
EL "SUMAR" DE YOLANDA DIAZ: ENTRE LOBOS Y TIBURONES
La izquierda reformista en España atraviesa por una crisis digna de las antiguas telenovelas venezolanas de principios de los 90.
A la postre, escribe Máximo Relti, en este artículo el aquelarre constituido por Podemos, Izquierda Unida- PCE, Mas Madrid y demás hierbas de medio pelo, ha quedado todo ello reducido a un cuadrilátero de combate, donde cada está tratando de sobrevivir para ingresar en la nueva institucionalidad, resultante de los próximos eventos electorales. Por esa misma razón, cuando sus votantes los demandan por mentirosos, ya no les dicen "¡hay tomar los cielos por asalto!" Ahora ya solo se les ocurre tratar de asustar a la gente con el viejo cuento del pastor embustero que reclamaba auxilio gritando: "¡Que viene la ultraderecha!, ¡Que viene la ultraderecha!", como si no hubieran sido ellos los que, con sus repetidas mentiras, le han estado afilando los colmillos al lobo.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL
Desde que el "experimento podemita" se decantara como el instrumento idóneo, alentado por las clases hegemónicas, para controlar el creciente descontento social provocado por la crisis económica y los escándalos subsiguientes, hemos presenciado en este país toda una serie de episodios tragicómicos protagonizados por una heterogeneidad de grupos que hasta ahora se nos han presentado, fraudulentamente, con el difuso calificativo de "la izquierda".
Esta confusa amalgama, cuya puntual descripción ideológica no corresponde a estas breves notas, ha demostrado, en el curso de estos últimos años, ser un aliado perfectamente confiable para los grandes poderes económicos, tal y como hasta ahora lo ha sido el PSOE. Un ejemplo de ello ha sido su participación en lo que, sin atender a antecedentes ni efemérides históricas, se han permitido la osadía de denominar como el "gobierno más progresista de la historia".
En el marco de ese adefesio institucional, esta suerte de "izquierda sobrevenida" ha intentado justificar todo tipo de claudicaciones programáticas. Desde el explícito apoyo a la OTAN, pasando por el "fetiche" -Yolanda dixit- de la Reforma laboral, la trampa de las pensiones, la intangible "ley Mordaza", etc., etc., etc.
Ni que decir tiene que el pago que tendrá que hacer lo que en este país queda de izquierda verosímil no podrá ser otro que el de la frustración y el desánimo generalizado de una legión de ingenuos electores desencantados que, a estas alturas, a tan sólo seis años de la "gran euforia", ya superan la cifra de millones.
No obstante, para alguien como yo, que se dedica observar las cosas con una cierta distancia, es ahora cuando los efectos de la debacle política han entrado en su momento más interesante y analíticamente más enriquecedor.
Y es que los naufragios electorales han convertido el área donde jugaba la "izquierda renovadora" en un auténtico ring de lucha, haciendo que ese espacio haya pasado de ser del mero "juego de tronos", de los tiempos primigenios, donde las cosas parecían resolverse a través de sibilinas puñaladas traperas, a llegar a convertirse ahora en un truculento ring de artes marciales mixtas, donde los contendientes, confundidos en el histérico fragor de la lucha, no dudan incluso en saltarse las reglas del combate, para arrancarle de un mordisco la oreja al adversario, descoyuntar la columna del antagonista o, si opone mucha resistencia, cortarle la yugular al contrincante.
Es en el marco de ese turbulento campo de batalla donde los contendientes se van situando estratégicamente. Los restos de Podemos, en un ángulo. IU-PCE en el segundo. Iñigo Errejón y su variopinta troupé de socialdemócratas a lo Laclau, en un tercero. Y, finalmente, en el cuarto ángulo del cuadrilátero, toda una plural orquesta asincrónica de "izquierdistas" de medio pelo.
Y en el centro mismo de ese deslumbrante escenario de luces y colores, Yolanda Díaz, la vicepresidenta tercera del gobierno, acompañada por su tabla-escudo de surfeo, tratando de teclear y sumar en su calculadora a los millones de votantes perdidos en la brevísima, pero azarosa, biografía de un insólito experimento político del que resulta difícil encontrar antecedentes, al menos en la forma, en los últimos 200 años.
No obstante, más vale no apresurarse. Si el experimento de "Sumar" carece, en efecto, de antecedentes formales en la historia recordada de este país, si se mira con atención al conjunto de las "partes contratantes", en el fondo el aquelarre no deja de ser sino una versión renovada de otras operaciones políticas similares destinadas, también, a intentar rescatar al gran hermano socialdemócrata de Zumosol, - el PSOE -, de una gran catástrofe electoral. Recuérdese, si no, las intentonas protagonizadas por aquel viejo zorro, traficante de baratijas, que fue Santiago Carrillo, cuando quiso enredar al PCE en una operación política muy similar a la que hoy están intentando reestrenar Yolanda Díaz y sus "yolanders".
El final de la opereta ya se vislumbra en una penosa tragicomedia. Y es que, tras fiarlo todo al circo electoral, a sus protagonistas solo les está quedando pelearse cainitamente por la posesión de las poltronas institucionales. Esa es la razón por la que, cuando no pocos de sus votantes comienzan a recordarles sus traiciones ideológicas, ya no les contestan con aquello de "hay tomar los cielos por asalto", y sólo se les ocurre agitar el capote, amenazando a todo el mundo con el viejo cuento del pastor embustero que pedía auxilio: "¡Que viene la ultraderecha!, ¡Que viene la ultraderecha!", como si no hubieran sido precisamente ellos los que, con sus repetidas mentiras, le afiliaron los colmillos al lobo.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL
Desde que el "experimento podemita" se decantara como el instrumento idóneo, alentado por las clases hegemónicas, para controlar el creciente descontento social provocado por la crisis económica y los escándalos subsiguientes, hemos presenciado en este país toda una serie de episodios tragicómicos protagonizados por una heterogeneidad de grupos que hasta ahora se nos han presentado, fraudulentamente, con el difuso calificativo de "la izquierda".
Esta confusa amalgama, cuya puntual descripción ideológica no corresponde a estas breves notas, ha demostrado, en el curso de estos últimos años, ser un aliado perfectamente confiable para los grandes poderes económicos, tal y como hasta ahora lo ha sido el PSOE. Un ejemplo de ello ha sido su participación en lo que, sin atender a antecedentes ni efemérides históricas, se han permitido la osadía de denominar como el "gobierno más progresista de la historia".
En el marco de ese adefesio institucional, esta suerte de "izquierda sobrevenida" ha intentado justificar todo tipo de claudicaciones programáticas. Desde el explícito apoyo a la OTAN, pasando por el "fetiche" -Yolanda dixit- de la Reforma laboral, la trampa de las pensiones, la intangible "ley Mordaza", etc., etc., etc.
Ni que decir tiene que el pago que tendrá que hacer lo que en este país queda de izquierda verosímil no podrá ser otro que el de la frustración y el desánimo generalizado de una legión de ingenuos electores desencantados que, a estas alturas, a tan sólo seis años de la "gran euforia", ya superan la cifra de millones.
No obstante, para alguien como yo, que se dedica observar las cosas con una cierta distancia, es ahora cuando los efectos de la debacle política han entrado en su momento más interesante y analíticamente más enriquecedor.
Y es que los naufragios electorales han convertido el área donde jugaba la "izquierda renovadora" en un auténtico ring de lucha, haciendo que ese espacio haya pasado de ser del mero "juego de tronos", de los tiempos primigenios, donde las cosas parecían resolverse a través de sibilinas puñaladas traperas, a llegar a convertirse ahora en un truculento ring de artes marciales mixtas, donde los contendientes, confundidos en el histérico fragor de la lucha, no dudan incluso en saltarse las reglas del combate, para arrancarle de un mordisco la oreja al adversario, descoyuntar la columna del antagonista o, si opone mucha resistencia, cortarle la yugular al contrincante.
Es en el marco de ese turbulento campo de batalla donde los contendientes se van situando estratégicamente. Los restos de Podemos, en un ángulo. IU-PCE en el segundo. Iñigo Errejón y su variopinta troupé de socialdemócratas a lo Laclau, en un tercero. Y, finalmente, en el cuarto ángulo del cuadrilátero, toda una plural orquesta asincrónica de "izquierdistas" de medio pelo.
Y en el centro mismo de ese deslumbrante escenario de luces y colores, Yolanda Díaz, la vicepresidenta tercera del gobierno, acompañada por su tabla-escudo de surfeo, tratando de teclear y sumar en su calculadora a los millones de votantes perdidos en la brevísima, pero azarosa, biografía de un insólito experimento político del que resulta difícil encontrar antecedentes, al menos en la forma, en los últimos 200 años.
No obstante, más vale no apresurarse. Si el experimento de "Sumar" carece, en efecto, de antecedentes formales en la historia recordada de este país, si se mira con atención al conjunto de las "partes contratantes", en el fondo el aquelarre no deja de ser sino una versión renovada de otras operaciones políticas similares destinadas, también, a intentar rescatar al gran hermano socialdemócrata de Zumosol, - el PSOE -, de una gran catástrofe electoral. Recuérdese, si no, las intentonas protagonizadas por aquel viejo zorro, traficante de baratijas, que fue Santiago Carrillo, cuando quiso enredar al PCE en una operación política muy similar a la que hoy están intentando reestrenar Yolanda Díaz y sus "yolanders".
El final de la opereta ya se vislumbra en una penosa tragicomedia. Y es que, tras fiarlo todo al circo electoral, a sus protagonistas solo les está quedando pelearse cainitamente por la posesión de las poltronas institucionales. Esa es la razón por la que, cuando no pocos de sus votantes comienzan a recordarles sus traiciones ideológicas, ya no les contestan con aquello de "hay tomar los cielos por asalto", y sólo se les ocurre agitar el capote, amenazando a todo el mundo con el viejo cuento del pastor embustero que pedía auxilio: "¡Que viene la ultraderecha!, ¡Que viene la ultraderecha!", como si no hubieran sido precisamente ellos los que, con sus repetidas mentiras, le afiliaron los colmillos al lobo.
Maribel Santana | Martes, 02 de Mayo de 2023 a las 23:13:52 horas
Pero cual derecha????
Accede para votar (0) (0) Accede para responder