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Sábado, 01 de Febrero de 2025 Tiempo de lectura:

A PROPÓSITO DE LA IZQUIERDA "PETIT SUISSE": NI SUMAR NI PODEMOS SON UNA ALTERNATIVA A NADA

Podemos intenta ahora resurgir de sus propias cenizas, presentándose ahora como “la verdadera izquierda",retomando un discurso aparentemente más duro, más ideológico y más combativo. Pero ¿cual es la realidad?

Sumar se disuelve como un azucarillo, Y Podemos intenta recuperar su viejo perfil combativo. Pero, ¿qué hay detrás de ambos movimientos? ¿Son realmente opciones de cambio social o simples estrategias de marketing político? En este artículo, nuestro colaborador Máximo Relti propone una mirada crítica sobre la crisis de representación del conjunto de la izquierda institucional y sus contradicciones, defiendo una salida clara: reconstruir desde abajo, sin atajos, sin disfraces, sin tutelas.

 

Por MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

 

     Por si a día de hoy quedara alguien que continúe creyendo lo contrario, conviene decirlo alto y muy claro: Sumar ya no existe, si es que alguna vez fue algo más que un diseño estratégico de la izquierda "petit suisse"

 

    La plataforma encabezada por Yolanda Díaz, que prometía "ensanchar la izquierda" y superar las viejas peleas, se ha desdibujado, se ha convertido en una estampa esperpéntica en un tiempo récord. 

 

      Lejos de actuar como un contrapeso dentro del Gobierno, tal y como no se cansaban en prometer, Sumar ha venido actuando como muleta obediente del PSOE, avalando sin pestañear decisiones tan graves como el envío de armas a Ucrania, la fidelidad a la OTAN, el aumento del gasto militar o los recortes a los subsidios de mayores de 52 años. Más que sumar, ha restado. Ha restado dignidad, coherencia y horizonte de transformación.

 

“Sin pueblo, la izquierda no es izquierda. Es marca.”

 

 

    La historia no es nueva. Es tan vieja como la de aquella izquierda parida con los fórceps de la Monarquía de la Constitución del 78. Cuando una fuerza política, supuestamente de izquierdas, renuncia al conflicto, a la confrontación y a las bases que deberían sostenerla, acaba siendo inexorablemente absorbida por el mismo sistema que dice querer cambiar. Es lo que los clásicos denunciaron con el término “oportunismo”.  Es decir, la adaptación al orden burgués en nombre del pragmatismo. 

 

      Y, sin embargo, en medio de toda la debacle resultante del experimento populista hay quienes vuelven una mirada hacia Podemos, pese a las ilustrativas lecciones del pasado reciente. El partido morado, que fue marginado y demonizado por el propio PSOE (y por Sumar), ahora intenta resurgir de sus propias cenizas presentándose como “la verdadera izquierda”, retomando un discurso aparentemente más duro, más ideológico y más combativo. Pero, llegados a este punto, conviene ser honestos políticamente: ¿Puede ser hoy Podemos una alternativa real?

 

 

"AUNQUE LA MONA SE VISTA DE SEDA… "

 

     Podemos fue parte activa del Ejecutivo "más progresista de la historia". Y, mientras lo fue, no se atrevió a romper con ninguna de las lógicas de poder: asumió presupuestos con gasto militar récord; aceptó la sumisión a la OTAN; miró hacia otro lado cuando el jefe del Ejecutivo pactó con la Monarquía feudal marroquí la liquidación del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui; enmudeció ante la represión judicial; se negó a frenar la Ley Mordaza y acabó engullendo todo el conjunto de medidas neoliberales contra las que hasta entonces habían jurado y perjurado. 

 

    “Ni Sumar ni Podemos nos van a salvar. La tarea es nuestra: organizarnos, resistir y construir.”

 

   ¿Por qué mágicas razones deberíamos creer ahora que todo eso ha cambiado repentina y milagrosamente? ¿Se cayó Iglesias del caballo como le sucediera al apóstol San Pablo, y recuperó súbitamente el tino?  

    ¿Dónde se encuentran sus reflexiones autocríticas sobre los errores que in abstracto confiesa haber cometido? ¿Dónde las valoraciones acerca de los que ahora, tímida y ambiguamente, se atreven a apuntar como algunos fallos? ¿Qué garantías  ofrecen ahora de que no volverán a pactar lo que nos juraban no iban a pactar jamás? 

 

    ¿En qué se diferenciarán sus propuestas de las del resto de las formaciones políticas? 

 

    ¿Sugerirán, por ventura, la nacionalización de la Banca

 

    ¿Se atrevería a exigir realmente, y no como mero brindis al sol, la intervención social de los fondos buitre de BlackRock que, a través de su monopolio inmobiliario, mantiene a generaciones enteras sin la posibilidad de poder acceder a una vivienda digna?

 

“La alternativa no vendrá de arriba. Vendrá del barrio, del tajo y de la lucha cotidiana.”

 

 

   ¿Qué medidas proponen para que no se siga produciendo la evasión de capitales españoles hacia los paraísos fiscales?

 

   ¿Exigirá la clausura inmediata de las bases estadounidenses en España que en tiempos peligrosos como los que estamos viviendo ponen en serio riesgo la vida y seguridad de los españoles? 

 

    ¿Cuál es el repertorio de promesas electorales que exhibirá Podemos para enganchar nuevamente a sus millones de desilusionados electores de antaño?

 

     Y, finalmente, lo que es más importante: ¿con qué apoyo social organizado contará para defender la aplicación de esas moderadas reformas, cuando el poderoso poder económico se movilice por tierra mar y aire para impedir su ejecución? 

 

    La cuestión es que, como muy bien dice el refrán popular,  "aunque la mona se vista de seda, mona se queda". Un cambio de tono no es un cambio de rumbo. Y Podemos ha cambiado el tono, pero no el rumbo.

 

    La nueva melodía de Podemos suena, en efecto, más radical que la de Sumar, pero en su contenido ni siquiera se han atrevido a romper verbalmente con el institucionalismo en el que quedaron atrapados durante su pasada "experiencia gubernamental".

 

    Y si lo que cambia es tan solo la estética, pero no la estrategia, nos encontraremos ante un mero “cambio de marca” más, no ante una reconstrucción política profunda como pretenden hacernos creer.

 

LA IZQUIERDA SIN PUEBLO DEJA DE SER IZQUIERDA

 

      El problema de fondo, en cualquier caso, es más serio que todo aquello a lo que nos hemos referido. Lo que está en crisis no es solo una sigla o un liderazgo. Lo que se ha roto es la relación entre el conjunto de las izquierdas institucionales y las clases populares. Es decir, se ha vaciado el vínculo entre los Partidos que dicen representar al pueblo… y el pueblo mismo.

 

      La gente trabajadora, precarizada, jóvenes y más viejos  - es decir, la base social histórica de cualquier proyecto transformador— ya no siente que su voz tenga espacio en esa “izquierda de plató”. Y eso no es un problema de comunicación, es un problema de clase. Cuando la izquierda deja de estar donde está el conflicto, en los barrios, en las huelgas, batallando en las Universidades, o en las luchas concretas, y se limita a gestionar desde arriba lo que le permiten, deja de ser automáticamente una alternativa, y deviene en una pieza más del sistema.

 

    Y es entonces cuando se produce lo que estamos contemplando: que la abstención crece entre las capas populares y la política se convierte en un juego de élites progresistas completamente desconectadas del pueblo real.

 

 

VOLVER AL BARRO: RECONSTRUIR DESDE ABAJO

 

   ¿Hay salida a la situación presente? Sí. Pero ese giro no va a consistir en cambiar de siglas cada año. Consiste en reconstruir el poder popular desde abajo, sin atajos, sin iluminados, sin campañas de marketing. Y eso, aunque resulte difícil de creer, ya está ocurriendo, aunque no salga en las tertulias de la tele.

 

     Está ocurriendo en los barrios obreros donde las redes de apoyo mutuo, nacidas durante la pandemia, siguen funcionando: dando comida, asesoría, cuidados, cultura y lucha. Está ocurriendo en las plataformas por la vivienda, como la PAH, que frenan desahucios y recuperan casas sin esperar a que nadie les legisle nada. Sucede con aquellos modestos sindicatos combativos que organizan a quienes el sistema desea aislados: riders, temporeras, becarios. En los grupos que defienden la vida frente al negocio.

 

 

    Todo eso es política real, aunque después de la debacle de los últimos años, solo sea una actividad incipiente y minoritaria.  Mucho más política, eso sí, que los acuerdos de última hora en el Congreso. Porque donde hay comunidad organizada, conflicto sostenido, conciencia de clase y voluntad de transformación, ahí está latiendo el verdadero corazón de la auténtica  izquierda.

 

 

 NO ESPERES MÁS, ORGANIZA, ORGANÍZATE.

 

   Ni Sumar, ni Podemos nos van a salvar. No porque todos sean iguales”, sino porque uno y otro han aceptado, sin rechistar, jugar dentro del marco estricto que impide cualquier cambio real.

 

     La tarea, entonces, es otra. Es más modesta, infinitamente más laboriosa, más dura, pero también más radical: reconstruir desde abajo el vínculo roto, quebrado, destrozado, entre la política y la vida. Retomar el conflicto, la organización, la alegría de luchar, el poder colectivo.

 

    La izquierda no es una papeleta. Es una práctica. Es un tejido vivo. Es la voluntad de un pueblo que no se resigna. 

    Y si queremos que exista un futuro de justicia, igualdad y dignidad, no queda otra: dejemos de esperar, y pongámonos a construirlo.

 
 
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