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Lunes, 04 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

LA GRAN OFENSIVA DEL CAPITAL CONTRA LA UNIVERSIDAD PÚBLICA O LA "EMPRESARIZACIÓN" DE LA ENSEÑANZA

Un análisis del sociólogo Ándres Piqueras

La Universidad pública ya no escapa al control del mercado. Andrés Piqueras analiza cómo la lógica empresarial ha capturado el conocimiento, precarizado al profesorado y excluido a las clases populares. ¿Es posible imaginar otra universidad? ¿Podemos recuperar su función crítica y democrática?

REDACCIÓN CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

    En un trabajo publicado en la revista Nuestra Bandera, bajo el título "La empresarización de la enseñanza: la gran ofensiva contra la Universidad pública", el sociólogo Andrés Piqueras despliega unextenso análisis sobre la transformación estructural que atraviesa la universidad contemporánea bajo los efectos del capitalismo neoliberal globalizado. El texto es una denuncia argumentada y contundente del proceso de mercantilización de la educación superior, que afecta tanto a su función social como a la organización del trabajo intelectual dentro de la institución universitaria.

 

 

EL CONOCIMIENTO SOMETIDO AL PODER ECONÓMICO

 

   Piqueras comienza recordando que el sometimiento del conocimiento al poder económico no es un fenómeno reciente, sino una constante histórica en la evolución de las sociedades capitalistas. En cada estadio del desarrollo del capital, la educación ha sido modelada como herramienta de reproducción de la lógica dominante. Así ocurrió con el capitalismo de libre competencia en el siglo XIX, y así ocurre hoy, en el contexto de una economía financiarizada, tecnológicamente avanzada y socialmente regresiva. Sin embargo -puntaliza el sociólogo de la Universitat Jaume I - no asistimos a una mera adaptación funcional del sistema educativo al entorno productivo, sino a una  ofensiva deliberada, cuyo objetivo es desactivar el potencial crítico del conocimiento y reconfigurar la Universidad como un engranaje más del "mercado".

 

   En este sentido, Piqueras articula su reflexión en torno a una idea central: la subordinación estructural del conocimiento a la lógica del capital, que se expresa en todas las dimensiones del sistema universitario. Desde la orientación de la investigación hasta la precariedad del profesorado, pasando por la desigualdad en el acceso a la educación superior y el vaciamiento ideológico del discurso institucional.

 

  El capital - advierte Piqueras- ha logrado colonizar no solo los recursos de la universidad, sino su misma razón de ser.

 

    Uno de los elementos más inquietantes que señala el autor es el proceso de re-proletarización de la fuerza de trabajo impulsado por las reformas educativas contemporáneas. El nuevo modelo universitario tiende a formar trabajadores hiperespecializados, adaptables y carentes de perspectiva crítica. Esto se traduce en la pérdida de valor de la fuerza de trabajo intelectual, que se convierte en un recurso fácilmente sustituible y crecientemente precarizado. El resultado es que las carreras universitarias ya no garantizan movilidad social ni autonomía profesional, sino que sirven para segmentar aún más el mercado laboral y reproducir las jerarquías de clase.

 

   Según afirma Piqueras, la Cuarta Revolución Industrial ha sido uno de los catalizadores principales de esta transformación. Las nuevas tecnologías han acelerado el desplazamiento técnico de funciones y competencias, lo que ha generado un excedente estructural de fuerza de trabajo cualificada. Frente a este escenario, el sistema universitario ha respondido ajustando su oferta a las exigencias del mercado y reduciendo los costes de formación: menos años de estudio, titulaciones de baja calidad científica y proliferación de diplomas exprés como los "Google Career Certificates", que el autor menciona como ejemplo paradigmático de la lógica neoliberal aplicada a la educación.

  

LA "EMPRESARIZACIÓN" DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA

 

    A partir de este diagnóstico, el artículo examina en detalle los mecanismos mediante los cuales se realiza la "empresarización de la universidad". Desde los años noventa- señala el autor- la Unión Europea ha desarrollado una política educativa coherente con los objetivos del capital transnacional. Inspirada en modelos norteamericanos —como el Memorándum Powell, redactado en 1971 para la Cámara de Comercio de EE.UU.—, esta política promueve la vinculación estrecha entre universidad y empresa. Se redefine la enseñanza como un servicio orientado exclusivamente a la "empleabilidad", se reemplaza el conocimiento por las "competencias", y el estudiantado deja de ser sujeto activo del proceso educativo para convertirse en cliente de una industria educativa global.

 

   Uno de los aspectos más ilustrativos de esta mutación sería la conversión de las universidades en "centros de formación continua", cuya finalidad no es tanto transmitir saberes como garantizar una oferta formativa compatible con los intereses cambiantes del mercado. En palabras del propio Piqueras, se pasa de la Universidad pública a la Universidad-empresa, donde cada asignatura es un producto, cada grado una inversión, y cada estudiante un consumidor potencial de créditos y másteres. Esta lógica afecta directamente a la autonomía institucional: los órganos de gobierno universitario son cada vez más dependientes del financiamiento privado, y los contenidos curriculares se ajustan a las demandas empresariales más que a criterios académicos o sociales.

 

 

AL CAPITAL LE SOBRAN ESTUDIANTES: EXPULSIÓN DE LAS CLASES POPULARES

 

   La crítica a la segmentación clasista en el acceso a la enseñanza superior es otro punto central del trabajo de Andrés Piqueras. Según el autor, la masificación de los estudios universitarios fue funcional al desarrollo del capitalismo durante una etapa histórica, pero hoy ha perdido rentabilidad. El capital ya no necesita una masa amplia de estudiantes con formación integral, sino una base restringida de especialistas funcionales. La respuesta del sistema ha sido restringir progresivamente el acceso a la Universidad, sobre todo a las capas populares, mediante el aumento de tasas, el deterioro de la calidad de los grados básicos y la imposición de una oferta educativa diseñada para segmentar socialmente al estudiantado.

 

   Piqueras ilustra esta dinámica con numerosos ejemplos: el endurecimiento de los requisitos de asistencia, la extensión de la carga lectiva a la vida privada, el aumento del endeudamiento estudiantil mediante becas-crédito o la creciente dependencia de mecanismos de movilidad internacional que funcionan más como filtros selectivos que como oportunidades de democratización. En consecuencia, la Universidad deja de ser un espacio de ascenso social o de formación ciudadana para convertirse en un aparato de clasificación, disciplinamiento y explotación futura de la juventud trabajadora.

 

   Andrés Piqueras señala que una de las piezas clave para consolidar la dominación empresarial sobre la Universidad es la introducción de nuevos modelos de gobernanza universitaria, cuya finalidad es desdibujar su autonomía histórica. En este esquema, los órganos internos de decisión pierden capacidad real de influencia frente a estructuras externas y lógicas ajenas al mundo académico, como consejos sociales, agencias de evaluación, rankings, consultorías y entes financiadores privados. Estas nuevas formas de gobierno se presentan bajo una retórica modernizadora: “rendición de cuentas”, “calidad educativa”, “transparencia”. Sin embargo, en la práctica, constituyen formas de intervención empresarial directa en la definición de qué se enseña, cómo se enseña y qué se investiga.

 

 

UNA PRIVATIZACIÓN SOTERRADA DE LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS

 

   Se trata de una privatización soterrada, en la que las universidades públicas pasan a gestionar recursos públicos bajo criterios privados, sujetos a las mismas lógicas de rentabilidad, competitividad y eficiencia que las empresas. En este contexto, se consolida una jerarquía interna en la institución: cargos directivos alineados con intereses mercantiles, cuerpos docentes divididos entre estables y precarios, y profesorado cada vez más limitado en su libertad de cátedra. Esta reestructuración va acompañada de la degradación progresiva de las condiciones laborales del personal universitario.

 

    Según señala el autor, más del 50% del profesorado universitario en España está hoy contratado en régimen de temporalidad y precariedad, con figuras como la del “profesor asociado” utilizadas de forma fraudulenta para pagar salarios de miseria a personal que sostiene buena parte de la docencia. Se trata, en realidad, de una proletarización del trabajo universitario, donde el profesorado se convierte en mero transmisor de competencias funcionales, sin tiempo ni medios para investigar críticamente o desarrollar una docencia transformadora. A esto se suma el deterioro de las condiciones del personal investigador y de administración, y la multiplicación de contratos externos para servicios básicos, que refuerzan la lógica de subcontratación, precarización y externalización propia del modelo empresarial.

 

    Una de las formas más perversas de este proceso -según Piqueras- es el control de la producción científica mediante sistemas de evaluación ligados a métricas cuantitativas. El llamado “factor de impacto” —una medida de visibilidad basada en el número de citas en revistas indexadas— ha desplazado otros criterios de valor como el rigor teórico, la relevancia social o el compromiso con lo común. Esta obsesión productivista, alentada por incentivos económicos y profesionales, fuerza al profesorado a publicar de forma compulsiva, a menudo de manera superficial, repetitiva o irrelevante, con tal de obtener los ansiados sexenios y puntos para su promoción laboral.

 

   De acuerdo con lo expresado por el autor, esta dinámica genera una producción académica encorsetada, orientada a satisfacer criterios editoriales impuestos por las grandes editoriales científicas transnacionales —frecuentemente anglosajonas—, lo que perpetúa una hegemonía epistemológica y lingüística impuesta con criterios ajenos al propio conocimiento científico.  Al mismo tiempo, este conocimiento, financiado con fondos públicos, queda secuestrado en circuitos privados, inaccesible para la sociedad que lo financia. En lugar de cumplir con una función social, la investigación académica se convierte en un bien exclusivo, elitista y subordinado a la lógica mercantil.

 

    Paradójicamente, mientras se impone este modelo empobrecido y tecnocrático de universidad, sus actores institucionales se llenan la boca con nociones como “responsabilidad social universitaria”, “compromiso ético” o “valores humanistas”.

 

   Piqueras denuncia que estos discursos funcionan como mecanismos ideológicos de encubrimiento, que pretenden legitimar una institución profundamente injusta, desigual y funcional al capital. Se proclama la equidad mientras se reproducen las jerarquías, se invoca la excelencia mientras se precariza al profesorado, y se habla de compromiso social mientras se cierran las puertas a las clases trabajadoras y se entregan recursos a empresas contaminantes, bancos especulativos o fundaciones vinculadas a intereses armamentistas.

 

   El autor plantea así que la Universidad ha sido incorporada plenamente al proceso de acumulación capitalista, convirtiéndose en un espacio de lucha de clases donde se juega el futuro del conocimiento y su papel en la transformación social. En esta nueva fase del capital, lo que está en disputa ya no es solo el salario o el puesto de trabajo, sino el sentido mismo del saber, su utilidad, su accesibilidad y su orientación política.

 

   Por todo ello, Piqueras no se limita a describir un proceso técnico-administrativo. Lo que retrata es una auténtica guerra cultural, dirigida a neutralizar cualquier posibilidad de crítica, creatividad o conciencia emancipadora en el seno de la universidad. El conocimiento que no puede ser convertido en mercancía o en instrumento de dominación es descartado, estigmatizado o silenciado. Y la idea de una Universidad pública, igualadora, formadora de sujetos críticos y capaz de orientar democráticamente el rumbo social, es presentada como anacrónica, nostálgica o incluso peligrosa.

 

   Sin embargo, este mismo diagnóstico permite identificar nuevos focos de resistencia. Allí donde el capital intenta colonizar el conocimiento, se generan tensiones que pueden convertirse en espacios de lucha. Allí donde el intelecto general se organiza y piensa críticamente, el capital ve una amenaza. La ofensiva contra la Universidad no está cerrada ni su resultado está garantizado. Su consolidación depende de la capacidad de las clases trabajadoras, del estudiantado, del profesorado crítico y de todos los sectores sociales comprometidos con la democracia, de articular un contraataque colectivo.

 

    Como señala Piqueras al final de su análisis, la lucha por otra Universidad no es secundaria ni sectorial. Es una batalla por el futuro de la sociedad. Porque donde el capital ve mercancías, los pueblos ven derechos. Donde el capital ve competencias, las mayorías ven conocimientos. Y donde el capital impone sumisión es donde debe brotar la dignidad del pensamiento libre y la práctica emancipadora.

 
 
 
 
 
 
 
 
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  • Chorche

    Chorche | Miércoles, 06 de Agosto de 2025 a las 11:52:45 horas

    ...Ante estas violaciones de no respetar, de hacer caso omiso, a los organismos que han de velar por que se cumplan las leyes internacionales y los derechos humanos, los pueblos no pueden cruzarse de brazos. Y hoy, (los de la plataforma de apoyo al pueblo palestino) estamos aquí en la Universidad, porque los centros universitarios fueron siempre pioneros en salir al paso de este tipo de injusticias y atropellos.
    Los estudiantes, profesores y profesoras, no pueden permitir que las universidades sean convertidas en corrales de manso ganado y en fábricas de máquinas humanas productivas para beneficio de bancos y grandes empresas privadas. Las universidades tienen que ser el futuro de un mundo infinitamente mejor; donde, para tal fin, la formación tiene que crear personalidad única en cada estudiante, de tal modo que nadie pueda manipularle, para que, en todo momento, sea capaz de valorar lo que está bien y lo que está mal, para que sea capaz de contribuir a un mundo sin confrontaciones, en el que no nos matemos aberrantemente unos a otros; a un mundo de cooperación recíproca, de solidaridad, de humanidad y de bienestar. Por ello hemos de luchar, para que la cultura, la ciencia y él “poder”, esté en manos de los pueblos y de sus mejores personas.
    No obstante, todo y que las universidades, en los estados capitalistas, son una parte de la “superestructura” ideológica de un sistema social que promueve la explotación, la división, la desigualdad, la insolidaridad, la competitividad y la guerra; estas, (las universidades), siempre fueron fértiles campos donde se despertaron inquietudes y rebeldía. Los horrendos crímenes diarios que se cometen en Gaza, deberían ser denunciados y repudiados, cada día, por l@s universitari@s de todo el mundo. El Campus Univ. de Tarragona debería ser un importante ejemplo.
    Hoy, dos meses después, se nos informa de que Gaza está al borde de que 100.000 bebés, niños y niñas, se enfrenten a una muerte (matanza) inminente, en cuestión de días, por hambre y desnutrición.
    ("El capitalismo controla la enseñanza y lobotomiza a los estudiantes", José Estrada, Kaos en la Red)

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