
G. ROCKHILL: "AUTORES COMO FOUCAULT Y BORDIEU NO PARTICIPARON EN MAYO DEL 68, FUERON CRÍTICOS DE LAS LUCHAS SOCIALES"
"Los supuestos radicales del 68 hicieron grandes carreras académicas, siempre alejados de las luchas de clases"
En un reciente artículo publicado en monthly review.org, el filósofo, escritor y crítico cultural Gabriel Rockhill, profesor de la Universidad de Villanova de Filadelfia, al que ya esta revista digital ha tenido la oportunidad entrevistar en directo hace no mucho tiempo, realiza un análisis crítico del papel que la intelectualidad francesa desempeñó en las revueltas del conocido como Mayo del 68. Rockhill deja en evidencia cuál fue el papel real de autores como Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Jacques Lacan o Jacques Derrida y cómo su supuesto rol como "actores intelectuales" de este episodio histórico fue, en realidad, una construcción realizada en años posteriores (...).
En un artículo publicado recientemente en monthlyreview.org, el filósofo, escritor y crítico cultural Gabriel Rockhill, profesor de la Universidad de Villanova de Filadelfia y especializado en el estudio de lo que él mismo ha calificado como la "Industria de la Teoría Global", realiza un análisis crítico acerca del papel que la intelectualidad francesa desempeñó en las revueltas del conocido como Mayo del 68.
En su texto, Rockhill deja en evidencia cuál fue la participación real de autores tan célebres como Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Jacques Lacan o Jacques Derrida y cómo su supuesto rol como "actores intelectuales" de este episodio histórico fue, en realidad, una construcción posterior.
Como hacemos habitualmente con otros materiales más o menos extensos, hemos utilizado nuevamente el recurso de pasarlos a formato de entrevista, con la deliberada finalidad de facilitar su acceso por parte de nuestros lectores, tratando de mantener la fidelidad al contenido y el espíritu del texto original, al que nuestro lectores también podrán tener acceso pinchando AQUÍ.
Entrevistador: Nos encontramos aquí con el profesor Gabriel Rockhill, con la finalidad de dar un repaso histórico y político a las míticas revueltas de Mayo de 1968. Profesor Rockhill, usted apunta que estas revueltas deben ser consideradas como un fenómeno complejo, preñadas de múltiples aspectos y contradicciones internas. ¿Podría explicarnos cuál es la razón por la que no se pueden resumir fácilmente aquellos acontecimientos en un solo significado?
Gabriel Rockhill: Buenos días. Las revueltas de mayo de 1968 fueron, efectivamente, un evento histórico muy complejo que abarcó una amplia gama de demandas y en el que había diversas fuerzas en juego. Fueron el resultado de luchas de clases con diferentes grupos compitiendo por el poder y empujando en direcciones diversas. Es por ello que estas revueltas no pueden reducirse a una única interpretación o significado, ya que representaron un escenario donde se manifestaron diferentes ideologías, movimientos y conflictos. Por lo tanto, es crucial comprender la diversidad y complejidad de estos eventos y evitar simplificaciones excesivas.
Un enfoque dialéctico para comprender Mayo del 68 implica reconocer la gran complejidad de los eventos y, al mismo tiempo, buscar un marco heurístico que nos ayude a entender sus aspectos fundamentales. Este marco puede operar en diferentes niveles de abstracción, permitiendo un análisis multiescalar que abarque tanto el nivel macro como los desarrollos micro. Y sí, por supuesto es también esencial establecer una relación coherente entre estas diferentes escalas para poner en evidencia cómo están interconectadas entre sí.
Entrevistador: En ese contexto, ¿cuáles fueron, entonces, las fuerzas o sujetos políticos que protagonizaron el Mayo del 68?
Gabriel Rockhill: Durante las revueltas de Mayo del 68 en Francia hubo al menos dos fuerzas importantes en juego. Por un lado, estaba el movimiento de jóvenes y estudiantes de la generación del llamado baby boom, impulsado en parte por el crecimiento de la clase media y el aumento de la población estudiantil. Este movimiento se caracterizaba por un espíritu antirrégimen y estaba plagado de lo que Michel Clouscard denominó “Liberal-libertarianismo transgresor". Una ideología que a veces se fusionaba a la perfección con el anticomunismo explícito, como en el caso de aquel famoso llamado Daniel Cohn-Bendit.
Pero, por otro lado, hubo también una movilización masiva de trabajadores que llevó a la huelga más grande en la historia de Europa y a ganancias palpables para la clase trabajadora.
En cuanto a la intelectualidad francesa, es importante destacar que no todos los teóricos estuvieron directamente involucrados en las revueltas. Algunos de los nombres más conocidos, como Michel Foucault, Jacques Derrida, Jacques Lacan y Pierre Bourdieu, estuvieron distantes o incluso despreciaron la movilización histórica de los trabajadores.
Entrevistador: Sin embargo, se ha construido una narrativa que vincula estrechamente a la Teoría Francesa con las revueltas de Mayo del 68.
Gabriel Rockhill: Esa narrativa en realidad se desarrolló posteriormente, con diversos fines políticos y académicos. Según la ideología dominante, existe una estrecha relación entre lo que se conoce como la Teoría Francesa y los eventos de Mayo del 68. Esta conexión se asume sin necesidad de demostrar evidencia concreta de las conexiones materiales entre ambos. Esto se debe, en parte, al protagonismo creciente de los intelectuales asociados con el estructuralismo y el postestructuralismo, cuyas obras tuvieron éxito en la década de 1960 y fueron relacionadas cronológicamente con las revueltas.
Sin embargo, esta asociación a menudo se basa en suposiciones y generalizaciones amplias, en lugar de en evidencia concreta y detallada. Se ha utilizado una correlación temporal para sugerir una conexión causal entre los desarrollos teóricos y la contestación práctica del statu quo. Esto ha llevado a afirmaciones sin sustancia, a una asociación libre sin pruebas concretas que la sustenten.
Entrevistador: ¿Cuál es, entonces, su propia evaluación de la relación entre la Teoría Francesa y las revueltas de Mayo del 68?
Gabriel Rockhill: Pues la relación entre la Teoría Francesa y las revueltas de Mayo del 68 es más compleja de lo que comúnmente se presenta. Si bien algunos teóricos franceses expresaron cierta simpatía hacia los movimientos estudiantiles y obreros, otros se mantuvieron distantes o críticos.
Es fundamental analizar de cerca las perspectivas, experiencias personales y compromisos intelectuales de estos teóricos para comprender su relación con las revueltas. No se puede generalizar su postura o su contribución en función de su conexión con esos eventos. Es necesario evaluar sus ideas y trabajos en su propio contexto y reconocer la diversidad de sus posturas.
Pero, en general, los teóricos franceses no estuvieron plenamente involucrados en las luchas sociales de ese momento. Aunque algunos de ellos expresaron apoyo público o participaron en eventos relacionados, su implicación no fue tan activa como la de otros actores del movimiento.
De ahí que sea importante evitar generalizaciones excesivas sobre la relación entre los teóricos franceses y el movimiento de Mayo del 68, si bien algunos teóricos compartieron ciertas afinidades o influencias con el movimiento.
En cualquier caso, su participación o su falta de participación no debe ser utilizada para desacreditar o desvalorizar sus contribuciones intelectuales. Es necesario analizar sus ideas y trabajos en su propio contexto y evaluar su relevancia de manera más amplia.
Entrevistador: Para concretar un poco más, profesor, ¿cuáles fueron las posturas específicas de algunos teóricos franceses prominentes durante las revueltas?
Gabriel Rockhill: Michel Foucault, por ejemplo, aunque estuvo en Francia durante ese tiempo, no participó activamente en las revueltas y no expresó un apoyo público al movimiento. Foucault había participado en una reforma académica que fue uno de los principales detonantes de la movilización estudiantil, lo cual generó cierta controversia en relación con su posición. De hecho, antes del '68, Foucault era conocido por su postura anticomunista y no se alineaba plenamente con las demandas y acciones del movimiento.
Pierre Bourdieu, por su parte, se mantuvo crítico y distante de las luchas sociales de ese momento. Aunque algunos de sus trabajos habían influido en los estudiantes, su participación personal fue limitada. Bourdieu mantuvo una postura académica y se centró en cuestiones específicas relacionadas con la educación superior, en lugar de involucrarse directamente en las protestas y manifestaciones.
Jacques Derrida también mostró cierta reserva y preocupación ante algunos aspectos del movimiento estudiantil. Aunque participó en una marcha y organizó una asamblea general, expresó cautela hacia ciertos elementos como el culto a la espontaneidad y la euforia fusionista. Derrida no se consideraba un "68ero" y, en años posteriores, expresó también críticas hacia el marxismo y la noción de clase social.
Tanto Derrida, como Bourdieu, Jacques Derrida o Jacques Lacan mantuvieron una cierta distancia del movimiento y no se involucraron directamente en las protestas o acciones del mismo.
Otros teóricos, como Gilles Deleuze, mostraron cierto apoyo público al movimiento estudiantil, aunque sin adoptar una postura militante. Participaron en marchas y asambleas, pero no estuvieron plenamente involucrados en las luchas y acciones del movimiento.
Claude Lévi-Strauss, que trabajaba en mayo en el corazón del Barrio Latino, donde se concentraba la movilización estudiantil parisina, simplemente se retiró de su centro de investigación en el Collège de France y buscó refugio en el elegante distrito XVI. Encontró Mayo de 1968 "repugnante" y lo denunció como un paso más en la degradación de la universidad.
Corneliuis Castoriadis, por el contrario, expresó su fuerte apoyo al movimiento en un texto escrito y distribuido en mayo, aunque aparentemente él mismo no visitó las barricadas y las ocupaciones debido a su temor de ser enviado de regreso a Grecia y, por lo tanto, entregado a la dictadura respaldada por la CIA.
Louis Althusser estaba enfermo desde abril de 1968 y se retiró de los hechos, alineándose, aunque a distancia, con la posición del Partido Comunista Francés (PCF) de que no se trataba de una situación revolucionaria. Esto provocó el eslogan de los estudiantes “Althusser à rien” o “Useless Althusser”. Sin embargo, el 15 de marzo de 1969, Althusser publicó un artículo sobre los hechos de mayo en el que reconocía la contribución histórica mundial de la revuelta estudiantil “profundamente progresista” a “la lucha de clases global contra el imperialismo”. Al mismo tiempo, criticó la amplia focalización de los medios en los estudiantes y destacó que la huelga general de trabajadores fue mucho más decisiva. Además, pidió un análisis sistemático y una crítica positiva de los límites ideológicos de los estudiantes y del PCF.
Uno de los casos más conocidos de un intelectual que apoyó a los estudiantes es el del gran enemigo de los estructuralistas y los llamados postestructuralistas: Jean-Paul Sartre. Sartre y Beauvoir, que compartían una orientación similar, se pronunciaron llamando a los trabajadores e intelectuales a apoyar la lucha de los estudiantes y maestros. El 20 de mayo, Sartre habló en la Sorbona, que había estado ocupada durante una semana, expresando su admiración por el movimiento. Beauvoir también frecuentó la Sorbona, asistió a las discusiones y expresó su esperanza de que los activistas “sacudieran al régimen y tal vez incluso lo derribaran”.
Los demás intelectuales que se comprometieron concretamente en el movimiento permanecen a la sombra de los teóricos franceses más destacados. Su obra es prácticamente desconocida en los círculos que generan innumerables comentarios y panegíricos sobre la obra de figuras como Derrida y Foucault.
Por citar solamente a dos de ellos, y remitiéndoles a ampliar esta información en el último artículo que he escrito al respecto, podría mencionar a Michel Simon y Jacques Jurquet.
Simon era un profesor y militante del PCF que ofreció uno de los análisis más esclarecedores de la bifurcación del movimiento, animando a mirar el acontecimiento con los dos ojos. Sin sucumbir a los cantos de sirena del gauchisme, porque la situación objetiva no era revolucionaria, al mismo tiempo reconocía que era una oportunidad para organizar un frente democrático común que reclamara reformas significativas contra la tiranía del capitalismo monopolista.
Jacques Jurquet, uno de los fundadores y secretario general del Parti communiste marxiste-léniniste de France, de tendencia maoísta, participó también con este partido relativamente nuevo en los acontecimientos de mayo-junio, que relató y escribió en apoyo del movimiento.
Entrevistador: ¿Y cuál se puede decir que fue la influencia de esos teóricos franceses en el legado del movimiento de mayo del '68?
Gabriel Rockhill: Su influencia en el legado del movimiento de Mayo del '68 ha sido objeto de debate y análisis. Pero, como ya he comentado, no puede entenderse como una conexión directa o un impacto determinante en el movimiento. Más bien su relevancia radica en las ideas y conceptos que desarrollaron y que posteriormente se relacionaron o resonaron como parte de lo que se consideró el "espíritu de Mayo del '68".
Algunos de los teóricos franceses ya mencionados, como Michel Foucault, Jacques Derrida, Jacques Lacan y Pierre Bourdieu, han sido promocionados como figuras emblemáticas del movimiento, especialmente en contextos académicos posteriores. Pero, como también he apuntado, su relación con las revueltas de Mayo del '68 fue compleja y no necesariamente alineada con las demandas y acciones concretas del movimiento.
Fue posteriormente cuando sus ideas se expandieron y se convirtieron en parte del discurso académico y cultural. Sus teorías y conceptos, como el poder y la resistencia en el caso de Foucault, la deconstrucción en el caso de Derrida, o la reproducción cultural en el caso de Bourdieu, han tenido un impacto duradero en el pensamiento contemporáneo.
En cualquier caso, la influencia de estos teóricos no se limita exclusivamente al movimiento de Mayo del '68. Sus ideas y enfoques se han difundido y debatido ampliamente en diversos contextos y disciplinas, trascendiendo el ámbito específico de aquel movimiento, y han dejado una huella duradera en el pensamiento contemporáneo.
Entrevistador: Pero, ¿puede decirse que ese es un legado de alguna manera revolucionario?
Gabriel Rockhill: Esa es una pregunta realmente muy pertinente y que requiere volver a diferenciar entre, al menos, dos tipos de teóricos o intelectuales. Si nos referimos a las figuras más conocidas e influyentes, las que serían posteriormente consagradas por la Academia, el sociólogo Jean-Pierre Garnier, cuyo análisis se alinea con el de Michel Clouscard y otros, ha explicado cómo la intelectualidad pequeñoburguesa en realidad no estaba interesada en derrocar al capitalismo, sino que estaba reclamando abrir la sociedad francesa tradicional para que le hiciera más espacio a estos nuevos profesionales, que ellos mismos representaban.
En este sentido, Garnier afirma que escuchó decir al mismísimo presidente francés Georges Pompidou: “A toda esta gente, los inquietos, los alborotadores, si les damos aulas, si les damos anfiteatros, harán su revolución en el vacío, y durante este tiempo, tendremos paz en la calle”.
Y esto es precisamente lo que sucedió: a los profesores que se autopresentaron como "radicales" a raíz del 68 se les dio una plataforma académica para sus discursos inocuos y se les permitió avanzar en sus carreras intelectuales, mientras se mantenían a distancia de las luchas de clases prácticas.
Si analizamos los hechos, el contraste no podría ser más marcado entre esos supuestos pensadores del 68 que en realidad estuvieron ausentes o eran escépticos sobre el movimiento, y los intelectuales del 68 que sí lo apoyaron abiertamente y estuvieron directamente involucrados de varias formas, a veces opuestas.
Los primeros hicieron ilustres carreras globales como "teóricos radicales", disfrutando del aura gloriosa del 68. Los segundos han permanecido en gran medida en las sombras, como figuras secundarias o desconocidas, cuyo trabajo a menudo se ha considerado indigno de una traducción extensa o comentario.
En mi opinión, a estas alturas debería quedar claro también que esta línea divisoria sigue en gran medida la oposición entre el movimiento estructuralista y postestructuralista que marcó las tendencias, por un lado, y la teoría contestataria de aquellos intelectuales que estaban prácticamente comprometidos en diversas formas de marxismo o anarquismo, por el otro.
Podemos ver aquí, con toda claridad, cuál es la función social de lo que he llamado, el fetichismo intelectual de la mercancía, que estructura buena parte de la historiografía en torno a Mayo del 68. Sirve para extirpar el trabajo del lado más radical de la teoría francesa, ya sean los pensadores anarquistas, maoístas, trotskistas, socialistas libertarios o marxistas marginados por un lado, o los marxistas-leninistas en gran medida excluidos, por el otro. Este fetichismo intelectual de la mercancía moviliza el valor simbólico del 68 como eslogan de marketing para promover la radicalidad discursiva de aquellas figuras que en gran medida habían dado la espalda al movimiento. Y especialmente a los trabajadores.
El resultado final de todo esto es que lograron desplazar el límite izquierdo de la crítica hacia la derecha. Pasando del marxismo u otras teorías anticapitalistas a un discurso supuestamente radical, pero que está desprovisto de cualquier crítica sistémica y materialista del capitalismo y, lo que es más importante, de cualquier tipo de apoyo razonado a un sistema alternativo.
En un artículo publicado recientemente en monthlyreview.org, el filósofo, escritor y crítico cultural Gabriel Rockhill, profesor de la Universidad de Villanova de Filadelfia y especializado en el estudio de lo que él mismo ha calificado como la "Industria de la Teoría Global", realiza un análisis crítico acerca del papel que la intelectualidad francesa desempeñó en las revueltas del conocido como Mayo del 68.
En su texto, Rockhill deja en evidencia cuál fue la participación real de autores tan célebres como Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Jacques Lacan o Jacques Derrida y cómo su supuesto rol como "actores intelectuales" de este episodio histórico fue, en realidad, una construcción posterior.
Como hacemos habitualmente con otros materiales más o menos extensos, hemos utilizado nuevamente el recurso de pasarlos a formato de entrevista, con la deliberada finalidad de facilitar su acceso por parte de nuestros lectores, tratando de mantener la fidelidad al contenido y el espíritu del texto original, al que nuestro lectores también podrán tener acceso pinchando AQUÍ.
Entrevistador: Nos encontramos aquí con el profesor Gabriel Rockhill, con la finalidad de dar un repaso histórico y político a las míticas revueltas de Mayo de 1968. Profesor Rockhill, usted apunta que estas revueltas deben ser consideradas como un fenómeno complejo, preñadas de múltiples aspectos y contradicciones internas. ¿Podría explicarnos cuál es la razón por la que no se pueden resumir fácilmente aquellos acontecimientos en un solo significado?
Un enfoque dialéctico para comprender Mayo del 68 implica reconocer la gran complejidad de los eventos y, al mismo tiempo, buscar un marco heurístico que nos ayude a entender sus aspectos fundamentales. Este marco puede operar en diferentes niveles de abstracción, permitiendo un análisis multiescalar que abarque tanto el nivel macro como los desarrollos micro. Y sí, por supuesto es también esencial establecer una relación coherente entre estas diferentes escalas para poner en evidencia cómo están interconectadas entre sí.
Entrevistador: En ese contexto, ¿cuáles fueron, entonces, las fuerzas o sujetos políticos que protagonizaron el Mayo del 68?
Gabriel Rockhill: Durante las revueltas de Mayo del 68 en Francia hubo al menos dos fuerzas importantes en juego. Por un lado, estaba el movimiento de jóvenes y estudiantes de la generación del llamado baby boom, impulsado en parte por el crecimiento de la clase media y el aumento de la población estudiantil. Este movimiento se caracterizaba por un espíritu antirrégimen y estaba plagado de lo que Michel Clouscard denominó “Liberal-libertarianismo transgresor". Una ideología que a veces se fusionaba a la perfección con el anticomunismo explícito, como en el caso de aquel famoso llamado Daniel Cohn-Bendit.
Pero, por otro lado, hubo también una movilización masiva de trabajadores que llevó a la huelga más grande en la historia de Europa y a ganancias palpables para la clase trabajadora.
En cuanto a la intelectualidad francesa, es importante destacar que no todos los teóricos estuvieron directamente involucrados en las revueltas. Algunos de los nombres más conocidos, como Michel Foucault, Jacques Derrida, Jacques Lacan y Pierre Bourdieu, estuvieron distantes o incluso despreciaron la movilización histórica de los trabajadores.
Entrevistador: Sin embargo, se ha construido una narrativa que vincula estrechamente a la Teoría Francesa con las revueltas de Mayo del 68.
Gabriel Rockhill: Esa narrativa en realidad se desarrolló posteriormente, con diversos fines políticos y académicos. Según la ideología dominante, existe una estrecha relación entre lo que se conoce como la Teoría Francesa y los eventos de Mayo del 68. Esta conexión se asume sin necesidad de demostrar evidencia concreta de las conexiones materiales entre ambos. Esto se debe, en parte, al protagonismo creciente de los intelectuales asociados con el estructuralismo y el postestructuralismo, cuyas obras tuvieron éxito en la década de 1960 y fueron relacionadas cronológicamente con las revueltas.
Sin embargo, esta asociación a menudo se basa en suposiciones y generalizaciones amplias, en lugar de en evidencia concreta y detallada. Se ha utilizado una correlación temporal para sugerir una conexión causal entre los desarrollos teóricos y la contestación práctica del statu quo. Esto ha llevado a afirmaciones sin sustancia, a una asociación libre sin pruebas concretas que la sustenten.
Entrevistador: ¿Cuál es, entonces, su propia evaluación de la relación entre la Teoría Francesa y las revueltas de Mayo del 68?
Gabriel Rockhill: Pues la relación entre la Teoría Francesa y las revueltas de Mayo del 68 es más compleja de lo que comúnmente se presenta. Si bien algunos teóricos franceses expresaron cierta simpatía hacia los movimientos estudiantiles y obreros, otros se mantuvieron distantes o críticos.
Es fundamental analizar de cerca las perspectivas, experiencias personales y compromisos intelectuales de estos teóricos para comprender su relación con las revueltas. No se puede generalizar su postura o su contribución en función de su conexión con esos eventos. Es necesario evaluar sus ideas y trabajos en su propio contexto y reconocer la diversidad de sus posturas.
Pero, en general, los teóricos franceses no estuvieron plenamente involucrados en las luchas sociales de ese momento. Aunque algunos de ellos expresaron apoyo público o participaron en eventos relacionados, su implicación no fue tan activa como la de otros actores del movimiento.
De ahí que sea importante evitar generalizaciones excesivas sobre la relación entre los teóricos franceses y el movimiento de Mayo del 68, si bien algunos teóricos compartieron ciertas afinidades o influencias con el movimiento.
En cualquier caso, su participación o su falta de participación no debe ser utilizada para desacreditar o desvalorizar sus contribuciones intelectuales. Es necesario analizar sus ideas y trabajos en su propio contexto y evaluar su relevancia de manera más amplia.
Entrevistador: Para concretar un poco más, profesor, ¿cuáles fueron las posturas específicas de algunos teóricos franceses prominentes durante las revueltas?
Gabriel Rockhill: Michel Foucault, por ejemplo, aunque estuvo en Francia durante ese tiempo, no participó activamente en las revueltas y no expresó un apoyo público al movimiento. Foucault había participado en una reforma académica que fue uno de los principales detonantes de la movilización estudiantil, lo cual generó cierta controversia en relación con su posición. De hecho, antes del '68, Foucault era conocido por su postura anticomunista y no se alineaba plenamente con las demandas y acciones del movimiento.
Pierre Bourdieu, por su parte, se mantuvo crítico y distante de las luchas sociales de ese momento. Aunque algunos de sus trabajos habían influido en los estudiantes, su participación personal fue limitada. Bourdieu mantuvo una postura académica y se centró en cuestiones específicas relacionadas con la educación superior, en lugar de involucrarse directamente en las protestas y manifestaciones.
Jacques Derrida también mostró cierta reserva y preocupación ante algunos aspectos del movimiento estudiantil. Aunque participó en una marcha y organizó una asamblea general, expresó cautela hacia ciertos elementos como el culto a la espontaneidad y la euforia fusionista. Derrida no se consideraba un "68ero" y, en años posteriores, expresó también críticas hacia el marxismo y la noción de clase social.
Tanto Derrida, como Bourdieu, Jacques Derrida o Jacques Lacan mantuvieron una cierta distancia del movimiento y no se involucraron directamente en las protestas o acciones del mismo.
Otros teóricos, como Gilles Deleuze, mostraron cierto apoyo público al movimiento estudiantil, aunque sin adoptar una postura militante. Participaron en marchas y asambleas, pero no estuvieron plenamente involucrados en las luchas y acciones del movimiento.
Claude Lévi-Strauss, que trabajaba en mayo en el corazón del Barrio Latino, donde se concentraba la movilización estudiantil parisina, simplemente se retiró de su centro de investigación en el Collège de France y buscó refugio en el elegante distrito XVI. Encontró Mayo de 1968 "repugnante" y lo denunció como un paso más en la degradación de la universidad.
Corneliuis Castoriadis, por el contrario, expresó su fuerte apoyo al movimiento en un texto escrito y distribuido en mayo, aunque aparentemente él mismo no visitó las barricadas y las ocupaciones debido a su temor de ser enviado de regreso a Grecia y, por lo tanto, entregado a la dictadura respaldada por la CIA.
Louis Althusser estaba enfermo desde abril de 1968 y se retiró de los hechos, alineándose, aunque a distancia, con la posición del Partido Comunista Francés (PCF) de que no se trataba de una situación revolucionaria. Esto provocó el eslogan de los estudiantes “Althusser à rien” o “Useless Althusser”. Sin embargo, el 15 de marzo de 1969, Althusser publicó un artículo sobre los hechos de mayo en el que reconocía la contribución histórica mundial de la revuelta estudiantil “profundamente progresista” a “la lucha de clases global contra el imperialismo”. Al mismo tiempo, criticó la amplia focalización de los medios en los estudiantes y destacó que la huelga general de trabajadores fue mucho más decisiva. Además, pidió un análisis sistemático y una crítica positiva de los límites ideológicos de los estudiantes y del PCF.
Uno de los casos más conocidos de un intelectual que apoyó a los estudiantes es el del gran enemigo de los estructuralistas y los llamados postestructuralistas: Jean-Paul Sartre. Sartre y Beauvoir, que compartían una orientación similar, se pronunciaron llamando a los trabajadores e intelectuales a apoyar la lucha de los estudiantes y maestros. El 20 de mayo, Sartre habló en la Sorbona, que había estado ocupada durante una semana, expresando su admiración por el movimiento. Beauvoir también frecuentó la Sorbona, asistió a las discusiones y expresó su esperanza de que los activistas “sacudieran al régimen y tal vez incluso lo derribaran”.
Los demás intelectuales que se comprometieron concretamente en el movimiento permanecen a la sombra de los teóricos franceses más destacados. Su obra es prácticamente desconocida en los círculos que generan innumerables comentarios y panegíricos sobre la obra de figuras como Derrida y Foucault.
Por citar solamente a dos de ellos, y remitiéndoles a ampliar esta información en el último artículo que he escrito al respecto, podría mencionar a Michel Simon y Jacques Jurquet.
Simon era un profesor y militante del PCF que ofreció uno de los análisis más esclarecedores de la bifurcación del movimiento, animando a mirar el acontecimiento con los dos ojos. Sin sucumbir a los cantos de sirena del gauchisme, porque la situación objetiva no era revolucionaria, al mismo tiempo reconocía que era una oportunidad para organizar un frente democrático común que reclamara reformas significativas contra la tiranía del capitalismo monopolista.
Jacques Jurquet, uno de los fundadores y secretario general del Parti communiste marxiste-léniniste de France, de tendencia maoísta, participó también con este partido relativamente nuevo en los acontecimientos de mayo-junio, que relató y escribió en apoyo del movimiento.
Entrevistador: ¿Y cuál se puede decir que fue la influencia de esos teóricos franceses en el legado del movimiento de mayo del '68?
Gabriel Rockhill: Su influencia en el legado del movimiento de Mayo del '68 ha sido objeto de debate y análisis. Pero, como ya he comentado, no puede entenderse como una conexión directa o un impacto determinante en el movimiento. Más bien su relevancia radica en las ideas y conceptos que desarrollaron y que posteriormente se relacionaron o resonaron como parte de lo que se consideró el "espíritu de Mayo del '68".
Algunos de los teóricos franceses ya mencionados, como Michel Foucault, Jacques Derrida, Jacques Lacan y Pierre Bourdieu, han sido promocionados como figuras emblemáticas del movimiento, especialmente en contextos académicos posteriores. Pero, como también he apuntado, su relación con las revueltas de Mayo del '68 fue compleja y no necesariamente alineada con las demandas y acciones concretas del movimiento.
Fue posteriormente cuando sus ideas se expandieron y se convirtieron en parte del discurso académico y cultural. Sus teorías y conceptos, como el poder y la resistencia en el caso de Foucault, la deconstrucción en el caso de Derrida, o la reproducción cultural en el caso de Bourdieu, han tenido un impacto duradero en el pensamiento contemporáneo.
En cualquier caso, la influencia de estos teóricos no se limita exclusivamente al movimiento de Mayo del '68. Sus ideas y enfoques se han difundido y debatido ampliamente en diversos contextos y disciplinas, trascendiendo el ámbito específico de aquel movimiento, y han dejado una huella duradera en el pensamiento contemporáneo.
Entrevistador: Pero, ¿puede decirse que ese es un legado de alguna manera revolucionario?
Gabriel Rockhill: Esa es una pregunta realmente muy pertinente y que requiere volver a diferenciar entre, al menos, dos tipos de teóricos o intelectuales. Si nos referimos a las figuras más conocidas e influyentes, las que serían posteriormente consagradas por la Academia, el sociólogo Jean-Pierre Garnier, cuyo análisis se alinea con el de Michel Clouscard y otros, ha explicado cómo la intelectualidad pequeñoburguesa en realidad no estaba interesada en derrocar al capitalismo, sino que estaba reclamando abrir la sociedad francesa tradicional para que le hiciera más espacio a estos nuevos profesionales, que ellos mismos representaban.
En este sentido, Garnier afirma que escuchó decir al mismísimo presidente francés Georges Pompidou: “A toda esta gente, los inquietos, los alborotadores, si les damos aulas, si les damos anfiteatros, harán su revolución en el vacío, y durante este tiempo, tendremos paz en la calle”.
Y esto es precisamente lo que sucedió: a los profesores que se autopresentaron como "radicales" a raíz del 68 se les dio una plataforma académica para sus discursos inocuos y se les permitió avanzar en sus carreras intelectuales, mientras se mantenían a distancia de las luchas de clases prácticas.
Si analizamos los hechos, el contraste no podría ser más marcado entre esos supuestos pensadores del 68 que en realidad estuvieron ausentes o eran escépticos sobre el movimiento, y los intelectuales del 68 que sí lo apoyaron abiertamente y estuvieron directamente involucrados de varias formas, a veces opuestas.
Los primeros hicieron ilustres carreras globales como "teóricos radicales", disfrutando del aura gloriosa del 68. Los segundos han permanecido en gran medida en las sombras, como figuras secundarias o desconocidas, cuyo trabajo a menudo se ha considerado indigno de una traducción extensa o comentario.
En mi opinión, a estas alturas debería quedar claro también que esta línea divisoria sigue en gran medida la oposición entre el movimiento estructuralista y postestructuralista que marcó las tendencias, por un lado, y la teoría contestataria de aquellos intelectuales que estaban prácticamente comprometidos en diversas formas de marxismo o anarquismo, por el otro.
Podemos ver aquí, con toda claridad, cuál es la función social de lo que he llamado, el fetichismo intelectual de la mercancía, que estructura buena parte de la historiografía en torno a Mayo del 68. Sirve para extirpar el trabajo del lado más radical de la teoría francesa, ya sean los pensadores anarquistas, maoístas, trotskistas, socialistas libertarios o marxistas marginados por un lado, o los marxistas-leninistas en gran medida excluidos, por el otro. Este fetichismo intelectual de la mercancía moviliza el valor simbólico del 68 como eslogan de marketing para promover la radicalidad discursiva de aquellas figuras que en gran medida habían dado la espalda al movimiento. Y especialmente a los trabajadores.
El resultado final de todo esto es que lograron desplazar el límite izquierdo de la crítica hacia la derecha. Pasando del marxismo u otras teorías anticapitalistas a un discurso supuestamente radical, pero que está desprovisto de cualquier crítica sistémica y materialista del capitalismo y, lo que es más importante, de cualquier tipo de apoyo razonado a un sistema alternativo.
Maribel Santana | Domingo, 11 de Junio de 2023 a las 15:18:34 horas
Pues es en definitiva un buen análisis. Pero la verdad absoluta no existe.
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