Domingo, 07 de Septiembre de 2025

Actualizada

Domingo, 07 de Septiembre de 2025 a las 12:29:09 horas

1
Miércoles, 23 de Abril de 2025

DEPENDENCIA Y DOMINACIÓN EN CANARIAS: DE LA COLONIZACIÓN CASTELLANA A LOS FONDOS BUITRE

¿Quién decide, realmente, el rumbo económico del Archipiélago?

Para comprender la realidad social y económica de Canarias, no basta con mirar el presente: es necesario explorar su historia. Desde la conquista castellana hasta el actual dominio de capitales extranjeros, como los agrupados en los grandes fondos de inversión, las Islas han vivido bajo un modelo económico orientado al exterior, marcado por la dependencia y el control foráneo. Este artículo de nuestro colaborador Cristóbal García Vera - traza una línea continua entre los monocultivos de ayer y el turismo de masas de hoy, mostrando cómo las decisiones clave que afectan a las islas se siguen tomando muy lejos de ellas.

Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

 

     Para entender cómo es la sociedad canaria no basta con ver una fotografía del presente. Hay que mirar hacia atrás, recorrer su historia y entender cómo, durante los últimos siglos, se ha estado construyendo una estructura de desigualdad y tremendos contrastes.

  

     Lo que ahora contemplamos es el resultado de un modelo económico impuesto desde fuera, con una estructura de clases que, pese a los cambios, ha mantenido su esencia a lo largo de los siglos. 

 

     Todo comenzó en el siglo XV, cuando la Corona de Castilla conquistó las Islas. Desde ese momento, Canarias fue incluida a la fuerza en un mercado mundial capitalista que estaba naciendo. Pero no como protagonista, sino como una pieza secundaria. Su papel consistía en servir materias primas -es decir, recursos naturales o productos que luego se transforman en otros más elaborados — a las potencias económicas que dominaban el mundo.

 

      Primero fue el azúcar, luego el vino, la cochinilla -un insecto usado como tinte-, después el plátano, el tomate, y en los últimos tiempos, el turismo. Todos estos productos - o servicios- estaban pensados para venderse fuera, para beneficiar a otros países o a empresarios lejanos, no a la población local.

 

     La especialización de la economía canaria en un solo producto a la vez - el “monocultivo”- no fue una elección libre. Las grandes potencias económicas la impusieron porque necesitaban productos baratos para sus propios mercados. Y esto tuvo terribles consecuencias para las Islas. 

 

   En primer lugar, las hizo extremadamente vulnerables: si bajaban los precios del producto estrella o si había una crisis fuera del Archipiélago la economía de Canarias se hundía. Además, como muchos de los bienes necesarios para la supervivencia de la población local se importaban, no se desarrolló un mercado interno fuerte, ni industrias propias que pudieran generar empleo estable. Las Islas quedaban así atadas a los vaivenes del mercado mundial.

 

     Los capitales que se generaban con el trabajo de los canarios casi nunca se quedaba en las Islas. Iba a parar a manos de intermediarios, grandes propietarios o inversores extranjeros. En vez de usarse para mejorar servicios públicos, construir infraestructuras o diversificar la economía, se empleaban en lujos innecesarios o inversiones especulativas. En negocios que solo buscaban generar dinero rápido.

 


Una sociedad fracturada

   

  Este tipo de economía creó una sociedad dividida en dos grupos muy bien definidos. Por un lado, una élite muy reducida que poseía tierras, poder y conexiones con el gobierno -primero colonial, y luego estatal-, y que se beneficiaba con este tipo de  comercio. 

 

   Al principio eran grandes terratenientes y funcionarios; más adelante aparecieron empresarios agrícolas y comerciantes. Todos ellos sacaban rentabilidad del trabajo ajeno.

 

  Por el otro lado estaba la mayoría: trabajadores del campo (jornaleros), personas que cuidaban tierras ajenas (medianeros), pescadores, sirvientes y artesanos. Los trabajadores que producían la riqueza y apenas se beneficiaban de ella. Su existencia era precaria, marcada por una inseguridad constante y condiciones de vida durísimas y a menudo insalubres. 

 


El agua y el suelo como botín

 

     Incluso los recursos más básicos, como el suelo y el agua, se convirtieron en mercancías para hacer negocio. El agua, por ejemplo, no se entendía como un bien básico para todos, sino como una propiedad privada controlada por los “aguatenientes”, una élite que tenía poder porque podía vender o negar el acceso a este recurso esencial. Potestad que les proporcionaba el control sobre quién podía cultivar o vivir de la tierra.

 

   Quienes no tenían acceso a estos recursos estaban condenados a la pobreza o directamente a emigrar. Muchos canarios, sin opciones, tuvieron que abandonar su tierra para buscar una vida mejor en América Latina primero, y luego en otras islas o países.

 

   La clase social a la que pertenecía una persona determinaba casi todo: qué podía estudiar, qué trabajo iba a tener y qué vida podía aspirar a vivir. La escuela, que podría haber sido una herramienta para la movilidad social, terminó funcionando como una fábrica más de reproducción de desigualdades: los hijos de los ricos accedían a las mejores oportunidades y reforzaban su posición, los hijos de los trabajadores quedaban estancados y condenados a ejercer, como sus padres, las profesiones más duras y peor pagadas.

 

  La emigración sirvió como válvula de escape, pero no como solución a los conflictos de esta sociedad subdesarrollada. La pobreza no se resolvía, simplemente se desplazaba hacia otros lugares.

 


     Un Archipiélago subordinado en el sistema global: la economía crece, pero no para todos

 

    Hoy, al igual que en el pasado, Canarias no puede entenderse como un territorio aislado. Fue, y continúa siendo, una pieza periférica del sistema capitalista mundial. Esto significa que su economía depende de decisiones y procesos que no se toman en el Archipiélago, sino en Consejos de Administración de grandes corporaciones extranjeras y en Parlamentos, como el de Bruselas, que responden a esos mismos intereses económicos. 

 

    Es una región subordinada. Depende de la tecnología de otros países, de exportar productos poco rentables, de atraer inversiones que no controla y de gobiernos ajenos que marcan su destino.

 

   Cuando se pasó del modelo agrario al turístico, este  problema de subordinación no desapareció. Cambió el tipo de producto (de cultivos a servicios), pero no quién se beneficiaba de esa transacción. La mayoría de la población siguió trabajando duro sin ver recompensas justas, mientras una minoría, muchas veces en alianza con intereses externos, seguía enriqueciéndose.

 

   El resultado de este modelo económico ha sido una sociedad profundamente desigual. Hoy, Canarias es una de las comunidades autónomas más desiguales de todo el Estado español. Mientras unos pocos tienen muchísimo —propiedades, poder político y grandes ganancias gracias al turismo—, la mayoría vive con lo justo o, incluso, con menos.  

     

  Estudios como el del sociólogo José Saturnino Martínez, titulado Clases sociales, pobreza y desigualdad económica en Canarias (1970s - 2000s)”muestran cómo aunque en las últimas décadas ha aumentado el empleo en servicios ha sido, fundamentalmente, con trabajos mal pagados, inestables y sin futuro.

 

  Muchos de los nuevos empleos son tan precarios que ni siquiera permiten escapar de la pobreza. Una situación que ha dado lugar al fenómeno de los “trabajadores pobres”.  La pobreza ya no es solo cosa de quien no trabaja, sino de quienes, a pesar de hacerlo, no logran llegar a final de mes.

 


¿A quién beneficia realmente el turismo?

 

     El turismo se convirtió en el nuevo “monocultivo” de Canarias desde los años 70. Durante la última étapa de la dictadura de Franco y  durante la Transición al Régimen monárquico del 78 se empezaron a impulsar políticas para transformar las Islas en un destino turístico internacional. Las promesas eran muchas: empleo, desarrollo, infraestructuras modernas, más bienestar… La realidad fue muy diferente. 

 

    El modelo turístico no solucionó los problemas de fondo. Más bien, los reorganizó. Los beneficios del turismo no se quedan en las islas. Una gran parte de los hoteles, complejos turísticos y servicios asociados están en manos de empresas foráneas. El dinero que generan va a parar a las cuentas de bancos o inversores de Madrid, Londres o Nueva York.

 

    Y, mientras tanto, los sueldos en el sector turístico —el más importante del Archipiélago— son de los más bajos. Muchos trabajadores sufren duras condiciones laborales: Las camareras de piso, que limpian decenas de habitaciones por día, los cocineros y recepcionistas, con jornadas maratonianas, contratos temporales y escasa protección, o los camareros, que acumulan horas extraordinarias muchas veces pagadas "en negro" o que directamente no se remuneran. 

 

¿Quién manda aquí? Los fondos de inversión

 

    Un ejemplo muy claro de esta dinámica es la creciente presencia de fondos de inversión internacionales en la economía canaria. Empresas gigantes como BlackRock o Blackstone, que manejan miles de millones de euros en todo el mundo, han adquirido partes importantes del negocio turístico en las islas.

 

   BlackRock, por ejemplo, tiene una participación significativa en Aena, la empresa que gestiona los aeropuertos canarios. Esto le da poder real sobre cómo y cuándo llegan los turistas, lo que equivale a controlar una de las venas principales de la economía insular. Blackstone, por su parte, ha comprado hoteles y promociones urbanísticas enteras.

 

    Ello quiere decir que muchas de las decisiones sobre el futuro de Canarias se toman en despachos de Nueva York o Londres. La economía insular está siendo dirigida por empresas que ni siquiera conocen el territorio y mucho menos tienen en cuenta a sus habitantes y sus necesidades. Para ellas, Canarias no es una comunidad, sino un negocio que, si deja de resultar rentable, sería desechable. 

 


Gentrificación: cuando tu barrio se convierte en una mercancía

 

    Este proceso tiene consecuencias muy visibles en el día a día. Una de ellas es la llamada gentrificación: un fenómeno por el cual los barrios populares se llenan de pisos turísticos o de lujo, los alquileres suben y los residentes de toda la vida se ven expulsados.

 

   Los trabajadores deben abandonar sus hogares y  sus espacios comunitarios para dar paso a estos turistas o a rentistas —que viven de alquilar propiedades-. Las ciudades, las costas e incluso los pueblos se convierten así en mercancías y sus habitantes, en figurantes o en mano de obra barata.

 

   El acceso a la vivienda se vuelve casi imposible para la mayoría de los trabajadores. A pesar de que se construye mucho, no se construye para quienes necesitan casas sino para quienes pueden pagar precios desorbitados o para que sean dedicadas al alquiler vacacional.

 

  Se trata, por tanto, de un conflicto con un marcado carácter de clase social.

 


La protesta crece: “Canarias tiene un límite”

 

   Durante mucho tiempo, esta situación generó malestar, pero no hubo una respuesta masiva. Eso cambió en 2024, cuando más de 100.000 personas salieron a la calle bajo el lema “Canarias tiene un límite”. La protesta se extendió por todas las islas. No contra los turistas, sino contra un sistema económico que destruye el territorio y empobrece a su gente.

 

   Se pidió una moratoria turística -es decir, parar las nuevas construcciones de hoteles y resorts-, una ecotasa para que el turismo contribuya a pagar el daño ambiental que causa, y un cambio de modelo económico que beneficie a la mayoría y no a una élite.

 

   Como era de esperar, los políticos y empresarios respondieron con rotundas negativas, acusaciones de “turismofobia” y mensajes pretendidamente tranquilizadores. Pero el malestar no se calmó y este movimiento social continúa organizándose y proyectando nuevas movilizaciones. 

 

  Durante la pasada Semana Santa, el conflicto se reprodujo en el ámbito laboral.  En la provincia de Santa Cruz de Tenerife, los sindicatos convocaron una huelga en el sector de la hostelería. La movilización fue un éxito rotundo: el seguimiento fue masivo y el mensaje, contundente.

 

   Lo que piden los trabajadores no es nada extraordinario. Mejores sueldos, condiciones dignas, y un reparto más justo de los beneficios. En la provincia de Las Palmas, un acuerdo de última hora evitó la huelga pero sin tocar los problemas de fondo. Es decir, se puso un parche en una herida que sigue abierta.

 

 ¿Es Canarias una neocolonia económica?

 

    Si algo ha quedado claro en los últimos años es que el modelo económico de Canarias —basado en el turismo masivo y en la subordinación a intereses foráneos— está agotado. No solo no resuelve los problemas de pobreza, precariedad y desigualdad, sino que los agrava.

 

     Lo que en otro tiempo se vendía como una oportunidad para “modernizar” el Archipiélago se ha develado, a los ojos de muchos, como una máquina de generar beneficios para unos pocos, a costa del empobrecimiento de muchos y la destrucción del territorio. El crecimiento económico es real, sí, pero está concentrado en unas pocas manos privadas, mientras la tierra, el agua, las viviendas, las playas y hasta la cultura están siendo convertidas en mercancías y expoliadas sin decoro.

 

    Es el resultado de un sistema económico —el capitalismo globalizado— que necesita explotar regiones enteras para alimentar su lógica de acumulación de beneficios. Un engranaje, en el que Canarias no ha dejado de ser una periferia: útil para extraer riqueza, pero prescindible en la toma de decisiones.



    Aunque jurídicamente forma parte del Estado español y de la Unión Europea, Canarias sigue siendo tratada, en muchos aspectos, como una suerte de neocolonia económica.

 

   Las decisiones clave sobre el uso del suelo, el agua, el turismo o la inversión extranjera no solo nos las toma su población, sino que tampoco se toman en las instituciones políticas del Archipiélago. Siguen siendo impuestas o condicionadas por intereses externos: grandes empresas, fondos de inversión, instituciones europeas o el gobierno central.

 

Este tipo de dependencia tiene consecuencias muy concretas.

 

    La economía está diseñada para satisfacer las necesidades de intereses foráneos y no locales.

       

    Los trabajadores canarios son explotados como mano de obra barata mientras los beneficios vuelan hacia otras partes del mundo.

 

   El modelo favorece la especulación y el beneficio a corto plazo, en vez del bienestar social y el desarrollo sostenible.

 

   Es un modelo económico, en resumen, que reproduce la desigualdad, impide el desarrollo real y deja a la mayoría de la población atrapada entre la precariedad, la emigración y la impotencia.
 


Fuentes utilizadas: 

Estudio de la estructura social de Canarias a fecha de 1980.CIES (1980). Publicado por el Centro de Investigación Económica y Social (CIES) de la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria.

-Clases sociales, pobreza y desigualdad económica en Canarias (1970s - 2000s). Martínez García, José Saturnino; Salvo, Carolina Rocío; González Padilla, Dácil (2017).Revista Atlántida, Nº. 8.  Clases sociales, pobreza y desigualdad económica en Canarias (1970s - 2000s)

- Blackstone: El dueño oculto de la economía canaria. Cristóbal García Vera. canarias-semanal.org.

-BlackRock refuerza su posición en AENA y alcanza máximo histórico. Tourinews (2023)

- Fundamentos de sociología marxista. Zygmunt Bauman (1964), secciones sobre clases sociales y desigualdad.

 
 
 
 
 
 
Comentarios (1) Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.98

  • Chorche

    Chorche | Sábado, 26 de Abril de 2025 a las 12:56:54 horas

    Lo que describe Cristóbal es el capitalismo.
    La peor de todas las dictaduras, la más destructora, asesina (se puede asesinar directa e indirectamente), saqueadora, injusta, codiciosa, sin escrúpulos. Es tan peligrosa que incluso ha conseguido manipular, adormecer y aborregar a medio mundo, haciéndose llamar la democracia.
    En Canarias sois un ejemplo de movilización y organización.
    En otras Comunidades que, excepto el problema derivado de la masificación turística, compartimos el resto de los problemas que expones, derivados de este exterminador sistema capitalista, no salimos del sopor borreguil.
    Menos mal a una minoría luchadora.
    Ejemplos como la movilización canaria nos transmiten fuerza y esperanza para seguir luchando por la soberanía del territorio y los derechos y libertades de sus ciudadanos.

    Accede para responder

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.