PEPE ÁLVAREZ (UGT) Y LA "LEYENDA URBANA" DE LOS SINDICATOS SUBVENCIONADOS POR EL ESTADO
Un cuento para dormir burócratas e insultar a los trabajadores
En una reciente entrevista concedida al Diario.es -el medio digital dirigido por Ignacio Escolar que a menudo actúa como portavoz oficioso del Partido Socialista Obrero Español (PSOE)-Pepe Álvarez, el reelegido secretario general de la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores (UGT), nos regaló una joya digna de enmarcar en el museo dedicado al cinismo político.
Por JORDI RUIZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En una reciente entrevista concedida al Diario.es, medio digital dirigido por Ignacio Escolar que a menudo actúa como portavoz oficioso del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pepe Álvarez, el reelegido secretario general de la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores (UGT), nos regaló una joya digna de enmarcar en el museo del cinismo político. Según el buen Pepe, la creencia de que los sindicatos mayoritarios son "entes subvencionados" no es más que una "leyenda urbana". Es decir, para él, la gente habría caído, en su valoración de estas organizaciones, en un mito comparable a creer en extraterrestres verdes o en la capacidad del capitalismo para ser sostenible.
Por su puesto, la ocurrencia de Álvarez no fue casual, ni ingenua. Acto seguido el Pepe provechó para proponer, con toda la seriedad del mundo, que el Estado español aumente aún más las asignaciones económicas a estas organizaciones. Porque, claro, según sus palabras, la financiación pública es insuficiente para que puedan "hacer su trabajo". Si uno no conociera la realidad, hasta podría emocionarse ante la humildad de este hombre, pidiendo limosna en un sistema que ya los tiene como prioridad presupuestaria. Lo que resulta realmente hilarante (o indignante, según se mire) es cómo intenta disimular bajo un lenguaje técnico lo que no es más que un "¡dame más dinero, que nos salen caro el champán y los langostinos".
Congreso de UGT: un desfile de lealtades al sistema
Hace apenas unos días, la UGT celebraba su 44º Congreso Confederal, en un panorama que podría calificarse, como mínimo, de surrealista. Aparte de la reelección de Álvarez con un aplastante 80% de los votos, el evento sirvió como una suerte de reunión familiar entre los pesos pesados del régimen político y económico español. Allí estaban representantes del PSOE, del Partido Popular, la CEOE y todo aquel que tuviera algo que perder si el capitalismo español se tambalease siquiera un milímetro. Entre abrazos, sonrisas y discursos llenos de hipocresía, quedó claro que UGT y Comisiones Obreras (CC.OO.) son algo más que simples "interlocutores sociales": son los pilares de un sistema diseñado para garantizar que los trabajadores no solo no luchen, sino que acepten dócilmente las migajas del banquete.
La ovación más vergonzante la dio Unai Sordo, líder de CC.OO., quien calificó al Gobierno de Pedro Sánchez como "una referencia de la izquierda en Europa". ¿Izquierda? ¿En serio? La misma "izquierda" que ha mantenido intactas las reformas laborales que precarizan a millones, mientras fortalece mecanismos como los ERTE, que subsidian a empresas con fondos públicos, o el Mecanismo RED, que asegura que el capital nunca pierda. Al parecer, en este teatro del absurdo, todo está permitido menos morder la mano que alimenta a estas burocracias sindicales.
Las cuentas del gran "mito urbano"
Pero si de mitos hablamos, ¿qué tal si analizamos las cifras? En 2023, el Ministerio de Trabajo destinó 17 millones de euros a subvenciones sindicales, de los cuales UGT y CC.OO. se llevaron el 72%. Pero eso es solo la punta del iceberg. Entre 2019 y 2023, UGT recibió más de 202 millones de euros. Con semejante lluvia de dinero público, uno se pregunta qué tipo de "leyenda urbana" es esta de la que habla Pepe Álvarez. La fantasía, más bien, parece residir en su habilidad para negar lo que es objetivamente verificable.
Por supuesto, esta dependencia del Estado no es casual. Desde la Transición, el diseño político del Régimen monárquico español garantizó que los sindicatos se convirtieran en gestores de servicios y jamás en organizaciones de lucha. Su objetivo principal no es defender a los trabajadores, sino administrar la paz social y garantizar que la maquinaria del capital funcione sin sobresaltos.
La corrupción: síntoma, no excepción
La corrupción es otro aspecto que Álvarez preferiría clasificar como "leyenda" o, utilizando el término puesto de moda por los medios corporativos, como un "bulo". Sin embargo, los hechos son testarudos. El caso de UGT Andalucía, con su desvío de más de 40 millones de euros, no fue un accidente aislado, sino el reflejo de un sistema podrido en su núcleo. Estos escándalos no surgen por fallos individuales, sino porque el modelo mismo está diseñado para priorizar la supervivencia de una élite sindical a costa de los trabajadores.
El desprecio de los jóvenes y los precarios
Para las nuevas generaciones de trabajadores, especialmente aquellos atrapados en empleos precarios, los sindicatos mayoritarios no son más que un chiste malo. Con una tasa de afiliación que no supera el 15% de la población activa, estos aparatos son irrelevantes para la mayoría de la clase trabajadora. La desconexión es tan profunda que, mientras Álvarez y compañía alzan sus copas en los congresos, millones de trabajadores sobreviven con salarios que apenas cubren sus necesidades básicas.
Cuando Pepe Álvarez habla de "leyendas urbanas", lo que realmente está haciendo es intentar insultar la inteligencia de los trabajadores. Porque nada más insultante que pedir más dinero mientras se ignoran las condiciones de explotación que afectan a millones de asalariados. La clase trabajadora no necesita más burócratas bien alimentados que administren migajas. Necesita sindicatos combativos, independientes y democráticos que representen exclusivamente sus intereses.
Hasta que eso ocurra, personajes como Álvarez seguirán protagonizando estos patéticos espectáculos, mientras los trabajadores continúan siendo los grandes ausentes de la fiesta.
Por JORDI RUIZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En una reciente entrevista concedida al Diario.es, medio digital dirigido por Ignacio Escolar que a menudo actúa como portavoz oficioso del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pepe Álvarez, el reelegido secretario general de la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores (UGT), nos regaló una joya digna de enmarcar en el museo del cinismo político. Según el buen Pepe, la creencia de que los sindicatos mayoritarios son "entes subvencionados" no es más que una "leyenda urbana". Es decir, para él, la gente habría caído, en su valoración de estas organizaciones, en un mito comparable a creer en extraterrestres verdes o en la capacidad del capitalismo para ser sostenible.
Por su puesto, la ocurrencia de Álvarez no fue casual, ni ingenua. Acto seguido el Pepe provechó para proponer, con toda la seriedad del mundo, que el Estado español aumente aún más las asignaciones económicas a estas organizaciones. Porque, claro, según sus palabras, la financiación pública es insuficiente para que puedan "hacer su trabajo". Si uno no conociera la realidad, hasta podría emocionarse ante la humildad de este hombre, pidiendo limosna en un sistema que ya los tiene como prioridad presupuestaria. Lo que resulta realmente hilarante (o indignante, según se mire) es cómo intenta disimular bajo un lenguaje técnico lo que no es más que un "¡dame más dinero, que nos salen caro el champán y los langostinos".
Congreso de UGT: un desfile de lealtades al sistema
Hace apenas unos días, la UGT celebraba su 44º Congreso Confederal, en un panorama que podría calificarse, como mínimo, de surrealista. Aparte de la reelección de Álvarez con un aplastante 80% de los votos, el evento sirvió como una suerte de reunión familiar entre los pesos pesados del régimen político y económico español. Allí estaban representantes del PSOE, del Partido Popular, la CEOE y todo aquel que tuviera algo que perder si el capitalismo español se tambalease siquiera un milímetro. Entre abrazos, sonrisas y discursos llenos de hipocresía, quedó claro que UGT y Comisiones Obreras (CC.OO.) son algo más que simples "interlocutores sociales": son los pilares de un sistema diseñado para garantizar que los trabajadores no solo no luchen, sino que acepten dócilmente las migajas del banquete.
La ovación más vergonzante la dio Unai Sordo, líder de CC.OO., quien calificó al Gobierno de Pedro Sánchez como "una referencia de la izquierda en Europa". ¿Izquierda? ¿En serio? La misma "izquierda" que ha mantenido intactas las reformas laborales que precarizan a millones, mientras fortalece mecanismos como los ERTE, que subsidian a empresas con fondos públicos, o el Mecanismo RED, que asegura que el capital nunca pierda. Al parecer, en este teatro del absurdo, todo está permitido menos morder la mano que alimenta a estas burocracias sindicales.
Las cuentas del gran "mito urbano"
Pero si de mitos hablamos, ¿qué tal si analizamos las cifras? En 2023, el Ministerio de Trabajo destinó 17 millones de euros a subvenciones sindicales, de los cuales UGT y CC.OO. se llevaron el 72%. Pero eso es solo la punta del iceberg. Entre 2019 y 2023, UGT recibió más de 202 millones de euros. Con semejante lluvia de dinero público, uno se pregunta qué tipo de "leyenda urbana" es esta de la que habla Pepe Álvarez. La fantasía, más bien, parece residir en su habilidad para negar lo que es objetivamente verificable.
Por supuesto, esta dependencia del Estado no es casual. Desde la Transición, el diseño político del Régimen monárquico español garantizó que los sindicatos se convirtieran en gestores de servicios y jamás en organizaciones de lucha. Su objetivo principal no es defender a los trabajadores, sino administrar la paz social y garantizar que la maquinaria del capital funcione sin sobresaltos.
La corrupción: síntoma, no excepción
La corrupción es otro aspecto que Álvarez preferiría clasificar como "leyenda" o, utilizando el término puesto de moda por los medios corporativos, como un "bulo". Sin embargo, los hechos son testarudos. El caso de UGT Andalucía, con su desvío de más de 40 millones de euros, no fue un accidente aislado, sino el reflejo de un sistema podrido en su núcleo. Estos escándalos no surgen por fallos individuales, sino porque el modelo mismo está diseñado para priorizar la supervivencia de una élite sindical a costa de los trabajadores.
El desprecio de los jóvenes y los precarios
Para las nuevas generaciones de trabajadores, especialmente aquellos atrapados en empleos precarios, los sindicatos mayoritarios no son más que un chiste malo. Con una tasa de afiliación que no supera el 15% de la población activa, estos aparatos son irrelevantes para la mayoría de la clase trabajadora. La desconexión es tan profunda que, mientras Álvarez y compañía alzan sus copas en los congresos, millones de trabajadores sobreviven con salarios que apenas cubren sus necesidades básicas.
Cuando Pepe Álvarez habla de "leyendas urbanas", lo que realmente está haciendo es intentar insultar la inteligencia de los trabajadores. Porque nada más insultante que pedir más dinero mientras se ignoran las condiciones de explotación que afectan a millones de asalariados. La clase trabajadora no necesita más burócratas bien alimentados que administren migajas. Necesita sindicatos combativos, independientes y democráticos que representen exclusivamente sus intereses.
Hasta que eso ocurra, personajes como Álvarez seguirán protagonizando estos patéticos espectáculos, mientras los trabajadores continúan siendo los grandes ausentes de la fiesta.

































Chorche | Lunes, 09 de Diciembre de 2024 a las 19:20:31 horas
Estos dos líderes "sindicales" han perdido la razón y la vergüenza.
Producen vergüenza ajena con sus declaraciones y con la"defensa" que están llevando a cabo con el trabajador.
A la Europa del capital, a la que sirve Sánchez, le llaman la izquierda.
Ni siquiera la amiga de Amancio Ortega, a la que le dan premios las revistas de negocios, tiene nada de izquierdas. No hay izquierda alguna en el gobierno más "progresista".
Como reconoce Miguel Urban "Anticapitalistas": Hemos puesto mil pies en las instituciones y uno en la calle. Eso es no entender que estas instituciones no son nuestras ni representan nuestros intereses de clase y que venimos a acabar con ellas.
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