
MEGATSUNAMIS EN CANARIAS: CUANDO LA NATURALEZA SUPERA LA FICCIÓN
¿Podría un deslizamiento de tierra en Canarias desencadenar una catástrofe global?"
Más allá de las producciones cinematográficas postapocalípticas de Hollywood, los megatsunamis son una realidad natural que puede llegar a superar las barreras de lo que consideramos posible. Se trata -tal y como explica en un recomendable trabajo de divulgación la geóloga y miembro del CSIC Mercedes Ferrer Gijón (*) - de una fuerza desatada de la naturalez que se origina por causas excepcionales y alcanza alturas impensables.
Por JOSÉ ANTONIO GUTIÉRREZ OROSA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Más allá de las producciones cinematográficas postapocalípticas de Hollywood, los megatsunamis son una realidad natural que puede llegar a superar las barreras de lo que consideramos posible.
Se trata -tal y como explica en un recomendable trabajo de divulgación la geóloga y miembro del CSIC Mercedes Ferrer Gijón (*) - de una fuerza desatada de la naturalez que se origina por causas excepcionales y alcanza alturas impensables.
A diferencia de los tsunamis comunes, que suelen ser generados por terremotos submarinos y raramente superan los 10 metros de altura al llegar a la costa, los megatsunamis pueden alcanzar los 40 metros o más.
Pero estas olas no son solamente increíblemente altas, sino que llevan consigo una energía capaz de remodelar la faz de la Tierra.
La formación de un megatsunami está ligada a eventos de magnitud excepcional. Puede ser el resultado de un deslizamiento de tierra masivo que cae al océano, una erupción volcánica catastrófica, o incluso el impacto de un asteroide.
No son eventos ordinarios; son olas gigantescas generadas por deslizamientos masivos de tierra y rocas, capaces de cruzar océanos enteros con una fuerza devastadora. Lo que todos estos eventos tienen en común es la capacidad de desplazar una cantidad enorme de agua en un instante, generando olas que son literalmente fuera de escala.
Mientras que un tsunami regular se dispersa a través del océano, afectando a regiones extensas pero con una fuerza que disminuye con la distancia, el megatsunami es un fenómeno localizado pero con un impacto mucho más destructivo. Su fuerza radica en la concentración de energía en un área específica, lo que puede resultar en daños catastróficos para las regiones costeras cercanas al origen del evento.
A lo largo de la historia, varios eventos han demostrado el poder devastador de los megatsunamis. Desde la explosión del Krakatoa en 1883, que generó olas de hasta 40 metros, hasta el colapso de la caldera de Santorini hace miles de años, que posiblemente generó olas aún más altas, estos eventos nos recuerdan la fuerza indomable de la naturaleza.
MEGATSUNAMIS EN CANARIAS
El Archipiélago canario también fue protagonista, en el pasado, de estos espectaculares fenómenos naturales.
Las Islas Canarias, conocidas por su belleza idílica y clima privilegiado, albergan en su estructura geológica las cicatrices de estos eventos catastróficos
A lo largo de la historia geológica reciente, en el último millón de años, Canarias ha sido escenario de deslizamientos de tierra de gran magnitud.
La destrucción parcial de edificios volcánicos, no siempre vinculada a erupciones explosivas, ha sido un capítulo recurrente en la evolución del archipiélago. Islas como Tenerife, La Palma y El Hierro presentan evidencias geomorfológicas tanto subaéreas como submarinas de estos deslizamientos masivos, ocurridos en los últimos cientos de miles de años.
El rápido crecimiento de los edificios volcánicos, alcanzando miles de metros de altura, ha generado situaciones de inestabilidad en los flancos de las islas. La entrada violenta y súbita de estas masas rocosas en el océano ha sido la génesis de megatsunamis, que han golpeado con fuerza las costas de origen y vecinas, redibujando el paisaje costero y depositando materiales marinos y terrestres tierra adentro.
EVIDENCIA EN LOS DEPÓSITOS
Los depósitos caóticos de conglomerados marinos encontrados en Tenerife, Lanzarote y Gran Canaria presentan características que los atribuyen inequívocamente a los megatsunamis. Estos depósitos, situados a decenas e incluso centenares de metros por encima del nivel actual del mar, son testimonios silenciosos de la magnitud de estos eventos. Los fósiles marinos encontrados dentro de estos conglomerados, pertenecientes a organismos de diversas profundidades, junto con elementos terrestres, ofrecen una visión clara del poder de estos fenómenos.
Los estudios sobre estos depósitos de megatsunamis han revelado que esos eventos no solo han sido relativamente frecuentes en el último millón de años sino que también han dejado marcas indelebles en las costas canarias. La elevación y distancia desde la costa de estos depósitos sugieren alturas de impresionantes, alcanzando hasta 270 m en algunos casos, testimonio de la fuerza descomunal de estos megatsunamis.
Los depósitos fueron originados por grandes deslizamientos de flanco de los edificios volcánicos que forman las islas. A partir de las edades estimadas para estos depósitos, se pueden establecer relaciones con algunos de los deslizamientos ocurridos en los últimos cientos de miles de años.
Los resultados globales indican que los depósitos de tsunami se emplazaron durante el Pleistoceno medio, con una edad inferior a 168.000 años para Teno e Isla Baja, entre 160.000 y 200.000 en Agaete, y dentro del intervalo de edad 154.000 y 221.000 en Piedra Alta. Estas fechas sugieren que los eventos más recientes, al menos entre los documentados, ocurrieron hace aproximadamente 154.000 a 168.000 años.
Entender qué es un megatsunami no solo es importante para la ciencia; es crucial para la preparación ante desastres. Aunque raros, los megatsunamis representan un riesgo real que requiere nuestra atención y respeto. Al estudiar estos fenómenos, no solo aprendemos más sobre nuestro planeta, sino que también podemos mejorar nuestras estrategias de mitigación de desastres, preparándonos mejor para proteger nuestras comunidades y nuestros entornos costeros.
(*) ¿Qué sabemos de? Megatsunamis. Mercedes Ferrer Gijón. CSIC. Los Libros de la Catarata, 2023
Por JOSÉ ANTONIO GUTIÉRREZ OROSA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Más allá de las producciones cinematográficas postapocalípticas de Hollywood, los megatsunamis son una realidad natural que puede llegar a superar las barreras de lo que consideramos posible.
Se trata -tal y como explica en un recomendable trabajo de divulgación la geóloga y miembro del CSIC Mercedes Ferrer Gijón (*) - de una fuerza desatada de la naturalez que se origina por causas excepcionales y alcanza alturas impensables.
A diferencia de los tsunamis comunes, que suelen ser generados por terremotos submarinos y raramente superan los 10 metros de altura al llegar a la costa, los megatsunamis pueden alcanzar los 40 metros o más.
Pero estas olas no son solamente increíblemente altas, sino que llevan consigo una energía capaz de remodelar la faz de la Tierra.
La formación de un megatsunami está ligada a eventos de magnitud excepcional. Puede ser el resultado de un deslizamiento de tierra masivo que cae al océano, una erupción volcánica catastrófica, o incluso el impacto de un asteroide.
No son eventos ordinarios; son olas gigantescas generadas por deslizamientos masivos de tierra y rocas, capaces de cruzar océanos enteros con una fuerza devastadora. Lo que todos estos eventos tienen en común es la capacidad de desplazar una cantidad enorme de agua en un instante, generando olas que son literalmente fuera de escala.
Mientras que un tsunami regular se dispersa a través del océano, afectando a regiones extensas pero con una fuerza que disminuye con la distancia, el megatsunami es un fenómeno localizado pero con un impacto mucho más destructivo. Su fuerza radica en la concentración de energía en un área específica, lo que puede resultar en daños catastróficos para las regiones costeras cercanas al origen del evento.
A lo largo de la historia, varios eventos han demostrado el poder devastador de los megatsunamis. Desde la explosión del Krakatoa en 1883, que generó olas de hasta 40 metros, hasta el colapso de la caldera de Santorini hace miles de años, que posiblemente generó olas aún más altas, estos eventos nos recuerdan la fuerza indomable de la naturaleza.
MEGATSUNAMIS EN CANARIAS
El Archipiélago canario también fue protagonista, en el pasado, de estos espectaculares fenómenos naturales.
Las Islas Canarias, conocidas por su belleza idílica y clima privilegiado, albergan en su estructura geológica las cicatrices de estos eventos catastróficos
A lo largo de la historia geológica reciente, en el último millón de años, Canarias ha sido escenario de deslizamientos de tierra de gran magnitud.
La destrucción parcial de edificios volcánicos, no siempre vinculada a erupciones explosivas, ha sido un capítulo recurrente en la evolución del archipiélago. Islas como Tenerife, La Palma y El Hierro presentan evidencias geomorfológicas tanto subaéreas como submarinas de estos deslizamientos masivos, ocurridos en los últimos cientos de miles de años.
El rápido crecimiento de los edificios volcánicos, alcanzando miles de metros de altura, ha generado situaciones de inestabilidad en los flancos de las islas. La entrada violenta y súbita de estas masas rocosas en el océano ha sido la génesis de megatsunamis, que han golpeado con fuerza las costas de origen y vecinas, redibujando el paisaje costero y depositando materiales marinos y terrestres tierra adentro.
EVIDENCIA EN LOS DEPÓSITOS
Los depósitos caóticos de conglomerados marinos encontrados en Tenerife, Lanzarote y Gran Canaria presentan características que los atribuyen inequívocamente a los megatsunamis. Estos depósitos, situados a decenas e incluso centenares de metros por encima del nivel actual del mar, son testimonios silenciosos de la magnitud de estos eventos. Los fósiles marinos encontrados dentro de estos conglomerados, pertenecientes a organismos de diversas profundidades, junto con elementos terrestres, ofrecen una visión clara del poder de estos fenómenos.
Los estudios sobre estos depósitos de megatsunamis han revelado que esos eventos no solo han sido relativamente frecuentes en el último millón de años sino que también han dejado marcas indelebles en las costas canarias. La elevación y distancia desde la costa de estos depósitos sugieren alturas de impresionantes, alcanzando hasta 270 m en algunos casos, testimonio de la fuerza descomunal de estos megatsunamis.
Los depósitos fueron originados por grandes deslizamientos de flanco de los edificios volcánicos que forman las islas. A partir de las edades estimadas para estos depósitos, se pueden establecer relaciones con algunos de los deslizamientos ocurridos en los últimos cientos de miles de años.
Los resultados globales indican que los depósitos de tsunami se emplazaron durante el Pleistoceno medio, con una edad inferior a 168.000 años para Teno e Isla Baja, entre 160.000 y 200.000 en Agaete, y dentro del intervalo de edad 154.000 y 221.000 en Piedra Alta. Estas fechas sugieren que los eventos más recientes, al menos entre los documentados, ocurrieron hace aproximadamente 154.000 a 168.000 años.
Entender qué es un megatsunami no solo es importante para la ciencia; es crucial para la preparación ante desastres. Aunque raros, los megatsunamis representan un riesgo real que requiere nuestra atención y respeto. Al estudiar estos fenómenos, no solo aprendemos más sobre nuestro planeta, sino que también podemos mejorar nuestras estrategias de mitigación de desastres, preparándonos mejor para proteger nuestras comunidades y nuestros entornos costeros.
(*) ¿Qué sabemos de? Megatsunamis. Mercedes Ferrer Gijón. CSIC. Los Libros de la Catarata, 2023
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