
¿FUE ADOLF HITLER UN PELIGROSO "COMUNISTA""?
Desmontando la estrategia de falsificación histórica de la ultraderecha
Alice Weidel, la líder política alemana y dirigente del partido pronazi "Alternativa para Alemania" (AfD), aseguró en una entrevista a multimillonario Elon Musk que "Hitler había sido un comunista". En los últimos años, sectores de la derecha y la ultraderecha se han dedicado a propagar, en efecto, este disparate histórico de que "Adolf Hitler era comunista". ¿Por qué lo hacen? ¿Cuál es el propósito? ¿Qué es lo que se esconde tras ese gigantesco embuste? En este artículo, nuestro colaborador Máximo Relti no solo desmonta esta patraña, sino que describe cómo fueron miles de comunistas alemanes los que inauguraron, mucho antes que los judos, los primeros que fueron internados en los campos de concentración nazis.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Aunque a cualquiera con unos mínimos conocimientos de Historia pudiera sonarle el titular que encabeza este articulo a un mera estrategia para lograr unos cuantos "clicks", la realidad es que en los últimos tiempos asistimos a la proliferación de discursos provenientes de la derecha populista y de otros sectores capitalistas autodenominados "liberal-libertarios", que están propagando la absurda idea de que Adolf Hitler era un comunista.
En efecto, recientemente, Alice Weidel, líder del partido
ultraderechista pronazi Alternativa para Alemania (AfD), se atrevia a afirmar en una entrevista con el multimillonario y ahora trumpista Elon Musk que "Hitler era comunista", argumentando que el régimen nazi nacionalizó empresas y controló los medios de comunicación.
Este tipo de declaraciones resultan tan disparatadas como a afirmar que el agua es seca. Sin embargo, no hay que considerarla como un mero fruto de la ignorancia. Responden, por el contrario, a una estrategia ideológica diseñada para lograr que la gente conecte con los prejuicios anticomunistas que el sistema ha estado cultivando durante casi dos siglos, especialmente desde las instituciones oficiales.
No obstante, no ha sido la dirigente ultraderechista de AfD la única que se ha empeñado en falsificar deliberadamente la Historia. Otro ejemplo relativamente reciente de este tipo de estrategias fue la resolución emitida por el Parlamento Europeo en 2019, que prácticamente equiparaba el comunismo con el nazismo, calificándolos como sistemas "totalitarios" y culpando por igual a la Alemania nazi y a la Unión Soviética del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Este tipo de narrativa ignora deliberadamente hechos históricos fundamentales, como que la Unión Soviética no solo fue el principal artífice de la derrota del nazismo, sino que pagó un precio gigantesco en vidas humanas por conseguirlo. Cerca de 27 millones de soviéticos, entre civiles y militares, murieron durante la la II Guerra Mundial, y fue en el Frente Oriental donde se libraron las batallas más encarnizadas y decisivas contra las fuerzas de Hitler, incluyendo la emblemática victoria en Stalingrado.
Sin embargo, esta equiparación entre comunismo y nazismo no es nueva. Tiene antecedentes intelectuales en obras como la de Hannah Arendt, quien en su análisis sobre los
totalitarismos ya postuló que ambos sistemas eran, en esencia, equivalentes. Un planteamiento que, contra toda la evidencia, se ha mantenido como recurso recurrente para alimentar un imaginario colectivo en el que cualquier alternativa al capitalismo —por más democrática o emancipadora que sea— es automáticamente descalificada como "totalitaria".
Es en este contexto donde debemos entender la estrategia de reescribir la historia para etiquetar a Hitler como comunista. La intención no es únicamente desacreditar al comunismo, sino desviar la atención de los evidentes estrechos vínculos históricos e ideológicos entre el nazismo y el capitalismo. Ocultando el hecho de que grandes corporaciones como IG Farben, Siemens o Bayer prosperaron como nunca bajo el régimen nazi, y que los propios nazis se beneficiaron del apoyo de los sectores capitalistas que veían en ellos un baluarte contra el comunismo y los movimientos obreros.
Frente a estas maniobras se hace imprescindible recordar que los comunistas fueron, de hecho, los primeros y más firmes enemigos del nazismo. En Alemania, el Partido Comunista (KPD) lideró la resistencia desde los tiempos de la República de Weimar, enfrentándose a los nazis en las calles, en los parlamentos y, más tarde, desde la clandestinidad y los campos de concentración. Sus militantes pagaron con sus vidas por defender los ideales de justicia, igualdad y solidaridad, enfrentándose a un régimen que representaba todo lo opuesto.
La idea de que Hitler pudiera ser comunista no solo es una grave ofensa a la memoria de quienes dieron su vida luchando contra el fascismo, sino un recordatorio de la importancia de mantenernos vigilantes ante los intentos de distorsionar la historia en beneficio de agendas ideológicas reaccionarias.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Aunque a cualquiera con unos mínimos conocimientos de Historia pudiera sonarle el titular que encabeza este articulo a un mera estrategia para lograr unos cuantos "clicks", la realidad es que en los últimos tiempos asistimos a la proliferación de discursos provenientes de la derecha populista y de otros sectores capitalistas autodenominados "liberal-libertarios", que están propagando la absurda idea de que Adolf Hitler era un comunista.
En efecto, recientemente, Alice Weidel, líder del partido ultraderechista pronazi Alternativa para Alemania (AfD), se atrevia a afirmar en una entrevista con el multimillonario y ahora trumpista Elon Musk que "Hitler era comunista", argumentando que el régimen nazi nacionalizó empresas y controló los medios de comunicación.
Este tipo de declaraciones resultan tan disparatadas como a afirmar que el agua es seca. Sin embargo, no hay que considerarla como un mero fruto de la ignorancia. Responden, por el contrario, a una estrategia ideológica diseñada para lograr que la gente conecte con los prejuicios anticomunistas que el sistema ha estado cultivando durante casi dos siglos, especialmente desde las instituciones oficiales.
No obstante, no ha sido la dirigente ultraderechista de AfD la única que se ha empeñado en falsificar deliberadamente la Historia. Otro ejemplo relativamente reciente de este tipo de estrategias fue la resolución emitida por el Parlamento Europeo en 2019, que prácticamente equiparaba el comunismo con el nazismo, calificándolos como sistemas "totalitarios" y culpando por igual a la Alemania nazi y a la Unión Soviética del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Este tipo de narrativa ignora deliberadamente hechos históricos fundamentales, como que la Unión Soviética no solo fue el principal artífice de la derrota del nazismo, sino que pagó un precio gigantesco en vidas humanas por conseguirlo. Cerca de 27 millones de soviéticos, entre civiles y militares, murieron durante la la II Guerra Mundial, y fue en el Frente Oriental donde se libraron las batallas más encarnizadas y decisivas contra las fuerzas de Hitler, incluyendo la emblemática victoria en Stalingrado.
Sin embargo, esta equiparación entre comunismo y nazismo no es nueva. Tiene antecedentes intelectuales en obras como la de Hannah Arendt, quien en su análisis sobre los totalitarismos ya postuló que ambos sistemas eran, en esencia, equivalentes. Un planteamiento que, contra toda la evidencia, se ha mantenido como recurso recurrente para alimentar un imaginario colectivo en el que cualquier alternativa al capitalismo —por más democrática o emancipadora que sea— es automáticamente descalificada como "totalitaria".
Es en este contexto donde debemos entender la estrategia de reescribir la historia para etiquetar a Hitler como comunista. La intención no es únicamente desacreditar al comunismo, sino desviar la atención de los evidentes estrechos vínculos históricos e ideológicos entre el nazismo y el capitalismo. Ocultando el hecho de que grandes corporaciones como IG Farben, Siemens o Bayer prosperaron como nunca bajo el régimen nazi, y que los propios nazis se beneficiaron del apoyo de los sectores capitalistas que veían en ellos un baluarte contra el comunismo y los movimientos obreros.
Frente a estas maniobras se hace imprescindible recordar que los comunistas fueron, de hecho, los primeros y más firmes enemigos del nazismo. En Alemania, el Partido Comunista (KPD) lideró la resistencia desde los tiempos de la República de Weimar, enfrentándose a los nazis en las calles, en los parlamentos y, más tarde, desde la clandestinidad y los campos de concentración. Sus militantes pagaron con sus vidas por defender los ideales de justicia, igualdad y solidaridad, enfrentándose a un régimen que representaba todo lo opuesto.
La idea de que Hitler pudiera ser comunista no solo es una grave ofensa a la memoria de quienes dieron su vida luchando contra el fascismo, sino un recordatorio de la importancia de mantenernos vigilantes ante los intentos de distorsionar la historia en beneficio de agendas ideológicas reaccionarias.
Caipira | Lunes, 27 de Enero de 2025 a las 12:43:27 horas
...y toda aristocracia europea con simpatías al nazismo, entre ellas la británica
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