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LA TRAVESÍA DE GARZÓN AL OLIMPO DE LOS LOBBYS: ¿UN SALTO DE FE O UN TRASPIÉ MAL CALCULADO?

¿De defensor a jugador en el tablero del lobbysmo?: El giro copernicano de Alberto Garzón

El malogrado fichaje de Garzón, que bien podría haber pasado hasta desapercibido en el vasto mar de las decenas y decenas de peculiares “transiciones” de la vida política al crematístico mundo de los negocios, se convirtiera en el epicentro de una polémica monumental sobre las famosas "puertas giratorias". Pero, ¿no era este el mismo hombre que escogía como título de un discutido libro suyo "Por qué soy comunista"? ¿Qué es lo que sucede en el gremio de los políticos institucionales más jóvenes, que ni siquiera tienen la paciencia para dejar que sea la senectud la se encargue en convertirlos en desvergonzados personajes impresentables?

 

 

POR ALBERTO ÁLVAREZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

 

 

      En un giro argumental digno de tramas más decentes, el exministro y excoordinador general de Izquierda Unida, Alberto Garzón, nos regaló recientemente una perla narrativa digna de análisis: su fichaje por la consultora "Acento", bajo el amparo de ilustres predecesores del PSOE y el PP. En una sociedad extraordinariamente ávida de episodios que rocen la ironía y la contradicción, el "caso Garzón" se presenta no solo como un banquete para los amantes del sarcasmo, sino como una obra maestra del absurdo político contemporáneo.

 

     Este fichaje, que podría haber pasado desapercibido en el vasto mar de las decenas y decenas de peculiares “transiciones” profesionales, se convirtió en el epicentro de una polémica monumental sobre las famosas "puertas giratorias". Un concepto que, aunque se pretenda vestir con ropajes de modernidad y pragmatismo, no es más que la antigua tradición de reciclar a los políticos en puestos de influencia, una práctica tan extendida que casi podría considerarse una suerte de "deporte nacional" en las altas esferas de nuestras sacrosantas instituciones.

 


FULMINANTE REACCIÓN

 

     La reacción no se hizo esperar: una amalgama de críticas, reproches y, cómo no, ese desencanto teñido de ironía que solo las redes sociales son capaces de saber destilar. La situación llegó a tal punto que Garzón, quizás recordando sus días de una militancia supuestamente más "idealista", optó por renunciar a la sustanciosa oferta, aunque no sin antes lanzar "urbi et orbe"  un comunicado que bien podría enmarcarse como una joya del género epistolar contemporáneo. En su mensaje al mundo de la izquierda desideologizada, Garzón se lamentaba de su decisión, no sin dejar de señalar con tono   de reproche, la supuesta exigencia de una “pureza” ideológica inalcanzable, esa que al parecer, no es capaz de contemplar las horribles penurias  que se sufren en la azarosa vida post-ministerial.

 

     Pero ah, la trama engorda y se torna superjugosa cuando entran en escena figuras de distintas facciones de la "izquierda", algunas apoyando la decisión de Garzón con argumentos que rozan lo kafkiano, como si el mero hecho de la gente criticara "el fichaje" equivaliera a condenar al indolente exministro a una vida miserable, llena de penurias y crueles necesidades económicas. Un espectáculo que, sin duda, hasta el mismísimo Lope de Vega hubiera disfrutado de haber podido describirlo.

 

 

DESDE LOS PLATÓS DE LAS TV A LA EMPRESA "ACENTO"

 

   "Acento", la consultora-madre de todo el escándalo, se presenta como una entidad especializada en "asuntos público-estratégicos", un eufemismo realmente encantador para describir lo que en lenguaje coloquial no es más que un "lobby" cuya función consiste mayormente en amañárselas para obtener suculentos beneficios para las grandes multinacionales, a los Gobiernos corruptos o a aquellos que puedan pagar  la abultada minuta por la prestación de sus servicios.

 

   Curiosamente, Garzón, que en sus recientísimos años mozos de anteayer, criticaba con ferocidad las puertas giratorias y la corrupción inherente al sistema, ha terminado siendo protagonista de una historia que él mismo podría haber justamente condenado hace tan solo unas pocas fechas al mismísimo fuego de los infiernos.

 

     Este episodio no es sino la confirmación de una regla no escrita en la malvada política contemporánea española: la transformación malversadora resulta inevitable, y la integridad, un lujo que no muchos parecen estar dispuestos a pagar. El caso Garzón no solo revela las tensiones y contradicciones dentro de las filas de una "izquierda" española a la que pronto no le quedarán ni las comillas. Pero también refleja una realidad más amplia, profunda y singularmente arraigada en el peculiar sistema político español, cuyas raíces se hunden en el tan malhadado como ampliamente desconocido y borbónico siglo XIX.

 

    El corto viaje de Garzón,  que embarcó como polizonte en las naves del 15M hasta los mullidos salones de "Acento",  dibuja una metáfora perfecta de cuál ha sido la evolución política de este país desde la mal llamada "transición", que arrancando desde los proyectos transformadores nacidos en los años de la dictadura, se empezaron pronto a desvanecer ante el brillo tentador del estatus, las prebendas y el poder.

 

    El recordatorio, si es que hacía falta, de que en el teatro chusco montado durante la "transición" todos los actores continúan, aún hoy, sujetos a un mismo guion: un guion que, por cierto, jamás fue escrito pensando en los intereses colectivos.

 

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