REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL.ORG
En el curso de los últimos días, miles de inmigrantes en Nueva York han recibido un correo electrónico con un mensaje directo y escalofriante: “It is time for you to leave” (“Es hora de que se vaya”).
Lo que parece una notificación burocrática más, es en realidad un dispositivo frío de expulsión masiva disfrazado de procedimiento rutinario. Esta nueva estrategia del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) representa un giro radical en el tratamiento de las personas migrantes bajo un sistema que las utiliza, desecha y criminaliza según convenga a las necesidades del capital.
“ME JUGUÉ LA VIDA PARA LLEGAR HASTA AQUÍ. ¿CÓMO PUEDEN DECIRME QUE ME VAYA ASÍ?”
A través del programa de “parole” humanitario, implementado bajo la administración Biden, más de 500.000 personas de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela lograron entrar legalmente a Estados Unidos. Ahora, con un simple correo electrónico sin personalización, se les notifica que su permiso ha sido revocado y se les insta a abandonar el país “voluntariamente”.
Esta acción no puede interpretarse de forma aislada. Forma parte de una dinámica estructural del Estado capitalista, que requiere de una fuerza de trabajo barata, flexible y fácilmente desechable. Cuando esa fuerza ya no es útil o se convierte en una presión política interna, el mismo sistema que la atrajo la expulsa sin miramientos.
LA DESHUMANIZACIÓN POR CORREO ELECTRÓNICO
Los mensajes del DHS no distinguen situaciones individuales. Personas con procesos de asilo en curso, solicitudes migratorias activas, o incluso ciudadanos estadounidenses por error, han recibido el aviso. Nicole Micheroni, abogada de inmigración, fue una de ellas.
“Recibir un mensaje así, sin contexto, sin explicación, ni contacto humano, es aterrador. Si me pasó a mí, ¿qué está viviendo la gente que no conoce sus derechos?”, declaró al medio Gothamist.
En muchos casos, las familias afectadas tomaron decisiones drásticas. Una madre colombiana decidió abandonar Estados Unidos junto a sus hijos sin esperar al final del año escolar, pese a tener una audiencia migratoria programada.
“Me asusté. Pensé que si nos quedábamos, podrían arrestarnos. No quiero que mis hijos pasen por eso”, confesó en declaraciones recogidas por medios locales.
Otro testimonio impactante es el de José*, un joven venezolano que huyó de su país tras recibir amenazas de muerte por parte de bandas armadas.
“Me jugué la vida para llegar hasta aquí. Tengo trabajo, pago impuestos, no he hecho nada malo. ¿Cómo pueden decirme que me vaya así, como si no valiera nada?”, se preguntaba, visiblemente afectado.
UNA ESTRATEGIA DE MIEDO Y CONTROL
La Administración Biden ha relanzado el sistema CBP One, ahora rebautizado como CBP Home, para que las personas notificadas comuniquen su salida del país. Sin embargo, este procedimiento es confuso, poco transparente y carente de garantías mínimas. Organizaciones como Legal Aid Society y Catholic Migration Services han denunciado el caos generado, con líneas telefónicas colapsadas y familias en pánico.
“Estamos recibiendo decenas de llamadas diarias de personas desesperadas que no saben qué hacer. Algunas están huyendo sin motivo. Otras, que tienen derecho a quedarse, se sienten obligadas a marcharse por miedo a ser detenidas”, explicó Joshua Goldfein, abogado de Legal Aid.
Detrás de esta estrategia aparentemente “neutral” se esconde una política migratoria que utiliza el miedo como herramienta de control. La ambigüedad deliberada del mensaje (“Es hora de irse”) crea un efecto psicológico devastador: paraliza, desorienta y empuja a la autodeportación. En realidad, el proletariado migrante es tratado como “población sobrante relativa”, que puede ser integrada o expulsada según las necesidades de la acumulación del capital.
LOS INMIGRANTES, FUERZA DE TRABAJO DESCARTABLE
Desde la lógica del capital, la mano de obra migrante cumple un doble propósito: abastecer sectores que requieren fuerza de trabajo intensiva (hostelería, agricultura, cuidados) y, al mismo tiempo, generar competencia con la clase obrera nativa para presionar a la baja los salarios. Pero cuando la presión política, económica o electoral lo exige, se convierte en “problema”, “amenaza” o “carga”.
Este cambio de narrativa permite justificar su expulsión masiva. Y el método, aunque digital, mantiene intacta la lógica de la exclusión. Se automatiza la deportación, se despersonaliza el sufrimiento y se convierte a las personas en datos prescindibles.
En este contexto, los inmigrantes no son víctimas pasivas. Muchos han comenzado a organizarse y denunciar la situación. Grupos como Make the Road New York, Alianza Americas o New Sanctuary Coalition están acompañando a las familias afectadas, ofreciendo asesoría legal y denunciando públicamente lo que consideran una “campaña de limpieza migratoria”.
NO ES UN ERROR, ES UNA POLÍTICA
No estamos ante una “falla de comunicación” ni ante un “descuido burocrático”. Estamos frente a una política deliberada de exclusión masiva. La administración demócrata, lejos de romper con las prácticas represivas de Trump, ha refinado sus métodos y los ha envuelto en una retórica de modernización y eficiencia.
Sin embargo, en palabras de Rosa Luxemburgo: “La humanidad no se divide en ciudadanos y extranjeros, sino en opresores y oprimidos”.
Y hoy, miles de oprimidos en Nueva York han recibido un correo que les recuerda crudamente cuál es su lugar en este sistema: fuera.
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