CORSARIOS INSURGENTES EN CANARIAS: UN LEGADO DE LAS REVOLUCIONES LATINOAMERICANAS
Los corsarios insurgentes se convirtieron en una amenaza para el comercio marítimo
Desde tiempos remotos, el mar ha sido testigo de innumerables episodios de piratería y corsarismo, y las aguas de Canarias no fueron la excepción durante el período de 1816 a 1828, según refleja en un recomendable trabajo el historiador Manuel de Paz (...).
Desde tiempos remotos, el mar ha sido testigo de innumerables episodios de piratería y corsarismo, y las aguas de Canarias no fueron la excepción durante el período de 1816 a 1828, según refleja en un recomendable trabajo el historiador Manuel de Paz.
Estos años - apunta el historiador - estuvieron marcados por la presencia frecuente de corsarios insurgentes, cuyas acciones fueron resultado directo de la Revolución hispanoamericana.
Manuel de Paz investiga y documenta cuidadosamente estos eventos, arrojando luz sobre un fascinante capítulo de la historia canaria.
Los corsarios insurgentes se convirtieron en una amenaza para el comercio marítimo, tanto interno como externo, de las Islas Canarias.
Sus incursiones llegaron incluso a tomar tierra en varios enclaves de Gran Canaria y La Gomera, generando temor y preocupación entre los habitantes.
Aunque existen referencias documentadas sobre la posibilidad de una insurrección en Canarias como respuesta a la situación revolucionaria en América, la investigación del historiador Manuel de Paz aún no ha proporcionado datos suficientes para evaluar la importancia real de estos eventos en el contexto de la Revolución hispanoamericana.
Uno de los incidentes más destacados ocurrió en 1816, cuando un barco argentino, denominado "La Independencia" o "La Invencible", fue capturado por las autoridades españolas cerca de Canarias. Se descubrió que este barco formaba parte de una flota de corsarios insurgentes que buscaban atacar los buques que transportaban vinos, un artículo muy demandado en ese momento.
Ante la amenaza de los corsarios insurgentes, las autoridades españolas tomaron medidas para enfrentar la situación. El capitán general informó a Madrid sobre los hechos y solicitó fondos para armar un barco capaz de hacer frente a los insurgentes. El Real Consulado respaldó la idea, pero la responsabilidad de obtener los fondos recayó en los alcaldes de Santa Cruz y del Puerto de la Cruz. Sin embargo, la empresa no logró obtener suficiente apoyo financiero para llevarse a cabo.
La situación de inestabilidad generó temores y preocupaciones en la región. El Cabildo palmero accedió a admitir el retorno de tres bergantines llegados de América debido al peligro de caer en manos insurgentes. Además, se intensificaron las rondas y la vigilancia para protegerse de posibles ataques.
En medio de este clima tenso, se recibió un manifiesto de Agustín Peraza Béthencourt, un emigrante isleño, invitando al Cabildo lagunero a unirse a la rebelión contra las injusticias de la Metrópoli. Algunas autoridades locales expresaron su lealtad a la monarquía y denunciaron al agitador.
Las conspiraciones independentistas en Canarias no solo preocuparon a las autoridades españolas, sino también a potencias extranjeras como Inglaterra y Estados Unidos. Se especula que Estados Unidos pudo haber tenido influencia en la prevención de insurrecciones bajo los auspicios británicos, en consonancia con la Doctrina Monroe.
El historiador Manuel de Paz ha recopilado valiosas fuentes para arrojar luz sobre este intrigante período de la historia canaria. Entre ellas se encuentra el diario del capitán del 'Arriero', que cubre los días 3 al 8 de agosto de 1816 en Santa Cruz de Tenerife, así como el Libro de Acuerdos del ayuntamiento de Icod de los Vinos y el expediente sobre reivindicaciones comerciales de La Palma frente a Tenerife.
Eventos que -según de Paz- dejaron una huella de inquietud y tensiones en el archipiélago, mientras las autoridades locales se esforzaban por mantener la seguridad y proteger los intereses de la Corona en medio de un complejo escenario político y social.
Desde tiempos remotos, el mar ha sido testigo de innumerables episodios de piratería y corsarismo, y las aguas de Canarias no fueron la excepción durante el período de 1816 a 1828, según refleja en un recomendable trabajo el historiador Manuel de Paz.
Estos años - apunta el historiador - estuvieron marcados por la presencia frecuente de corsarios insurgentes, cuyas acciones fueron resultado directo de la Revolución hispanoamericana.
Manuel de Paz investiga y documenta cuidadosamente estos eventos, arrojando luz sobre un fascinante capítulo de la historia canaria.
Los corsarios insurgentes se convirtieron en una amenaza para el comercio marítimo, tanto interno como externo, de las Islas Canarias.
Sus incursiones llegaron incluso a tomar tierra en varios enclaves de Gran Canaria y La Gomera, generando temor y preocupación entre los habitantes.
Aunque existen referencias documentadas sobre la posibilidad de una insurrección en Canarias como respuesta a la situación revolucionaria en América, la investigación del historiador Manuel de Paz aún no ha proporcionado datos suficientes para evaluar la importancia real de estos eventos en el contexto de la Revolución hispanoamericana.
Uno de los incidentes más destacados ocurrió en 1816, cuando un barco argentino, denominado "La Independencia" o "La Invencible", fue capturado por las autoridades españolas cerca de Canarias. Se descubrió que este barco formaba parte de una flota de corsarios insurgentes que buscaban atacar los buques que transportaban vinos, un artículo muy demandado en ese momento.
Ante la amenaza de los corsarios insurgentes, las autoridades españolas tomaron medidas para enfrentar la situación. El capitán general informó a Madrid sobre los hechos y solicitó fondos para armar un barco capaz de hacer frente a los insurgentes. El Real Consulado respaldó la idea, pero la responsabilidad de obtener los fondos recayó en los alcaldes de Santa Cruz y del Puerto de la Cruz. Sin embargo, la empresa no logró obtener suficiente apoyo financiero para llevarse a cabo.
La situación de inestabilidad generó temores y preocupaciones en la región. El Cabildo palmero accedió a admitir el retorno de tres bergantines llegados de América debido al peligro de caer en manos insurgentes. Además, se intensificaron las rondas y la vigilancia para protegerse de posibles ataques.
En medio de este clima tenso, se recibió un manifiesto de Agustín Peraza Béthencourt, un emigrante isleño, invitando al Cabildo lagunero a unirse a la rebelión contra las injusticias de la Metrópoli. Algunas autoridades locales expresaron su lealtad a la monarquía y denunciaron al agitador.
Las conspiraciones independentistas en Canarias no solo preocuparon a las autoridades españolas, sino también a potencias extranjeras como Inglaterra y Estados Unidos. Se especula que Estados Unidos pudo haber tenido influencia en la prevención de insurrecciones bajo los auspicios británicos, en consonancia con la Doctrina Monroe.
El historiador Manuel de Paz ha recopilado valiosas fuentes para arrojar luz sobre este intrigante período de la historia canaria. Entre ellas se encuentra el diario del capitán del 'Arriero', que cubre los días 3 al 8 de agosto de 1816 en Santa Cruz de Tenerife, así como el Libro de Acuerdos del ayuntamiento de Icod de los Vinos y el expediente sobre reivindicaciones comerciales de La Palma frente a Tenerife.
Eventos que -según de Paz- dejaron una huella de inquietud y tensiones en el archipiélago, mientras las autoridades locales se esforzaban por mantener la seguridad y proteger los intereses de la Corona en medio de un complejo escenario político y social.

































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