LA FARSA ELECTORAL

Por TOMÁS F. RUIZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

  Estos días hemos podido comprobar que, a medida que se aproximaban las elecciones y el periodo electoral se consumía, la mentira en nuestro país se convertía en algo tan insultante como usual. 

 Los argumentos falsos se enarbolan como verdades incuestionables, mientras que inadmisibles mentiras se repetían tanto que el electorado llegaba a confundirlas con la verdad. Los políticos, artífices de esta absurda bufonada, se congratulaban frente a sus seguidores de haber convertido mentiras como puños en verdades irrebatibles: la realidad se deforma hasta tal punto que se hace esperpéntica y garrafal.

   ¿Será posible que el sufrido elector, el mismo que el domingo depositó su voto en las urnas, haya sido también engañado hasta el punto que piense que con su voto promoverá un cambio sustancial en su vida o en la de los demás? 

   Nada más lejos de la verdad, pues lo que nace de una mentira sistemática, como son las campañas electorales, lo que procede de un sistema de gobierno ilegítimo, como es la corrupta e insostenible monarquía, lo que nace de un país sometido a la humillación sistemática, como es la España que nos ha tocado vivir, nunca puede convertirse en realidad.

   Por más que el iluso votante pretenda cerrar los ojos a esa farsa electoral, la realidad se acaba imponiendo, revelándonos que Sánchez y Feijoo, psoistas y peperos, son las dos caras de la misma moneda; una moneda también falsa, porque solo sirve para pagar favores tras las elecciones, fundamentar alianzas con cachorros neonazis como VOX, crear plataformas ideológicas ávidas de poder o formar un gobierno que nunca cumplirá con sus promesas electorales porque nace podrido hasta la médula. Esa es la triste realidad.

   En la pantomima de enfrentamiento que nos ofrecen en la campaña electoral, los candidatos se tiran los trastos a la cabeza, se insultan y amenazan sin tener pelos en la lengua, se desvelan secretos de Estado… 

   Todo es aparente, todo forma parte de la farsa política a la que tan acostumbrados nos tiene la clase política de nuestro sufrido país. Lo único que buscan los candidatos con sus bufonadas es que los ciudadanos voten, sin importar a quién lo hagan, porque su mayor pánico son unas urnas vacías. Esa sería la condena de muerte para la encubierta dictadura en que vivimos, el fin de un sistema tan podrido y degenerado que se va a pique sin que nada ni nadie lo pueda salvar. 

   La España a la que el domingo convocaron a votar es un barco a la deriva, un bajel agujereado que nunca alcanzará tierra. 

   Las elecciones de este domingo no servirán para evitar su naufragio. Como mucho lo retrasarán. Cuando llegue el momento, los políticos se abalanzarán sobre los botes salvavidas y con ellos huirán de la catástrofe. Como ocurrió con el Titanic, será el pueblo el que muera ahogado y, en ese anunciado naufragio, su esperanza de cambio también perecerá.