Domingo, 14 de Septiembre de 2025

Actualizada

Domingo, 14 de Septiembre de 2025 a las 20:53:28 horas

1
Martes, 27 de Agosto de 2024 Tiempo de lectura:

EL LABORISTA STARMER ANUNCIA "DECISIONES ECONÓMICAS DOLOROSAS" PARA REINO UNIDO

Desde los años 60, el laborismo britanico ha gestionado el capitalismo sin desafiar sus fundamentos. Breve historia del reformismo britanico

El primer ministro británico, Keir Starmer, ha anunciado decisiones económicas "dolorosas" para la clase trabajadora en nombre de una "década de renovación nacional". Sin embargo, la historia del Partido Laborista revela que estas promesas suelen ocultar la continuidad de políticas neoliberales que perpetúan la explotación y la desigualdad. Nuestro colaborador Manuel Medina nos narra los vaivenes de la historia contemporánea del laborismo británico

 

 POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

 

      Keir Starmer, el líder del Partido Laborista británico, prometía en sus mitines a sus conciudadanos británicos  durante la campaña electoral una “década de renovación nacional”.

 

      Sin embargo, este martes, hace apenas unas horas, Starmer ha anunciado que su gobierno va a aplicar "decisiones económicas dolorosas" en el Reino Unido.

 

 “Las cosas van a ponerse peor antes de comenzar a mejorar”, advirtió.

 

      En cualquier caso, si analizamos las primeras medidas ya propuestas por su gobierno, se podrá constatar que, en realidad, lo que Starmer está tratando de transmitir a sus conciudadanos es una mera continuidad de la agenda neoliberal que ha caracterizado la política británica desde los años 80, incluso bajo administraciones laboristas.

 

  En este artículo trataremos de examinar cómo la política económica de Starmer, lejos de representar una ruptura con el conservadurismo, continúa siendo una herramienta del capital para el mantenimiento del orden social establecido.

 

   Exploraremos, además, cómo, desde los años 60 hasta hoy, el Partido Laborista ha sido un actor clave en la consolidación del neoliberalismo en el Reino Unido, pese a su retórica supuestamente progresista.
 

 

LA RETÓRICA DE CAMBIO Y LAS POLÍTICAS DE CONTINUIDAD

 

      El discurso de Keir Starmer, plagado de metáforas sobre "arreglar los cimientos" y "reconstruir el país", intenta proyectar la imagen de un líder decidido a sanar las fracturas sociales dejadas por más de una década de gobiernos conservadores. Sin embargo, un análisis más profundo y desde una perspectiva marxista pone de manifiesto que estas promesas son una cortina de humo destinada a preparar a la población para nuevas rondas de recortes y ajustes, típicos de la ortodoxia neoliberal.

 

 

      Starmer se ha presentado como el líder que llevará al Reino Unido a una "década de renovación", pero lo que realmente promete es una versión suavizada de las políticas de austeridad que han marcado la vida de millones de británicos desde la crisis financiera de 2008. En su reciente discurso, Starmer mencionó la necesidad de tomar decisiones "dolorosas" en los próximos presupuestos, dejando entrever que la carga de estas decisiones recaerá nuevamente sobre la clase trabajadora y los sectores sociales más vulnerables. Este enfoque está lejos de ser una sorpresa para quienes conocen la historia del Partido Laborista en los últimos 60 años.

 


 EL PAPEL HISTÓRICO DEL PARTIDO LABORISTA: DE LA SOCIALDEMOCRACIA A LA TERCERA VÍA

     Para entender cómo el actual gobierno laborista encaja en la tradición histórica del partido, es necesario remontarse a las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En 1945, bajo el liderazgo de Clement Attlee, el Partido Laborista implementó un programa de reformas sociales y nacionalizaciones que, aunque limitadas, supusieron un verdadero avance para la clase trabajadora. También hay que precisar que tales transformaciones no respondieron a una suerte de repentino "motu propio" ideológico de los socialdemócratas británicos.

 

      El resultado de la contienda mundial no solo significó la derrota del fascismo en una buena parte del territorio europeo, con las excepciones de España y Portugal, sino también el estrepitoso fracaso de las diferentes burguesías nacionales europeas, que salvo la británica, habían prestado su apoyo entusiasta e incondicional a los variopintos movimientos fascistas de la época. El hecho, además, de que la victoria de Segunda Guerra Mundial recayera fundamentalmente sobre los hombros del Ejército Rojo, hizo posible que la correlación de fuerzas durante la segunda mitad de los cuarenta fuera favorable al Movimiento obrero y a los comunistas.

 

     Fue ese tipo de pulsiones sociales las que hicieron posible, -  y también efímero-, el llamado "Estado de bienestar", con servicios de salud, educación y seguridad social gratuitos . Estas políticas fueron posibles gracias a la enorme presión ejercida por un movimiento obrero que, fortalecido por la lucha durante la guerra, demandaba un cambio real en las condiciones de vida y de trabajo.

 

    Sin embargo, esta etapa fue una excepción en la historia del laborismo, no una regla. Desde los años 60, los gobiernos laboristas han ido adaptándose incondicionalmente cada vez más a las exigencias del capital. Harold Wilson, quien lideró el gobierno laborista en dos periodos (1964-1970 y 1974-1976), combinó una retórica progresista con políticas que buscaban mantener la competitividad de la economía británica en un contexto internacional cada vez más complicado. Aunque su gobierno introdujo algunas medidas redistributivas, como la expansión de la seguridad social y la creación de un salario mínimo, también se alineó con las políticas monetaristas y de contención salarial que prepararon el terreno para la ofensiva neoliberal de Margaret Thatcher.

 

     En cualquier caso, la estocada definitiva llegó con Tony Blair y su llamada "Tercera Vía". Bajo Blair, el Partido Laborista abandonó cualquier pretensión de transformar las estructuras de poder en favor de la clase trabajadora. Blair y su ministro de Hacienda, Gordon Brown, abrazaron el neoliberalismo con entusiasmo, promoviendo la desregulación financiera, la privatización de servicios públicos y la flexibilización laboral. A pesar de su retórica de "modernización", el gobierno de Blair fue esencialmente una continuación de las políticas de Thatcher, legitimando el dominio del capital sobre todas las esferas de la vida social.

 


EL LEGADO DE LA "TERCERA VÍA" Y SU IMPACTO EN LA CLASE TRABAJADORA

      El impacto de la "tercera vía" fue devastador para la clase trabajadora británica. Las privatizaciones de servicios esenciales, como el transporte y la energía, condujeron a un aumento de los precios y a la degradación de la calidad. La desregulación del mercado laboral trajo consigo un aumento de la precariedad, con millones de trabajadores atrapados en empleos mal pagados, sin derechos ni estabilidad. Además, la expansión del sector financiero y la creación de una economía basada en la deuda personal generaron una enorme burbuja que estalló con la crisis de 2008.

 

    Lejos de romper con este legado, el gobierno de Starmer parece decidido a continuar por la misma senda. Aunque Starmer evita presentarse abiertamente como un defensor del neoliberalismo, sus políticas lo desmienten. La eliminación de la ayuda universal a los pensionistas para cubrir los gastos energéticos es un claro ejemplo de cómo su administración sigue priorizando la reducción del déficit sobre el bienestar de la mayoría. Esta medida, anunciada por la ministra de Economía Rachel Reeves, no solo afectará a millones de jubilados, sino que es una señal inequívoca de que las futuras decisiones estarán orientadas a garantizar la estabilidad del mercado y no a proteger a los más vulnerables.

 


LA RETÓRICA DE LA "RENOVACIÓN NACIONAL" Y EL VERDADERO SIGNIFICADO DE LOS SACRIFICIOS

      Uno de los elementos más preocupantes del discurso de Starmer es su insistencia en que los sacrificios son necesarios para reconstruir el país. Esta retórica no es nueva; ya la vimos bajo los gobiernos de David Cameron y Theresa May, quienes justificaron la austeridad en nombre de la "responsabilidad fiscal" y la "estabilidad económica". En realidad, estos sacrificios son siempre impuestos a los mismos sectores: los trabajadores, los pensionistas y los jóvenes. Mientras tanto, las grandes fortunas y las empresas siguen disfrutando de exenciones fiscales y de un entorno regulatorio que favorece la acumulación de capital.

 

      Starmer y su equipo argumentan que los problemas actuales son el resultado de una mala gestión por parte de los conservadores. Si bien es cierto que los tories han disparado las desigualdades y han profundizado en la desindustrialización del país, culpar exclusivamente a la gestión conservadora es una simplificación malévola que oculta las verdaderas causas de la presente crisis. El problema radica en la estructura misma del capitalismo británico, que, desde los años 80, se ha basado en la financiarización y en la deslocalización de la producción. Los laboristas, lejos de cuestionar este modelo, lo han reforzado.

 

    La promesa de una "década de renovación" bajo la dirección de Starmer es, en el mejor de los casos, ilusoria. La estrategia de su gobierno se centra en estabilizar el sistema en lugar de transformarlo. Para la clase trabajadora, esto significa más de lo mismo: salarios estancados, servicios públicos en declive y un futuro marcado por la inseguridad. La historia nos enseña que los laboristas no tienen interés en alterar los equilibrios de poder existentes; su objetivo es gestionarlos de manera más eficiente, sin tocar los intereses fundamentales del capital.

 


LA MANIPULACIÓN DE LOS DISTURBIOS COMO JUSTIFICACIÓN DE LA REPRESIÓN

 

      Otro aspecto preocupante del discurso de Starmer es su referencia a los disturbios, el racismo y la xenofobia que marcaron el verano en el Reino Unido. Utiliza estos episodios para justificar un aumento de la represión y un fortalecimiento del control estatal. Starmer ha presentado estas medidas como una forma de "restaurar el orden" y "reparar los cimientos" de la sociedad británica, pero  lo que realmente está haciendo es pertrecharse ante la posible crisis social que se avecina, reforzando el aparato represivo del Estado para sofocar la disidencia.

 

      El enfoque de Starmer ignora deliberadamente las causas estructurales que subyacen a la violencia y la xenofobia: la pobreza, la desigualdad y la falta de perspectivas que sufren amplios sectores de la población. Al optar por respuestas punitivas en lugar de abordar estos problemas de raíz, su gobierno muestra su verdadero rostro: la de un defensor del orden burgués, dispuesto a utilizar la fuerza para mantener la estabilidad en beneficio de las élites.

 

    Resulta importante señalar que la violencia social no es un fenómeno espontáneo, sino la consecuencia lógica de un sistema que perpetúa la explotación y la opresión. Los disturbios, aunque lamentables en su expresión, son un síntoma de una sociedad profundamente enferma como la británica, no solo por la "herencia conservadora", sino también por un modelo económico que deshumaniza a los trabajadores y a los sectores populares.

 

 

PERSPECTIVAS PARA LA CLASE TRABAJADORA: LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA DE RUPTURA TRANSFORMADORA

 

       En este contexto, es crucial que la clase trabajadora británica no caiga en la trampa de las falsas promesas laboristas. La historia ha demostrado una y otra vez que el Partido Laborista, a pesar de su retórica socialdemócrata, es incapaz de ofrecer una verdadera alternativa al capitalismo. En lugar de esperar que Starmer o cualquier otro líder laborista implemente cambios significativos, los trabajadores deben organizarse de manera independiente y construir una alternativa política que no se limite a gestionar el sistema, sino que lo desafíe desde sus cimientos.

 

     Esto implica rechazar la lógica de los sacrificios impuestos por el capital y luchar por una redistribución radical de la riqueza, por la nacionalización de los sectores estratégicos bajo control obrero y por la construcción de un Estado que sirva a los intereses de la mayoría y no de una minoría privilegiada. La lucha por estas demandas no puede ser confiada a un partido que, desde los años 60, ha demostrado ser un socio fiel del capital.

 

 

  STARMER, EL LABORISMO Y EL CAPITALISMO EN CRISIS

 

       El gobierno de Keir Starmer, lejos de ser un motor de cambio, es una pieza más en la maquinaria del capitalismo británico. Su retórica de "renovación" y "sacrificio" es un intento de encubrir la continuidad de políticas que benefician a los de siempre: los capitalistas. Así de claro. A lo largo de su historia reciente, el Partido Laborista ha jugado un papel clave en la consolidación del neoliberalismo en el Reino Unido, y todo indica que bajo Starmer seguirá cumpliendo esa función.

 

     Para la clase trabajadora, la única salida reside en la construcción de una alternativa revolucionaria, que rompa con el capitalismo y establezca un nuevo orden social basado en la igualdad y la justicia. Mientras el laborismo siga atrapado en la lógica del capital, seguirá siendo un obstáculo en la lucha por un cambio real.

 

(*) Manuel Medina es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa misma materia.

 

 

 
 
Comentarios (1) Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.117

  • Amelia

    Amelia | Miércoles, 28 de Agosto de 2024 a las 00:51:06 horas

    Muy buen artículo

    Accede para responder

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.