Editorial ...................................................
Sobre la propuesta de Trump e israel de un Plan para que los palestinos sean expulsados de la Franja de Gaza
EDITORIAL
El gobierno de Estados Unidos, bajo la nueva Administración de Donald Trump, ha dado un paso más en su política de agresión imperialista con dos insólitas medidas que han provocado la indignación mundial.
En primer lugar, Trump ha propuesto un plan para que los palestinos sean expulsados de la Franja de Gaza.
En segundo lugar, ha ordenado la retirada inmediata de los Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Ambas decisiones no son unos simples cambios de estrategia, sino la viva expresión de una política exterior que pretende imponer, mediante la fuerza y el chantaje, los intereses del capital estadounidense y de sus aliados en la zona.
Mientras desmantela cualquier espacio de cooperación multilateral, la Casa Blanca reafirma simultáneamente su respaldo incondicional a Israel, despreciando cualquier noción relacionada con los derechos humanos.
LA EXPULSIÓN DE LOS PALESTINOS DE GAZA: UN CRIMEN ENCUBIERTO DE ESTRATEGIA
El Plan Trump destinado a desalojar a los palestinos de Gaza es una forma indisimulada de poner en marcha una operación de limpieza étnica.
El Plan, presentado bajo el pretexto de “reconfigurar las dinámicas territoriales y de seguridad” en la región, contiene, en una versión actualizada, los mismos propósitos que tuvo en el pasado la "Solución final" de los nazis durante la II Guerra Mundial contra los judíos. Primero, desplazarlos de sus asentamientos históricos. Luego, proceder a su exterminio físico. Con el Plan Trump lo que se pretende es exterminar por disgregación a todo un pueblo.
El razonamiento utilizado por la Casa Blanca para justificar la aplicación su "Solución final" tiene, igualmente, similitudes estremecedoras a la utilizada por Hitler a partir de 1942.
De acuerdo con el argumento esgrimido ahora por Washington, hay que proceder al desalojo de los palestinos debido a su alta concentración demográfica en Gaza, que representa, según el presidente, un peligroso foco de inestabilidad.
Inicialmente, en la década de los treinta del siglo pasado, los nazis argumentaron que la "Solución" del "problema judío" era la emigración forzada y su segregación en guetos. Luego, una vez comenzada la II Guerra Mundial, los nazis pasaron a una segunda fase de su Plan, que consistiría en el exterminio sistemático como única "respuesta viable" en tiempos de guerra, ya que los judíos constituían un permanente potencial enemigo.
La "Solución final" que ahora propone Trump no es el fin del asedio a Gaza, ni tampoco el respeto al derecho de autodeterminación del pueblo palestino, sino su exterminio por disgregación.
En estos momentos, Palestina ha dejado de ser una cuestión que competa exclusivamente a los diplomáticos o a divertimientos palaciegos de políticos institucionales. Nos encontramos ante una gigantesca operación de violencia institucionalizada que amenaza con desplazar y exterminar por disgregación a todo un pueblo. Las cartas, pues, han sido puestas boca arriba por los mismos que han protagonizado este genocidio. Ya no hay lugar para las elucubraciones dilatorias.
En estos días, la única respuesta efectiva a este atropello no puede limitarse a la emisión de simples comunicados oficiales, sino que requiere una movilización global de la humanidad en contra la impunidad con la que actuan los EE UU e Israel en la región.
OPERACIÓN SIMULTANEA: EE.UU. ABANDONA EL "CONSEJO DE DERECHOS HUMANOS" DE LA ONU
Mientras promueve la expulsión de los palestinos de su tierra, EEUU ha decidido abandonar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, dejando muy claro que los principios de justicia y dignidad solo le interesan cuando pueden ser utilizados como herramientas de presión contra sus enemigos.
Desde la Casa Blanca se ha justificado esta retirada con el argumento de que el organismo en cuestión es ineficaz y parcial, una afirmación realmente cínica si se considera que EE.UU. ha sido uno de los mayores responsables de violaciones a los derechos humanos en el mundo. Pero en cualquier caso, no se trata de una cuestión de eficiencia, sino de intereses: el Consejo de Derechos Humanos ha señalado en repetidas ocasiones los crímenes de Israel, lo que resulta inaceptable para Washington.
Esta retirada tampoco es un gesto aislado. Forma parte de una estrategia mayor que incluye la suspensión de fondos destinados a la Agencia para los Refugiados Palestinos (UNRWA) y la reducción de ayuda humanitaria en otros conflictos.
Mientras se retiran de organismos internacionales, refuerzan su capacidad de intervención unilateral en distintas partes del mundo, utilizando sanciones económicas, financiamiento de grupos armados y bloqueos para imponer su dominio.
El desprecio de la Casa Blanca por los derechos humanos solo reafirma lo que ha sido evidente durante décadas: las instituciones internacionales solo son útiles para EE.UU. cuando sirven a sus intereses. Cuando se convierten en un obstáculo para su política de saqueo y violencia, simplemente se deshacen de ellas.
LLAMAMIENTO A LA MOVILIZACIÓN GLOBAL
La retirada del Consejo de Derechos Humanos y el intento de expulsión de los palestinos de Gaza son expresiones de una misma política imperialista que, en su confrontación con otras grandes potencias rivales por la conquista de los mercados internacionales, está priorizando los beneficios de su propia clase dominante a costa de la vida y la dignidad de millones de personas.
Hoy, pues, el verdadero desafío no consiste en tratar de convencer a la Casa Blanca para que revierta sus monstruosas decisiones, sino en promover la urgente y masiva movilización popular y la solidaridad internacional. Solo con la movilización global y activa de los pueblos lograremos frenar la maquinaria genocida yanqui y sionista que se intenta desplegar con impunidad desde Washington.
EDITORIAL
El gobierno de Estados Unidos, bajo la nueva Administración de Donald Trump, ha dado un paso más en su política de agresión imperialista con dos insólitas medidas que han provocado la indignación mundial.
En primer lugar, Trump ha propuesto un plan para que los palestinos sean expulsados de la Franja de Gaza.
En segundo lugar, ha ordenado la retirada inmediata de los Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Ambas decisiones no son unos simples cambios de estrategia, sino la viva expresión de una política exterior que pretende imponer, mediante la fuerza y el chantaje, los intereses del capital estadounidense y de sus aliados en la zona.
Mientras desmantela cualquier espacio de cooperación multilateral, la Casa Blanca reafirma simultáneamente su respaldo incondicional a Israel, despreciando cualquier noción relacionada con los derechos humanos.
LA EXPULSIÓN DE LOS PALESTINOS DE GAZA: UN CRIMEN ENCUBIERTO DE ESTRATEGIA
El Plan Trump destinado a desalojar a los palestinos de Gaza es una forma indisimulada de poner en marcha una operación de limpieza étnica.
El Plan, presentado bajo el pretexto de “reconfigurar las dinámicas territoriales y de seguridad” en la región, contiene, en una versión actualizada, los mismos propósitos que tuvo en el pasado la "Solución final" de los nazis durante la II Guerra Mundial contra los judíos. Primero, desplazarlos de sus asentamientos históricos. Luego, proceder a su exterminio físico. Con el Plan Trump lo que se pretende es exterminar por disgregación a todo un pueblo.
El razonamiento utilizado por la Casa Blanca para justificar la aplicación su "Solución final" tiene, igualmente, similitudes estremecedoras a la utilizada por Hitler a partir de 1942.
De acuerdo con el argumento esgrimido ahora por Washington, hay que proceder al desalojo de los palestinos debido a su alta concentración demográfica en Gaza, que representa, según el presidente, un peligroso foco de inestabilidad.
Inicialmente, en la década de los treinta del siglo pasado, los nazis argumentaron que la "Solución" del "problema judío" era la emigración forzada y su segregación en guetos. Luego, una vez comenzada la II Guerra Mundial, los nazis pasaron a una segunda fase de su Plan, que consistiría en el exterminio sistemático como única "respuesta viable" en tiempos de guerra, ya que los judíos constituían un permanente potencial enemigo.
La "Solución final" que ahora propone Trump no es el fin del asedio a Gaza, ni tampoco el respeto al derecho de autodeterminación del pueblo palestino, sino su exterminio por disgregación.
En estos momentos, Palestina ha dejado de ser una cuestión que competa exclusivamente a los diplomáticos o a divertimientos palaciegos de políticos institucionales. Nos encontramos ante una gigantesca operación de violencia institucionalizada que amenaza con desplazar y exterminar por disgregación a todo un pueblo. Las cartas, pues, han sido puestas boca arriba por los mismos que han protagonizado este genocidio. Ya no hay lugar para las elucubraciones dilatorias.
En estos días, la única respuesta efectiva a este atropello no puede limitarse a la emisión de simples comunicados oficiales, sino que requiere una movilización global de la humanidad en contra la impunidad con la que actuan los EE UU e Israel en la región.
OPERACIÓN SIMULTANEA: EE.UU. ABANDONA EL "CONSEJO DE DERECHOS HUMANOS" DE LA ONU
Mientras promueve la expulsión de los palestinos de su tierra, EEUU ha decidido abandonar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, dejando muy claro que los principios de justicia y dignidad solo le interesan cuando pueden ser utilizados como herramientas de presión contra sus enemigos.
Desde la Casa Blanca se ha justificado esta retirada con el argumento de que el organismo en cuestión es ineficaz y parcial, una afirmación realmente cínica si se considera que EE.UU. ha sido uno de los mayores responsables de violaciones a los derechos humanos en el mundo. Pero en cualquier caso, no se trata de una cuestión de eficiencia, sino de intereses: el Consejo de Derechos Humanos ha señalado en repetidas ocasiones los crímenes de Israel, lo que resulta inaceptable para Washington.
Esta retirada tampoco es un gesto aislado. Forma parte de una estrategia mayor que incluye la suspensión de fondos destinados a la Agencia para los Refugiados Palestinos (UNRWA) y la reducción de ayuda humanitaria en otros conflictos.
Mientras se retiran de organismos internacionales, refuerzan su capacidad de intervención unilateral en distintas partes del mundo, utilizando sanciones económicas, financiamiento de grupos armados y bloqueos para imponer su dominio.
El desprecio de la Casa Blanca por los derechos humanos solo reafirma lo que ha sido evidente durante décadas: las instituciones internacionales solo son útiles para EE.UU. cuando sirven a sus intereses. Cuando se convierten en un obstáculo para su política de saqueo y violencia, simplemente se deshacen de ellas.
LLAMAMIENTO A LA MOVILIZACIÓN GLOBAL
La retirada del Consejo de Derechos Humanos y el intento de expulsión de los palestinos de Gaza son expresiones de una misma política imperialista que, en su confrontación con otras grandes potencias rivales por la conquista de los mercados internacionales, está priorizando los beneficios de su propia clase dominante a costa de la vida y la dignidad de millones de personas.
Hoy, pues, el verdadero desafío no consiste en tratar de convencer a la Casa Blanca para que revierta sus monstruosas decisiones, sino en promover la urgente y masiva movilización popular y la solidaridad internacional. Solo con la movilización global y activa de los pueblos lograremos frenar la maquinaria genocida yanqui y sionista que se intenta desplegar con impunidad desde Washington.

































Chorche | Martes, 11 de Febrero de 2025 a las 11:26:48 horas
¿Manifestarse contra el fascismo sin hacerlo contra el capitalismo es una contradicción?
Que cientos de miles de personas salgan a las calles indignadas por el avance del fascismo, y que esto ocurra en latitudes tan dispares como Alemania o Argentina, es una gran, gran noticia. Que el monstruo que asoló el siglo XX vuelva con brío, demostrando que no fue eliminado (porque no lo fue el capitalismo) y trayendo consigo su ideario, merece la respuesta más contundente. Pero esto no puede tapar una realidad que desde el poder se ha intentado ocultar: que el fascismo nace del capitalismo, que es la cara B de la misma moneda, la cara a la que recurren cuando lo necesitan.
Sin entender esto cabría pensar entonces que su ascenso es fruto de la casualidad, del aburrimiento de lo dioses o de un despiste social. Pero no, la clase dominante activa el mecanismo sabedora de que ha abonado lo suficiente para obtener ahora los frutos. A eso, ayuda el hecho de una sociedad donde mayoritariamente se ha inoculado la idea de que capitalismo y democracia son sinónimos. Una aberración que permite que pasen los años y los conflictos (muchas veces preñados de lucha de clases) sin que, lo que se presume son sectores «conscientes», tomen las calles contra el capitalismo, ni siquiera los primeros de mayo cuyo origen es, precisamente, la lucha contra el sistema. «Capitalismo pero sin fascismo» podría ser su próxima consigna.
Como resultado de lo anterior, en las manifestaciones anti fascistas vemos (e irán en aumento) a personajes que apoyan sin reparo la cara A de esa moneda, la que permite el genocidio sionista o el expolio de materias primas a países ricos pero empobrecidos por el saqueo. Y lo hacen con absoluta impunidad, con el apoyo de la opinión publicada y su Falsimedia engrasada para la ocasión, el menosmalismo hace el resto.
(Insurgenteorg.)
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