
CÓMO CAMBIARÁ TU "DÍA A DÍA" CUANDO LA OTAN NOS IMPONGA LOS PRESUPUESTOS MILITARES DE 90 MIL MILLONES DE EUROS
¿Qué es lo que puede ocurrir en una sociedad cuando se cambian las escuelas y los hospitales por misiles?
Aunque ahora estén tratando de despistarnos, España está a punto de asumir un gasto militar histórico que podría superar los 90.000 millones de euros. Detrás del discurso de "seguridad", se esconde una amenaza silenciosa: el desmantelamiento de las conquistas arrancadas por la clase trabajadora a lo largo de los últimos años . En este artículo de nuestro colaborador M.Relti, se explora con todo lujo de detalles cómo afectará al "día a día" de la mayoría de los españoles, los 90 mil millones de euros que entre la OTAN, la UE y los EEUU cargarán sobre las espaldas de la mayoría de los españoles.
POR M. RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Hay decisiones que se presentan como inevitables, como si vinieran dadas por el sentido común o por una suerte de mandato superior.
Así es como ha sido presentada la exigencia de elevar el gasto militar de España hasta el 5 % del Producto Interior Bruto.
Detrás del mensaje, la presión: la OTAN empuja, Estados Unidos aprieta, y la promesa de ser “un socio fiable” suena como si no cumplir implicara un castigo. El problema es que esa decisión no es técnica, sino política, y su impacto no se mide en informes: se mide en hospitales, escuelas y pensiones.
Porque lo que se está proponiendo no es un ajuste menor. Subir al 5 % del PIB el gasto en Defensa implica un salto de 90.000 millones de euros. Es una cifra tan grande que cuesta visualizarla. Pero basta con decir que equivale a multiplicar por tres el presupuesto de Defensa actual, o a un tercio de todo el presupuesto nacional.
Si el lector quiere una imagen más concreta: estamos hablando de lo que cuesta todo el sistema de pensiones durante un año. O de multiplicar por cinco el presupuesto en educación. O por siete el de dependencia.
CUANDO EL PRESUPUESTO SE VUELVE UNA TRINCHERA
La pregunta, entonces, no es solo si podemos gastar tanto, sino a costa de qué lo haremos. Porque ese dinero no crece de la nada.
Tiene que salir de algún lado. Y lo más probable es que lo haga del mismo sitio de siempre: los servicios públicos. O bien mediante recortes directos —menos inversión en escuelas, hospitales, transporte o servicios sociales— o bien mediante el aumento de la deuda pública, que acabará justificando nuevos ajustes en un futuro no muy lejano.
Ya ha pasado antes. Basta con recordar la década pasada. Cuando la deuda se disparó tras rescatar a los bancos, vino la austeridad. Y con ella, los recortes. No fue casual. Fue una elección. Se eligió salvar a las grandes fortunas a costa de precarizar la vida de la mayoría. Hoy, el riesgo es repetir el ciclo, pero ahora en nombre del armamento, no de la banca.
EL CAMUFLAJE DE LOS EMPLEOS MILITARES
Una de las justificaciones más repetidas por quienes defienden esta inversión es que generará empleo. Es cierto: la industria militar emplea a decenas de miles de personas. Pero lo que no se dice es que la misma inversión en sanidad, educación o energía renovable genera muchos más empleos y mucho más estables. No hay comparación posible. Un euro gastado en cuidados o en rehabilitación energética crea hasta tres veces más trabajo que un euro gastado en armamento. Esto lo saben los economistas, pero lo silencian los titulares de los medios de comunicación.
Además, buena parte de ese gasto no se quedaría en casa. España importa gran parte de su armamento. Los grandes contratos suelen ir a parar a empresas estadounidenses o consorcios europeos que operan bajo intereses privados. Se fortalece así un modelo de dependencia tecnológica y económica, mientras el país asume la factura y los riesgos.
"Lo que se está proponiendo no es un "ajuste menor": son 90.000 millones que no irán a hospitales, ni escuelas, ni a viviendas, ni a pensiones"
EL RIESGO NO ES EXTERNO, ES INTERNO
Otra gran mentira es la que presenta esta carrera armamentística como una forma de autoprotección. Pero ¿Protegerse de quién? ¿Qué amenaza concreta justifica semejante esfuerzo? España no está en guerra ni tiene enemigos declarados. Las amenazas reales —el cambio climático, las pandemias, la desigualdad— no se combaten con drones ni con submarinos. Se combaten con ciencia, con políticas públicas y con servicios bien financiados. Militarizar el presupuesto en un momento de crisis ecológica, social y económica es no solo una torpeza, sino que es, sobre todo, una gigantesca irresponsabilidad.
¿DEMOCRACIA SIN DEBATE?
Y lo más alarmante es que todo esto se está planteando sin un debate democrático real. No se ha preguntado a la población. Nadie se ha atrevido a abr¡r una discusión seria sobre lo que significa gastar más en Defensa que en salud o educación. Ni a los tirios ni a los troyanos se le ha ocurrido proponer ese tipo de iniciativa. ¿Se ha preguntado el lector a qué se debe ese olvido? Apenas indague en las conductas y trayectorias históricas tanto de los tirios como los troyanos, y fácilmente encontrará la respuesta.
Tampoco se nos ha explicado cómo tal movimiento sísmico presupuestario afectará al día a día de la gente. Estas decisiones se cocinan siempre arriba, entre despachos y cumbres internacionales, sin participación social ni transparencia. Consideran, -y no les falta razón-, que abrir un debate social sobre el tema podría resultar peligroso.
EL COSTE DE LO INVISIBLE
El gran problema de las decisiones económicas es que rara vez muestran sus efectos de forma inmediata. No veremos a los tanques aparcados en las puertas de los hospitales, ni a los soldados sustituyendo a los profesores.
Pero lo sentiremos. ¡Vaya si lo sentiremos!. Lo notará la madre que tendrá que esperar meses por una operación para su hijo.
Lo sufrirá el joven que no encontrará plaza en la Universidad pública.
Lo vivirá el anciano que dependerá de una lista de espera interminable para obtener una ayuda a domicilio.
Y es que los recortes no siempre se anuncian: a veces simplemente ocurren, se filtran, se normalizan. Y cuando nos damos cuenta, ya no hay vuelta atrás.
En 2023, el gasto social en España seguía recuperándose lentamente de los recortes de la crisis anterior. Aumentar ahora el gasto militar de manera desproporcionada implicaría volver a cortar las alas a esa recuperación.
"No se fabrica armamento para guardarlo como recuerdo: se produce para usarlo"
Y lo más grave de todo ello es que se estaría consolidando un modelo de sociedad que no invierte en vivir mejor, sino en prepararse para matar mejor. Porque al final, la lógica del armamento no es otra: no se fabrica armamento para guardarlo como recuerdo. Se produce para usarlo, para amenazar, para enseñar músculo en el tablero geopolítico donde la vida humana es una ficha más.
¿QUIÉNES GANAN CON TODO ESTO?
Mientras la mayoría perdería servicios, calidad de vida y derechos, algunos sí saldrían ganando. Las grandes corporaciones del sector armamentístico. Los fondos de inversión que las respaldan. Los bancos que financian su expansión. Y, por supuesto, los países exportadores de armamento que verían en España un comprador de lujo, fiel y silencioso.
No es casual que las mayores presiones provengan de Estados Unidos. Y no lo hacen por altruismo ni por preocupación humanitaria: lo hacen porque hay negocio.
El problema es que ese negocio lo pagamos entre todos. Y lo pagamos varias veces. Primero, con dinero público. Después, con recortes. Y finalmente, con un modelo de sociedad más inseguro, más desigual y más autoritario.
Porque no hay militarización sin consecuencias políticas. Cuando las prioridades se militarizan, también lo hacen las respuestas desde arriba a los problemas sociales. La protesta se convierte en amenaza. La disidencia en riesgo. Y el malestar en algo que se reprime, no que se resuelve.
HAY OTRAS PRIORIDADES
La alternativa a todo esto no es la ingenuidad ni el pacifismo abstracto. No se trata de negar los problemas del mundo, sino de elegir cómo los enfrentamos. La seguridad no se defiende con armas, sino con justicia social. Con empleo digno, vivienda accesible, salud garantizada, educación de calidad. Eso es lo que hace fuerte a una sociedad. Y eso es precisamente lo que se pone en riesgo cuando se opta por inflar el gasto militar.
UNA DECISIÓN QUE NOS COMPETE A TODOS
Por todo esto, la decisión de embarcarse en una carrera armamentista debería ser objeto de un debate profundo. No puede seguir presentándose como una cuestión técnica o inevitable. No lo es. Es una elección. Y como tal, debe ser discutida, evaluada, sometida a control democrático. Porque afecta a todos los aspectos de la vida colectiva. Y porque, si no se discute, si no se cuestiona, acabará convirtiéndose en una normalidad tóxica de la que será difícil salir.
Lo que está en juego no es solo dinero. Es también el tipo de sociedad que queremos ser. O sea, un país que invierte en la vida o que apuesta por la muerte. Un Estado que protege a sus ciudadanos o que los sacrifica en nombre de una supuesta grandeza militar. No es una exageración. Es una descripción precisa del camino que se está tomando.
Y frente a ese camino, la respuesta debe ser clara: ni un euro más para la guerra, mientras falten recursos para vivir. Porque no se trata solo de ideología, se trata también de sentido común. Y de algo aún más importante: de dignidad.
POR M. RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Hay decisiones que se presentan como inevitables, como si vinieran dadas por el sentido común o por una suerte de mandato superior.
Así es como ha sido presentada la exigencia de elevar el gasto militar de España hasta el 5 % del Producto Interior Bruto.
Detrás del mensaje, la presión: la OTAN empuja, Estados Unidos aprieta, y la promesa de ser “un socio fiable” suena como si no cumplir implicara un castigo. El problema es que esa decisión no es técnica, sino política, y su impacto no se mide en informes: se mide en hospitales, escuelas y pensiones.
Porque lo que se está proponiendo no es un ajuste menor. Subir al 5 % del PIB el gasto en Defensa implica un salto de 90.000 millones de euros. Es una cifra tan grande que cuesta visualizarla. Pero basta con decir que equivale a multiplicar por tres el presupuesto de Defensa actual, o a un tercio de todo el presupuesto nacional.
Si el lector quiere una imagen más concreta: estamos hablando de lo que cuesta todo el sistema de pensiones durante un año. O de multiplicar por cinco el presupuesto en educación. O por siete el de dependencia.
CUANDO EL PRESUPUESTO SE VUELVE UNA TRINCHERA
La pregunta, entonces, no es solo si podemos gastar tanto, sino a costa de qué lo haremos. Porque ese dinero no crece de la nada.
Tiene que salir de algún lado. Y lo más probable es que lo haga del mismo sitio de siempre: los servicios públicos. O bien mediante recortes directos —menos inversión en escuelas, hospitales, transporte o servicios sociales— o bien mediante el aumento de la deuda pública, que acabará justificando nuevos ajustes en un futuro no muy lejano.
Ya ha pasado antes. Basta con recordar la década pasada. Cuando la deuda se disparó tras rescatar a los bancos, vino la austeridad. Y con ella, los recortes. No fue casual. Fue una elección. Se eligió salvar a las grandes fortunas a costa de precarizar la vida de la mayoría. Hoy, el riesgo es repetir el ciclo, pero ahora en nombre del armamento, no de la banca.
EL CAMUFLAJE DE LOS EMPLEOS MILITARES
Una de las justificaciones más repetidas por quienes defienden esta inversión es que generará empleo. Es cierto: la industria militar emplea a decenas de miles de personas. Pero lo que no se dice es que la misma inversión en sanidad, educación o energía renovable genera muchos más empleos y mucho más estables. No hay comparación posible. Un euro gastado en cuidados o en rehabilitación energética crea hasta tres veces más trabajo que un euro gastado en armamento. Esto lo saben los economistas, pero lo silencian los titulares de los medios de comunicación.
Además, buena parte de ese gasto no se quedaría en casa. España importa gran parte de su armamento. Los grandes contratos suelen ir a parar a empresas estadounidenses o consorcios europeos que operan bajo intereses privados. Se fortalece así un modelo de dependencia tecnológica y económica, mientras el país asume la factura y los riesgos.
"Lo que se está proponiendo no es un "ajuste menor": son 90.000 millones que no irán a hospitales, ni escuelas, ni a viviendas, ni a pensiones"
EL RIESGO NO ES EXTERNO, ES INTERNO
Otra gran mentira es la que presenta esta carrera armamentística como una forma de autoprotección. Pero ¿Protegerse de quién? ¿Qué amenaza concreta justifica semejante esfuerzo? España no está en guerra ni tiene enemigos declarados. Las amenazas reales —el cambio climático, las pandemias, la desigualdad— no se combaten con drones ni con submarinos. Se combaten con ciencia, con políticas públicas y con servicios bien financiados. Militarizar el presupuesto en un momento de crisis ecológica, social y económica es no solo una torpeza, sino que es, sobre todo, una gigantesca irresponsabilidad.
¿DEMOCRACIA SIN DEBATE?
Y lo más alarmante es que todo esto se está planteando sin un debate democrático real. No se ha preguntado a la población. Nadie se ha atrevido a abr¡r una discusión seria sobre lo que significa gastar más en Defensa que en salud o educación. Ni a los tirios ni a los troyanos se le ha ocurrido proponer ese tipo de iniciativa. ¿Se ha preguntado el lector a qué se debe ese olvido? Apenas indague en las conductas y trayectorias históricas tanto de los tirios como los troyanos, y fácilmente encontrará la respuesta.
Tampoco se nos ha explicado cómo tal movimiento sísmico presupuestario afectará al día a día de la gente. Estas decisiones se cocinan siempre arriba, entre despachos y cumbres internacionales, sin participación social ni transparencia. Consideran, -y no les falta razón-, que abrir un debate social sobre el tema podría resultar peligroso.
EL COSTE DE LO INVISIBLE
El gran problema de las decisiones económicas es que rara vez muestran sus efectos de forma inmediata. No veremos a los tanques aparcados en las puertas de los hospitales, ni a los soldados sustituyendo a los profesores.
Pero lo sentiremos. ¡Vaya si lo sentiremos!. Lo notará la madre que tendrá que esperar meses por una operación para su hijo.
Lo sufrirá el joven que no encontrará plaza en la Universidad pública.
Lo vivirá el anciano que dependerá de una lista de espera interminable para obtener una ayuda a domicilio.
Y es que los recortes no siempre se anuncian: a veces simplemente ocurren, se filtran, se normalizan. Y cuando nos damos cuenta, ya no hay vuelta atrás.
En 2023, el gasto social en España seguía recuperándose lentamente de los recortes de la crisis anterior. Aumentar ahora el gasto militar de manera desproporcionada implicaría volver a cortar las alas a esa recuperación.
"No se fabrica armamento para guardarlo como recuerdo: se produce para usarlo"
Y lo más grave de todo ello es que se estaría consolidando un modelo de sociedad que no invierte en vivir mejor, sino en prepararse para matar mejor. Porque al final, la lógica del armamento no es otra: no se fabrica armamento para guardarlo como recuerdo. Se produce para usarlo, para amenazar, para enseñar músculo en el tablero geopolítico donde la vida humana es una ficha más.
¿QUIÉNES GANAN CON TODO ESTO?
Mientras la mayoría perdería servicios, calidad de vida y derechos, algunos sí saldrían ganando. Las grandes corporaciones del sector armamentístico. Los fondos de inversión que las respaldan. Los bancos que financian su expansión. Y, por supuesto, los países exportadores de armamento que verían en España un comprador de lujo, fiel y silencioso.
No es casual que las mayores presiones provengan de Estados Unidos. Y no lo hacen por altruismo ni por preocupación humanitaria: lo hacen porque hay negocio.
El problema es que ese negocio lo pagamos entre todos. Y lo pagamos varias veces. Primero, con dinero público. Después, con recortes. Y finalmente, con un modelo de sociedad más inseguro, más desigual y más autoritario.
Porque no hay militarización sin consecuencias políticas. Cuando las prioridades se militarizan, también lo hacen las respuestas desde arriba a los problemas sociales. La protesta se convierte en amenaza. La disidencia en riesgo. Y el malestar en algo que se reprime, no que se resuelve.
HAY OTRAS PRIORIDADES
La alternativa a todo esto no es la ingenuidad ni el pacifismo abstracto. No se trata de negar los problemas del mundo, sino de elegir cómo los enfrentamos. La seguridad no se defiende con armas, sino con justicia social. Con empleo digno, vivienda accesible, salud garantizada, educación de calidad. Eso es lo que hace fuerte a una sociedad. Y eso es precisamente lo que se pone en riesgo cuando se opta por inflar el gasto militar.
UNA DECISIÓN QUE NOS COMPETE A TODOS
Por todo esto, la decisión de embarcarse en una carrera armamentista debería ser objeto de un debate profundo. No puede seguir presentándose como una cuestión técnica o inevitable. No lo es. Es una elección. Y como tal, debe ser discutida, evaluada, sometida a control democrático. Porque afecta a todos los aspectos de la vida colectiva. Y porque, si no se discute, si no se cuestiona, acabará convirtiéndose en una normalidad tóxica de la que será difícil salir.
Lo que está en juego no es solo dinero. Es también el tipo de sociedad que queremos ser. O sea, un país que invierte en la vida o que apuesta por la muerte. Un Estado que protege a sus ciudadanos o que los sacrifica en nombre de una supuesta grandeza militar. No es una exageración. Es una descripción precisa del camino que se está tomando.
Y frente a ese camino, la respuesta debe ser clara: ni un euro más para la guerra, mientras falten recursos para vivir. Porque no se trata solo de ideología, se trata también de sentido común. Y de algo aún más importante: de dignidad.
Chorche | Miércoles, 25 de Junio de 2025 a las 17:49:30 horas
ES TIEMPO DE RESISTIR.
Multimillonarios, gigantes petroleros y magnates tecnológicos avariciosos están usando sus fortunas para manipular nuestros sistemas, comprar influencia y aplastar los derechos por los que hemos luchado durante generaciones. Están invirtiendo dinero en políticos que trabajan por sus intereses, no por los nuestros. Es hora de resistir…
La desigualdad está aumentando: mientras la mayoría lucha por llegar a fin de mes, los más ricos son cada vez más ricos.
… las decisiones políticas se toman a puertas cerradas y con dinero en juego.
Nuestro planeta está sufriendo: la codicia se está anteponiendo al clima, a la naturaleza y a las personas.
Es AHORA que debemos decir basta. No mañana. No el año que viene. Hoy. Únete al movimiento: firma hoy. #TiempoDeResistir
**** s: **** **** greenpeace **** /denmark/vaer-med/vores-demokrati-er-under-angreb/?j=455258&sfmc_sub=6178499&l=171_HTML&u=45344683&mid=100011333&jb=1&utm_source=smc&utm_medium=email&ut
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