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Lunes, 12 de Febrero de 2024 Tiempo de lectura:

LA TRAMPA DE LOS ACUERDOS DE MUNICH Y EL "PACTO DE NO AGRESIÓN" GERMANO-SOVIÉTICO (VÍDEO)

A propósito las falacias del Euro parlamento sobre los motivos del desencadenamiento de la II Guerra Mundial

Hace unos pocos años, los descendientes ideológicos de las mismas fuerzas conservadoras que en 1933 le abrieron las puertas del gobierno a Hitler y a sus secuaces, declararon con solemnidad en la sede del actual Europarlamento, que los responsables del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial habían sido Alemania y la Unión Soviética.
Uno de los motivos por el que atribuyeron tal responsabilidad a los gobiernos de entonces de esos dos países fue en hecho de que ambos habían rubricado el "Pacto de No Agresión" germano- soviético. Nuestro colaborador, el profesor de historia Manuel Medina, desmantela el conjunto de falacias, utilizadas
como "argumentos" que permitió a los parlamentarios europeos pronunciarse en ese sentido, a la vez que desenmascara cuales habían sido los objetivos reales de la Alemania fascista y de las democracias burguesas de Francia y la Gran Bretaña, en vísperas de la Segunda conflagración mundial

    

POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

 

 

     En los años previos a la Segunda Guerra Mundial el mundo se encontraba en un estado de tensión y cambio constante. Uno de los episodios menos conocidos de ese periodo, pero más intrigantes, es el intento de la Unión Soviética de formar una alianza defensiva con Gran Bretaña y Francia contra la amenaza nazi. Este esfuerzo, liderado por el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Maxim Litvinov, tenía como objetivo prevenir la expansión agresiva de Alemania bajo el mando de Adolf Hitler.

 
     Los dirigentes soviéticos  eran perfectamente conscientes del peligro que representaba Hitler para la existencia de la Union Soviética. Desde la decada de los años veinte, el führer  había dejado constancia  en su "libro guía", Mein Kampf , no solo de su desprecio por la "Rusia gobernada por los judíos",  sino también de que uno de los principales objetivos de su Régimen consistiría en lograr que la expansión colonial  que Alemania no había conseguido fuera del continente europeo  la obtuviera a costa de los países eslavos, situados en los territorios del Este europeo, a cuyas poblaciones consideraba  "pertenecientes a razas inferiores".

 

     Pero Hitler, ademas de  no  esconder su aversióny repugnancia hacia la URSS y el comunismo,  había iniciado igualmente  un programa de rearme  a gran escala, violando con ello el Tratado de Versalles y preparando a su país para una guerra que la mayoría de los observadores políticos de entonces preveían  que tendría su comienzo en el Este.

 

 

Un intento fallido de cooperación

 

     A pesar de los persevrants esfuerzos de Moscú, las propuestas de constituir una alianza defensiva contra el nazismo no fueron bien recibidas por las potencias occidentales.

 

    En Londres y París, el temor a la revolución social y la inspiración que la URSS podía representar para los movimientos revolucionarios dentro de sus propias fronteras y colonias pesaba más que la amenaza de Hitler. Al fin y al cabo, los nazis no tenían entre sus objetivos  una revolución social que acabara con el dominio de las oligarquías europeas, sino mas bien todo lo contrario.

 

   Pero, además,  existía  un segundo factor que no contribuía a que los Gobiernos burgueses se sintieran particularmente entusiasmados en la constitución de un frente antifascista integrado por comunistas soviéticos. Paradójicamente, durante aquellos años, las grandes empresas y Bancos occidentales, -especialmente los estadounidenses-, realizaban cuantiosas  inversiones en el acelerado rearme que Alemania había emprendido a partir de 1933, con el ascenso de los nazis al gobuerno .

 

   La renuencia occidental  a formar una alianza con la URSS llevó a los Gobiernos burgueses europeos a la adopción de la llamada "política de apaciguamiento" con Alemania, esperando que con ese acercamiento, preñado de concesiones al III Reich, pudiera evitarse una guerra.

 

   Esta equivocada estrategia, sin embargo, solo sirvió para que Hitler se sintiera fortalecido, haciéndolo más ambicioso y exigente.

 

  No obstante, ya por aquella fechas la opinión pública  británica había comenzado a apercibirse de que las concesiones hechas al dictador alemán no iban a ser  suficientes para contenerlo.

 

 

El pacto que nunca llegó a ser

 

    La situación alcanzó un punto crítico con la "crisis checoslovaca" en 1938, con la que Hitler consiguió anexionarse una parte de Checoslovaquia.

 

   Una alianza anti-Hitler, que hubiera incluido a la URSS y a Checoslovaquia, podría haber significado una retirada humillante para Hitler  o, en caso contrario,  una derrota casi segura de haber tenido éste la osadía de  emprender una guerra en dos frentes.

 

   Sin embargo, en lugar de aprovechar esta insólita oportunidad para formar un "frente unido" con la URSS, los líderes de Gran Bretaña y Francia optaron por ceder ante Hitler en la celebre Conferencia de Múnich, abandonando a su suerte a  Checoslovaquia y con ella la posibilidad de una alianza efectiva contra la Alemania nazi.

 

     En realidad, el objetivo que se escondía detrás de estas concesiones de los Gobiernos francés y británico no era solo el mantenimiento de la  paz en la Europa Occidental, sino también crear las condiciones  propicias para que se  produjera una confrontación bélica entre la Alemania nazi y la Unión Soviética. Para ambos gobiernos burgueses cumplir ese objetivo hubiera supuesto matar dos pájaros de un tiro. 

 

     Y es que líderes británicos y franceses esperaban que, al permitir que Hitler expandiera su territorio hacia el Este, eventualmente terminaría chocando  con la Unión Soviética, un hecho providencial que debilitaría a ambos adversarios. Esta política, sin embargo,  fue presentada  a la opinión pública como la única alternativa viable a una guerra generalizada, bajo el famoso lema de Neville Chamberlain de "¡Paz en nuestro tiempo!".

 

    A pesar de la popularidad de la política de apaciguamiento entre ciertos sectores de la política británica y francesa, hubo voces disidentes, como la de Winston Churchill, que criticaron duramente el vergonzoso Acuerdo de Múnich. Churchill y otros opositores argumentaron que las concesiones a Hitler no solo eran moralmente cuestionables, sino que también eran estratégicamente erróneas. Estos críticos temían que fortalecer a Alemania con recursos adicionales haría que se convirtiera en una amenaza aún mayor de la que para la Europa Occidental  había representado en su momento  el propio Napoleón Bonaparte .

 

    Otro aspecto que entorpeció especialmente la posibilidad de negociar un  frente común contra Hitler, con la URSS como participante,  fue la posición de Polonia. El gobierno polaco de entonces, una dictadura militar que  no escondía sus propias  ambiciones territoriales, veía  a la  Unión Soviética y  a Alemania no solo como  serios obstáculos para la realización de su propia política expansionista, sino también como enemigos. Esta actitud polaca no solo sirvió para  obstaculizar posibles alianzas contra la Alemania nazi, sino que tambien propocionó a Gran Bretaña y a  Francia  la  excusa perfecta para no presionar  para conseguir  un acuerdo  que incluyera  el apoyo militar soviético.

 

 

Consecuencias de la política de "apaciguamiento"

 

    Los efectos de aquella "política de apaciguamiento" fueron, paradójicamente, los  opuestos a los que se había  deseado. Lejos de preservar la paz, el Acuerdo de Múnich solo sirvió para envalentonar a Hitler, quien interpretó la falta de resistencia como una luz verde para futuras expansiones. Menos de un año después del acuerdo, Alemania invadió Polonia,  un hecho que desencadenaría el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Este conflicto, lejos de ser una guerra limitada al  Este, como habían pretendido los gobiernos burgueses europeos, terminaría convirtiéndose  en una conflagración  planetaria que arrasaría a Europa y más allá.


    En la tensa y densa  atmósfera de 1939, el mundo se encontraba al borde mismo de la Segunda Guerra Mundial, y las alianzas que se constituyeron durante este período dejaron definido cual iba a ser el mapa del conflicto global.

 

   Uno de los momentos más inusitados y sorprendentes  de ese periodo fue el Pacto de no agresión que suscribieron Alemania y la Unión Soviética, conocido como el "Pacto Ribbentrop-Mólotov". Este acuerdo, firmado el 23 de agosto de 1939, alteró totalmente el equilibrio de poder hasta entoces existente en Europa, y tuvo consecuencias profundas para Polonia y el resto del continente.

 


  A principios de 1939, el primer ministro británico Neville Chamberlain y sus colegas, inicialmente inclinados hacia la política de apaciguamiento con Hitler, tuvieron que enfrentarse  a la presión pública y  asumir  una postura más firme. En este giro copernicano, Chamberlain prometió ayuda a Polonia en caso de agresión alemana,  una promesa que los acontecimientos posterores demostrarían que iba a resultar  poco realista.

 

    El momento en el que  Gran Bretaña y Francia comenzaron a mostrar interés  por concertar una alianza con la Unión Soviética contra Hitler  vino a materializarse  demasiado tarde. La lentitud y la falta de seriedad  que ambos países  mostraron por unas  negociaciones,  quedó evidenciada para los soviéticos cuando éstos se decidieron a enviar a Moscú a una delegación de bajo nivel y, a bordo de un lento carguero, el Kremlin y Stalin entendieron  que en una situacion tan urgente y delicada como la que se estaba atravesando, aquel gesto franco-británico no hacía sino poner de manifiesto el desinterés de ambos países por una alianza de ese tipo con la URSS. Esta constatación convenció a Stalin de que buscar un acuerdo con Alemania para tratar de garantizar la seguridad de la Unión Soviética se presentaba como la única opción. 

 

 

 Reflexiones finales

 

     El Pacto Ribbentrop-Mólotov es un ejemplo claro de cómo las alianzas geopolíticas y las decisiones tomadas en los corredores del poder pueden desencadenar impactos profundos y duraderos. Este acuerdo no solo reconfiguró el mapa de Europa del Este, sino que también demostró la volatilidad de las alianzas en el período previo a la Segunda Guerra Mundial,  proporcionando lecciones importantes sobre la diplomacia y la estrategia militar.


 
   En el preludio de la Segunda Guerra Mundial, el Pacto Ribbentrop-Mólotov entre la Alemania nazi y la Unión Soviética marcó un punto de inflexión en la historia europea. Este acuerdo  tuvo profundas consecuencias para el desenlace de la guerra.

 

 

  El Pacto proporcionó a la Unión Soviética un valioso margen tanto, en términos de espacio geográfico como de tiempo, permitiéndole retrasar el inevitable enfrentamiento con Alemania hasta 1941. Este tiempo adicional fue crucial para que la Unión Soviética trasladara su infraestructura industrial hacia el Este, fuera del alcance de un posible ataque alemán, y para aprender de las tácticas de guerra alemanas observadas en otros frentes.

 

    La Unión Soviética no solo ganó territorio y tiempo con el Pacto, sino que también obtuvo una experiencia militar valiosa. La "Guerra de Invierno" contra Finlandia, a pesar de su discutida naturaleza, resultó en ajustes territoriales que fortalecieron la posición defensiva de Leningrado. Además, los soviéticos pudieron analizar las tácticas de blitzkrieg alemanas -guerra relámpago- un estudio que les ayudó a diseñar una estrategia de "defensa en profundidad" que luego sería fundamental para poder  resistir la invasión nazi.

 

 

     Cuando Alemania finalmente se decidió a invadir la Unión Soviética, en 1941, las fuerzas soviéticas estaban mejor preparadas y posicionadas para resistir el ataque, a pesar de las enormes pérdidas que tuvieron que sufrir. El Pacto había desplazado el punto de partida de la ofensiva alemana hacia el Oeste, lo que significó que los nazis tuvieron que recorrer distancias mayores para alcanzar objetivos clave como Moscú. Sin este desplazamiento, es probable que Moscú hubiera caído en manos alemanas, lo que podría haber cambiado dramáticamente el curso de la guerra.

 

 

     Contrariamente a la interesada creencia de que el Pacto Ribbentrop-Mólotov facilitó el inicio de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que el  desempeñó un papel crucial  a la hora de asegurar la derrota de la Alemania nazi.   La documentación existente demuestra de manera fehaciente que sin el tiempo y el espacio  que la Union Soviética ganó gracias al Pacto el desenlace de la guerra podría haber sido favorable  a la Alemania nazi y a sus aliados.  

 

 

(*) Manuel Medina es profesor de Historia.
 
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  • Maribel Santana

    Maribel Santana | Martes, 13 de Febrero de 2024 a las 17:14:41 horas

    Excelente análisis. Está clarito quienes eran el enemigo fundamental, los bandidos ( como le llamaba Lenin a Inglaterra y Francia) y luego se lo llamaba Stalin. Estos querían que Hitler derrotara a los comunistas porque el comunismo era la lacra, lo peor y luego ya vería los bandidos cómo derrotar a los nazis. Démosle gracias a Stalin y su pacto con Alemania y a ganarle la guerra luego, porque hubiese sido la masacre y el colonialismo nazi más bárbaro de la historia.
    Pues me parece a pesar de los muchos errores de Stalin y (por supuesto no me refiero a la grandes mentiras de millones de asesinatos que le achacan y toda la ficción que hay por ahí por esos lares occidentales capitalistas), me refiero a muchas otras cosas en referencia a la construcción del socialismo un poco equivocado e incorrecto etc. **** ro asi y todo hasta lo justifica Doménico Losurdo tanto a Stalin como a los demás mandatarios incluido a Fidel opinando que, “ a menudo los líderes revolucionarios meten la pata y hacen cosas fuera de la realidad, porque la bota del imperialismo no cesa y no saben o no pueden articular otras alternativas políticas”. Mas o menos mejor o peor expresado por mi parte. Gracias a Manolo Medina por estos artículos tan necesarios.

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