
DIPUTADA ALEMANA EXPULSADA DEL PARLAMENTO POR LLEVAR UNA CAMISETA QUE DECIA "PALESTINA"
"Capitalismo y fascismo: una relación inseparable" según Nikos Mottas. ¿Por qué las grandes fortunas estadounidenses apoyan a la extrema derecha?
¿Es Elon Musk solo un empresario o representa algo más profundo dentro del sistema capitalista? Según Nikos Mottas, Musk es la expresión moderna de la "dictadura del capital", utilizando su poder económico y mediático para influir en la política global y promover fuerzas de extrema derecha. Pero, ¿es este un caso aislado o una constante dentro del capitalismo?
POR HANSI QUEDNAU, DESDE ALEMANIA, PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Lo que pasó el 4 de junio en el Bundestag - el Parlamento de
mi país- no es solo una anécdota parlamentaria sobre “buenas maneras” o una “etiqueta institucional”. Es un síntoma. Un reflejo de cómo opera la ideología dominante en el corazón del Estado burgués, incluso cuando se disfraza de neutralidad y protocolo.
La diputada Cansın Köktürk, del partido Die Linke (La Izquierda), fue expulsada de esa institución alemana por vestir una camiseta con la palabra “Palestine”.
Según Julia Klöckner, presidenta del Parlamento y dirigente del partido derechista CDU, aquello violaba las reglas sobre manifestaciones políticas en la vestimenta. Pero... ¿realmente se trataba solo de una camiseta?
“CUANDO LA POLÍTICA MATA Y UNA CAMISETA MOLESTA, ES QUE HAY ALGO MUY PODRIDO EN EL PODER.”
LA NEUTRALIDAD COMO MÁSCARA IDEOLÓGICA
A estas alturas sabemos que el Estado no es un árbitro neutral entre los intereses sociales. Como bien explicaban Marx y Engels en La ideología alemana, el Estado moderno es, en esencia, una herramienta de la clase dominante para preservar el orden vigente. Eso incluye también el control de los discursos, las imágenes, los símbolos. Y el Parlamento no escapa a eso. La tan defendida “neutralidad institucional” suele ser una trampa. Solo se permite lo que no desestabilice la ideología dominante. Y en este caso, lo que se “desestabiliza” es el apoyo incondicional del Estado alemán a Israel, incluso cuando este perpetra masacres sistemáticas en Gaza.
Cansın Köktürk no solo llevaba una camiseta. Llevaba una consigna que pone el foco en un genocidio silenciado por las élites europeas. Su expulsión no fue por romper el protocolo, sino por interrumpir una normalidad cínica: la de debatir sobre política exterior mientras se ignora el sufrimiento de decenas de miles de palestinos. Una diputada señaló esa contradicción con una palabra. Y fue echada por eso.
DE LA CÁMARA A LA CALLE: DISIDENCIA Y CASTIGO
No es la primera vez que Köktürk se atreve a incomodar al aparato institucional. Ya en su toma de posesión había generado malestar por usar la kufiya —el tradicional pañuelo palestino— como forma de visibilizar la ocupación y apoyar a un pueblo al que se quiere mantener invisible. Aquí se activa otra vez el mecanismo ideológico del Estado: la criminalización simbólica del apoyo a Palestina, equiparándolo al “terrorismo” o al “odio”, para aislar a quienes rompen el consenso. Pero la cuestión es que la ideología dominante no es solo un conjunto de ideas, sino una estructura entera que penetra en las instituciones, los discursos y los gestos.
De hecho, el episodio de Köktürk coincidió con una escena aún más gráfica: una mujer en la tribuna gritó “Free Palestine, stop the genocide” y fue expulsada por la fuerza por los guardias del Parlamento. Todo esto bajo la mirada de una casta política que se indigna más por una camiseta que por los cadáveres diarios en Gaza.
¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN? SÓLO PARA EL CAPITAL
Muchos defensores del orden establecido argumentan que “hay lugares para todo” y que el Parlamento no es para hacer activismo. Pero esa línea es, en sí misma, una forma de censura estructural. Porque el Parlamento burgués está lleno de símbolos y decisiones profundamente políticas: desde los trajes que representan jerarquía hasta las declaraciones de ministros que justifican ventas de armas a Israel. Todo eso es ideología, pero no se ve como tal. Solo se censura la ideología que cuestiona el poder.
Este doble estándar lo denunció Köktürk al salir de la institución:
“Wadephul anuncia que Alemania seguirá enviando armas a Israel. Pero a mí me expulsan por llevar una camiseta”.
Es una denuncia directa al fetichismo de la forma, que oculta la violencia real que la política ejerce. El poder de la burguesía se sostiene también en la apariencia de legalidad y racionalidad, mientras reproduce la desigualdad de clase, género y raza bajo un barniz de orden.
LA DISIDENCIA COMO ANTICUERPO POLÍTICO
A lo largo de la historia, cada vez que una minoría oprimida logró colarse en los espacios institucionales del poder, el sistema reaccionó tratando de expulsarla simbólicamente. Ocurrió con los esclavistas en Roma ante los primeros cristianos, con los señores feudales frente a las revueltas campesinas, o con la burguesía ante el proletariado organizado en el siglo XIX. Hoy, ese reflejo se repite ante voces como la de Köktürk, que rompen el actual consenso belicista europeo.
“EXPULSAR A QUIEN PRONUNCIA ‘PALESTINA’ ES PROTEGER AL RÉGIMEN QUE LA BOMBARDEA.”
Y es que el Parlamento alemán, como todo aparato estatal en el capitalismo, tiene una función clara: canalizar, contener y domesticar el conflicto. Cuando no puede, opta por la represión simbólica o directa. El gesto de una camiseta con la palabra “Palestina” no es solo moda. Es una grieta, una interrupción en la maquinaria discursiva del poder. Por eso incomoda tanto.
EL ORDEN BURGUÉS NO ADMITE PALESTINA
Lo ocurrido en el Bundestag no es una anécdota. Es un caso concreto que nos permite ver cómo se reproduce la ideología dominante y cómo el Estado actúa para mantener intactas las condiciones de dominación. Las expulsiones, los protocolos, los silencios... todo forma parte de una coreografía bien ensayada para sostener lo que el marxismo llama hegemonía ideológica.
Lo interesante es que cada vez que alguien rompe esa coreografía —como lo hizo Köktürk— se hace visible el verdadero rostro del poder. Y ahí, justo ahí, es donde empieza la posibilidad de construir otra cosa.
NOTA:
Noticia aparecida en Spiegel, 4 de junio de 2025
POR HANSI QUEDNAU, DESDE ALEMANIA, PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Lo que pasó el 4 de junio en el Bundestag - el Parlamento de mi país- no es solo una anécdota parlamentaria sobre “buenas maneras” o una “etiqueta institucional”. Es un síntoma. Un reflejo de cómo opera la ideología dominante en el corazón del Estado burgués, incluso cuando se disfraza de neutralidad y protocolo.
La diputada Cansın Köktürk, del partido Die Linke (La Izquierda), fue expulsada de esa institución alemana por vestir una camiseta con la palabra “Palestine”.
Según Julia Klöckner, presidenta del Parlamento y dirigente del partido derechista CDU, aquello violaba las reglas sobre manifestaciones políticas en la vestimenta. Pero... ¿realmente se trataba solo de una camiseta?
“CUANDO LA POLÍTICA MATA Y UNA CAMISETA MOLESTA, ES QUE HAY ALGO MUY PODRIDO EN EL PODER.”
LA NEUTRALIDAD COMO MÁSCARA IDEOLÓGICA
A estas alturas sabemos que el Estado no es un árbitro neutral entre los intereses sociales. Como bien explicaban Marx y Engels en La ideología alemana, el Estado moderno es, en esencia, una herramienta de la clase dominante para preservar el orden vigente. Eso incluye también el control de los discursos, las imágenes, los símbolos. Y el Parlamento no escapa a eso. La tan defendida “neutralidad institucional” suele ser una trampa. Solo se permite lo que no desestabilice la ideología dominante. Y en este caso, lo que se “desestabiliza” es el apoyo incondicional del Estado alemán a Israel, incluso cuando este perpetra masacres sistemáticas en Gaza.
Cansın Köktürk no solo llevaba una camiseta. Llevaba una consigna que pone el foco en un genocidio silenciado por las élites europeas. Su expulsión no fue por romper el protocolo, sino por interrumpir una normalidad cínica: la de debatir sobre política exterior mientras se ignora el sufrimiento de decenas de miles de palestinos. Una diputada señaló esa contradicción con una palabra. Y fue echada por eso.
DE LA CÁMARA A LA CALLE: DISIDENCIA Y CASTIGO
No es la primera vez que Köktürk se atreve a incomodar al aparato institucional. Ya en su toma de posesión había generado malestar por usar la kufiya —el tradicional pañuelo palestino— como forma de visibilizar la ocupación y apoyar a un pueblo al que se quiere mantener invisible. Aquí se activa otra vez el mecanismo ideológico del Estado: la criminalización simbólica del apoyo a Palestina, equiparándolo al “terrorismo” o al “odio”, para aislar a quienes rompen el consenso. Pero la cuestión es que la ideología dominante no es solo un conjunto de ideas, sino una estructura entera que penetra en las instituciones, los discursos y los gestos.
De hecho, el episodio de Köktürk coincidió con una escena aún más gráfica: una mujer en la tribuna gritó “Free Palestine, stop the genocide” y fue expulsada por la fuerza por los guardias del Parlamento. Todo esto bajo la mirada de una casta política que se indigna más por una camiseta que por los cadáveres diarios en Gaza.
¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN? SÓLO PARA EL CAPITAL
Muchos defensores del orden establecido argumentan que “hay lugares para todo” y que el Parlamento no es para hacer activismo. Pero esa línea es, en sí misma, una forma de censura estructural. Porque el Parlamento burgués está lleno de símbolos y decisiones profundamente políticas: desde los trajes que representan jerarquía hasta las declaraciones de ministros que justifican ventas de armas a Israel. Todo eso es ideología, pero no se ve como tal. Solo se censura la ideología que cuestiona el poder.
Este doble estándar lo denunció Köktürk al salir de la institución:
“Wadephul anuncia que Alemania seguirá enviando armas a Israel. Pero a mí me expulsan por llevar una camiseta”.
Es una denuncia directa al fetichismo de la forma, que oculta la violencia real que la política ejerce. El poder de la burguesía se sostiene también en la apariencia de legalidad y racionalidad, mientras reproduce la desigualdad de clase, género y raza bajo un barniz de orden.
LA DISIDENCIA COMO ANTICUERPO POLÍTICO
A lo largo de la historia, cada vez que una minoría oprimida logró colarse en los espacios institucionales del poder, el sistema reaccionó tratando de expulsarla simbólicamente. Ocurrió con los esclavistas en Roma ante los primeros cristianos, con los señores feudales frente a las revueltas campesinas, o con la burguesía ante el proletariado organizado en el siglo XIX. Hoy, ese reflejo se repite ante voces como la de Köktürk, que rompen el actual consenso belicista europeo.
“EXPULSAR A QUIEN PRONUNCIA ‘PALESTINA’ ES PROTEGER AL RÉGIMEN QUE LA BOMBARDEA.”
Y es que el Parlamento alemán, como todo aparato estatal en el capitalismo, tiene una función clara: canalizar, contener y domesticar el conflicto. Cuando no puede, opta por la represión simbólica o directa. El gesto de una camiseta con la palabra “Palestina” no es solo moda. Es una grieta, una interrupción en la maquinaria discursiva del poder. Por eso incomoda tanto.
EL ORDEN BURGUÉS NO ADMITE PALESTINA
Lo ocurrido en el Bundestag no es una anécdota. Es un caso concreto que nos permite ver cómo se reproduce la ideología dominante y cómo el Estado actúa para mantener intactas las condiciones de dominación. Las expulsiones, los protocolos, los silencios... todo forma parte de una coreografía bien ensayada para sostener lo que el marxismo llama hegemonía ideológica.
Lo interesante es que cada vez que alguien rompe esa coreografía —como lo hizo Köktürk— se hace visible el verdadero rostro del poder. Y ahí, justo ahí, es donde empieza la posibilidad de construir otra cosa.
NOTA:
Noticia aparecida en Spiegel, 4 de junio de 2025
Chorche | Viernes, 06 de Junio de 2025 a las 12:16:05 horas
Países Bajos: La policía arrestó a más de 90 personas el miércoles por la noche tras una manifestación pro-palestina en el Ayuntamiento de Rotterdam en protesta contra el papel del puerto de Rotterdam en la guerra de Gaza. Según el alcalde la manifestación tenía que terminar a la hora indicada. (Insurgente **** )
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