
EL SINDICALISMO COMBATIVO AL BANQUILLO Y A LA CÁRCEL
Este 10 de julio de 2025, seis trabajadoras asturianas cruzaron, de forma voluntaria y con la cabeza bien alta las puertas de la prisión Villabona
Seis trabajadoras entraron voluntariamente a prisión por protestar frente a una pastelería. No es ficción, es la España del 2025. El caso de “Las seis de La Suiza” pone al desnudo cómo el Estado puede convertirse en verdugo cuando se enfrenta a quienes desafían el orden capitalista.
POR ANDRÉS REGUERA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
La mañana del 10 de julio de 2025, seis trabajadoras asturianas cruzaron, de forma voluntaria y con la cabeza alta, las puertas de la prisión de Villabona.
Su “delito” fue ejercer su derecho a la protesta frente a una pastelería gijonesa llamada La Suiza. Lo que para millones de personas sería una expresión legítima de solidaridad y dignidad obrera, para el aparato judicial español constituyó una “coacción”.
La sentencia las condenó a prisión por haber defendido a una compañera despedida en condiciones laborales que, según diversas denuncias, eran claramente abusivas.
"El derecho penal está sirviendo para castigar la protesta y blindar la impunidad empresarial"
Pero este no es un caso aislado. Lo que ocurre con “las seis de La Suiza” refleja un fenómeno más amplio y preocupante: el avance silencioso —pero firme— de la criminalización de la acción sindical en los marcos del capitalismo contemporáneo. Un proceso que, desde la perspectiva del materialismo histórico, pone al desnudo la esencia represiva del Estado cuando se trata de salvaguardar los intereses de la clase dominante.
EL ESTADO COMO INSTRUMENTO DE CLASE
El Estado, lejos de ser una institución neutral o “árbitro imparcial” entre los intereses sociales, aparece en realidad como una estructura de dominación al servicio de una clase: la burguesía. Así lo señala claramente
Es el propio Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, donde explica que el Estado surge precisamente cuando las contradicciones de clase se vuelven irreconciliables y es necesario un aparato especial de coerción para mantener el orden social de los explotadores.
Lo que ocurrió con estas seis sindicalistas encaja perfectamente con esa lógica: cuando las trabajadoras intentan alterar mínimamente las relaciones de poder existentes —por ejemplo, exigiendo condiciones laborales dignas o denunciando abusos—, el Estado interviene no para mediar, sino para castigar.
De ahí que la judicialización del conflicto laboral tenga menos que ver con la “justicia” y más con el disciplinamiento.
LA VIOLENCIA INVISIBLE DEL CAPITAL
En el capitalismo, la violencia no siempre se presenta con cascos ni porras; muchas veces opera de manera sutil, bajo el ropaje del derecho. Las leyes que penalizan las huelgas, las multas a piquetes o las condenas por “coacción” no son anomalías del sistema, sino expresiones de su normal funcionamiento. Por ello, “el derecho no puede ser nunca más que la forma jurídica de las relaciones económicas existentes”.
En ese sentido, el juicio a las sindicalistas de La Suiza pone en evidencia una paradoja: quienes ejercen la violencia estructural sobre los trabajadores (empresarios que despiden, precarizan, abusan) no son perseguidos; quienes intentan resistirla, sí. La sanción no cae sobre el que vulnera derechos laborales, sino sobre quien los defiende.
EL TRABAJO COMO MERCANCÍA Y LA DESHUMANIZACIÓN DE LA VIDA
Uno de los conceptos clave de la sociología moderna es el de la mercantilización del trabajo. En el capitalismo, la fuerza de trabajo —es decir, la capacidad humana de producir— se convierte en una mercancía más, sujeta a las reglas del mercado.
Esa transformación despoja al trabajador de su condición humana y lo convierte en un engranaje funcional. La protesta de las seis de La Suiza era, en el fondo, una rebelión contra esa lógica mercantilizadora: al defender a una compañera despedida, no estaban solo luchando por un contrato, sino por la dignidad humana frente a su conversión en simple “costo laboral”.
UNA HISTORIA ANTIGUA Y MODERNA
El castigo a las “seis de La Suiza” no es una novedad. En el siglo XIX, en plena Revolución Industrial, se perseguía y encarcelaba a quienes formaban sindicatos. En España, durante la dictadura franquista, la acción sindical fue considerada delito hasta los últimos años del régimen.
Lo que llama la atención es que, en pleno siglo XXI, y en un Estado que se define como democrático, se sigan aplicando criterios similares: penalizar la protesta obrera como si fuera un acto criminal.
Tal y como recuerda el historiador Perry Anderson, la historia del movimiento obrero está llena de ejemplos donde el conflicto laboral ha sido reprimido en nombre del “orden” y la “legalidad”. Lo preocupante no es solo que eso ocurra, sino que se naturalice.
SOLIDARIDAD Y MEMORIA
Lo ocurrido con estas seis trabajadoras debería ser entendido no solo como un caso de injusticia puntual, sino también como una advertencia general: el poder no tolera que se le desafíe. Pero también es un recordatorio de que la solidaridad de clase sigue viva. A pesar del riesgo de la cárcel, estas mujeres no se escondieron. Se presentaron voluntariamente. Con la frente en alto.
Y ese gesto, por pequeño que parezca, contiene una lección fundamental: que frente al intento de convertirnos en piezas obedientes de un engranaje, siempre queda la posibilidad de decir “no”. Como hicieron ellas.
POR ANDRÉS REGUERA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
La mañana del 10 de julio de 2025, seis trabajadoras asturianas cruzaron, de forma voluntaria y con la cabeza alta, las puertas de la prisión de Villabona.
Su “delito” fue ejercer su derecho a la protesta frente a una pastelería gijonesa llamada La Suiza. Lo que para millones de personas sería una expresión legítima de solidaridad y dignidad obrera, para el aparato judicial español constituyó una “coacción”.
La sentencia las condenó a prisión por haber defendido a una compañera despedida en condiciones laborales que, según diversas denuncias, eran claramente abusivas.
"El derecho penal está sirviendo para castigar la protesta y blindar la impunidad empresarial"
Pero este no es un caso aislado. Lo que ocurre con “las seis de La Suiza” refleja un fenómeno más amplio y preocupante: el avance silencioso —pero firme— de la criminalización de la acción sindical en los marcos del capitalismo contemporáneo. Un proceso que, desde la perspectiva del materialismo histórico, pone al desnudo la esencia represiva del Estado cuando se trata de salvaguardar los intereses de la clase dominante.
EL ESTADO COMO INSTRUMENTO DE CLASE
El Estado, lejos de ser una institución neutral o “árbitro imparcial” entre los intereses sociales, aparece en realidad como una estructura de dominación al servicio de una clase: la burguesía. Así lo señala claramente
Es el propio Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, donde explica que el Estado surge precisamente cuando las contradicciones de clase se vuelven irreconciliables y es necesario un aparato especial de coerción para mantener el orden social de los explotadores.
Lo que ocurrió con estas seis sindicalistas encaja perfectamente con esa lógica: cuando las trabajadoras intentan alterar mínimamente las relaciones de poder existentes —por ejemplo, exigiendo condiciones laborales dignas o denunciando abusos—, el Estado interviene no para mediar, sino para castigar.
De ahí que la judicialización del conflicto laboral tenga menos que ver con la “justicia” y más con el disciplinamiento.
LA VIOLENCIA INVISIBLE DEL CAPITAL
En el capitalismo, la violencia no siempre se presenta con cascos ni porras; muchas veces opera de manera sutil, bajo el ropaje del derecho. Las leyes que penalizan las huelgas, las multas a piquetes o las condenas por “coacción” no son anomalías del sistema, sino expresiones de su normal funcionamiento. Por ello, “el derecho no puede ser nunca más que la forma jurídica de las relaciones económicas existentes”.
En ese sentido, el juicio a las sindicalistas de La Suiza pone en evidencia una paradoja: quienes ejercen la violencia estructural sobre los trabajadores (empresarios que despiden, precarizan, abusan) no son perseguidos; quienes intentan resistirla, sí. La sanción no cae sobre el que vulnera derechos laborales, sino sobre quien los defiende.
EL TRABAJO COMO MERCANCÍA Y LA DESHUMANIZACIÓN DE LA VIDA
Uno de los conceptos clave de la sociología moderna es el de la mercantilización del trabajo. En el capitalismo, la fuerza de trabajo —es decir, la capacidad humana de producir— se convierte en una mercancía más, sujeta a las reglas del mercado.
Esa transformación despoja al trabajador de su condición humana y lo convierte en un engranaje funcional. La protesta de las seis de La Suiza era, en el fondo, una rebelión contra esa lógica mercantilizadora: al defender a una compañera despedida, no estaban solo luchando por un contrato, sino por la dignidad humana frente a su conversión en simple “costo laboral”.
UNA HISTORIA ANTIGUA Y MODERNA
El castigo a las “seis de La Suiza” no es una novedad. En el siglo XIX, en plena Revolución Industrial, se perseguía y encarcelaba a quienes formaban sindicatos. En España, durante la dictadura franquista, la acción sindical fue considerada delito hasta los últimos años del régimen.
Lo que llama la atención es que, en pleno siglo XXI, y en un Estado que se define como democrático, se sigan aplicando criterios similares: penalizar la protesta obrera como si fuera un acto criminal.
Tal y como recuerda el historiador Perry Anderson, la historia del movimiento obrero está llena de ejemplos donde el conflicto laboral ha sido reprimido en nombre del “orden” y la “legalidad”. Lo preocupante no es solo que eso ocurra, sino que se naturalice.
SOLIDARIDAD Y MEMORIA
Lo ocurrido con estas seis trabajadoras debería ser entendido no solo como un caso de injusticia puntual, sino también como una advertencia general: el poder no tolera que se le desafíe. Pero también es un recordatorio de que la solidaridad de clase sigue viva. A pesar del riesgo de la cárcel, estas mujeres no se escondieron. Se presentaron voluntariamente. Con la frente en alto.
Y ese gesto, por pequeño que parezca, contiene una lección fundamental: que frente al intento de convertirnos en piezas obedientes de un engranaje, siempre queda la posibilidad de decir “no”. Como hicieron ellas.
Chorche | Domingo, 13 de Julio de 2025 a las 20:02:14 horas
Los estados del sistema capitalista no esperemos que sirvan al socialismo. Eso sería pedir peras al olmo.
De sobras sabemos cuál es la ideología del aparato judicial español: las esencias más rancias de la dictadura (salvo algunas, muy pocas, excepciones).
Imputan a los que trabajan por un mundo más justo y absuelven a los "suyos".
Criminalización de la protesta.
("Txupinazo, sí, lucha también", Ane Ibarzabal, Insurgente org):
... más allá del debate de la función estructural de la policía, que es imprescindible, hay otro debate sobre la mesa: que en Euskal Herria (y dónde no) también van a peor las condiciones objetivas y subjetivas para hacer política fuera de las instituciones, y eso tiene culpables.
...no podemos entender la despolitización de la sociedad, la pérdida de las ganas de luchar o la tendencia hacia la derecha de las ideologías, si no se entiende que la militancia contraria a esas tendencias y las condiciones que lo permiten son permanentemente atacadas...
Todxs con las Seis de la Suiza y con CNT un sindicato histórico, valiente, luchador, con dignidad, que tanto ha contribuido y tanta sangre ha derramado a lo largo de su historia por el Pueblo trabajador.
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