
LA VERDADERA HISTORIA DE AMANCIO ORTEGA: EL COSTO HUMANO DE UN IMPERIO GLOBAL
De las costureras de Galicia a las trabajadoras precarias de Blangadesh
Amancio Ortega, fundador de Inditex y la cadena Zara, es frecuentemente celebrado como un ejemplo de éxito empresarial. Sin embargo, su fortuna se ha construido sobre un sistema que perpetúa la explotación laboral, la precariedad y prácticas fiscales cuestionables. Este artículo examina la cara oculta del imperio de la moda y las consecuencias humanas de su modelo de negocio.
Por CLAUDIA MELIÁN SANTANA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Durante décadas, los grandes medios de comunicación y el establishment político han ensalzado la figura de Amancio Ortega como símbolo del ascenso social.
Se le presenta como prototipo del "hombre hecho a sí mismo" que, a base de ingenio y constancia, habría construido un imperio global en el mundo de la moda. Esta imagen de emprendedor ejemplar, sin embargo, ignora las dinámicas materiales reales que sostienen su fortuna.
Detrás de ese relato de éxito individual se oculta una maquinaria de acumulación basada en la precariedad del trabajo ajeno, la externalización sin escrúpulos y mecanismos fiscales que escapan a cualquier tipo de control. La historia de Inditex no es solo la de una marca internacional. Es el reflejo de cómo opera el capital, priorizando la ganancia por encima de la dignidad humana.
GALICIA: LA TRAMA INVISIBLE DE UNA INDUSTRIA
En los años 60 y 70, Ortega comenzó su actividad empresarial en una Galicia empobrecida y con escasas salidas laborales. Acompañado por la que entonces era su esposa, Rosalía Mera, puso en marcha un pequeño taller textil dedicado a la producción de ropa de bajo precio. Pero lo que, a primera vista, podría interpretarse como un emprendimiento modesto se cimentó desde el principio sobre una forma muy específica de explotación laboral: la subcontratación informal de trabajo femenino, encubierta bajo la figura de “cooperativas”.
Estas llamada “cooperativas” no eran espacios de autonomía, sino una trampa perfecta. Se componía de mujeres que trabajaban desde sus hogares, sin contrato, sin seguridad social, y cobrando cantidades mínimas por cada prenda terminada. El ahorro para el empresario era total. Sin necesidad de infraestructuras, sin cumplir normativas laborales y sin derechos que garantizar el mecanismo era ideal para acumular capital de manera rápida. Esta forma de precariedad laboral encubierta fue esencial para el despegue del modelo de negocio de Amancio Ortega.
A pesar del relato que intenta mostrarlo como un benefactor que “dio empleo” a mujeres gallegas, lo cierto es que su riqueza inicial se edificó sobre la sobreexplotación de aquellas trabajadoras invisibles para el sistema legal y económico, pero esenciales para la primera expansión de Inditex.
DEL ENTORNO LOCAL A LA EXPLOTACIÓN GLOBAL
Con la consolidación del grupo, y la llegada de la denominada “globalización”, el siguiente paso de Amancio Ortega parecía cantado. Abandonar el territorio que lo vio nacer y trasladar la producción a países donde los costes laborales eran aún más bajos. A partir de los años 80 y 90, Inditex comenzó su proceso de deslocalización masiva hacia países como Marruecos, Bangladesh, India o China.
Esta estrategia multiplicó sus beneficios. En esas regiones, los salarios eran ínfimos, las leyes laborales débiles y las condiciones de trabajo, en muchos casos, cercanas a la esclavitud moderna. Así, las mujeres gallegas fueron sustituidas por otras trabajadoras aún más desprotegidas, perpetuando la misma lógica de maximización de beneficios a costa de la vida de las obreras.
El abandono de las antiguas cooperativas en Galicia dejó a miles de mujeres sin sustento, sin cobertura social y sin alternativa laboral. Mientras tanto, el nuevo modelo se desplegaba en contextos donde incluso el trabajo infantil y la inseguridad estructural de los edificios formaban parte del paisaje cotidiano. El desastre del Rana Plaza en 2013, donde murieron más de mil personas, evidenció de forma trágica la cara oculta del negocio textil global del cual Inditex es uno de sus máximos exponentes.
INGENIERÍA FISCAL: EL NEGOCIO DE NO CONTRIBUIR
Pero no solo la superexplotación laboral en las periferias del sistema capitalista sostiene el emporio de Ortega. También una planificación fiscal cuidadosamente diseñada para reducir al mínimo su aportación a los sistemas públicos. Inditex ha sido señalada por utilizar filiales en territorios como Irlanda, Países Bajos o Suiza para canalizar beneficios y evitar así cargas fiscales significativas.
Aunque la empresa ha defendido la legalidad de sus prácticas, lo cierto es que estas estrategias erosionan las finanzas públicas en los países donde realmente se genera la riqueza. El resultado es doble. Mientras la empresa extrae valor de una fuerza de trabajo que sobrevive en condiciones extremas, también evita contribuir al sostenimiento de los servicios sociales que deberían garantizar unos mínimos derechos a esas mismas trabajadoras.
El patrimonio de Ortega, que ronda los 100.000 millones de euros, no es solo, en definitiva, un reflejo de su capacidad empresarial, sino fundamentalmente el resultado de un sistema económico que permite acumular riqueza privada a costa de la superexplotación de quienes realmente la generan.
En los últimos años, y después de que algunas noticias aisladas dieran cuenta de las condiciones en las que deben trabajar muchas de las empleadas de Amancio Ortega, y no tan solo en los países del Sur Global, el CEO de Inditex ha realizado esfuerzos por mejorar su imagen realizando donaciones a hospitales y centros públicos.
Iniciativas que se presentan como gestos de generosidad, ocultando el hecho de que esta supuesta “filantropía” supone una mínima inversión que resulta ridícula cuando se compara, por ejemplo, con los multimillonarios beneficios por los que Amancio Ortega evita tributar mediante sofisticados mecanismos de ingeniería fiscal. Mientras Inditex dona una parte simbólica de estos beneficios, retiene sumas inmensas y mantiene intacto un modelo basado en la superexplotación de sus trabajadoras.
La figura de Ortega, en cualquier caso, no es una anomalía dentro del capitalismo contemporáneo, sino un magnífico ejemplo de la lógica de un sistema que transforma en virtud la acumulación sin límites, que convierte en invisibles a quienes producen y que premia la elusión fiscal como estrategia de éxito.
Por CLAUDIA MELIÁN SANTANA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Durante décadas, los grandes medios de comunicación y el establishment político han ensalzado la figura de Amancio Ortega como símbolo del ascenso social.
Se le presenta como prototipo del "hombre hecho a sí mismo" que, a base de ingenio y constancia, habría construido un imperio global en el mundo de la moda. Esta imagen de emprendedor ejemplar, sin embargo, ignora las dinámicas materiales reales que sostienen su fortuna.
Detrás de ese relato de éxito individual se oculta una maquinaria de acumulación basada en la precariedad del trabajo ajeno, la externalización sin escrúpulos y mecanismos fiscales que escapan a cualquier tipo de control. La historia de Inditex no es solo la de una marca internacional. Es el reflejo de cómo opera el capital, priorizando la ganancia por encima de la dignidad humana.
GALICIA: LA TRAMA INVISIBLE DE UNA INDUSTRIA
En los años 60 y 70, Ortega comenzó su actividad empresarial en una Galicia empobrecida y con escasas salidas laborales. Acompañado por la que entonces era su esposa, Rosalía Mera, puso en marcha un pequeño taller textil dedicado a la producción de ropa de bajo precio. Pero lo que, a primera vista, podría interpretarse como un emprendimiento modesto se cimentó desde el principio sobre una forma muy específica de explotación laboral: la subcontratación informal de trabajo femenino, encubierta bajo la figura de “cooperativas”.
Estas llamada “cooperativas” no eran espacios de autonomía, sino una trampa perfecta. Se componía de mujeres que trabajaban desde sus hogares, sin contrato, sin seguridad social, y cobrando cantidades mínimas por cada prenda terminada. El ahorro para el empresario era total. Sin necesidad de infraestructuras, sin cumplir normativas laborales y sin derechos que garantizar el mecanismo era ideal para acumular capital de manera rápida. Esta forma de precariedad laboral encubierta fue esencial para el despegue del modelo de negocio de Amancio Ortega.
A pesar del relato que intenta mostrarlo como un benefactor que “dio empleo” a mujeres gallegas, lo cierto es que su riqueza inicial se edificó sobre la sobreexplotación de aquellas trabajadoras invisibles para el sistema legal y económico, pero esenciales para la primera expansión de Inditex.
DEL ENTORNO LOCAL A LA EXPLOTACIÓN GLOBAL
Con la consolidación del grupo, y la llegada de la denominada “globalización”, el siguiente paso de Amancio Ortega parecía cantado. Abandonar el territorio que lo vio nacer y trasladar la producción a países donde los costes laborales eran aún más bajos. A partir de los años 80 y 90, Inditex comenzó su proceso de deslocalización masiva hacia países como Marruecos, Bangladesh, India o China.
Esta estrategia multiplicó sus beneficios. En esas regiones, los salarios eran ínfimos, las leyes laborales débiles y las condiciones de trabajo, en muchos casos, cercanas a la esclavitud moderna. Así, las mujeres gallegas fueron sustituidas por otras trabajadoras aún más desprotegidas, perpetuando la misma lógica de maximización de beneficios a costa de la vida de las obreras.
El abandono de las antiguas cooperativas en Galicia dejó a miles de mujeres sin sustento, sin cobertura social y sin alternativa laboral. Mientras tanto, el nuevo modelo se desplegaba en contextos donde incluso el trabajo infantil y la inseguridad estructural de los edificios formaban parte del paisaje cotidiano. El desastre del Rana Plaza en 2013, donde murieron más de mil personas, evidenció de forma trágica la cara oculta del negocio textil global del cual Inditex es uno de sus máximos exponentes.
INGENIERÍA FISCAL: EL NEGOCIO DE NO CONTRIBUIR
Pero no solo la superexplotación laboral en las periferias del sistema capitalista sostiene el emporio de Ortega. También una planificación fiscal cuidadosamente diseñada para reducir al mínimo su aportación a los sistemas públicos. Inditex ha sido señalada por utilizar filiales en territorios como Irlanda, Países Bajos o Suiza para canalizar beneficios y evitar así cargas fiscales significativas.
Aunque la empresa ha defendido la legalidad de sus prácticas, lo cierto es que estas estrategias erosionan las finanzas públicas en los países donde realmente se genera la riqueza. El resultado es doble. Mientras la empresa extrae valor de una fuerza de trabajo que sobrevive en condiciones extremas, también evita contribuir al sostenimiento de los servicios sociales que deberían garantizar unos mínimos derechos a esas mismas trabajadoras.
El patrimonio de Ortega, que ronda los 100.000 millones de euros, no es solo, en definitiva, un reflejo de su capacidad empresarial, sino fundamentalmente el resultado de un sistema económico que permite acumular riqueza privada a costa de la superexplotación de quienes realmente la generan.
En los últimos años, y después de que algunas noticias aisladas dieran cuenta de las condiciones en las que deben trabajar muchas de las empleadas de Amancio Ortega, y no tan solo en los países del Sur Global, el CEO de Inditex ha realizado esfuerzos por mejorar su imagen realizando donaciones a hospitales y centros públicos.
Iniciativas que se presentan como gestos de generosidad, ocultando el hecho de que esta supuesta “filantropía” supone una mínima inversión que resulta ridícula cuando se compara, por ejemplo, con los multimillonarios beneficios por los que Amancio Ortega evita tributar mediante sofisticados mecanismos de ingeniería fiscal. Mientras Inditex dona una parte simbólica de estos beneficios, retiene sumas inmensas y mantiene intacto un modelo basado en la superexplotación de sus trabajadoras.
La figura de Ortega, en cualquier caso, no es una anomalía dentro del capitalismo contemporáneo, sino un magnífico ejemplo de la lógica de un sistema que transforma en virtud la acumulación sin límites, que convierte en invisibles a quienes producen y que premia la elusión fiscal como estrategia de éxito.
Chorche | Viernes, 30 de Mayo de 2025 a las 20:56:44 horas
Los multimillonarios filántropos que
de 1000 que sacan a la sociedad de beneficio devuelven 25 a bombo y platillo como "contribución a causas justas". Y las masas alimentando tiburones.
Como Mercadona. Parece que no haya otro supermercado en el estado español: Que si voy al Mercadona, que si vengo del Mercadona, quedamos en el Mercadona, oyes Mercadona a todas las horas. Y menudo historial de inhumanidad tiene el tío (Que se lo pregunten a CNT, al SAT, a Cáritas a algunos de sus trabajadores).Todo se explica con decir que es del Opus Dei, quién conozca esa secta no hace falta decirle más. Pues venga, alimentemos a tiburones inhumanos, aunque, la verdad, algún capitalista tiene humanidad?
Las masas vamos por la vida como pollos descabezados. Cebando al enemigo.
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