La situación de la vivienda en Estados Unidos ha
alcanzado niveles de crisis. En las últimas décadas, lo que alguna vez fuera considerado un problema de acceso, ha evolucionado hacia un fenómeno de especulación financiera en el que, al igual que sucede en España, el hogar se ha convertido en un bien de inversión y no en un derecho.
Millones de familias en el país experimentan la inseguridad de ser desplazadas o forzadas a pagar alquileres inasequibles. Esta crisis es impulsada por actores de alto poder adquisitivo que controlan, compran y mantienen grandes porciones de propiedad inmobiliaria, concentrando el mercado y dejando fuera a las familias de clase trabajadora.
LA CRISIS DE ACCESO A LA VIVIENDA
Lena García es un ejemplo de esta realidad. Vive en Phoenix, Arizona, en un pequeño apartamento que alquilaba a un precio relativamente asequible. Pero todo cambió cuando un fondo de inversión compró el edificio donde vive.
“De la noche a la mañana, el alquiler se duplicó”, explica Lena.
Ella y su esposo, ambos con empleos de media jornada, no lograban cubrir los costos, pero estaban arraigados en la comunidad y trataban de adaptarse. Con los cambios, Lena relata que les dieron solo tres meses para decidir si podían pagar el nuevo precio.
“No importa cuánto trabajes, ellos siempre tienen la última palabra”, dice Lena, mientras explica cómo la falta de opciones la obligó a mudarse lejos de su hogar y sin posibilidad de ahorrar para una futura compra.
La historia de Lena ilustra perfectamente una tendencia creciente en el país: la compra masiva de propiedades por fondos de inversión que luego disparan los precios de alquiler. Blackstone, uno de los más grandes, posee más de 300.000 unidades residenciales en Estados Unidos, y cada nueva adquisición significa mayores alquileres y menor acceso a la propiedad para las familias trabajadoras. Los precios no dejan de subir, creando una situación insostenible para quienes ya destinan la mayor parte de sus ingresos al alquiler.
"Según estadísticas
recientes, existen 16 millones
de viviendas vacías en
EE.UU., lo cual equivale a
28 propiedades vacías por
cada persona sin hogar en el
país"
EL PODER DEL CAPITAL FINANCIERO EN EL MERCADO INMOBILIARIO
Además de los aumentos de renta, la lógica de especulación financiera ha creado un fenómeno en el que las propiedades se ven como “cajas de seguridad en el cielo”, bienes que se mantienen desocupados como estrategia de inversión. En San Francisco, John Henderson, un veterano sin hogar, observa los edificios vacíos desde las calles.
“No nos acercamos a esos lugares porque sabemos que no son para gente como nosotros”, comenta.
John explica que el acceso a la vivienda es un privilegio que la clase trabajadora no puede permitirse; las viviendas, dice, se acumulan para fines de especulación, quedando fuera del alcance de la gente de a pie.
Según estadísticas recientes, existen 16 millones de viviendas vacías en EE.UU., lo cual equivale a 28 propiedades vacías por cada persona sin hogar en el país. Este número refleja una realidad alarmante: los multimillonarios y firmas de capital privado mantienen estos espacios desocupados hasta que el mercado eleve su valor. Lejos de contribuir a aliviar la crisis, estas prácticas intensifican el problema y restringen el acceso para la población local. La vivienda ha dejado de ser un bien de uso para convertirse en un bien de acumulación de capital.
LAS POLÍTICAS PÚBLICAS Y EL BENEFICIO PRIVADO
Durante años, las políticas de vivienda en Estados Unidos han sido diseñadas para atraer inversión privada mediante incentivos fiscales que permiten a los desarrolladores construir viviendas a un costo asequible solo de forma temporal. En general, estos incentivos se limitan a 10 o 30 años, tras los cuales los precios pueden ajustarse libremente. Esto permite que los desarrolladores se beneficien de exenciones fiscales sin comprometerse a largo plazo con la oferta de viviendas asequibles.
Este modelo deja al Estado como facilitador del capital privado, desentendiéndose de su responsabilidad de proveer vivienda de calidad y perpetuando un modelo de mercado que alimenta el problema.
Carlos Méndez, ex administrador de un conjunto de viviendas en Atlanta, recuerda cómo, tras la compra de su edificio por un fondo de inversión, la empresa modificó la política de mantenimiento para ahorrar costos, perjudicando la calidad de vida de los inquilinos.
“Las quejas comenzaron a llegar; había problemas de goteras, de plagas, pero la empresa no quería invertir en nada”, relata Carlos, quien terminó renunciando al ver que sus intentos por mejorar las condiciones eran ignorados.
“Para ellos solo éramos un número más en la hoja de ganancias”, lamenta. Las experiencias de Carlos muestran cómo los grandes inversores dictan los términos de vida de las comunidades que los fondos de inversión dominan y desestabilizan.
ALTERNATIVAS DESDE LA COMUNIDAD: LA LUCHA POR LA VIVIENDA SOCIAL
Frente a esta situación, comunidades locales han empezado a organizarse para contrarrestar el impacto de la especulación financiera. En Brooklyn, Carla Espinoza y sus vecinos decidieron comprar colectivamente el edificio en el que vivían. Carla cuenta que el proceso fue una lucha de años, pero que fue la única manera de proteger sus hogares de los precios exorbitantes de los alquileres.
“Nos costó años de esfuerzo y mucha perseverancia, pero ahora podemos decir que es nuestro”, afirma con orgullo.
La resistencia comunitaria, a través de fideicomisos de tierras, cooperativas de vivienda y modelos de vivienda pública, representa una de las pocas herramientas efectivas para desafiar el poder corporativo en el mercado de la vivienda.
Además de estos esfuerzos locales, muchas ciudades han empezado a implementar impuestos sobre las viviendas vacías y las transacciones de propiedades de lujo. Estos “impuestos al vaciamiento” o “mansion taxes” permiten que el presupuesto local financie viviendas de interés social, devolviendo el control de los espacios urbanos a la comunidad y manteniendo la función social de la vivienda.
Con estos fondos, se busca reducir la dependencia de capitales privados y garantizar que la vivienda sirva para albergar a la población y no como una herramienta de especulación.
UN FUTURO DE DESPLAZAMIENTO O JUSTICIA EN EL ACCESO A LA VIVIENDA
La crisis de la vivienda en EE.UU. es, en gran medida, el reflejo de un sistema en el que el capital especulativo ha encontrado en la vivienda una fuente de riqueza ilimitada.
Para millones de personas, el acceso a un hogar se ha vuelto inalcanzable, mientras las promesas de estabilidad dependen de las decisiones de fondos de inversión cuyo único compromiso es con sus propias ganancias. Cada vez que historias como la de Lena, John o Carlos se replican en nuevas comunidades, el sistema confirma que el acceso a la vivienda es un privilegio y no un derecho.
La organización comunitaria y las políticas locales representan alternativas, pero también queda claro que la solución de fondo pasa por desmercantilizar el acceso a la vivienda. La vivienda debe recuperar su función de bien común y asegurar que las personas, no el capital, determinen su uso.
Mientras tanto, el país continúa viendo cómo el capital especulativo redefine el mercado inmobiliario, y en el proceso, destruye la estabilidad y los sueños de millones de familias.
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