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Lunes, 05 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:

CUANDO LAS MUJERES TENÍAN QUE PEDIR PERMISO PARA VIVIR: LA "LICENCIA MARITAL" EN LA ESPAÑA FRANQUISTA

Hasta 1975 la mujer española fue considerada por las leyes como una "discapacitada" o una "menor de edad"

Durante el franquismo, millones de mujeres españolas necesitaron el permiso legal de sus maridos para trabajar, abrir una cuenta o disponer de su propio dinero. Esta figura legal, conocida como "licencia marital", fue una de las herramientas más eficaces del patriarcado institucional. A través de su historia y de las voces de quienes la sufrieron, exploramos cómo operaba esta cárcel jurídica cotidiana.

POR JORDI RUIZ  PARA CANARIAS SEMANAL,ORG

 

     La dictadura franquista no solo fue un Régimen de represión [Img #84297]política; también lo fue de control social. Entre los mecanismos más brutales de dominación doméstica y cotidiana estuvo la llamada licencia marital, una disposición legal que, con apariencia de rutina, encapsulaba siglos de patriarcado y relegación de las mujeres al rol de menores o incapacitadas  perpetuas.

 

    La licencia marital no era una figura anecdótica ni un resquicio legal inofensivo: era un pilar estructural del franquismo que obligaba a cualquier mujer casada a obtener el permiso expreso de su marido para realizar acciones tan elementales como trabajar, abrir una cuenta bancaria, firmar un contrato de alquiler, ir de viaje o disponer de su propio patrimonio.

 

UNA HERENCIA DE SIGLOS, UNA LEGITIMACIÓN FRANQUISTA

 

     Aunque la dictadura no inventó esta figura, sí la blindó y la aplicó con una brutalidad institucional propia del nacionalcatolicismo. La llamada licencia marital tiene raíces medievales, heredadas del derecho castellano del siglo XIII y plasmadas en las Leyes de Toro (1505). Fue incorporada al Código Civil de 1889, pero su carácter premoderno y ultraconservador encontró un terreno fértil bajo el franquismo.

 

PERO ... ¿Y DURANTE LA II REPÚBLICA?

 

    La Segunda República española (1931-1939) no eliminó la licencia marital, aunque sí impulsó una serie de reformas legislativas que empezaron a minarla. Por ejemplo, la Constitución republicana de 1931 reconoció la igualdad de derechos civiles entre hombres y mujeres, y se derogaron normas como el deber de obediencia de la esposa.

 

    En la práctica, muchas mujeres comenzaron a actuar con mayor libertad. Las reformas republicanas permitieron, por ejemplo, que las mujeres pudieran solicitar el divorcio y ejercer la patria potestad. Sin embargo, el Código Civil franquista revirtió todas esas conquistas, reinstaurando con más fuerza el tutelaje masculino.

 

EL MARIDO COMO AUTORIDAD CIVIL

     En la España franquista, el hogar era una institución militarizada: el hombre era el “jefe de familia”, la mujer su subordinada. Esta jerarquía no solo era promovida por la Iglesia y el Estado, sino que se imponía por ley. En el plano legal, esto se traducía así:

 

  • El artículo 57 del Código Civil decía: “El marido debe proteger a la mujer, y ésta obedecer al marido.”

  • La mujer casada no podía trabajar, viajar, comprar o vender bienes sin la aprobación escrita de su esposo.

 

    No se trataba solo de un trámite. La falta de la licencia marital podía impedir la firma de un contrato, invalidar operaciones bancarias o ser causa de despido laboral.

 

ANÉCDOTAS DE UNA VIDA EN CÁRCEL ABIERTA

Existe todo un glosario de testimonios de mujeres que vivieron bajo estas normas que revelan la violencia estructural que implicaba esta restricción:

 

  • Carmen, empleada en una notaría en Salamanca en los años 60, tuvo que pedir permiso a su marido cada vez que le ofrecían un curso de formación fuera de la ciudad. En una ocasión, él se negó, y ella perdió la oportunidad de ascender.

  • Josefa, en Madrid, acudió a una sucursal bancaria para abrir una libreta de ahorro con sus ahorros de costurera. El director del banco le pidió el permiso del marido. Josefa insistió: “Es mi dinero, que gano yo con mis manos.” Pero la respuesta fue tajante: “Sin el consentimiento de su esposo, no es legal.”

  • María Teresa, enfermera en Zaragoza, fue cesada en su trabajo al contraer matrimonio. “El director del hospital me felicitó por mi boda y me dijo que ya no necesitaban mis servicios. Mi deber ahora era cuidar a mi marido.”

  • Rosario, madre de tres hijos, no pudo inscribir a sus hijos en una escuela porque su marido había abandonado el hogar y se negaba a firmar los documentos. Legalmente, ella no tenía capacidad para actuar.

  • Ana, en Granada, denunció que no podía denunciar a su marido por maltrato porque no podía comparecer sola ante el juez ni contratar un abogado sin su permiso.

 

Estos casos no fueron, en absoluto, excepcionales. Fueron la norma.

 

LA LICENCIA MARITAL COMO MECANISMO DE DOMINACIÓN

En realidad, la licencia marital se entiende no solo como un instrumento patriarcal, sino también como una forma de reproducción de las relaciones sociales de producción. Al impedir que las mujeres accedieran al trabajo remunerado y controlaran su propiedad, se garantizaba su subordinación económica. Se trataba de una reserva de fuerza de trabajo gratuita al servicio del núcleo familiar burgués.

 

     La mujer del franquismo, encerrada en el hogar y dependiente económicamente, se convertía en la ama de casa obediente, cuidadora y madre, sin derechos sobre sí misma.

 

EL FINAL DE LA LICENCIA MARITAL

 

   La reforma llegó tarde. Fue el 2 de mayo de 1975, hace justo ahora 50 años, aún bajo el franquismo, cuando una reforma legal modificó 59 artículos del Código Civil y 9 del de Comercio, eliminando formalmente la licencia marital. Irónicamente, fue el mismo año que Naciones Unidas celebraba el Año Internacional de la Mujer.

 

    La presión internacional y el lento despertar del feminismo español, junto con la labor jurídica de mujeres, lograron que la mujer casada recuperara su capacidad jurídica.

 

UNA HERIDA SILENCIOSA

 

       La licencia marital fue una forma de represión silenciosa, cotidiana, burocrática, pero no menos violenta. Su existencia sirvió para recordar a millones de mujeres que su vida, sus decisiones, su cuerpo y su economía, no les pertenecían.

 

      Recordar y escribir sobre ello hoy no es un ejercicio de nostalgia, sino una forma de comprender cómo operaba el patriarcado legal y cómo se sostenía desde el Estado una forma de opresión que parecía invisible porque estaba legalizada y normalizada.

 

 

 
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  • anita12

    anita12 | Lunes, 05 de Mayo de 2025 a las 14:31:07 horas

    De niña vivi esta situación a través de mi madre; antes de que existiera divorcio decidió separarse, tuvo presiones y amenazas del Banco Hispano Americano donde trabajaba mi padre para que retirara la denuncia que le había puesto; con dos hijas menores mi padre se negó a pasar cualquier tipo de pensión. Mi madre llevaba veinte años sin trabajar, y se las vio negras para sacarnos adelante. Solo un juicio celebrado años después de la separación obligó a mi padre a pasarle una pensión paupérrima. Las leyes de entonces parecen de risa, ahora. Pero no olvidemos ese terrible periodo histórico para todos y especialmente para las mujeres. Y sobre todo, no olvidemos ahora que el feminismo es una cuestión de lucha de clases porque eso es lo que una gran parte del feminismo actual quiere hacernos olvidar.

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