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Sábado, 01 de Marzo de 2025 Tiempo de lectura:

18 DE MAYO: NUEVA MOVILIZACIÓN CONTRA LA DICTADURA DEL TURISMO DE MASAS

¿Por qué los beneficios del turismo no llegan a la mayoría?

Las islas Canarias se rebelan de nuevo contra un modelo turístico que amenaza su medio ambiente, su tejido social y su futuro. El 18 de mayo marcará una nueva jornada de lucha popular por la vida digna y la soberanía territorial (...).

Por EUGENIO FERNÁNDEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

   El 18 de mayo, los canarios de todas las capitales insulares, pero también de siete ciudades de la península y hasta de Berlín vuelven a estar convocados a salir a las calles en defensa del territorio archipielágico. Tras una manifestación histórica en abril de 2024, que reunió a más de 57.000 personas, el movimiento “Canarias tiene un límite” hace un nuevo llamamiento a la movilización para denunciar lo que consideran una situación insostenible: la sumisión de todo un territorio y su gente a los intereses del turismo de masas.

 

UN MODELO QUE AHOGA A LA POBLACIÓN

 

   Canarias, con 2,2 millones de habitantes, recibió en 2023 más de 14 millones de turistas. Una cifra que refleja la insostenibilidad de este modelo económico que, además de depredar de forma creciente el territorio, se ha manifestado como una verdadera máquina de crear desigualdad. Mientras los multimillonarios beneficos van a parar a unos pocos actores económicos, y en su mayoría son repatriados fuera de las Islas, la vida cotidiana de la mayoría de la población se ha encarecido hasta niveles absurdos: la vivienda, los alimentos, el transporte y hasta el acceso al agua potable están condicionados por la prioridad que se le da a los turistas.

 

   En este contexto, la consigna del 18 de mayo —“Canarias tiene un límite y nuestra paciencia también”— no es tan solo un lema, sino un verdadero grito de hartazgo.

 

   Los atascos permanentes en las carreteras, los vertidos sin depurar en playas cada vez más explotadas y la saturación de los servicios públicos no son fenómenos casuales: son consecuencias estructurales de un modelo basado en la acumulación de capital en manos privadas a costa del empobrecimiento colectivo. La población local no es tenida en cuenta. Se convierte en mano de obra barata o, directamente, en estorbo para un modelo que privilegia al visitante, no al residente.

 

CUANDO VIVIR SE VUELVE UN PRIVILEGIO

 

   Uno de los efectos más sangrantes del modelo turístico es la crisis de la vivienda. El auge del alquiler vacacional ha transformado barrios enteros en ciudades fantasma donde las luces solo se encienden cuando llegan los turistas. En municipios como La Oliva (Fuerteventura), los pisos turísticos representan casi una cuarta parte del total. Mientras tanto, la oferta de vivienda pública es ridícula.

 

    Iván Cerdeña Molina, uno de los activistas más visibles del movimiento, lo resume con crudeza:

 

   “Airbnb y Booking.com son como un cáncer que está consumiendo la isla poco a poco”.

 

   Sus palabras no son exageradas: los precios del alquiler se han disparado, expulsando a familias enteras de sus comunidades. Lo que antes era un problema de los barrios más turísticos se ha extendido por todo el territorio insular.

 

   Luis Gortázar Díaz-Llanoz, director de Gaia Consultores Insulares, lo confirmaba recientemente:

 

    “La capacidad de carga ecológica y turística en Canarias está claramente superada”.

 

   La proliferación del turismo masivo y del alquiler vacacional no es sostenible. Lo que se necesita no es una gestión más amable, sino una transformación radical del modelo.

 

UNA ECONOMÍA SECUESTRADA

 

   Se nos dice que el turismo es indispensable. Pero ¿para quién? ¿Para las cadenas hoteleras que concentran beneficios millonarios mientras precarizan al personal de limpieza y hostelería? ¿Para los turoperadores que exigen rebajas fiscales a cambio de traer más turistas? La supuesta riqueza que deja el turismo apenas se redistribuye. Y cuando lo hace, se traduce en empleos temporales, con sueldos bajos, sin derechos, en condiciones muchas veces indignas.

 

    La dependencia casi exclusiva del turismo deja a Canarias en una situación de vulnerabilidad extrema. Cualquier cambio en la coyuntura internacional —una crisis sanitaria, un conflicto bélico, una recesión global— puede paralizar la economía de las islas. El 2020 lo demostró con contundencia: bastaron unos meses de parón turístico para que afloraran las carencias del modelo.

 

Por ello, las movilizaciones de este 18 mayo no son un capricho,  ni una moda. Son la respuesta a años de desatención y decisiones políticas tomadas de espaldas al interés general. Las demandas del movimiento son claras y razonables: una ley de residencia que limite la compra de vivienda por no residentes, una tasa turística que compense los impactos medioambientales y sociales del turismo, y una moratoria que detenga el crecimiento sin control de plazas turísticas.

 

 Se trata, en definitiva, de la reivindicación del derecho a vivir dignamente en el propio territorio.

 

 
 
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