
LA "VIRUELA DEL MONO": ¿SE VUELVEN A REPETIR LOS ERRORES QUE AGRAVARON LA PANDEMIA DE COVID-19?
Las lecciones olvidadas de una tragedia reciente
La irrupción de la viruela del mono en España revive los fantasmas de la pandemia de COVID-19. A pesar de las lecciones de aquella crisis, la falta de previsión y la improvisación en la gestión sanitaria vuelven a marcar la respuesta de las autoridades. ¿Estamos condenados a repetir los mismos errores?
POR CARLOS SERNA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
La pandemia de COVID-19 dejó una cicatriz profunda en la sociedad global. En España, la gestión de la crisis sanitaria reveló fallos estructurales evidentes: improvisación, falta
de previsión y una respuesta tardía ante una amenaza que inicialmente se subestimó. Hoy, con la viruela del mono (mpox) al acecho, parece que la historia se repite.
Las autoridades vuelven a caer en los mismos errores de comunicación, negación y carencia de protocolos claros que en su momento contribuyeron a agravar la pandemia de coronavirus. Este artículo aborda las fallas estructurales en la gestión de la nueva amenaza sanitaria y las peligrosas similitudes con el pasado reciente.
LECCIONES OLVIDADAS DE UNA TRAGEDIA RECIENTE
La pandemia de COVID-19 estalló en un contexto de negación por parte de las autoridades. En enero de 2020, el Ministerio de Sanidad español aseguraba que el virus "no representaba un peligro real para el país". Este discurso tranquilizador se mantuvo mientras el virus se propagaba sin control. Cuando finalmente se reconoció la gravedad de la situación, el daño ya estaba hecho: la sanidad pública colapsó, faltaban recursos básicos y el número de fallecidos se disparó.
Hoy, ante el brote de viruela del mono, el patrón se repite. Aunque la OMS ya ha emitido alertas sanitarias, el Ministerio de Sanidad español sigue minimizando el riesgo. Asegura que los casos detectados "no presentan síntomas o gravedad diferentes" respecto a los brotes anteriores y que "no hay razón para la alarma". Este mensaje es prácticamente idéntico al que precedió al desastre de 2020.
¿PREPARACIÓN O NUEVA IMPROVISACIÓN?
A pesar de la experiencia acumulada durante la crisis de COVID-19, la reacción institucional sigue marcada por la falta de planificación y la improvisación. Se realizan reuniones de evaluación entre la Unión Europea y las comunidades autónomas, pero, en términos prácticos, no se han establecido protocolos concretos ni se han garantizado los recursos necesarios para enfrentar un posible aumento de casos. Las decisiones parecen estar motivadas más por la necesidad de evitar el pánico que por una verdadera estrategia preventiva.
El Ministerio de Sanidad insiste en que "la vacunación y la vigilancia son claves", pero la vacunación se ha limitado a grupos de riesgo específicos, como hombres que mantienen prácticas sexuales de riesgo. Esta focalización, aunque basada en criterios epidemiológicos, ignora la posibilidad de transmisión comunitaria más amplia y refleja, una vez más, un enfoque cortoplacista y segmentado en lugar de una estrategia integral.
LA FALTA DE RECURSOS: UNA AMENAZA LATENTE
Un punto clave que destaca en esta crisis, al igual que en la anterior, es la insuficiencia de medios. En 2020, el colapso hospitalario fue el resultado de años de recortes en la sanidad pública y de una política de privatizaciones que debilitó la capacidad de respuesta del sistema. Hoy, aunque las circunstancias sean diferentes, persiste la carencia de personal y equipos adecuados en los hospitales públicos y centros de atención primaria. Esto, combinado con la gestión caótica de la Comunidad de Madrid durante la crisis de COVID-19, ha generado una profunda desconfianza entre los trabajadores del sector sanitario.
Algunos sindicatos están ya exigiendo medidas preventivas inmediatas y refuerzos en los centros de salud para evitar repetir los desastres pasados. A pesar de las advertencias, el Gobierno regional no ha proporcionado garantías concretas de que dispondrá de equipos de protección individual (EPIs) o de que habrá un plan claro para ampliar la plantilla si la situación se agrava. El miedo entre los profesionales sanitarios es real y está justificado por la negligencia previa en la gestión de emergencias, como se vio con el ébola y, más dramáticamente, con el COVID-19.
LA SUBESTIMACIÓN DE UN RIESGO GLOBAL
Si bien la viruela del mono no se transmite con la misma facilidad que el SARS-CoV-2, su rápida expansión por Europa y América desde 2022 debería ser motivo suficiente para activar mecanismos de prevención más sólidos. Hasta agosto de 2024, España ha registrado más de 8.000 casos, con un crecimiento sostenido en comunidades como Madrid y Cataluña. Este aumento refleja una tendencia preocupante que no se está enfrentando con la seriedad que requiere.
La subestimación del riesgo no solo desarma a la población frente a la enfermedad, sino que también perpetúa un ciclo de desinformación y despreocupación que puede ser catastrófico si el brote escala. Mientras tanto, las autoridades continúan centradas en debates burocráticos sin ofrecer soluciones prácticas que generen confianza en la población.
¿UN FUTURO MARCADO POR LOS ERRORES DEL PASADO?
La gestión de la viruela del mono en España deja en evidencia una vez más las debilidades estructurales que continúa teniendo la sanidad pública y el enfoque errático de las autoridades. La negación inicial, la falta de recursos y la improvisación en la respuesta constituyen un patrón preocupante. Si algo nos enseñó la pandemia de COVID-19 es que la preparación y la transparencia son esenciales para minimizar el impacto de una crisis sanitaria. Sin embargo, parece que el sistema no ha aprendido esas lecciones.
A medida que el brote continúa, es fundamental no solo garantizar la vacunación y vigilancia para los grupos de riesgo, sino también ampliar el alcance de las medidas preventivas y reforzar la sanidad pública. Sin un cambio drástico en la gestión, el país seguirá atrapado en un ciclo de improvisación y vulnerabilidad frente a nuevas amenazas. Este deja vu, que ya se cobró demasiadas vidas en 2020, no puede permitirse repetir.
POR CARLOS SERNA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
La pandemia de COVID-19 dejó una cicatriz profunda en la sociedad global. En España, la gestión de la crisis sanitaria reveló fallos estructurales evidentes: improvisación, falta de previsión y una respuesta tardía ante una amenaza que inicialmente se subestimó. Hoy, con la viruela del mono (mpox) al acecho, parece que la historia se repite.
Las autoridades vuelven a caer en los mismos errores de comunicación, negación y carencia de protocolos claros que en su momento contribuyeron a agravar la pandemia de coronavirus. Este artículo aborda las fallas estructurales en la gestión de la nueva amenaza sanitaria y las peligrosas similitudes con el pasado reciente.
LECCIONES OLVIDADAS DE UNA TRAGEDIA RECIENTE
La pandemia de COVID-19 estalló en un contexto de negación por parte de las autoridades. En enero de 2020, el Ministerio de Sanidad español aseguraba que el virus "no representaba un peligro real para el país". Este discurso tranquilizador se mantuvo mientras el virus se propagaba sin control. Cuando finalmente se reconoció la gravedad de la situación, el daño ya estaba hecho: la sanidad pública colapsó, faltaban recursos básicos y el número de fallecidos se disparó.
Hoy, ante el brote de viruela del mono, el patrón se repite. Aunque la OMS ya ha emitido alertas sanitarias, el Ministerio de Sanidad español sigue minimizando el riesgo. Asegura que los casos detectados "no presentan síntomas o gravedad diferentes" respecto a los brotes anteriores y que "no hay razón para la alarma". Este mensaje es prácticamente idéntico al que precedió al desastre de 2020.
¿PREPARACIÓN O NUEVA IMPROVISACIÓN?
A pesar de la experiencia acumulada durante la crisis de COVID-19, la reacción institucional sigue marcada por la falta de planificación y la improvisación. Se realizan reuniones de evaluación entre la Unión Europea y las comunidades autónomas, pero, en términos prácticos, no se han establecido protocolos concretos ni se han garantizado los recursos necesarios para enfrentar un posible aumento de casos. Las decisiones parecen estar motivadas más por la necesidad de evitar el pánico que por una verdadera estrategia preventiva.
El Ministerio de Sanidad insiste en que "la vacunación y la vigilancia son claves", pero la vacunación se ha limitado a grupos de riesgo específicos, como hombres que mantienen prácticas sexuales de riesgo. Esta focalización, aunque basada en criterios epidemiológicos, ignora la posibilidad de transmisión comunitaria más amplia y refleja, una vez más, un enfoque cortoplacista y segmentado en lugar de una estrategia integral.
LA FALTA DE RECURSOS: UNA AMENAZA LATENTE
Un punto clave que destaca en esta crisis, al igual que en la anterior, es la insuficiencia de medios. En 2020, el colapso hospitalario fue el resultado de años de recortes en la sanidad pública y de una política de privatizaciones que debilitó la capacidad de respuesta del sistema. Hoy, aunque las circunstancias sean diferentes, persiste la carencia de personal y equipos adecuados en los hospitales públicos y centros de atención primaria. Esto, combinado con la gestión caótica de la Comunidad de Madrid durante la crisis de COVID-19, ha generado una profunda desconfianza entre los trabajadores del sector sanitario.
Algunos sindicatos están ya exigiendo medidas preventivas inmediatas y refuerzos en los centros de salud para evitar repetir los desastres pasados. A pesar de las advertencias, el Gobierno regional no ha proporcionado garantías concretas de que dispondrá de equipos de protección individual (EPIs) o de que habrá un plan claro para ampliar la plantilla si la situación se agrava. El miedo entre los profesionales sanitarios es real y está justificado por la negligencia previa en la gestión de emergencias, como se vio con el ébola y, más dramáticamente, con el COVID-19.
LA SUBESTIMACIÓN DE UN RIESGO GLOBAL
Si bien la viruela del mono no se transmite con la misma facilidad que el SARS-CoV-2, su rápida expansión por Europa y América desde 2022 debería ser motivo suficiente para activar mecanismos de prevención más sólidos. Hasta agosto de 2024, España ha registrado más de 8.000 casos, con un crecimiento sostenido en comunidades como Madrid y Cataluña. Este aumento refleja una tendencia preocupante que no se está enfrentando con la seriedad que requiere.
La subestimación del riesgo no solo desarma a la población frente a la enfermedad, sino que también perpetúa un ciclo de desinformación y despreocupación que puede ser catastrófico si el brote escala. Mientras tanto, las autoridades continúan centradas en debates burocráticos sin ofrecer soluciones prácticas que generen confianza en la población.
¿UN FUTURO MARCADO POR LOS ERRORES DEL PASADO?
La gestión de la viruela del mono en España deja en evidencia una vez más las debilidades estructurales que continúa teniendo la sanidad pública y el enfoque errático de las autoridades. La negación inicial, la falta de recursos y la improvisación en la respuesta constituyen un patrón preocupante. Si algo nos enseñó la pandemia de COVID-19 es que la preparación y la transparencia son esenciales para minimizar el impacto de una crisis sanitaria. Sin embargo, parece que el sistema no ha aprendido esas lecciones.
A medida que el brote continúa, es fundamental no solo garantizar la vacunación y vigilancia para los grupos de riesgo, sino también ampliar el alcance de las medidas preventivas y reforzar la sanidad pública. Sin un cambio drástico en la gestión, el país seguirá atrapado en un ciclo de improvisación y vulnerabilidad frente a nuevas amenazas. Este deja vu, que ya se cobró demasiadas vidas en 2020, no puede permitirse repetir.
Chorche | Jueves, 22 de Agosto de 2024 a las 19:07:37 horas
La viruela del mono o la "viruela" de la extinción de los pobres?
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