
CONSEJOS DE UNA “BIOCHOCHO PRIVILEGIADA” PARA “HACKEAR” EL PATRIARCADO
Las mujeres prostituídas y las madres subrogadas como "vanguardia de la revolución"
Cuando, como ha ocurrido a veces con otras teorías, las ideas posmodernas se trivializan, se banalizan y transforman en simple ramplonería, surgen propuestas descabelladas que se formulan haciendo gala de una completa indefinición y confusión analítica, como la publicada recientemente -y pronto cancelada- en el conocido digital eldiario.es.
Por TITA BARAHONA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En el artículo anterior sostuve que el posmodernismo fue un importante sostén ideológico de la fase del capitalismo que se inició en los años 70, aun cuando a sus nombres de referencia se los presentó como “teóricos críticos”. Recomiendo, al respecto, la entrevista que hizo Canarias Semanal al profesor Gabriel Rockhill.
Lo cierto es que los estudios posmodernos de distintas corrientes tuvieron y siguen teniendo una enorme promoción en la Academia, la política y los medios de comunicación. Esto no quiere decir que no haya obras de autores posmodernos que merezca la pena leer o que no aporten reflexiones interesantes.
Cosa distinta es cuando, como ha ocurrido a veces con otras teorías, las ideas posmodernas se trivializan, se banalizan de tal manera que se transforman en simple ramplonería revestida de pretendida transgresión.
Ejemplos de ello hay unos cuantos, pero me detendré en un reciente artículo que ilustra el grado de confusión analítica -o lo que se suele llamar mezclar churras con merinas- al que puede llegar una persona con estudios superiores, lo cual pone en evidencia el deplorable nivel intelectual al que se ha llegado en las Universidades.
Con el título “Posibilidades políticofeministas de la gestación subrogada en un mundo dominado por la maternidad patriarcal”, se publicó un artículo en el digital eldiario.es, aunque pronto fue retirado por motivos que desconocemos.
Personalmente, soy contraria a la cancelación de artículos o libros por muy ofensivo o disparatado que resulte su contenido, pues con ello se le resta al público la posibilidad de conocer lo que escriben ciertos autores y debatirlo abierta y -claro- civilizadamente. No obstante, el artículo en cuestión está disponible en otros digitales.
Veamos lo que plantea. Tras una introducción en la que la autora -autodenominada “biochocho privilegiado”- apela a la conversación distendida, respetuosa, dirigida a aprender con el intercambio de impresiones, para “saber más” y “escuchar más”, desgrana dos aspectos que le parecen interesantes de la llamada gestación subrogada. Uno de ellos es “la reformulación que hace de la maternidad biológica, la hegemónica”.
La autora no se detiene, como debería, en definir lo que entiende por tal concepto -”maternidad biológica hegemónica”-, así por aclarar desde el principio de lo que realmente estamos hablando. Por ello no nos puede culpar si nos sorprende, en primer lugar, el adjetivo “biológica”, redundante si a lo que se refiere es a la gestación y el parto; y más aún, en segundo lugar, el de “hegemónica”, puesto que todavía no se practica ningún método artificial de gestación. Es, por consiguiente, igual de absurdo que si dijéramos “la respiración biológica, la hegemónica” o “la excreción biológica, la hegemónica”.
No define pero sí afirma que dicha “maternidad hegemónica se configura en un marco blanco, cis, hetero, funcional, neurotípico y clasemediero (sic) y está atravesada por el mismo guión que el amor romántico”.
De ahí podemos colegir que el concepto de “maternidad biológica” es puramente ideológico, por lo que resulta aún más chocante el epíteto “biológica”.
La gestación subrogada le parece interesante a la autora en razón de que “desnaturaliza, desbiologiza, desesencializa y desacraliza la maternidad porque la mujer gestante no quiere ser madre”. Y esto, al parecer, “tiene mucha fuerza para los feminismos a la hora de abordar la maternidad desde un punto de vista no patriarcal”.
Lo que la autora omite es que la mujer a la que se contrata para que geste para otros, no es que no quiera ser madre -en el sentido social de la palabra, es decir: quedarse con el bebé y criarlo-; es que, aunque quisiera no podría, porque su contrato de subrogación se lo impide. Lo que quiere la madre subrogada -en el 99% de los casos- es cobrar un dinero que le permita salir de apuros económicos.
La gestación subrogada no “desbiologiza” nada porque sigue siendo un proceso natural aun cuando a la gestante la hayan previamente sometido -como suele ser el caso- a hormonación para que el embrión se implante bien en el útero.
Lo que sí trata de hacer el lobby de la gestación subrogada -al igual que la autora- es, en efecto, “desencializar”, “desnaturalizar”, la gestación, a la que le interesa presentar, como expuse en otro artículo, como un proceso mecánico para negar la condición de madre a la mujer subrogada.
Esto a la autora del artículo le parece anti-patriarcal. Y, para explicar por qué, no se le ocurre mejor modo que el de mezclar -deliberadamente o por simple incompetencia- niveles de análisis, en este caso: el hecho de la maternidad y el amor materno con la idea o representación socialmente dominante (que es la de la clase dominante) de la maternidad y el amor materno. Es una especie de trilerismo muy propia del posmodernismo.
La maternidad como valor supremo y realización personal de una mujer (aparte de la belleza) ha formado parte durante siglos del discurso sexista de la “feminidad”. Este es el nivel representacional que, por supuesto, ha tenido y tiene efectos materiales opresivos, a veces muy dramáticos.
Sin embargo, a la autora no se le ocurre que, aun cuando lográramos crear un sistema social en el que todos los hombres y todas las mujeres fuésemos socialmente iguales, la maternidad seguiría siendo un hecho, en este caso libre de opresión sexista.
Y seguiría siendo asimismo un hecho el amor que, en distinto grado y manera, siente la madre hacia la criatura, con más motivo porque no habría maternidades obligatorias. Que este amor haya sido históricamente "plataforma para la ideología", como dice la autora citando a una socióloga israelí, es otro tema; aunque éste no surgió "durante el siglo XIX en Occidente", sino mucho antes -y también en buena parte de Oriente- bajo la dominación de las religiones patriarcales (judaísmo, cristianismo, islam).
La autora no se pregunta cómo sería la maternidad en un mundo libre de explotación y opresión, porque se siente muy a gusto en la sociedad capitalista y solamente le interesa desmontar el “patriarcado”, asumiendo tácita y erróneamente que capitalismo y patriarcado son dos estructuras independientes una de la otra.
En opinión de la autora, el patriarcado se superaría “desvinculando psicoemocionalmente la criatura del cuerpo gestante”. Es decir: llevando al feto como quien lleva una mochila.
El segundo aspecto que dice interesarle de la gestación subrogada es la “transacción económica”. Al respecto, sostiene:
“Al igual que las luchas de las trabajadoras sexuales han supuesto la revolución de poner fin al mandato patriarcal de follar gratis por amor, la GS pone encima de la mesa que gestar y parir es un trabajo y que, por lo tanto, se paga. Podemos rasgarnos las vestiduras todo lo que queramos, pero vivimos en sociedades fuertemente capitalistas y esto, señoras, es revolución”.
En fin, no sabemos qué tipo de relación sexo-afectiva mantiene la autora, pero parece que entender las relaciones sexuales como deseo y placer mutuo entre personas adultas - donde no cabe pensar en gratuidad porque compartir no necesariamente implica intercambiar- le debe producir disonancia cognitiva.
El mensaje es que el capitalismo en el que vivimos, que explota sexual y reproductivamente a las mujeres pobres, facilita una "revolución" de la que las mujeres prostituidas y las madres subrogadas serían su vanguardia. Poner precio a lo que “históricamente hemos hecho gratis” es la mejor forma de “hackear el patriarcado y revertir los ejes de dominación”.
Ya que la autora es favorable a "escuchar más", podría recabar la opinión de ex-prostituas como Amelia Tiganus, que le explicaría cómo "hackeaba" ella al patriarcado, o de mujeres que han gestado para otros y se han arrepentido (a éstas no las hallará en la publicidad de las agencias de subrogación).
De la afirmación de que "gestar y parir es un trabajo" y esto es "revolución", podríamos colegir que las empresas implicadas en el negocio de la subrogación también son “revolucionarias anti-patriarcales”. Pero, no. La autora se cura en salud diciendo que no aboga por las granjas de mujeres que predominaron en La India, sino por formas "autogestionadas" (¡!).
Para ello recomienda la lectura del libro “Otra subrogación es posible. El feminismo contra la familia” de Sophie Lewis, una de esas “niñas terribles” que la industria intelectual burguesa produce y promociona. De otro modo nunca le habrían hecho una amplia entrevista en S-Moda de El País.
En la recta final de su panegírica reflexión en torno a la gestación subrogada, la autora pide que no se hable de madres de alquiler o vientres de alquiler, porque “es ofensivo y cosificador”, ya que se trata de personas; que eso no es feminista y hay que “dejar atrás las narrativas se de victimización y mercantilización de los cuerpos de las mujeres para empezar a ver sujetos emancipados con capacidad de agencia y poder de autogestión”.
Si se pone precio a algo -como la autora defiende respecto a las relaciones sexuales y la gestación, porque son "trabajos"- es porque ese algo se vende o alquila, es decir: se mercantiliza. El asunto es que lo que la "gestación subrogada" vende no son objetos sino seres humanos. La ofensa, en todo caso, procede de quienes se lucran con este comercio, no de quienes llaman a las cosas por su nombre.
Sin embargo, para la autora, las mujeres que recurren a la gestación subrogada o a la prostitución, incluso cuando ésta procede, como en la mayoría de casos, de la trata de personas, constituyen islas de emancipación personal y autogestión en el mundo ideal del “utopismo polimaternalista” que predica su referente, Sophie Lewis.
En defensa de la industria de la “subrogación”, la autora aún se permite establecer comparaciones con la adopción, aunque de una modalidad que estuvo vigente hace 20 años y que ya raramente se practica: la adopción internacional, otro comercio por el que los adoptantes pagaban sustanciosas sumas a las empresas intermediarias por los niños y niñas (1).
Del mismo modo torticero, la autora dedica un reproche final a:
“… muchas de las personas que señalan el supuesto egoísmo intrínseco al tema de la perpetuación de la genética en la GS”, porque éstas “tienen hijos e hijas de su propia sangre y adn. Y me atrevería a decir que nadie les increpó cuando se cisheteroreprodujeron en lugar de adoptar”.
Aparte de que, por lo general, nadie con deseo y capacidad física y socio-económica para reproducirse tiene necesidad de recurrir a la adopción, habría que señalar, respecto al verbo “cisheteroreproducirse”, que estamos ante otra confusa redundancia, ya que la reproducción biológica es necesariamente “hetero” porque se necesitan dos células germinales (masculina una, femenina otra) para producir un embrión, independientemente de la orientación sexual de los padres. Y lo de “cis” no se sabe a qué concepto responde, si no es al extraño gusto por construir palabras archisílabas.
Así, mezclando churras con merinas y aderezando la ensalada o el “mejunje” -por citar un término de la propia autora- con conceptos indefinidos del léxico posmoderno, como son (y cito algunos que no reproduce el artículo que hemos comentado): “cisheteropatriarcado”, “queer”, “neo-imperialista”, “neo-colonial”, “racializado”, “poscapitalista”, “poscolonial”, LGTBIQ+, “feminismos”, “abolición de la familia”, “identidades”, “cuerpos gestantes”, etc., es cómo el sistema ofrece a las nuevas generaciones teorías aparentemente radicales que, sin estorbar la fluida reproducción de la sociedad capitalista, sepultan el verdadero pensamiento crítico.
Nadie está en posesión de la verdad absoluta, pero seamos personas serias y no construyamos batiburrillos discursivos cuando se trata de temas serios que afectan, a menudo muy negativamente, a multitud de mujeres, mayoritaria y no casualmente, de una determinada clase social (concepto que el léxico posmoderno mandó al exilio).
Notas
(1) El País, 30 de diciembre de 2002: "Las comunidades autónomas deciden reforzar el contrrol de las agencias de adopción".
Por TITA BARAHONA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En el artículo anterior sostuve que el posmodernismo fue un importante sostén ideológico de la fase del capitalismo que se inició en los años 70, aun cuando a sus nombres de referencia se los presentó como “teóricos críticos”. Recomiendo, al respecto, la entrevista que hizo Canarias Semanal al profesor Gabriel Rockhill.
Lo cierto es que los estudios posmodernos de distintas corrientes tuvieron y siguen teniendo una enorme promoción en la Academia, la política y los medios de comunicación. Esto no quiere decir que no haya obras de autores posmodernos que merezca la pena leer o que no aporten reflexiones interesantes.
Cosa distinta es cuando, como ha ocurrido a veces con otras teorías, las ideas posmodernas se trivializan, se banalizan de tal manera que se transforman en simple ramplonería revestida de pretendida transgresión.
Ejemplos de ello hay unos cuantos, pero me detendré en un reciente artículo que ilustra el grado de confusión analítica -o lo que se suele llamar mezclar churras con merinas- al que puede llegar una persona con estudios superiores, lo cual pone en evidencia el deplorable nivel intelectual al que se ha llegado en las Universidades.
Con el título “Posibilidades políticofeministas de la gestación subrogada en un mundo dominado por la maternidad patriarcal”, se publicó un artículo en el digital eldiario.es, aunque pronto fue retirado por motivos que desconocemos.
Personalmente, soy contraria a la cancelación de artículos o libros por muy ofensivo o disparatado que resulte su contenido, pues con ello se le resta al público la posibilidad de conocer lo que escriben ciertos autores y debatirlo abierta y -claro- civilizadamente. No obstante, el artículo en cuestión está disponible en otros digitales.
Veamos lo que plantea. Tras una introducción en la que la autora -autodenominada “biochocho privilegiado”- apela a la conversación distendida, respetuosa, dirigida a aprender con el intercambio de impresiones, para “saber más” y “escuchar más”, desgrana dos aspectos que le parecen interesantes de la llamada gestación subrogada. Uno de ellos es “la reformulación que hace de la maternidad biológica, la hegemónica”.
La autora no se detiene, como debería, en definir lo que entiende por tal concepto -”maternidad biológica hegemónica”-, así por aclarar desde el principio de lo que realmente estamos hablando. Por ello no nos puede culpar si nos sorprende, en primer lugar, el adjetivo “biológica”, redundante si a lo que se refiere es a la gestación y el parto; y más aún, en segundo lugar, el de “hegemónica”, puesto que todavía no se practica ningún método artificial de gestación. Es, por consiguiente, igual de absurdo que si dijéramos “la respiración biológica, la hegemónica” o “la excreción biológica, la hegemónica”.
No define pero sí afirma que dicha “maternidad hegemónica se configura en un marco blanco, cis, hetero, funcional, neurotípico y clasemediero (sic) y está atravesada por el mismo guión que el amor romántico”.
De ahí podemos colegir que el concepto de “maternidad biológica” es puramente ideológico, por lo que resulta aún más chocante el epíteto “biológica”.
La gestación subrogada le parece interesante a la autora en razón de que “desnaturaliza, desbiologiza, desesencializa y desacraliza la maternidad porque la mujer gestante no quiere ser madre”. Y esto, al parecer, “tiene mucha fuerza para los feminismos a la hora de abordar la maternidad desde un punto de vista no patriarcal”.
Lo que la autora omite es que la mujer a la que se contrata para que geste para otros, no es que no quiera ser madre -en el sentido social de la palabra, es decir: quedarse con el bebé y criarlo-; es que, aunque quisiera no podría, porque su contrato de subrogación se lo impide. Lo que quiere la madre subrogada -en el 99% de los casos- es cobrar un dinero que le permita salir de apuros económicos.
La gestación subrogada no “desbiologiza” nada porque sigue siendo un proceso natural aun cuando a la gestante la hayan previamente sometido -como suele ser el caso- a hormonación para que el embrión se implante bien en el útero.
Lo que sí trata de hacer el lobby de la gestación subrogada -al igual que la autora- es, en efecto, “desencializar”, “desnaturalizar”, la gestación, a la que le interesa presentar, como expuse en otro artículo, como un proceso mecánico para negar la condición de madre a la mujer subrogada.
Esto a la autora del artículo le parece anti-patriarcal. Y, para explicar por qué, no se le ocurre mejor modo que el de mezclar -deliberadamente o por simple incompetencia- niveles de análisis, en este caso: el hecho de la maternidad y el amor materno con la idea o representación socialmente dominante (que es la de la clase dominante) de la maternidad y el amor materno. Es una especie de trilerismo muy propia del posmodernismo.
La maternidad como valor supremo y realización personal de una mujer (aparte de la belleza) ha formado parte durante siglos del discurso sexista de la “feminidad”. Este es el nivel representacional que, por supuesto, ha tenido y tiene efectos materiales opresivos, a veces muy dramáticos.
Sin embargo, a la autora no se le ocurre que, aun cuando lográramos crear un sistema social en el que todos los hombres y todas las mujeres fuésemos socialmente iguales, la maternidad seguiría siendo un hecho, en este caso libre de opresión sexista.
Y seguiría siendo asimismo un hecho el amor que, en distinto grado y manera, siente la madre hacia la criatura, con más motivo porque no habría maternidades obligatorias. Que este amor haya sido históricamente "plataforma para la ideología", como dice la autora citando a una socióloga israelí, es otro tema; aunque éste no surgió "durante el siglo XIX en Occidente", sino mucho antes -y también en buena parte de Oriente- bajo la dominación de las religiones patriarcales (judaísmo, cristianismo, islam).
La autora no se pregunta cómo sería la maternidad en un mundo libre de explotación y opresión, porque se siente muy a gusto en la sociedad capitalista y solamente le interesa desmontar el “patriarcado”, asumiendo tácita y erróneamente que capitalismo y patriarcado son dos estructuras independientes una de la otra.
En opinión de la autora, el patriarcado se superaría “desvinculando psicoemocionalmente la criatura del cuerpo gestante”. Es decir: llevando al feto como quien lleva una mochila.
El segundo aspecto que dice interesarle de la gestación subrogada es la “transacción económica”. Al respecto, sostiene:
“Al igual que las luchas de las trabajadoras sexuales han supuesto la revolución de poner fin al mandato patriarcal de follar gratis por amor, la GS pone encima de la mesa que gestar y parir es un trabajo y que, por lo tanto, se paga. Podemos rasgarnos las vestiduras todo lo que queramos, pero vivimos en sociedades fuertemente capitalistas y esto, señoras, es revolución”.
En fin, no sabemos qué tipo de relación sexo-afectiva mantiene la autora, pero parece que entender las relaciones sexuales como deseo y placer mutuo entre personas adultas - donde no cabe pensar en gratuidad porque compartir no necesariamente implica intercambiar- le debe producir disonancia cognitiva.
El mensaje es que el capitalismo en el que vivimos, que explota sexual y reproductivamente a las mujeres pobres, facilita una "revolución" de la que las mujeres prostituidas y las madres subrogadas serían su vanguardia. Poner precio a lo que “históricamente hemos hecho gratis” es la mejor forma de “hackear el patriarcado y revertir los ejes de dominación”.
Ya que la autora es favorable a "escuchar más", podría recabar la opinión de ex-prostituas como Amelia Tiganus, que le explicaría cómo "hackeaba" ella al patriarcado, o de mujeres que han gestado para otros y se han arrepentido (a éstas no las hallará en la publicidad de las agencias de subrogación).
De la afirmación de que "gestar y parir es un trabajo" y esto es "revolución", podríamos colegir que las empresas implicadas en el negocio de la subrogación también son “revolucionarias anti-patriarcales”. Pero, no. La autora se cura en salud diciendo que no aboga por las granjas de mujeres que predominaron en La India, sino por formas "autogestionadas" (¡!).
Para ello recomienda la lectura del libro “Otra subrogación es posible. El feminismo contra la familia” de Sophie Lewis, una de esas “niñas terribles” que la industria intelectual burguesa produce y promociona. De otro modo nunca le habrían hecho una amplia entrevista en S-Moda de El País.
En la recta final de su panegírica reflexión en torno a la gestación subrogada, la autora pide que no se hable de madres de alquiler o vientres de alquiler, porque “es ofensivo y cosificador”, ya que se trata de personas; que eso no es feminista y hay que “dejar atrás las narrativas se de victimización y mercantilización de los cuerpos de las mujeres para empezar a ver sujetos emancipados con capacidad de agencia y poder de autogestión”.
Si se pone precio a algo -como la autora defiende respecto a las relaciones sexuales y la gestación, porque son "trabajos"- es porque ese algo se vende o alquila, es decir: se mercantiliza. El asunto es que lo que la "gestación subrogada" vende no son objetos sino seres humanos. La ofensa, en todo caso, procede de quienes se lucran con este comercio, no de quienes llaman a las cosas por su nombre.
Sin embargo, para la autora, las mujeres que recurren a la gestación subrogada o a la prostitución, incluso cuando ésta procede, como en la mayoría de casos, de la trata de personas, constituyen islas de emancipación personal y autogestión en el mundo ideal del “utopismo polimaternalista” que predica su referente, Sophie Lewis.
En defensa de la industria de la “subrogación”, la autora aún se permite establecer comparaciones con la adopción, aunque de una modalidad que estuvo vigente hace 20 años y que ya raramente se practica: la adopción internacional, otro comercio por el que los adoptantes pagaban sustanciosas sumas a las empresas intermediarias por los niños y niñas (1).
Del mismo modo torticero, la autora dedica un reproche final a:
“… muchas de las personas que señalan el supuesto egoísmo intrínseco al tema de la perpetuación de la genética en la GS”, porque éstas “tienen hijos e hijas de su propia sangre y adn. Y me atrevería a decir que nadie les increpó cuando se cisheteroreprodujeron en lugar de adoptar”.
Aparte de que, por lo general, nadie con deseo y capacidad física y socio-económica para reproducirse tiene necesidad de recurrir a la adopción, habría que señalar, respecto al verbo “cisheteroreproducirse”, que estamos ante otra confusa redundancia, ya que la reproducción biológica es necesariamente “hetero” porque se necesitan dos células germinales (masculina una, femenina otra) para producir un embrión, independientemente de la orientación sexual de los padres. Y lo de “cis” no se sabe a qué concepto responde, si no es al extraño gusto por construir palabras archisílabas.
Así, mezclando churras con merinas y aderezando la ensalada o el “mejunje” -por citar un término de la propia autora- con conceptos indefinidos del léxico posmoderno, como son (y cito algunos que no reproduce el artículo que hemos comentado): “cisheteropatriarcado”, “queer”, “neo-imperialista”, “neo-colonial”, “racializado”, “poscapitalista”, “poscolonial”, LGTBIQ+, “feminismos”, “abolición de la familia”, “identidades”, “cuerpos gestantes”, etc., es cómo el sistema ofrece a las nuevas generaciones teorías aparentemente radicales que, sin estorbar la fluida reproducción de la sociedad capitalista, sepultan el verdadero pensamiento crítico.
Nadie está en posesión de la verdad absoluta, pero seamos personas serias y no construyamos batiburrillos discursivos cuando se trata de temas serios que afectan, a menudo muy negativamente, a multitud de mujeres, mayoritaria y no casualmente, de una determinada clase social (concepto que el léxico posmoderno mandó al exilio).
Notas
(1) El País, 30 de diciembre de 2002: "Las comunidades autónomas deciden reforzar el contrrol de las agencias de adopción".
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