
BRASIL: ASALTO A LAS INSTITUCIONES, ¿UNA DEMOSTRACIÓN DE QUE LULA ES UN "PELIGRO" PARA LAS CLASES HEGEMÓNICAS DEL PAÍS? (VÍDEO)
Miles de ultraderechistas partidarios de Bolsonaro, asaltaron este domingo las tres instituciones del Estado: el poder legislativo, el judicial y el ejecutivo
Según el autor de este artículo, Máximo Relti, el intenso "bullicio" político que desde hace semanas tiene lugar en Brasil, cuya última faceta ha sido el asalto que tuvo lugar este domingo en Brasilia, parece indicar que la gran oligarquía industrial, agrícola y ganadera de ese país se encuentra inquieta ante la elección de Lula da Silva. ¿Podría deducirse entonces que el programa político de Lula dispone de tal carga de reformas sociales que está provocando desasosiego en las clases dominantes brasileñas? Y si fuera es así, ¿a qué vienen estas alharacas teatrales del pasado domingo del expresidente Bolsonaro?
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL
Decenas de miles de seguidores del hasta hace unos días presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, tomaron por asalto este domingo las sedes de la Presidencia, del Tribunal Supremo y del Congreso en la capital brasileña, pidiendo un "golpe militar" que ponga fin a la presidencia del recién elegido Luiz Inácio Lula da Silva.
Lula había tomado posesión de la primera magistratura del país hace apenas siete días. Ello no fue inconveniente, sino todo lo contrario, para que miles de "patriotas" ultraderechistas se dirigieran al Congreso desde la sede del Cuartel General del Ejército, muy próximo a la sede presidencial.
Los ultraderechistas brasileños, partidarios del expresidente Bolsonaro, como ya sucediera durante el asalto al Congreso de los Estados Unidos por los seguidores de Donald Trump, pudieron romper con toda facilidad las barreras policiales y alcanzar sin más inconvenientes las sedes de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo.
Los ultraderechistas partidarios de Bolsonaro vestían camisas amarillas y verdes y portaban miles de banderas brasileñas. A lo largo de su "marcha a la romana" por las calles de Brasilia no pararon de manifestar que no estaban dispuestos a aceptar los resultados de las últimas elecciones, pues, según denunciaban, "habían sido un tongo".
De acuerdo con las noticias sobre la evolución de los acontecimientos en Brasilia, en la media tarde del domingo la policía había podido recuperar la sede del Tribunal Supremo, pero no había ocurrido lo mismo con las sedes del Congreso y de la Presidencia, que continuaban invadidas por los ocupantes bolsonaristas.
Sobre las 5:00 de la tarde, hora canaria, Lula da Silva -que no se encontraba en aquellos momentos en la capital del país- ordenó la intervención federal para que procedieran a la defensa de las sedes asaltadas, por los que él llamó "vándalos fascistas", prometiendo que tanto ellos como sus financiadores serán identificados y castigados. Igualmente, Lula acusó a su predecesor Jair Bolsonaro de "estimular la invasión de los edificios de los tres poderes del Estado" y de huir a los Estados Unidos para evitar colocarle la banda presidencial.
UN CLÓNICO DEL ASALTO AL CAPITOLIO ESTADOUNIDENSE
En los vídeos que de forma profusa están siendo transmitidos a través de las redes sociales y de la prensa digital puede observarse perfectamente cómo los asaltantes destrozan el mobiliario y rompen los cristales de las instituciones asaltadas. La panorámica de los asaltos parecen una reproducción exacta de los que ya tuvieron lugar en el Capitolio estadounidense por parte de los partidarios del expresidente Trump, en enero del pasado año 2021.
En el momento en el que se produjeron los acontecimientos, el nuevo presidente brasileño se encontraba en São Paulo, en una visita a los territorios afectados por fuertes tormentas y perturbaciones climatológicas. Lula convocó ipso facto una reunión de emergencia con los ministros de Defensa, Justicia y Relaciones institucionales.
No puede interpretarse como una mera coincidencia el hecho de que el responsable de la Seguridad del Distrito federal en cuyos límites se encuentra Brasilia, donde están las sedes de las tres instituciones asaltadas, sea nada menos que el antiguo Ministro de Justicia de Bolsonaro, Anderson Torres, también ahora en los Estados Unidos, de acuerdo con las informaciones emitidas por los medios de comunicación brasileños.
Sin embargo, el suceso no debería sorprender a nadie, ya que miles de partidarios ultraderechistas han permanecido durante más de 60 días acampados frente al Cuartel general del Ejército brasileño en Brasilia, "persuadidos" de que los resultados electorales habían sido el producto de "un tongo", que ahora ha concluido con el acceso de Lula a la primera magistratura del país.
¿PELIGRAN CON EL PROGRAMA POLÍTICO DE LULA LOS INTERESES DE LA OLIGARQUÍA BRASILEÑA?
En efecto, los sucesos que se han desarrollado este domingo en Brasil han tenido sus "vísperas" a lo largo de los últimos meses. Nada más conocerse los resultados oficiales de las elecciones, en las grandes capitales brasileñas se empezaron a producir graves incidentes, con bloqueos de las autopistas, pronunciamientos incendiarios por parte de Bolsonaro, así como algunos ruidos de sables en las salas de bandera de los cuarteles del Ejército brasileño.
Este intenso "bullicio" parecía estar indicando que la gran oligarquía industrial, agrícola y ganadera brasileña se encontraba inquieta por los resultados electorales. Tal inquietud, en cualquier caso, no podía estar provocada por el carácter socialmente amenazador del "programa de reformas" del proyecto político de Lula da Silva, sino más bien por el hecho de que el nuevo presidente se propusiera poner algunas "cortapisas" al uso indiscriminado que la oligarquía brasilera ha hecho históricamente de la máquina del Estado utilizándola como palanca idónea para la concertación de sus grandes y suculentos negocios.
Y es que para calmar el desasosiego de los poderosos, Lula da Silva ha hecho ya lo indecible. Desde realizar infinitas concesiones programáticas en su proyecto político, hasta proporcionar innumerables "garantías" a la oligarquía brasileña en la composición del Ejecutivo que regirá los destinos políticos del país en el curso de los próximos años. Con un tipo de pactos que recuerdan a los que se urdieron durante la llamada "transición política española", Lula da Silva nombró vicepresidente de su Gobierno a Geraldo Alckmin, un miembro del Opus Dei brasileño y viejo miembro de la casta política corrupta del país, que en el pasado incluso había llegado a participar en la conspiración institucional que derrocó de la presidencia a Dilma Rousseff, compañera de Partido del propiom presidente Lula,
Pero es que, además, en las condiciones políticas actuales np existía institucionalmente ningún factor que pudiera inducir a la más leve inestabilidad política que pudiera generar "miedo" en la oligarquía industrial y ganadera de Brasil. La indiscutida hegemonía de sus clases dominantes en las instituciones brasileñas es aplastante, sin resquicio alguno. La magra voctoria electoral obtenida por Lula da Silva en las pasadas elecciones no le permitirán siquiera controlar la mayoría del Congreso, que continuará en manos la corriente política ultraderechista que representa el expresidente Jair Bolsonaro.
¿A qué puede responder, pues, esta teatral alharaca que, con tanto ruido y tan pocas nueces, se ha representado este domingo en Brasilia?
A nuestro juicio, diríase que podría tratarse de "una advertencia" de la todavía poderosa ultraderecha brasileña al nuevo mandatario para que no olvide, en primer lugar, a favor de quién se encuentra la correlación de fuerzas en las instituciones brasileñas; y en segundo lugar, para recordarle desde instancias foráneas a Lula da Silva que en las azarosas circunstancias internacionales que vive en estos momentos el planeta, en política exterior las "referencias" de Brasil - con Brics o sin Brics- deberán continuar orientándose con la vieja brújula cuyas agujas han señalado siempre hacia el hemisferio Norte del continente americano.
VÍDEO RELACIONADO:
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL
Decenas de miles de seguidores del hasta hace unos días presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, tomaron por asalto este domingo las sedes de la Presidencia, del Tribunal Supremo y del Congreso en la capital brasileña, pidiendo un "golpe militar" que ponga fin a la presidencia del recién elegido Luiz Inácio Lula da Silva.
Lula había tomado posesión de la primera magistratura del país hace apenas siete días. Ello no fue inconveniente, sino todo lo contrario, para que miles de "patriotas" ultraderechistas se dirigieran al Congreso desde la sede del Cuartel General del Ejército, muy próximo a la sede presidencial.
Los ultraderechistas brasileños, partidarios del expresidente Bolsonaro, como ya sucediera durante el asalto al Congreso de los Estados Unidos por los seguidores de Donald Trump, pudieron romper con toda facilidad las barreras policiales y alcanzar sin más inconvenientes las sedes de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo.
Los ultraderechistas partidarios de Bolsonaro vestían camisas amarillas y verdes y portaban miles de banderas brasileñas. A lo largo de su "marcha a la romana" por las calles de Brasilia no pararon de manifestar que no estaban dispuestos a aceptar los resultados de las últimas elecciones, pues, según denunciaban, "habían sido un tongo".
De acuerdo con las noticias sobre la evolución de los acontecimientos en Brasilia, en la media tarde del domingo la policía había podido recuperar la sede del Tribunal Supremo, pero no había ocurrido lo mismo con las sedes del Congreso y de la Presidencia, que continuaban invadidas por los ocupantes bolsonaristas.
Sobre las 5:00 de la tarde, hora canaria, Lula da Silva -que no se encontraba en aquellos momentos en la capital del país- ordenó la intervención federal para que procedieran a la defensa de las sedes asaltadas, por los que él llamó "vándalos fascistas", prometiendo que tanto ellos como sus financiadores serán identificados y castigados. Igualmente, Lula acusó a su predecesor Jair Bolsonaro de "estimular la invasión de los edificios de los tres poderes del Estado" y de huir a los Estados Unidos para evitar colocarle la banda presidencial.
UN CLÓNICO DEL ASALTO AL CAPITOLIO ESTADOUNIDENSE
En los vídeos que de forma profusa están siendo transmitidos a través de las redes sociales y de la prensa digital puede observarse perfectamente cómo los asaltantes destrozan el mobiliario y rompen los cristales de las instituciones asaltadas. La panorámica de los asaltos parecen una reproducción exacta de los que ya tuvieron lugar en el Capitolio estadounidense por parte de los partidarios del expresidente Trump, en enero del pasado año 2021.
En el momento en el que se produjeron los acontecimientos, el nuevo presidente brasileño se encontraba en São Paulo, en una visita a los territorios afectados por fuertes tormentas y perturbaciones climatológicas. Lula convocó ipso facto una reunión de emergencia con los ministros de Defensa, Justicia y Relaciones institucionales.
No puede interpretarse como una mera coincidencia el hecho de que el responsable de la Seguridad del Distrito federal en cuyos límites se encuentra Brasilia, donde están las sedes de las tres instituciones asaltadas, sea nada menos que el antiguo Ministro de Justicia de Bolsonaro, Anderson Torres, también ahora en los Estados Unidos, de acuerdo con las informaciones emitidas por los medios de comunicación brasileños.
Sin embargo, el suceso no debería sorprender a nadie, ya que miles de partidarios ultraderechistas han permanecido durante más de 60 días acampados frente al Cuartel general del Ejército brasileño en Brasilia, "persuadidos" de que los resultados electorales habían sido el producto de "un tongo", que ahora ha concluido con el acceso de Lula a la primera magistratura del país.
¿PELIGRAN CON EL PROGRAMA POLÍTICO DE LULA LOS INTERESES DE LA OLIGARQUÍA BRASILEÑA?
En efecto, los sucesos que se han desarrollado este domingo en Brasil han tenido sus "vísperas" a lo largo de los últimos meses. Nada más conocerse los resultados oficiales de las elecciones, en las grandes capitales brasileñas se empezaron a producir graves incidentes, con bloqueos de las autopistas, pronunciamientos incendiarios por parte de Bolsonaro, así como algunos ruidos de sables en las salas de bandera de los cuarteles del Ejército brasileño.
Este intenso "bullicio" parecía estar indicando que la gran oligarquía industrial, agrícola y ganadera brasileña se encontraba inquieta por los resultados electorales. Tal inquietud, en cualquier caso, no podía estar provocada por el carácter socialmente amenazador del "programa de reformas" del proyecto político de Lula da Silva, sino más bien por el hecho de que el nuevo presidente se propusiera poner algunas "cortapisas" al uso indiscriminado que la oligarquía brasilera ha hecho históricamente de la máquina del Estado utilizándola como palanca idónea para la concertación de sus grandes y suculentos negocios.
Y es que para calmar el desasosiego de los poderosos, Lula da Silva ha hecho ya lo indecible. Desde realizar infinitas concesiones programáticas en su proyecto político, hasta proporcionar innumerables "garantías" a la oligarquía brasileña en la composición del Ejecutivo que regirá los destinos políticos del país en el curso de los próximos años. Con un tipo de pactos que recuerdan a los que se urdieron durante la llamada "transición política española", Lula da Silva nombró vicepresidente de su Gobierno a Geraldo Alckmin, un miembro del Opus Dei brasileño y viejo miembro de la casta política corrupta del país, que en el pasado incluso había llegado a participar en la conspiración institucional que derrocó de la presidencia a Dilma Rousseff, compañera de Partido del propiom presidente Lula,
Pero es que, además, en las condiciones políticas actuales np existía institucionalmente ningún factor que pudiera inducir a la más leve inestabilidad política que pudiera generar "miedo" en la oligarquía industrial y ganadera de Brasil. La indiscutida hegemonía de sus clases dominantes en las instituciones brasileñas es aplastante, sin resquicio alguno. La magra voctoria electoral obtenida por Lula da Silva en las pasadas elecciones no le permitirán siquiera controlar la mayoría del Congreso, que continuará en manos la corriente política ultraderechista que representa el expresidente Jair Bolsonaro.
¿A qué puede responder, pues, esta teatral alharaca que, con tanto ruido y tan pocas nueces, se ha representado este domingo en Brasilia?
A nuestro juicio, diríase que podría tratarse de "una advertencia" de la todavía poderosa ultraderecha brasileña al nuevo mandatario para que no olvide, en primer lugar, a favor de quién se encuentra la correlación de fuerzas en las instituciones brasileñas; y en segundo lugar, para recordarle desde instancias foráneas a Lula da Silva que en las azarosas circunstancias internacionales que vive en estos momentos el planeta, en política exterior las "referencias" de Brasil - con Brics o sin Brics- deberán continuar orientándose con la vieja brújula cuyas agujas han señalado siempre hacia el hemisferio Norte del continente americano.
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Maribel Santana | Lunes, 09 de Enero de 2023 a las 22:56:09 horas
Igual que todos, concesiones a los capitalistas en vez de meterle mano dura, asi le paso a Castillo, el otro simplón de Mújica, en Bolivia, en fin son unos cagaos, con miedo no se puede gobernar, si no sirven que no se presente para gobernar, le deja siempre a huevo el poder a los fascistas.
Les extraña como estan todos con el, Europa y hasta el gobierno del progrerío español,?? están con Lula porque son unos socialdemócratas de medio pelo.
Exageraron las oligarquías brasileñas, porque sabe que Lula es incapaz de tocarle sus intereses.
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