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Lunes, 15 de Septiembre de 2025 Tiempo de lectura:

EL DÍA QUE EL IMPERIO FRANCÉS PERDIÓ SU TRONO AFRICANO

¿Cuál será el futuro que le deparan a África las contiendas interimperialistas que se disputan las riquezas de su subsuelo?

Después de décadas de dominación política, militar y económica, varios países africanos han puesto fin a sus vínculos con Francia. Esta ruptura no es un capricho, sino la consecuencia de una historia plagada de abusos, traiciones y crímenes impunes. África ha decidido no olvidar, y el mundo empieza a escuchar.

POR CARLOS SERNA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

 

     Durante años, la relación entre Francia y sus antiguas colonias africanas ha sido como ese viejo casero que sigue [Img #86612]entrando a tu casa aunque ya no le pagues el alquiler.

 

     Oficialmente, muchos países africanos se independizaron hace décadas, pero la realidad ha sido otra. Francia mantuvo una presencia militar, económica y política que ha operado como una sombra constante sobre las decisiones soberanas de estos países.

 

     Pero algo ha cambiado. En 2023, tres países del Sahel Níger, Mali y Burkina Faso– protagonizaron una ruptura que parecía imposible. Expulsaron a las tropas francesas y denunciaron los acuerdos militares que los ataban a París desde la llamada “descolonización”.

 

"FRANCIA YA NO ES VISTA COMO UNA ALIADA, SINO COMO UNA SOMBRA QUE NO QUIERE IRSE."

 

    No fue una decisión aislada, ni tampoco producto de un arrebato. Fue el resultado de una historia larga de abusos, asesinatos políticos, expolio económico y humillaciones sistemáticas. Lo que está pasando ahora no es un estallido, es el desenlace lógico de un proceso de hartazgo colectivo.

 

EL COLONIALISMO QUE NUNCA SE FUE

     Cuando pensamos en colonización, muchas veces imaginamos escenas de libros de historia: barcos, uniformes antiguos, y mapas coloreados por imperios. Pero en África, la colonización francesa no es solo pasado. Fue un régimen brutal que marcó generaciones y cuyas secuelas aún son visibles.

 

     En Argelia, durante la guerra por la independencia (1954-1962), Francia utilizó métodos de represión que rozaron lo indescriptible: torturas sistemáticas, campos de concentración, ejecuciones sumarias y uso de napalm contra civiles. A día de hoy, aunque París haya reconocido parcialmente estos crímenes, jamás ha pedido disculpas oficialmente. Como si el horror pudiera archivarse en un informe desclasificado sin más.

 

   "LA RUPTURA DEL SAHEL NO ES UN ESTALLIDO, ES UNA RESPUESTA HISTÓRICA."

     En Camerún, el líder anticolonial Ruben Um Nyobé fue asesinado, sus ideas silenciadas y su nombre borrado de la historia durante décadas. En Burkina Faso, Thomas Sankara –apodado “el Che Guevara africano”– fue eliminado en 1987 en un golpe de Estado promovido por Francia, según numerosas investigaciones periodísticas, para frenar un proyecto político que desafiaba su control sobre la región.

 

     Este tipo de crímenes no fueron errores puntuales. Fueron parte de una estrategia: eliminar a quienes osaran soñar con un continente verdaderamente libre.

 

    EL TRUCO DEL FRANCO CFA Y EL “APOYO MILITAR”

      Francia no solo colonizó tierras, también diseñó un sistema para seguir mandando incluso después de la independencia. Uno de los mecanismos más eficaces fue el franco CFA, una moneda impuesta a más de 14 países africanos, cuyo control dependía directamente del Tesoro francés. Esto significaba que, aunque un país fuera “independiente”, no podía decidir libremente su política monetaria. Es decir, el bolsillo seguía atado a París.

 

     Además, Francia instaló bases militares en puntos estratégicos del continente con el argumento de ofrecer “seguridad y estabilidad”. En realidad, esas tropas funcionaron muchas veces como una fuerza de protección de los intereses franceses más que como garantes de la soberanía local. Empresas como Total o Areva, por ejemplo, accedían a recursos naturales clave (como el uranio de Níger) a precios irrisorios, mientras las poblaciones locales vivían en pobreza extrema.

 

 

EL PUNTO DE QUIEBRE: INSURRECCIÓN EN EL SAHEL

      En los últimos años, el Sahel se ha convertido en una región sacudida por conflictos armados, golpes de Estado y una creciente desconfianza hacia Occidente. Pero mientras París insistía en su papel de “salvador”, las poblaciones comenzaron a ver las cosas de otro modo.

 

     En Mali, tras años de presencia militar francesa, el país no solo no había conseguido frenar el avance yihadista, sino que la inseguridad se había agravado. En Burkina Faso, miles de jóvenes comenzaron a manifestarse al grito de “Fuera Francia”, denunciando que la injerencia extranjera solo había traído más caos. Níger, última pieza del dominó, se sumó a esta ola de rupturas en 2023.

 

    El mensaje fue claro: ya no se trataba solo de una protesta, era una insurrección política, social y simbólica contra un modelo que reproducía las jerarquías coloniales bajo nuevos disfraces.

 

 

NEOCOLONIALISMO Y GUERRA FRÍA DEL SIGLO XXI

      ¿Por qué Francia se aferraba tanto a África? Más allá del discurso diplomático, lo cierto es que el continente representa una pieza clave en la competencia global entre potencias. En los últimos años, China y Rusia han aumentado su presencia en África, ofreciendo acuerdos que muchos gobiernos africanos consideran que, sin ser lo que desearían, son por el momento más respetuosos de su soberanía que los que históricamente se suscribían con los franceses.

 

   Como ha sucedido a lo largo de los dos últimos siglos de historia colonial, Francia ha reaccionado como una potencia herida, tratando de mantener su dominio. Instaló bases navales, promovió sanciones, bloqueó rutas migratorias y  llegó a convertir el Mediterráneo en un “cementerio marino” para frenar el avance geopolítico de sus rivales.

 

    Por su parte, Rusia, convertida ahora en un país capitalista con claras aspiraciones expansionistas, ha activado en la zona  Ejércitos mercenarios tipo Wagner, dispuestos a disputarle a Francia su hegemonía en la zona.

 

   Resulta todavía difícil definir cuáles serán los papeles que tanto China como Rusia terminarán desempeñando en el área a corto plazo. No obstante, teniendo en cuenta los tics mercantiles y capitalistas que rigen sus respectivas economías, todo parece indicar que a medio plazo no renunciarán a las prácticas extractivistas, tal y como sucede con las economías occidentales de su misma naturaleza, sometidas a idéntico imperativo del mercado.

 

    Este tipo comportamiento no solo pone de relieve la lógica de poder que sigue guiando su política exterior de las grandes potencias, sean estas viejas o emergentes, sino que muestra que, en el fondo, no dejan de contemplar en África el nuevo patio trasero de aquellos que nunca antes tuvieron la posibilidad de disponer de uno. 

 

LA HERENCIA DE SANKARA Y EL FUTURO DE UNA ÁFRICA SOBERANA

  El ejemplo de Thomas Sankara resuena hoy más que nunca. Cuando llegó al poder en Burkina Faso, renunció a los privilegios del cargo, nacionalizó recursos estratégicos, promovió la educación de las mujeres y denunció la deuda externa como una nueva forma de esclavitud. Por eso lo mataron.

 

"ÁFRICA ESTÁ PASANDO DE LA RESISTENCIA A LA EMANCIPACIÓN."

 

     Hoy, los nuevos gobiernos que han expulsado a Francia no son idénticos al proyecto de Sankara, pero comparten una idea común: recuperar la dignidad africana. Una dignidad que no se mide solo en PIB, sino en la capacidad de decidir por sí mismos, sin tutelas ni imposiciones.

 

   En medio del caos, la violencia y las incertidumbres, lo que está surgiendo en África es algo más profundo: un proceso de emancipación que desafía siglos de dominación.

 

EL IMPERIO HA PERDIDO SU TRONO

    Por lo pronto podemos decir que la ruptura entre África y Francia no es un accidente, ni una moda pasajera. Es el resultado de un largo camino de abusos, luchas y memorias que ahora explotan en forma de desobediencia política. Francia, que durante décadas construyó su poder sobre la espalda del continente africano, se enfrenta ahora a su mayor derrota: ya no la quieren como “protectora”, porque la reconocen como opresora.

   Y África, después de siglos de silencio forzado, empieza a hablar con voz propia, pese a los numerosos peligros que le acechan.

 
 
 
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