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EL NAUFRAGIO DEL VALBANERA: UNA TRAGEDIA EN LA MEMORIA MIGRANTE DE CANARIAS

Canarias y la emigración: una herida abierta

En 1919, el vapor Valbanera se hundió frente a los cayos de Florida con 488 personas a bordo, la mayoría emigrantes canarios. Más que un desastre marítimo, fue un golpe a la esperanza de quienes partieron en busca de vida digna. Hoy, el Valbanera sigue navegando en la memoria colectiva como símbolo de la emigración canaria.

Por CLAUDIA MELIÁN SANTANA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

   En la madrugada del 10 de septiembre de 1919, hace 106 años, un vapor llamado Valbanera desapareció bajo las aguas agitadas del Caribe, llevándose consigo 488 vidas. No fue una tragedia cualquiera. Fue la mayor catástrofe marítima española en tiempos de paz. Pero más allá del desastre, el Valbanera sigue siendo, para Canarias, un símbolo de algo más profundo: la historia de un pueblo que ha tenido que migrar para sobrevivir, que ha cruzado océanos buscando pan, dignidad y futuro.

 

Una ruta marcada por la esperanza

  

[Img #86563]  El Valbanera, construido en Glasgow en 1906, era un buque de vapor de la naviera gaditana Pinillos, Izquierdo y Compañía. Con 12.550 toneladas de peso, podía transportar más de mil personas. El 10 de agosto de 1919 zarpó de Barcelona rumbo a América. Hizo escalas en Valencia, Málaga, Cádiz y en los principales puertos canarios: Las Palmas, Tenerife y La Palma. Allí embarcaron unos 400 canarios, muchos de ellos jóvenes, que buscaban en “las Américas” lo que las islas les negaban: oportunidades, trabajo y un futuro menos duro.

 

  El barco llegó a Santiago de Cuba el 5 de septiembre, donde desembarcaron 742 pasajeros. Los que quedaban esperaban llegar pronto a La Habana. Pero jamás llegarían a su destino.

 

El huracán que cambió todo

 

  La noche del 9 de septiembre, un potente huracán de categoría 4 azotó el Caribe. La Habana fue cerrada a la navegación. El Valbanera, sin posibilidad de entrar a puerto y sin visibilidad para pedir ayuda, se desvió hacia mar abierto. En la madrugada del día 10, encalló cerca de los cayos de Florida y se hundió rápidamente. Ninguno de los 488 pasajeros que permanecían a bordo —incluidos más de 150 canarios— sobrevivió. Tampoco se recuperaron sus cuerpos.

 

  El naufragio fue descubierto el 19 de septiembre por buques estadounidenses. Solo emergían del agua los mástiles. No había señales de evacuación ni de lucha. El silencio del mar fue absoluto.

 

   La tragedia dejó a Canarias sumida en la tristeza. La pérdida de tantos jóvenes afectó profundamente a las islas. Muchos pueblos lloraban a varios hijos a la vez. Pero lo más doloroso fue que no hubo sobrevivientes. No hubo relatos de última hora. Solo conjeturas, rumores y leyendas.

 

En Padules (Almería), la historia de los que no embarcaron por un retraso se convirtió en copla popular:

“Causa horror y causa espanto,
viento que el Valbanera
no llega ni por encanto.”

 

Pero hay un testimonio singular que sí sobrevivió, y lo recoge Atlántico Hoy: el de Eugenio Rodríguez, un niño de 9 años que viajaba con su padre y que se bajó en Santiago de Cuba por una “corazonada”.

“Así, anciano como me ven, yo soy uno de los sobrevivientes del último viaje del Valbanera. No, del naufragio no… fue una corazonada".
 

 

Ese tipo de historias, más allá del dato histórico, conservan algo aún más valioso: la dimensión humana de la memoria.

 

Canarias y la migración: una herida abierta

 

  La historia del Valbanera no puede entenderse sin el contexto migratorio de principios del siglo XX. España vivía una crisis tras la Primera Guerra Mundial: inflación, desempleo, epidemias, y en Canarias, una pobreza estructural que empujaba a miles a marcharse. América —sobre todo Cuba, Venezuela y Argentina— aparecía como una tierra de promesas.

  

   La emigración no fue una elección, sino una necesidad. La memoria oral canaria ha sabido conservar esa realidad con romances, décimas y canciones recogidas por investigadores como Maximiano Trapero, cuyo archivo está disponible en la Memoria Digital de Canarias. El Valbanera se convirtió así en el barco que naufragó físicamente, pero también en símbolo del naufragio de tantas esperanzas.

 

  La falta de cuerpos, la ausencia de auxilio, las lanchas salvavidas intactas... Todo alimentó el misterio. Se habló de señales de radio nunca contestadas, de apariciones de fantasmas náuticos en los cayos, y del “capitán maldito” con presentimientos que nadie escuchó. Aunque los investigadores han desmontado muchas de estas leyendas, siguen formando parte del imaginario colectivo, y dan cuenta de lo hondo que caló la tragedia en la cultura popular.

 

  Documentales, libros y estudios han seguido explorando el caso, y cada 10 de septiembre, desde que se instituyó el Día Canario de las Migraciones, se conmemora el naufragio. También se entregan las Distinciones Valbanera, que reconocen a quienes luchan por los derechos de los migrantes canarios, conectando la memoria con el presente.

 

 Un espejo para el presente

 

   Hoy, más de un siglo después, el naufragio del Valbanera nos sigue interpelando. En un mundo donde las migraciones no han cesado, donde miles siguen perdiendo la vida en el mar, recordar esta tragedia es recordar que la historia migrante canaria no es tan antigua como parece. Es una historia viva. Muchos canarios tienen en sus familias relatos de abuelos o tíos que “se fueron en un barco” y no volvieron. Algunos llegaron. Otros, como los del Valbanera, quedaron en el fondo del océano.

 

   El Valbanera no lleva consigo solamente el drama de 488 personas. Habla de un país partido, de un pueblo que migró por hambre, de jóvenes que se despidieron con un beso en la frente y nunca más se supo de ellos. Habla de la mar como frontera y como tumba. Habla de nosotros, de nuestros abuelos, de nuestros hijos. De nuestras propias esperanzas de un mundo más justo.

 

 
 
 
 
 
 
 
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