
JUAN CARLOS I GARANTIZA QUE SUS HIJAS HEREDEN SU FORTUNA SIN ESCRUTINIO FISCAL DE ESPAÑA
Mediante la creación de una fundación en Abu Dhabi
Juan Carlos I ha creado una fundación en Abu Dhabi para garantizar que sus hijas Elena y Cristina reciban su herencia sin enfrentarse a las autoridades fiscales españolas. Este movimiento, que se suma a una larga lista de controversias financieras, pone de nuevo en el centro del debate la dudosa procedencia de la fortuna del rey emérito.
Por ERNESTO GUTIÉRREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Si la prensa cortesana del Reino de España no se empeñara en bombardear a la población con otro tipo de temas ideales para adormecerla, el reciente anuncio sobre la creación de una fundación en Abu Dhabi por parte del Rey emérito Juan Carlos I, con el objetivo de asegurar su herencia a las infantas Elena y Cristina, debería haber puesto u en el centro del debate público, una vez más, la controvertida fortuna del rey emérito.
El movimiento de Juan Carlos de Borbón, que busca garantizar la opulencia financiera de sus hijas tras su fallecimiento, ha sido diseñado para aprovechar la baja fiscalidad y la opacidad jurídica del país del Golfo pérsico. A través de esta fundación, Juan Carlos pretende centralizar sus activos dispersos en diferentes cuentas extranjeras y evitar así cualquier tipo de escrutinio fiscal en España.
El trasfondo de la fundación: más allá de un gesto familiar
Desde que Juan Carlos se trasladó a Abu Dhabi en 2020, tras el estallido de múltiples escándalos relacionados con su fortuna, sus asesores se han encargado de que mantenga un perfil bajo, con la esperanza de que el tiempo, y la colaboración de la prensa, permitieran que la opinión pública fuera olvidando el origen ilícito -perdón, presuntamente ilícito – de su escandalosa fortuna.
Ahora, la fundación creada en los Emiratos tiene un doble objetivo: asegurar la transferencia de esta herencia a las infantas y limpiar su imagen mediante la promoción de actividades educativas y culturales que glorifiquen sus casi cuatro décadas de reinado.
En Abu Dhabi, este tipo de fundaciones no permiten solamente la centralización de bienes, sino que, además, proporcionan un manto de discreción sobre la verdadera titularidad de los activos, lo que garantiza que tanto Elena como Cristina puedan hacerse con la fortuna sin pasar por los controles de la Hacienda española. Aunque desde 2014 ambas dejaron de recibir asignación pública tras desvincularse de la Casa Real, su vínculo con su padre sigue proporcionando beneficios ocultos, como queda claro en este último movimiento.
El origen de una fortuna fraudulenta
Pero el anuncio de la creación de esta fundación no puede separarse tampoco del oscuro origen de la riqueza de Juan Carlos I. Cuando fue proclamado rey en 1975, Juan Carlos de Borbón no poseía ninguna fortuna. Sin embargo, en las décadas siguientes, amasó una riqueza que se ha estimado en cientos de millones de euros, en gran parte gracias a comisiones ilegales obtenidas a través de acuerdos internacionales. Entre los casos más notorios está el de la construcción del AVE a La Meca, gracias al cual recibió 65 millones de euros en comisiones de Arabia Saudí.
A lo largo de su reinado, Juan Carlos utilizó su influencia para participar en acuerdos comerciales y ventas de armas con países árabes, lo que, según diversas investigaciones, fue una de las principales fuentes de su fortuna. Además, gestionó este dinero a través de un complejo entramado de fundaciones en paraísos fiscales, como la Fundación Lucum, donde recibió una donación de 100 millones de dólares de Arabia Saudí.
Todas estas actividades pudo realizarlas con total impunidad no solo gracias al artículo de la Constitución monárquica española que impone la “inviolabilidad” y el carácter inimputable del monarca, sino también a la absoluta complicidad de los medios de comunicación corporativos del Estado español, que ocultaron durante décadas las tropelías del rey para fingirse cínicamente sorprendidos por las mismas cuando, finalmente, este “cayó en desgracia”.
La falsa renuncia de Felipe VI: ¿otro intento de salvar la monarquía?
Uno de los episodios más reveladores sobre la crisis de la monarquía fue el anuncio en marzo de 2020, en pleno estado de alarma por la pandemia de COVID-19, en el que Felipe VI declaró que renunciaba a la herencia de su padre.
El anuncio de Felipe VI se hizo en un momento cuidadosamente elegido, cuando la atención de la ciudadanía estaba concentrada en la crisis sanitaria. Con el país paralizado por la pandemia, la renuncia de Felipe VI tuvo un impacto mediático reducido.
Su gesto, ampliamente publicitado por la prensa cortesana, fue presentado como una muestra de transparencia y compromiso ético. Sin embargo, el propio Código Civil español impide la renuncia a una herencia antes de la muerte del progenitor, lo que ponía de manifiesto que dicha renuncia era un mero acto simbólico y oportunista, con el que pretendía establecer un cortafuegos con la figura de su padre para salvar su propia corona.
Es evidente que Juan Carlos I se ha convertido en un lastre para la Corona, y el propio Felipe VI es el mayor interesado en mantener a su padre alejado de España.
Sin embargo, convendría tener en cuenta que la prensa corporativa trata hoy a Felipe VI de la misma forma en que trató a su padre durante décadas: presentándolo como un rey defensor de la democracia y la legalidad y sin ningún tipo de mácula.
¿Tendremos que esperar décadas para conocer la verdad sobre Felipe VI?
El tratamiento mediático que recibe Felipe VI, y ahora también su hija, la princesa Leonor, es casi idéntico al que recibió Juan Carlos I durante la mayor parte de su reinado.
La imagen de un "rey perfecto", dedicada a su pueblo, parece ser una constante que se perpetúa con cada generación de los Borbones. Sin embargo, tras la fachada de la transparencia y la moralidad, surge una pregunta legítima: ¿tendremos que esperar también varias décadas para conocer otras facetas menos “ejemplares” sobre Felipe VI?
Si la historia reciente nos ha enseñado algo, es que la monarquía española ha estado protegida durante décadas por una red de intereses mediáticos, políticos y financieros que han garantizado su impunidad. Juan Carlos I fue presentado durante años como un "salvador" de la democracia, aunque las evidencias de que fue más bien todo lo contrario – incluyendo su verdadero papel en el Golpe del 23f – son abrumadoras.
Un futuro incierto para la monarquía
La fundación en Abu Dhabi marca un nuevo intento de Juan Carlos I por asegurar su legado, al menos en términos económicos.
Sin embargo, este movimiento pone de nuevo en cuestión la naturaleza de la monarquía española y su relación intrínseca con la corrupción. La maniobra para transferir su fortuna a sus hijas sin enfrentar el escrutinio fiscal en España no solo reafirma el carácter ilícito de los fondos, sino que también plantea dudas sobre el papel de la monarquía en una sociedad que exige transparencia y responsabilidad.
Mientras Felipe VI intenta distanciarse de los escándalos que rodean a su padre, los vínculos entre la Corona y la corrupción parecen inquebrantables.
Por ERNESTO GUTIÉRREZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Si la prensa cortesana del Reino de España no se empeñara en bombardear a la población con otro tipo de temas ideales para adormecerla, el reciente anuncio sobre la creación de una fundación en Abu Dhabi por parte del Rey emérito Juan Carlos I, con el objetivo de asegurar su herencia a las infantas Elena y Cristina, debería haber puesto u en el centro del debate público, una vez más, la controvertida fortuna del rey emérito.
El movimiento de Juan Carlos de Borbón, que busca garantizar la opulencia financiera de sus hijas tras su fallecimiento, ha sido diseñado para aprovechar la baja fiscalidad y la opacidad jurídica del país del Golfo pérsico. A través de esta fundación, Juan Carlos pretende centralizar sus activos dispersos en diferentes cuentas extranjeras y evitar así cualquier tipo de escrutinio fiscal en España.
El trasfondo de la fundación: más allá de un gesto familiar
Desde que Juan Carlos se trasladó a Abu Dhabi en 2020, tras el estallido de múltiples escándalos relacionados con su fortuna, sus asesores se han encargado de que mantenga un perfil bajo, con la esperanza de que el tiempo, y la colaboración de la prensa, permitieran que la opinión pública fuera olvidando el origen ilícito -perdón, presuntamente ilícito – de su escandalosa fortuna.
Ahora, la fundación creada en los Emiratos tiene un doble objetivo: asegurar la transferencia de esta herencia a las infantas y limpiar su imagen mediante la promoción de actividades educativas y culturales que glorifiquen sus casi cuatro décadas de reinado.
En Abu Dhabi, este tipo de fundaciones no permiten solamente la centralización de bienes, sino que, además, proporcionan un manto de discreción sobre la verdadera titularidad de los activos, lo que garantiza que tanto Elena como Cristina puedan hacerse con la fortuna sin pasar por los controles de la Hacienda española. Aunque desde 2014 ambas dejaron de recibir asignación pública tras desvincularse de la Casa Real, su vínculo con su padre sigue proporcionando beneficios ocultos, como queda claro en este último movimiento.
El origen de una fortuna fraudulenta
Pero el anuncio de la creación de esta fundación no puede separarse tampoco del oscuro origen de la riqueza de Juan Carlos I. Cuando fue proclamado rey en 1975, Juan Carlos de Borbón no poseía ninguna fortuna. Sin embargo, en las décadas siguientes, amasó una riqueza que se ha estimado en cientos de millones de euros, en gran parte gracias a comisiones ilegales obtenidas a través de acuerdos internacionales. Entre los casos más notorios está el de la construcción del AVE a La Meca, gracias al cual recibió 65 millones de euros en comisiones de Arabia Saudí.
A lo largo de su reinado, Juan Carlos utilizó su influencia para participar en acuerdos comerciales y ventas de armas con países árabes, lo que, según diversas investigaciones, fue una de las principales fuentes de su fortuna. Además, gestionó este dinero a través de un complejo entramado de fundaciones en paraísos fiscales, como la Fundación Lucum, donde recibió una donación de 100 millones de dólares de Arabia Saudí.
Todas estas actividades pudo realizarlas con total impunidad no solo gracias al artículo de la Constitución monárquica española que impone la “inviolabilidad” y el carácter inimputable del monarca, sino también a la absoluta complicidad de los medios de comunicación corporativos del Estado español, que ocultaron durante décadas las tropelías del rey para fingirse cínicamente sorprendidos por las mismas cuando, finalmente, este “cayó en desgracia”.
La falsa renuncia de Felipe VI: ¿otro intento de salvar la monarquía?
Uno de los episodios más reveladores sobre la crisis de la monarquía fue el anuncio en marzo de 2020, en pleno estado de alarma por la pandemia de COVID-19, en el que Felipe VI declaró que renunciaba a la herencia de su padre.
El anuncio de Felipe VI se hizo en un momento cuidadosamente elegido, cuando la atención de la ciudadanía estaba concentrada en la crisis sanitaria. Con el país paralizado por la pandemia, la renuncia de Felipe VI tuvo un impacto mediático reducido.
Su gesto, ampliamente publicitado por la prensa cortesana, fue presentado como una muestra de transparencia y compromiso ético. Sin embargo, el propio Código Civil español impide la renuncia a una herencia antes de la muerte del progenitor, lo que ponía de manifiesto que dicha renuncia era un mero acto simbólico y oportunista, con el que pretendía establecer un cortafuegos con la figura de su padre para salvar su propia corona.
Es evidente que Juan Carlos I se ha convertido en un lastre para la Corona, y el propio Felipe VI es el mayor interesado en mantener a su padre alejado de España.
Sin embargo, convendría tener en cuenta que la prensa corporativa trata hoy a Felipe VI de la misma forma en que trató a su padre durante décadas: presentándolo como un rey defensor de la democracia y la legalidad y sin ningún tipo de mácula.
¿Tendremos que esperar décadas para conocer la verdad sobre Felipe VI?
El tratamiento mediático que recibe Felipe VI, y ahora también su hija, la princesa Leonor, es casi idéntico al que recibió Juan Carlos I durante la mayor parte de su reinado.
La imagen de un "rey perfecto", dedicada a su pueblo, parece ser una constante que se perpetúa con cada generación de los Borbones. Sin embargo, tras la fachada de la transparencia y la moralidad, surge una pregunta legítima: ¿tendremos que esperar también varias décadas para conocer otras facetas menos “ejemplares” sobre Felipe VI?
Si la historia reciente nos ha enseñado algo, es que la monarquía española ha estado protegida durante décadas por una red de intereses mediáticos, políticos y financieros que han garantizado su impunidad. Juan Carlos I fue presentado durante años como un "salvador" de la democracia, aunque las evidencias de que fue más bien todo lo contrario – incluyendo su verdadero papel en el Golpe del 23f – son abrumadoras.
Un futuro incierto para la monarquía
La fundación en Abu Dhabi marca un nuevo intento de Juan Carlos I por asegurar su legado, al menos en términos económicos.
Sin embargo, este movimiento pone de nuevo en cuestión la naturaleza de la monarquía española y su relación intrínseca con la corrupción. La maniobra para transferir su fortuna a sus hijas sin enfrentar el escrutinio fiscal en España no solo reafirma el carácter ilícito de los fondos, sino que también plantea dudas sobre el papel de la monarquía en una sociedad que exige transparencia y responsabilidad.
Mientras Felipe VI intenta distanciarse de los escándalos que rodean a su padre, los vínculos entre la Corona y la corrupción parecen inquebrantables.
juane | Lunes, 16 de Septiembre de 2024 a las 17:34:55 horas
A nadie ha de olvidársele que el Borbón llegó al poder con una mano por delante y otra por detrás ... ¡Pobre total!
Entonces, la pregunta es ... ¿De dónde y còmo amasó el !puesto a dedo por un dictador! semejante fortuna?
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