de militarización y control interno en respuesta a las crecientes tensiones sociales y económicas.
POR CÁNDIDO GÁLVEZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
La noticia parece escandalosa a simple vista: Donald Trump
planea un presupuesto de defensa récord, que por primera vez en la historia de Estados Unidos superará el billón de dólares .
A primera vista, parecería una más de las muchas bravuconadas del magnate convertido en presidente. Pero si la observamos con ojos críticos, no solo es una “locura presupuestaria”, sino un síntoma profundo de una seria crisis estructural del imperialismo estadounidense, y una expresión clara de las fuertes tensiones dentro de su propia clase dominante.
UN PRESUPUESTO MILITAR DESCOMUNAL: ¿PARA QUÉ?
Según los datos difundidos por la agencia Bloomberg, el nuevo presupuesto contempla incrementos para proyectos como el escudo antimisiles Golden Dome, la modernización del arsenal nuclear, construcción de buques de guerra, mayor militarización de la frontera y, cómo no, una subida salarial del 3.8% para las tropas. Todo esto, en un contexto en el que se busca simultáneamente "recortar costes" muy al estilo Elon Musk, uno de los nuevos gestores “tecnocráticos” del aparato estatal.
Pero aquí viene la primera contradicción fundamental: ¿cómo se puede hablar de recorte del gasto público mientras se lanza el mayor presupuesto militar de la historia? La respuesta no es solo que el complejo militar-industrial manda —lo cual es cierto—, sino que la militarización masiva es una forma de recomponer la hegemonía interna de una burguesía fracturada.
LO QUE NO SE DICE: LA “ESPANTÁ” ESTRATÉGICA
Lo interesante no es solo el número. Lo interesante es el contexto. Estados Unidos no se encuentra ante una ofensiva sólida del imperialismo como en los años de Reagan, sino más bien en una retirada encubierta disfrazada de expansión, o lo que podríamos llamar una "espantá estratégica". Es decir, en una vertiginosa huida hacia delante.
Las clases dominantes suelen recurrir a la fuerza del Estado —y en este caso, a su brazo armado— cuando el edificio económico e ideológico de su dominio comienza a resquebrajarse. El incremento del presupuesto militar no es una muestra de fortaleza, sino un intento desesperado por contener una serie de fracturas que están haciendo mella en la dominación imperial.
¿DEFENDERSE DE QUIÉN?
Trump ha justificado este presupuesto diciendo que “hay muchas fuerzas malas por ahí afuera”. Pero, si analizamos fríamente la situación, los Estados Unidos ya no tiene enemigos militares del tamaño de los que enfrentó en el pasado (como la URSS).
Rusia y China sí son potencias, pero ninguna tiene ni la capacidad ni el interés de invadir suelo estadounidense. El verdadero “enemigo” está en casa: el empobrecimiento de la clase trabajadora, las tensiones raciales, las revueltas juveniles, y la fragmentación del propio aparato político-burocrático.
Este presupuesto desmesurado tiene un objetivo interno: garantizar que, ante una eventual revuelta masiva —como la de 2020 tras el asesinato de George Floyd— el Estado tenga todos los recursos para aplastar cualquier insurrección. De ahí que la militarización de la frontera y los cuerpos represivos sea central en el presupuesto, no una nota al pie.
¿UN NUEVO PACTO MILITAR-TECNOCRÁTICO?
La participación de Elon Musk en la reestructuración del Pentágono podría ser interpretada como otro dato clave. No estamos solo ante un Trump “militarista”, sino ante una fusión entre el complejo militar-industrial y el capital tecnológico, una suerte de "neoliberalismo de guerra". Este bloque trata de convertir la carrera armamentista en una palanca de acumulación de capital para sectores como la inteligencia artificial, las armas autónomas, la ciberdefensa, y los satélites militares.
En otras palabras, la guerra ya no es solo una forma de dominación internacional, sino un motor de acumulación capitalista en tiempos de crisis. Y eso nos lleva a otro punto importante.
¿QUIÉN PAGARÁ LA FIESTA?
Mientras se pide un presupuesto militar récord, el sistema educativo, la sanidad pública y los programas sociales siguen bajo amenaza.
Trump habla de eficiencia, pero el Government Accountability Office reconoce que el Pentágono ha sido incapaz de justificar más de 10.8 mil millones de dólares en fraudes y gastos opacos. Entonces, ¿qué tan eficiente puede ser un sistema que se traga el dinero sin rendir cuentas?
La realidad es que la clase trabajadora estadounidense es la que está pagando la fiesta. Pero no con gusto: se multiplican los reclamos por el alto coste de vida, la precariedad laboral y el endeudamiento juvenil. Por eso, este presupuesto no busca el consenso, sino el control: más gasto en armas, menos en derechos sociales.
UNA CUESTIÓN IDEOLÓGICA
Desde la perspectiva crítica, este tipo de movimientos presupuestarios ponen de relieve cuál es la función real del Estado como aparato de clase. No es un árbitro neutral, como siempre se nos dijo, sino el instrumento de la clase dominante para asegurar su reproducción en momentos de crisis.
La ofensiva militarista de Trump es parte de una estrategia ideológica para construir un consenso autoritario en una sociedad en declive, apelando al nacionalismo, al miedo al “enemigo externo” y a la glorificación de los militares. Se trata de reconstruir una identidad nacional bajo el signo del militarismo, algo que ya vimos antes... en los años treinta.
Y como nos enseña la historia —desde el Imperio romano hasta la Alemania de Weimar—, los regímenes en decadencia suelen volverse cada vez más militaristas no para expandirse, sino para no colapsar.
La "espantá" de Trump, pues, no es una ofensiva, sino un reagrupamiento defensivo. Pero cuidado: es en esos reagrupamientos donde los imperios suelen volverse más peligrosos.
POR CÁNDIDO GÁLVEZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
La noticia parece escandalosa a simple vista: Donald Trump planea un presupuesto de defensa récord, que por primera vez en la historia de Estados Unidos superará el billón de dólares .
A primera vista, parecería una más de las muchas bravuconadas del magnate convertido en presidente. Pero si la observamos con ojos críticos, no solo es una “locura presupuestaria”, sino un síntoma profundo de una seria crisis estructural del imperialismo estadounidense, y una expresión clara de las fuertes tensiones dentro de su propia clase dominante.
UN PRESUPUESTO MILITAR DESCOMUNAL: ¿PARA QUÉ?
Según los datos difundidos por la agencia Bloomberg, el nuevo presupuesto contempla incrementos para proyectos como el escudo antimisiles Golden Dome, la modernización del arsenal nuclear, construcción de buques de guerra, mayor militarización de la frontera y, cómo no, una subida salarial del 3.8% para las tropas. Todo esto, en un contexto en el que se busca simultáneamente "recortar costes" muy al estilo Elon Musk, uno de los nuevos gestores “tecnocráticos” del aparato estatal.
Pero aquí viene la primera contradicción fundamental: ¿cómo se puede hablar de recorte del gasto público mientras se lanza el mayor presupuesto militar de la historia? La respuesta no es solo que el complejo militar-industrial manda —lo cual es cierto—, sino que la militarización masiva es una forma de recomponer la hegemonía interna de una burguesía fracturada.
LO QUE NO SE DICE: LA “ESPANTÁ” ESTRATÉGICA
Lo interesante no es solo el número. Lo interesante es el contexto. Estados Unidos no se encuentra ante una ofensiva sólida del imperialismo como en los años de Reagan, sino más bien en una retirada encubierta disfrazada de expansión, o lo que podríamos llamar una "espantá estratégica". Es decir, en una vertiginosa huida hacia delante.
Las clases dominantes suelen recurrir a la fuerza del Estado —y en este caso, a su brazo armado— cuando el edificio económico e ideológico de su dominio comienza a resquebrajarse. El incremento del presupuesto militar no es una muestra de fortaleza, sino un intento desesperado por contener una serie de fracturas que están haciendo mella en la dominación imperial.
¿DEFENDERSE DE QUIÉN?
Trump ha justificado este presupuesto diciendo que “hay muchas fuerzas malas por ahí afuera”. Pero, si analizamos fríamente la situación, los Estados Unidos ya no tiene enemigos militares del tamaño de los que enfrentó en el pasado (como la URSS).
Rusia y China sí son potencias, pero ninguna tiene ni la capacidad ni el interés de invadir suelo estadounidense. El verdadero “enemigo” está en casa: el empobrecimiento de la clase trabajadora, las tensiones raciales, las revueltas juveniles, y la fragmentación del propio aparato político-burocrático.
Este presupuesto desmesurado tiene un objetivo interno: garantizar que, ante una eventual revuelta masiva —como la de 2020 tras el asesinato de George Floyd— el Estado tenga todos los recursos para aplastar cualquier insurrección. De ahí que la militarización de la frontera y los cuerpos represivos sea central en el presupuesto, no una nota al pie.
¿UN NUEVO PACTO MILITAR-TECNOCRÁTICO?
La participación de Elon Musk en la reestructuración del Pentágono podría ser interpretada como otro dato clave. No estamos solo ante un Trump “militarista”, sino ante una fusión entre el complejo militar-industrial y el capital tecnológico, una suerte de "neoliberalismo de guerra". Este bloque trata de convertir la carrera armamentista en una palanca de acumulación de capital para sectores como la inteligencia artificial, las armas autónomas, la ciberdefensa, y los satélites militares.
En otras palabras, la guerra ya no es solo una forma de dominación internacional, sino un motor de acumulación capitalista en tiempos de crisis. Y eso nos lleva a otro punto importante.
¿QUIÉN PAGARÁ LA FIESTA?
Mientras se pide un presupuesto militar récord, el sistema educativo, la sanidad pública y los programas sociales siguen bajo amenaza.
Trump habla de eficiencia, pero el Government Accountability Office reconoce que el Pentágono ha sido incapaz de justificar más de 10.8 mil millones de dólares en fraudes y gastos opacos. Entonces, ¿qué tan eficiente puede ser un sistema que se traga el dinero sin rendir cuentas?
La realidad es que la clase trabajadora estadounidense es la que está pagando la fiesta. Pero no con gusto: se multiplican los reclamos por el alto coste de vida, la precariedad laboral y el endeudamiento juvenil. Por eso, este presupuesto no busca el consenso, sino el control: más gasto en armas, menos en derechos sociales.
UNA CUESTIÓN IDEOLÓGICA
Desde la perspectiva crítica, este tipo de movimientos presupuestarios ponen de relieve cuál es la función real del Estado como aparato de clase. No es un árbitro neutral, como siempre se nos dijo, sino el instrumento de la clase dominante para asegurar su reproducción en momentos de crisis.
La ofensiva militarista de Trump es parte de una estrategia ideológica para construir un consenso autoritario en una sociedad en declive, apelando al nacionalismo, al miedo al “enemigo externo” y a la glorificación de los militares. Se trata de reconstruir una identidad nacional bajo el signo del militarismo, algo que ya vimos antes... en los años treinta.
Y como nos enseña la historia —desde el Imperio romano hasta la Alemania de Weimar—, los regímenes en decadencia suelen volverse cada vez más militaristas no para expandirse, sino para no colapsar.
La "espantá" de Trump, pues, no es una ofensiva, sino un reagrupamiento defensivo. Pero cuidado: es en esos reagrupamientos donde los imperios suelen volverse más peligrosos.
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