
ALEKSANDR DUGIN Y LA ULTRADERECHA GLOBAL: EL DISFRAZ “REVOLUCIONARIO” DEL CAPITALISMO
"Dugin es referente internacional del pensamiento reaccionario en su forma más refinada y peligrosa"
En un contexto de descomposición política y desorientación ideológica, la nueva ultraderecha global ha aprendido a hablar el lenguaje de la rebeldía. Con discursos contra "las elites globalistas" que se presentan como "alternativos" ofrecen una peligrosa ilusión de disidencia. Bajo su barniz de "antisistemas", se esconde una defensa sofisticada y autoritaria del orden capitalista (...).
Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Por fin llegaron los “anti-sistema” que el sistema estaba esperando ansiosamente. Aprovechando el justificado rechazo de una buena parte de la población a los partidos del establishment y, sobre todo, la ausencia de una izquierda real y con incidencia social, los nuevos movimientos de extrema derecha en Europa y Estados Unidos se presentan, ufanos, como los rebeldes del siglo XXI, con estética agresiva y discursos “políticamente incorrectos”.
Se autoproclaman como los patriotas frente al “globalismo”, con un mensaje superficial contra las “elites liberales” y la siempre socorrida Agenda 2030. Algunos, hasta llegan a presentarse como enemigos del imperialismo… ¿pero son realmente una alternativa?
A poco que se rasque la superficie, se revela una realidad bien diferente. Estos movimientos - con sus banderas nacionalistas, su retórica apocalíptica y sus aspiraciones “tradicionalistas”- no solo no cuestionan el capitalismo, sino que lo apuntalan, revistiéndolo con símbolos arcaicos y una mitología reaccionaria.
"El truco de las nuevas derechas populistas para vender su agenda política consiste en presentarse como "outsiders", aunque representen los intereses de diferentes sectores de la burguesía"
Sin embargo, en una época marcada por la confusión ideológica y huérfana de alternativas verdaderamente revolucionarias, no son pocos los que se dejan embaucar por estos cantos de sirena. Y si hay un pensador que ha servido de punto de conexión entre esta nueva ultraderecha mutante, los intereses geopolíticos de potencias emergentes como Rusia e incluso las legítimas aspiraciones de independencia de muchas naciones del llamado Sur Global, ese es Aleksandr Dugin. El ideólogo ruso que ha logrado que el eco de su pensamiento se escuche -aunque sea de forma inconsciente– en lugares tan dispares como Washington, París o Caracas.
¿QUIÉN ES ALEKSANDR DUGIN Y POR QUÉ TE DEBERÍA IMPORTAR?
Aleksandr Dugin se ha posicionado como un referente internacional del pensamiento reaccionario en su forma más refinada y peligrosa. Aquella que es capaz de seducir incluso a algunos sectores comprometidos con el progreso social.
Su discurso no se presenta como ultraderechista, sino como “revolucionario” —aunque lo que pretende revolucionar no es el orden capitalista, sino el orden moderno-. Un elemento clave para entender por qué, aunque a primera vista pueda parecer un “crítico del sistema”, su propuesta es profundamente funcional al mantenimiento del capitalismo, en una versión autoritaria, jerárquica y teocrática.
Para Dugin, la historia humana es una historia de decadencia progresiva, desde una arcaica edad sagrada y jerárquica hacia un mundo profano, igualitario y secular. En este relato, lo que llamamos modernidad no es sinónimo de progreso, sino de degradación. La ciencia, la razón, los derechos humanos, el secularismo o la igualdad no son para él conquistas sociales, sino síntomas de la “enfermedad liberal”.
Su diagnóstico lo expresa claramente en La Cuarta Teoría Política (2012), uno de sus libros más traducidos:
“El liberalismo representa la forma más extrema de individualismo, que destruye todas las formas de identidad colectiva y tradición” (Dugin, 2012).
Dugin no esconde, en efecto, que su enemigo es la modernidad en todas sus formas, entre las que incluye al marxismo, como “una de sus tres principales ideologías”. Como alternativa, propone su "Cuarta Teoría Política", una ideología que se centra en el concepto de "Dasein", tomado del filósofo irracionalista - y filonazi - Martin Heidegger.
Partiendo de esta cosmovisión, se entiende que Dugin no busque acabar con los males de la sociedad actual derrocando el sistema capitalista para construir un orden social más justo e igualitario, sino promover el retorno al "orden tradicional": Dios, Patria, Jerarquía que, para él, representan la "esencia" de Rusia. Su ideal de sociedad es autoritario, espiritualista y profundamente reaccionario.
"Dugin se ha posicionado como un referente internacional del pensamiento reaccionario en su forma más refinada y peligrosa. Aquella que es capaz de seducir incluso a sectores comprometidos con el progreso social"
LOS INSPIRADORES ESOTÉRICOS Y FILONAZIS DE DUGIN
Dugin es heredero de una corriente filosófica que va desde René Guénon y Julius Evola, hasta Carl Schmitt y Martin Heidegger. Los dos primeros le aportan la visión tradicionalista y esotérica: la idea mágica de que hubo alguna vez una civilización primordial basada en la conexión con lo sagrado, que habría sido destruida por la razón moderna. Los dos segundos le ofrecen herramientas políticas y filosóficas para justificar el autoritarismo.
De Carl Schmitt -quien fue miembro del Partido Nazi e ideólogo del Tercer Reich a través de su Teoría del Estado- toma su célebre fórmula: "la política es la distinción entre amigo y enemigo". Esa visión le sirve para justificar un mundo dividido en grandes civilizaciones cerradas, cada una con su propia lógica interna y en conflicto perpetuo.
Del mayor representante del irracionalismo del siglo pasado, Martin Heidegger, toma su rechazo a la técnica moderna y la idea de que el pensamiento occidental ha olvidado el “ser” auténtico. Dugin adapta esa idea a su visión geopolítica: Rusia como “pueblo histórico” elegido que no debe "occidentalizarse", sino realizar su propio “destino espiritual”:
“La historia de Rusia es la lucha contra Occidente, contra su idea de progreso, su racionalismo, su liberalismo y su nihilismo”.
La Cuarta Teoría Política (2012).
UN MUNDO CON CIVILIZACIONES CERRADAS: LA “INESPERADA” COINCIDENCIA DE DUGIN CON LOS POSMODERNOS
![[Img #83727]](https://canarias-semanal.org/upload/images/03_2025/5517_dugint.jpg)
Toda esta visión metafísica se traduce en un programa político muy concreto: la creación de un gran Imperio Euroasiático liderado por Rusia, que enfrente al bloque atlantista (Estados Unidos, OTAN, Unión Europea).
En su obra Fundamentos de Geopolítica (1997), Dugin plantea explícitamente la necesidad de desmantelar la hegemonía occidental por medios políticos, militares, ideológicos e incluso subversivos.
“La tarea de Rusia es liderar una cruzada contra la civilización del Anticristo, cuyo nombre es Estados Unidos”
— Fundamentos de Geopolítica (1997).
Dugin sostiene que el mundo debe dividirse en grandes civilizaciones, cada una con su propio centro espiritual, político y cultural y regida por sus valores “sagrados” e históricos.
No cree en la humanidad como un todo ni en un proyecto común universal. Según él, la idea de un mundo unificado bajo principios racionales, democráticos o igualitarios es una imposición “liberal” y “occidental” que debe ser combatida.
"El mundo debe ser multipolar, no solo en lo geopolítico, sino en lo ontológico. Cada civilización es un universo cerrado, con su verdad, su tiempo, su ser”.
— A. Dugin, La Cuarta Teoría Política (2.012).
Esta idea, que en principio puede resonar como positiva frente a las imposiciones de las potencias imperialistas occidentales, implica también, sin embargo, que los derechos humanos o la libertad de conciencia no pueden defenderse como valores universales.
Si una civilización impone el burka o la sharía, si decide que las adúlteras y los homosexuales deben ser ejecutados en la plaza pública, no debería ser cuestionada por ello desde el exterior. Siempre debe respetarse su “identidad sagrada”.
Paradójicamente, Dugin, que se presenta como el azote de la posmodernidad desde su visión tradicionalista, viene a coincidir así con los pensadores y corrientes posmodernas en su rechazo a la posibilidad de establecer principios o valores universales para la organización de la sociedad.
No existe, para Dugin, ningún criterio racional, ético ni político, que permita evaluar desde fuera las estructuras culturales de otro pueblo. Y, por tanto, no sería legítimo cuestionar la opresión de las mujeres bajo un régimen teocrático o el autoritarismo si es “tradicional”.
"La crítica radical a la falsa “izquierda” identitaria debe efectuarse desde las premisas del racionalismo marxista, situado en las antípodas del irracionalismo tradicionalista de Dugin"
De esta forma, Dugin, desde la ultraderecha espiritualista, y los posmodernos, a partir de una crítica cultural con fundamento igualmente irracionalista, coinciden en negar la posibilidad de una emancipación mundial. Ambos se presentan como “resistencias” al sistema, pero con un planteamiento que legitima la fragmentación del mundo en nichos, jerarquías o culturas cerradas, donde el poder puede campar a sus anchas sin ser cuestionado.
Por el contrario, frente a Dugin, como frente a los posmodernos, un proyecto político revolucionario no puede abandonar la idea de humanidad o a la aspiración al progreso universal, aunque denuncie y rechace la instrumentalización de estos ideales por las potencias occidentales para la consecución de intereses espurios.
La izquierda real no puede renunciar a su internacionalismo, reivindicado desde abajo, desde la lucha de clases, desde los pueblos que, pese a sus diferencias culturales, pueden unirse para conquistar un futuro común, justo y verdaderamente libre.
Del mismo modo, la crítica radical a la falsa “izquierda” identitaria – la hoy llamada “izquierda woke”- imprescindible para la reconstrucción de las organizaciones y partidos revolucionarios, debe efectuarse desde las premisas del racionalismo marxista, situado en las antípodas del irracionalismo tradicionalista de Dugin. Alejarse de la disparatada ideología queer para abrazarse a las barbas de los popes de la Iglesia Ortodoxa, como hacen hoy algunos desde la izquierda siguiendo la peligrosa dinámica del péndulo político, sólo puede considerarse una expresión del más terrible extravío ideológico.
"Dugin no insta a combatir el imperialismo, sino tan solo a las potencias imperialistas enfrentadas a Rusia"
¿ANTIIMPERIALISMO? NO. ANTIMODERNISMO
Existen, en cualquier caso, razones de coyuntura que permiten entender esta confusión. Dugin se presenta como enemigo de Estados Unidos, de la OTAN, de Bruselas, del “globalismo” y de un Occidente que, con razón, los países del Sur Global identifican con la injerencia imperialista.
Es por ello que algunos sectores confundidos del antiimperialismo internacional han querido ver en sus planteamientos una suerte de aliado geopolítico contra el poder occidental.
Pero esto constituye un grave error de análisis, porque Dugin no insta a combatir el imperialismo, sino tan solo a las potencias imperialistas enfrentadas a Rusia.
Dugin no cuestiona en absoluto el capitalismo, inseparable del imperialismo en su fase de desarrollo actual. Lo único que le reprocha es su envoltorio cultural liberal. Lo que propone es un capitalismo subordinado a estructuras religiosas, autoritarias, etnonacionalistas y “dulcificado” por un asistencialismo jerárquico y paternalista que se pretende disfrazar de solidaridad.
Dado que Dugin, en línea con las concepciones reaccionarias de Heidegger, rechaza la Ilustración, hace lo propio con el marxismo, que considera uno de los “hijos bastardos del liberalismo”, por su fe en el progreso, su universalismo y su idea de emancipación colectiva.
DUGIN, INSPIRADOR DE LA NUEVA DERECHA POPULISTA ESTADOUNIDENSE Y EUROPEA
Quienes, pese a todo, sientan algunas simpatías por Aleksandr Dugin, quizá harían bien en reflexionar sobre las evidentes coincidencias ideológicas que existen entre muchos de sus planteamientos y los de partidos como Fratelli d’Italia, de Giorgia Meloni, Vox (España), Rassemblement National (Francia), de Marine Le Pen, Fidesz (Hungría) o incluso sectores del Partido Republicano estadounidense.
Podría resultar extraño que un pensador ruso profundamente ortodoxo, antiliberal, admirador de Carl Schmitt y defensor de una Eurasia tradicionalista, sea una influencia para sectores de la alt-right ("derecha alternativa") estadounidense, como el supremacista blanco Richard Spencer o los editores de Arktos Media. Pero así ha sido.
Durante la era Trump, Dugin ha sido traducido, leído y admirado en algunos círculos de la derecha radical norteamericana. Su libro "La Cuarta Teoría Política" fue publicado en inglés con prólogos elogiosos, y su figura se convirtió en un referente intelectual para quienes querían construir una derecha "revolucionaria", profundamente racista en lo cultural y reaccionaria en lo espiritual.
En 2018, Dugin y Steve Bannon -el estratega ideológico de Donald Trump- tuvieron una reunión en Roma. Muchos pensaron que sería el inicio de una alianza reaccionaria global. Pero su pertenencia a bandos enfrentados en el gran tablero mundial hacía muy difícil el entendimiento. Mientras Bannon veía a China como el enemigo principal, Duguin insistía en que el verdadero demonio era Estados Unidos y su modelo liberal.
![[Img #83726]](https://canarias-semanal.org/upload/images/03_2025/2171_conbannon.jpg)
Bannon defendía un "capitalismo patriótico"; Dugin quería derribar el "orden occidental" desde la tradición rusa. Sus coincidencias terminaban donde empezaba la geopolítica. Ese desencuentro, sin embargo, dejó algo claro: ambos compartían una agenda cultural reaccionaria, que abogaba por valores tradicionales, autoridad fuerte, familia patriarcal y supresión del disenso. Todo ello, una vez más, envuelto en una estética "revolucionaria" y "rompedora".
El truco para vender su agenda política, tanto en los planteamientos de Dugin como en los de esta nueva derecha estadounidense y europea, sigue residiendo en presentarse como "outsiders"- aunque unos y otros representen los intereses de diferentes sectores de sus respectivas burguesías- y en confundir deliberadamente “anti-sistema” con “anti-liberal”.
"Cuando alguien le hable de "defender los valores tradicionales", "la familia" o la “nación”, pregúntele, tan solo, qué opina sobre la propiedad de los medios de producción. Ninguno de ellos será capaz de superar esta sencilla "prueba del algodón".
Pese a su retórica, la derecha populista no quiere expropiar a los ricos ni democratizar la economía. Defiende al capitalismo con tanto o más fervor que la derecha tradicional. Exigen tan solo que se le quite la “máscara progresista” y por ello dirigen todas sus fuerzas a lo que llaman la “guerra cultural”.
BREVE EPÍLOGO PARA LECTORES CONFUNDIDOS
La nueva situación política internacional parece caótica: alianzas inesperadas, palabras que cambian de sentido, enemigos que se camuflan de libertadores. Pero si hay una brújula que continúa sin fallar es esta: pregunte siempre qué relación tiene un discurso con la estructura del poder económico.
Cuando alguien le hable de "defender los valores tradicionales", "la familia" o la “nación”, pregúntele, tan solo, qué opina sobre la propiedad de los medios de producción. Si algo une a todos estos movimientos, y a sus principales ideólogos, es que son falsos disidentes que trabajan para sostener un orden injusto, agitando banderas de patriotismo y tradición y gritando discursos vacíos contra "la elite global". Pero ninguno de ellos podrá superar esta sencilla "prueba del algodón".
Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Por fin llegaron los “anti-sistema” que el sistema estaba esperando ansiosamente. Aprovechando el justificado rechazo de una buena parte de la población a los partidos del establishment y, sobre todo, la ausencia de una izquierda real y con incidencia social, los nuevos movimientos de extrema derecha en Europa y Estados Unidos se presentan, ufanos, como los rebeldes del siglo XXI, con estética agresiva y discursos “políticamente incorrectos”.
Se autoproclaman como los patriotas frente al “globalismo”, con un mensaje superficial contra las “elites liberales” y la siempre socorrida Agenda 2030. Algunos, hasta llegan a presentarse como enemigos del imperialismo… ¿pero son realmente una alternativa?
A poco que se rasque la superficie, se revela una realidad bien diferente. Estos movimientos - con sus banderas nacionalistas, su retórica apocalíptica y sus aspiraciones “tradicionalistas”- no solo no cuestionan el capitalismo, sino que lo apuntalan, revistiéndolo con símbolos arcaicos y una mitología reaccionaria.
"El truco de las nuevas derechas populistas para vender su agenda política consiste en presentarse como "outsiders", aunque representen los intereses de diferentes sectores de la burguesía"
Sin embargo, en una época marcada por la confusión ideológica y huérfana de alternativas verdaderamente revolucionarias, no son pocos los que se dejan embaucar por estos cantos de sirena. Y si hay un pensador que ha servido de punto de conexión entre esta nueva ultraderecha mutante, los intereses geopolíticos de potencias emergentes como Rusia e incluso las legítimas aspiraciones de independencia de muchas naciones del llamado Sur Global, ese es Aleksandr Dugin. El ideólogo ruso que ha logrado que el eco de su pensamiento se escuche -aunque sea de forma inconsciente– en lugares tan dispares como Washington, París o Caracas.
¿QUIÉN ES ALEKSANDR DUGIN Y POR QUÉ TE DEBERÍA IMPORTAR?
Aleksandr Dugin se ha posicionado como un referente internacional del pensamiento reaccionario en su forma más refinada y peligrosa. Aquella que es capaz de seducir incluso a algunos sectores comprometidos con el progreso social.
Su discurso no se presenta como ultraderechista, sino como “revolucionario” —aunque lo que pretende revolucionar no es el orden capitalista, sino el orden moderno-. Un elemento clave para entender por qué, aunque a primera vista pueda parecer un “crítico del sistema”, su propuesta es profundamente funcional al mantenimiento del capitalismo, en una versión autoritaria, jerárquica y teocrática.
Para Dugin, la historia humana es una historia de decadencia progresiva, desde una arcaica edad sagrada y jerárquica hacia un mundo profano, igualitario y secular. En este relato, lo que llamamos modernidad no es sinónimo de progreso, sino de degradación. La ciencia, la razón, los derechos humanos, el secularismo o la igualdad no son para él conquistas sociales, sino síntomas de la “enfermedad liberal”.
Su diagnóstico lo expresa claramente en La Cuarta Teoría Política (2012), uno de sus libros más traducidos:
“El liberalismo representa la forma más extrema de individualismo, que destruye todas las formas de identidad colectiva y tradición” (Dugin, 2012).
Dugin no esconde, en efecto, que su enemigo es la modernidad en todas sus formas, entre las que incluye al marxismo, como “una de sus tres principales ideologías”. Como alternativa, propone su "Cuarta Teoría Política", una ideología que se centra en el concepto de "Dasein", tomado del filósofo irracionalista - y filonazi - Martin Heidegger.
Partiendo de esta cosmovisión, se entiende que Dugin no busque acabar con los males de la sociedad actual derrocando el sistema capitalista para construir un orden social más justo e igualitario, sino promover el retorno al "orden tradicional": Dios, Patria, Jerarquía que, para él, representan la "esencia" de Rusia. Su ideal de sociedad es autoritario, espiritualista y profundamente reaccionario.
"Dugin se ha posicionado como un referente internacional del pensamiento reaccionario en su forma más refinada y peligrosa. Aquella que es capaz de seducir incluso a sectores comprometidos con el progreso social"
LOS INSPIRADORES ESOTÉRICOS Y FILONAZIS DE DUGIN
Dugin es heredero de una corriente filosófica que va desde René Guénon y Julius Evola, hasta Carl Schmitt y Martin Heidegger. Los dos primeros le aportan la visión tradicionalista y esotérica: la idea mágica de que hubo alguna vez una civilización primordial basada en la conexión con lo sagrado, que habría sido destruida por la razón moderna. Los dos segundos le ofrecen herramientas políticas y filosóficas para justificar el autoritarismo.
De Carl Schmitt -quien fue miembro del Partido Nazi e ideólogo del Tercer Reich a través de su Teoría del Estado- toma su célebre fórmula: "la política es la distinción entre amigo y enemigo". Esa visión le sirve para justificar un mundo dividido en grandes civilizaciones cerradas, cada una con su propia lógica interna y en conflicto perpetuo.
Del mayor representante del irracionalismo del siglo pasado, Martin Heidegger, toma su rechazo a la técnica moderna y la idea de que el pensamiento occidental ha olvidado el “ser” auténtico. Dugin adapta esa idea a su visión geopolítica: Rusia como “pueblo histórico” elegido que no debe "occidentalizarse", sino realizar su propio “destino espiritual”:
“La historia de Rusia es la lucha contra Occidente, contra su idea de progreso, su racionalismo, su liberalismo y su nihilismo”.
La Cuarta Teoría Política (2012).
UN MUNDO CON CIVILIZACIONES CERRADAS: LA “INESPERADA” COINCIDENCIA DE DUGIN CON LOS POSMODERNOS
Toda esta visión metafísica se traduce en un programa político muy concreto: la creación de un gran Imperio Euroasiático liderado por Rusia, que enfrente al bloque atlantista (Estados Unidos, OTAN, Unión Europea).
En su obra Fundamentos de Geopolítica (1997), Dugin plantea explícitamente la necesidad de desmantelar la hegemonía occidental por medios políticos, militares, ideológicos e incluso subversivos.
“La tarea de Rusia es liderar una cruzada contra la civilización del Anticristo, cuyo nombre es Estados Unidos”
— Fundamentos de Geopolítica (1997).
Dugin sostiene que el mundo debe dividirse en grandes civilizaciones, cada una con su propio centro espiritual, político y cultural y regida por sus valores “sagrados” e históricos.
No cree en la humanidad como un todo ni en un proyecto común universal. Según él, la idea de un mundo unificado bajo principios racionales, democráticos o igualitarios es una imposición “liberal” y “occidental” que debe ser combatida.
"El mundo debe ser multipolar, no solo en lo geopolítico, sino en lo ontológico. Cada civilización es un universo cerrado, con su verdad, su tiempo, su ser”.
— A. Dugin, La Cuarta Teoría Política (2.012).
Esta idea, que en principio puede resonar como positiva frente a las imposiciones de las potencias imperialistas occidentales, implica también, sin embargo, que los derechos humanos o la libertad de conciencia no pueden defenderse como valores universales.
Si una civilización impone el burka o la sharía, si decide que las adúlteras y los homosexuales deben ser ejecutados en la plaza pública, no debería ser cuestionada por ello desde el exterior. Siempre debe respetarse su “identidad sagrada”.
Paradójicamente, Dugin, que se presenta como el azote de la posmodernidad desde su visión tradicionalista, viene a coincidir así con los pensadores y corrientes posmodernas en su rechazo a la posibilidad de establecer principios o valores universales para la organización de la sociedad.
No existe, para Dugin, ningún criterio racional, ético ni político, que permita evaluar desde fuera las estructuras culturales de otro pueblo. Y, por tanto, no sería legítimo cuestionar la opresión de las mujeres bajo un régimen teocrático o el autoritarismo si es “tradicional”.
"La crítica radical a la falsa “izquierda” identitaria debe efectuarse desde las premisas del racionalismo marxista, situado en las antípodas del irracionalismo tradicionalista de Dugin"
De esta forma, Dugin, desde la ultraderecha espiritualista, y los posmodernos, a partir de una crítica cultural con fundamento igualmente irracionalista, coinciden en negar la posibilidad de una emancipación mundial. Ambos se presentan como “resistencias” al sistema, pero con un planteamiento que legitima la fragmentación del mundo en nichos, jerarquías o culturas cerradas, donde el poder puede campar a sus anchas sin ser cuestionado.
Por el contrario, frente a Dugin, como frente a los posmodernos, un proyecto político revolucionario no puede abandonar la idea de humanidad o a la aspiración al progreso universal, aunque denuncie y rechace la instrumentalización de estos ideales por las potencias occidentales para la consecución de intereses espurios.
La izquierda real no puede renunciar a su internacionalismo, reivindicado desde abajo, desde la lucha de clases, desde los pueblos que, pese a sus diferencias culturales, pueden unirse para conquistar un futuro común, justo y verdaderamente libre.
Del mismo modo, la crítica radical a la falsa “izquierda” identitaria – la hoy llamada “izquierda woke”- imprescindible para la reconstrucción de las organizaciones y partidos revolucionarios, debe efectuarse desde las premisas del racionalismo marxista, situado en las antípodas del irracionalismo tradicionalista de Dugin. Alejarse de la disparatada ideología queer para abrazarse a las barbas de los popes de la Iglesia Ortodoxa, como hacen hoy algunos desde la izquierda siguiendo la peligrosa dinámica del péndulo político, sólo puede considerarse una expresión del más terrible extravío ideológico.
"Dugin no insta a combatir el imperialismo, sino tan solo a las potencias imperialistas enfrentadas a Rusia"
¿ANTIIMPERIALISMO? NO. ANTIMODERNISMO
Existen, en cualquier caso, razones de coyuntura que permiten entender esta confusión. Dugin se presenta como enemigo de Estados Unidos, de la OTAN, de Bruselas, del “globalismo” y de un Occidente que, con razón, los países del Sur Global identifican con la injerencia imperialista.
Es por ello que algunos sectores confundidos del antiimperialismo internacional han querido ver en sus planteamientos una suerte de aliado geopolítico contra el poder occidental.
Pero esto constituye un grave error de análisis, porque Dugin no insta a combatir el imperialismo, sino tan solo a las potencias imperialistas enfrentadas a Rusia.
Dugin no cuestiona en absoluto el capitalismo, inseparable del imperialismo en su fase de desarrollo actual. Lo único que le reprocha es su envoltorio cultural liberal. Lo que propone es un capitalismo subordinado a estructuras religiosas, autoritarias, etnonacionalistas y “dulcificado” por un asistencialismo jerárquico y paternalista que se pretende disfrazar de solidaridad.
Dado que Dugin, en línea con las concepciones reaccionarias de Heidegger, rechaza la Ilustración, hace lo propio con el marxismo, que considera uno de los “hijos bastardos del liberalismo”, por su fe en el progreso, su universalismo y su idea de emancipación colectiva.
DUGIN, INSPIRADOR DE LA NUEVA DERECHA POPULISTA ESTADOUNIDENSE Y EUROPEA
Quienes, pese a todo, sientan algunas simpatías por Aleksandr Dugin, quizá harían bien en reflexionar sobre las evidentes coincidencias ideológicas que existen entre muchos de sus planteamientos y los de partidos como Fratelli d’Italia, de Giorgia Meloni, Vox (España), Rassemblement National (Francia), de Marine Le Pen, Fidesz (Hungría) o incluso sectores del Partido Republicano estadounidense.
Podría resultar extraño que un pensador ruso profundamente ortodoxo, antiliberal, admirador de Carl Schmitt y defensor de una Eurasia tradicionalista, sea una influencia para sectores de la alt-right ("derecha alternativa") estadounidense, como el supremacista blanco Richard Spencer o los editores de Arktos Media. Pero así ha sido.
Durante la era Trump, Dugin ha sido traducido, leído y admirado en algunos círculos de la derecha radical norteamericana. Su libro "La Cuarta Teoría Política" fue publicado en inglés con prólogos elogiosos, y su figura se convirtió en un referente intelectual para quienes querían construir una derecha "revolucionaria", profundamente racista en lo cultural y reaccionaria en lo espiritual.
En 2018, Dugin y Steve Bannon -el estratega ideológico de Donald Trump- tuvieron una reunión en Roma. Muchos pensaron que sería el inicio de una alianza reaccionaria global. Pero su pertenencia a bandos enfrentados en el gran tablero mundial hacía muy difícil el entendimiento. Mientras Bannon veía a China como el enemigo principal, Duguin insistía en que el verdadero demonio era Estados Unidos y su modelo liberal.
Bannon defendía un "capitalismo patriótico"; Dugin quería derribar el "orden occidental" desde la tradición rusa. Sus coincidencias terminaban donde empezaba la geopolítica. Ese desencuentro, sin embargo, dejó algo claro: ambos compartían una agenda cultural reaccionaria, que abogaba por valores tradicionales, autoridad fuerte, familia patriarcal y supresión del disenso. Todo ello, una vez más, envuelto en una estética "revolucionaria" y "rompedora".
El truco para vender su agenda política, tanto en los planteamientos de Dugin como en los de esta nueva derecha estadounidense y europea, sigue residiendo en presentarse como "outsiders"- aunque unos y otros representen los intereses de diferentes sectores de sus respectivas burguesías- y en confundir deliberadamente “anti-sistema” con “anti-liberal”.
"Cuando alguien le hable de "defender los valores tradicionales", "la familia" o la “nación”, pregúntele, tan solo, qué opina sobre la propiedad de los medios de producción. Ninguno de ellos será capaz de superar esta sencilla "prueba del algodón".
Pese a su retórica, la derecha populista no quiere expropiar a los ricos ni democratizar la economía. Defiende al capitalismo con tanto o más fervor que la derecha tradicional. Exigen tan solo que se le quite la “máscara progresista” y por ello dirigen todas sus fuerzas a lo que llaman la “guerra cultural”.
BREVE EPÍLOGO PARA LECTORES CONFUNDIDOS
La nueva situación política internacional parece caótica: alianzas inesperadas, palabras que cambian de sentido, enemigos que se camuflan de libertadores. Pero si hay una brújula que continúa sin fallar es esta: pregunte siempre qué relación tiene un discurso con la estructura del poder económico.
Cuando alguien le hable de "defender los valores tradicionales", "la familia" o la “nación”, pregúntele, tan solo, qué opina sobre la propiedad de los medios de producción. Si algo une a todos estos movimientos, y a sus principales ideólogos, es que son falsos disidentes que trabajan para sostener un orden injusto, agitando banderas de patriotismo y tradición y gritando discursos vacíos contra "la elite global". Pero ninguno de ellos podrá superar esta sencilla "prueba del algodón".
Valen Díaz | Martes, 01 de Abril de 2025 a las 04:26:53 horas
Esa prueba del algodón es incuestionable sobre todo para todos esos compañeros de viaje que por su antiimperialismo han abrazado sentimentalmente al "camarada Putin" como un heredero mas de la "unión soviética" o al poco homogéneo grupo de los BRICS que si tienen algo en común es precisamente su innegable creencia en el libre mercado capitalista.
Denostar el imperialismo USA no significa abrazarnos sin más a sus enemigos capitalistas.
La revolución o el cambio tiene que estar en otro lado.
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