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MADURO: "SI LOS GRINGOS NOS AGREDEN, DESENCADENAREMOS LA "LUCHA ARMADA" EN AMÉRICA LATINA

¿Qué hay detrás de la advertencia de Maduro y qué implicaciones podrá tener para América Latina?

"Si Venezuela fuera agredida, de alguna forma, pasaría a una etapa de lucha armada, planificada, organizada, de todo el pueblo contra la agresión", afirmó el mandatario venezolano, subrayando que la defensa nacional no quedará únicamente en manos del ejército (...).

Por A.R. SUÁREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

     Cuando Nicolás Maduro ha hablado de “lucha armada planificada y organizada por el pueblo”. Y no lo hizo desde una figura retórica vacía.

 

    Su mensaje encierra una concepción específica del conflicto político y militar en América Latina: Y lo hizo  desde la defensa activa y popular de la soberanía frente a los intentos históricos de dominación externa.

 

     Esta idea se conecta directamente con una tradición latinoamericana de lucha antiimperialista que no comenzó ni terminará en Venezuela. Desde la Revolución Cubana de 1959 hasta las guerras de liberación en Centroamérica durante las décadas de los 70 y 80, América Latina ha conocido múltiples formas de resistencia popular armada frente a gobiernos impuestos, invasiones directas o dictaduras apoyadas desde el extranjero.

 

 

UNA DOCTRINA DE DEFENSA CON BASE POPULAR

 

      El planteamiento de una "guerra de todo el pueblo" no es nuevo en Venezuela. Durante el gobierno de Hugo Chávez, se estableció lo que se conoció como la "Doctrina de Defensa Integral de la Nación". Esta doctrina parte de una premisa sencilla pero contundente:

 

    no puede haber soberanía real sin una capacidad real de defensa, y esa defensa debe ser asumida no solo por las Fuerzas Armadas, sino por toda la sociedad organizada.

     Bajo esta concepción, se han promovido estructuras como la Milicia Bolivariana y los Comités de Defensa Integral, que agrupan a civiles en tareas de formación, logística y apoyo estratégico ante cualquier escenario de confrontación. En otras palabras, una forma de organización popular que busca convertir cada comunidad, barrio o centro de trabajo en una célula de resistencia.

 

    Lejos de ser una estrategia únicamente militar, esta doctrina combina elementos políticos, ideológicos y organizativos. Se trata de consolidar una cultura de defensa nacional que rebase el cuartel y se ancle en el pueblo.

 

 

UNA RESPUESTA A UNA LARGA HISTORIA DE INTERVENCIONES

 

      La advertencia de Maduro cobra mayor sentido si se mira desde la perspectiva de la historia reciente de América Latina. Desde el golpe de Estado en Guatemala en 1954, pasando por la invasión a República Dominicana en 1965, el derrocamiento de Allende en Chile en 1973 o la invasión a Panamá en 1989, la lista de intervenciones directas o indirectas promovidas por Estados Unidos en el continente es extensa.

 

     En todos estos casos, el argumento ha sido el mismo: restaurar el “orden democrático”, proteger los derechos humanos o frenar el “peligro comunista”. Sin embargo, los resultados han sido repetidamente devastadores: dictaduras militares, represión, miles de desaparecidos y sociedades enteras fracturadas por décadas.

 

    Es por eso que la declaración de Maduro no debe leerse solo como una medida de defensa local. Para su gobierno, y para buena parte de los sectores populares organizados en Venezuela, se trata de una posición de dignidad ante la historia. Una forma de decir que, si llega la agresión, no se repetirá el destino de la Isla de Granada o de Honduras. Venezuela no se va a rendir  sin luchar.

 

 

UN CONFLICTO ENTRE MODELOS DE SOCIEDAD

 

      En el fondo, lo que está en juego no es solo el control de un país con grandes reservas de petróleo. Lo que se disputa es la posibilidad de que existan en América Latina proyectos políticos alternativos al neoliberalismo, al libre comercio absoluto y a la subordinación al capital extranjero.

 

     Por eso, cada movimiento militar o económico de EE.UU. hacia Venezuela tiene un mensaje: ningún modelo que desafíe el orden impuesto será tolerado. Y por eso también, desde Caracas, la respuesta no se queda en el plano diplomático. El mensaje es claro: si quieren imponer por la fuerza un nuevo gobierno, deberán enfrentarse no solo al Estado, sino a millones de ciudadanos organizados para resistir.

 

LA “INTERVENCIÓN HUMANITARIA”: LA NUEVA CARA DEL VIEJO IMPERIALISMO EN AMÉRICA LATINA

 

     Cuando se habla de “intervención humanitaria”, podria  parecer que nos referimos a una acción noble, justificada por la necesidad de proteger a un pueblo de una catástrofe, de una guerra civil o de un régimen autoritario.

 

    Sin embargo, en América Latina esta expresión suele tener otro significado: es el preludio de una injerencia extranjera disfrazada de buenas intenciones.

 

      Y es precisamente este modelo el que el gobierno de Nicolás Maduro denuncia cuando lanza su advertencia: si se intenta utilizar el argumento de la crisis humanitaria para justificar una intervención militar, la respuesta será resistencia popular organizada. Porque detrás del discurso de “salvar al pueblo venezolano”, se esconde —según Caracas— la intención de controlar sus recursos y eliminar un modelo político que no se subordina a Washington.

 

 

UN MECANISMO CON HISTORIA

 

    La “intervención humanitaria” no es un fenómeno reciente. Ha sido empleada una y otra vez como justificación para acciones que, en realidad, obedecen a intereses económicos, políticos o estratégicos.

 

   En el siglo XIX, el argumento solía ser la “civilización de los pueblos bárbaros”. En el siglo XX, se hablaba de “defensa de la democracia” frente al comunismo. Hoy, el término ha evolucionado: se trata de “derechos humanos” y “crisis humanitarias”.

 

    Basta recordar el caso de Haití, donde bajo el pretexto de restablecer el orden y proteger a la población, se instalaron tropas internacionales que perpetuaron la dependencia política y económica del país. O el caso de Libia en 2011, cuando una intervención de la OTAN, supuestamente para proteger a los civiles, destruyó el Estado, dejó decenas de miles de muertos y sumió al país en el caos.

 

     En el caso venezolano, el guion se repite. A partir de la crisis económica y social provocada, entre otros factores, por las sanciones impuestas por EE.UU. y la Unión Europea, ciertos sectores internacionales han planteado la “necesidad” de actuar en nombre de la ayuda humanitaria. Pero el gobierno de Maduro ha denunciado que se trata de una estrategia para abrir una brecha legal y política que permita una intervención militar camuflada.

 

VENEZUELA EN LA MIRA

 

     En 2019, durante el intento de ingreso de “ayuda humanitaria” por la frontera con Colombia, el gobierno venezolano denunció públicamente que se trataba de una operación encubierta para provocar una ruptura institucional. Aquel episodio terminó en un fracaso para la oposición y en un endurecimiento del discurso antiimperialista del gobierno.

Desde entonces, Caracas ha reiterado que aceptará toda forma de cooperación internacional siempre que no sea condicionada políticamente ni impuesta unilateralmente. Pero las presiones continúan, y las advertencias de intervención se renuevan en cada ciclo electoral, en cada cambio de administración en EE.UU. o en cada informe de la OEA.

 

LOS DERECHOS HUMANOS COMO ARMA

 

      Uno de los grandes peligros de este tipo de intervenciones es que convierten los derechos humanos —una conquista legítima y necesaria— en una herramienta de guerra ideológica.

 

    Se seleccionan países, se magnifican ciertas crisis y se silencian otras, según el interés de los grandes centros de poder. Venezuela, Nicaragua, Cuba son objeto de condenas constantes. Mientras tanto, regímenes aliados como Arabia Saudita, Colombia (en su momento) o Israel son tratados con guantes de seda, incluso cuando acumulan denuncias sistemáticas por violaciones graves.

 

     El resultado de esta doble vara es la pérdida de legitimidad de los organismos internacionales, el uso cínico de la ayuda humanitaria y la criminalización de cualquier proyecto político que se salga del libreto neoliberal.

 

 
 
 
 
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