El "General invierno": El mito nazi de un militar que nunca existió (audio)
POR MANUEL MEDINA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
En el curso de las últimas semanas, no pocos forofos, de uno u otro signo, han comenzado a exhibir el espantajo del "General Invierno" para referirse al hecho inexorable de que la cruda estación invernal se está aproximando al Este europeo, irrumpiendo en pleno centro del conflicto bélico ucraniano.
Durante décadas, a través de persuasivos mensajes fílmicos emitidos desde la eficaz y persuasiva máquina propagandística de Hollywood, hemos estado recibiendo una versión histórica deliberadamente falsa acerca de papel desempeñado durante la II Guerra Mundial por un supuesto "General Winter", que según esas mismas fuentes habría sido el que se encargó de derrotar a los poderosos ejercitos del III Reich hitleriano.
Durante la pasada dictadura franquista, los profesores de Historia, bajo el guión obligatorio previamente diseñado por el Ministro de Educación Nacional de turno, nos explicaron a las sucesivas generaciones que vivieron bajo el nacionalcatolicismo franquista, que no había sido el Ejército Rojo el que había ganado la guerra a los "camaradas" alemanes e italianos.
.
Nos repitieron hasta la saturación que quien realmente había derrotado a la Wehrmacht había sido un mítico "General Invierno", cuya inmensa capacidad letal se encargó de congelar a todos aquellos soldados germanos que tuvieron la desventura de cruzarse en su camino. Según esta interesada versión, fue el "General Invierno", y no el Ejército soviético, el que acabó con la vida de millones de soldados alemanes, que bajo las órdenes del Führer habían invadido la Unión Soviética con el objetivo de acabar con el "Imperio del mal" bolchevique. Para resumirlo en un porcentajes redondos, sin embargo, la historia de la II Guerra Mundial nos indica que el 75% de las bajas del Ejército alemán se produjeron en los frentes de batalla soviéticos. ¿Un brillante resultado de las estrategias militares diseñadas por el genial "General Invierno"?
La verdad es que el invento del "General invierno" no fue el resultado de la imaginación creativa de los falangistas de los falangistas españoles. Los fascistas de la "España Una, Grande y Libre" distaron mucho de ser especialmente ingeniosos a la hora de elaborar una propaganda argumentalmente persuasiva. Manejaban con mayor destreza, eso sí, la técnica de los puños y las pistolas que cualquier otro tipo de creación intelectual. En honor la la verdad histórica, el mérito de ese mítico "constructo" le correspondió al eficaz aparato propagandístico encabezado por Joseph Goebbles, ministro de propaganda del Gobierno de Hitler, que creó la imagen de un imbatible "General", encarnado en una estación climática, que le sirviera para poder justificar las inesperadas derrotas que pronto comenzó a sufrir el Ejército teutón en los campos de batalla soviéticos.
El hecho de que nuevamente, y con motivo de la "Guerra de Ucrania", haya vuelto a reaparecer a través de los medios el fantasioso mito del "General Invierno" me ha empujado a realizar este artículo, que tiene un propósito fundamentalmente didáctico y divulgativo, pero cuyos méritos de investigación historiográfica le corresponden enteramente al extenso trabajo realizado por el historiador franco-canadiense Dr. Jacques R. Pauwels, autor del excelente libro "El mito de la guerra buena", cuya interesante e instructiva lectura recomendamos vivamente a los lectores.
El propósito del presente trabajo no ha sido otro, pues, que el de contribuir a acabar con la biografía mítica del "General Winter", un militar que sólo existió en la enfebrecida mente de Joseph Goebbles y de sus correligionarios ideológicos extranjeros, así como también en la de sus recreadores cinematográficos de Hollywood, que una vez iniciada la llamada "Guerra Fría" relanzaron este falaz producto propagandístico de origen y patente exclusivamente nazi.
Manuel Medina, prof. de Historia
LA HISTORIA DE UN GENERAL QUE NUNCA EXISTIÓ
La Segunda Guerra Mundial comenzó, al menos en lo que respecta a su «teatro europeo de operaciones», con el Ejército alemán arrasando Polonia en septiembre de 1939.
Una vez concluida esta primera etapa con la práctica derrota de los aliados occidentales, con la excepción de Inglaterra, Hitler se encontró en condiciones de centrar su atención en el proyecto que consideraba la "gran misión" que le había sido encomendada por la divina Providencia: la destrucción integral de la Unión Soviética, cuna y semillero del comunismo y país al que él le deleitaba referirse como la «Rusia gobernada por judíos».
La verdad es que Hitler no solo sentía una enfervorizada pasión ideológica por atacar a la Unión Soviética. Sentía igualmente que tenía la necesidad de hacerlo lo antes posible porque Alemania era, en efecto, una gran potencia industrial, pero carecía de acceso a determinadas materias primas realmente esenciales.
Con la derrota germana en la Primera Guerra Mundial, cuando el Reich fue bloqueado por la Royal Navy, quedó claramente demostrado que sin un suministro constante de materias primas estratégicas esenciales, en particular petróleo y caucho, Alemania era incapaz de ganar una guerra larga y prolongada. Entre 1940 y 1941, Alemania, sin embargo, pudo continuar importando petróleo desde Rumanía y desde los aún neutrales Estados Unidos de América.
Pero no sólo importó petróleo desde los países citados. En el contenido de los acuerdos suscritos en el "Pacto de No Agresión" germano soviético, rubricado en agosto de 1939, la propia Unión Soviética debía suministrar también petróleo a Alemania, pero con unas entregas que no llegaban a representar más que el 4% de todas las importaciones de petróleo alemanas de aquellos momentos. A cambio, Alemania estaba obligada por el citado "Pacto de No Agresión" a entregar a la Unión Soviética productos industriales de alta calidad y tecnología militar de última generación.
Hitler, no obstante, se apercibía claramente, y con razón, de que estos Acuerdos constituían una condición altamente preocupante, ya que contribuían a fortalecer las defensas soviéticas. Parece obvio reconocer que en esos momentos el tiempo no estaba jugando a favor de Hitler, razón por la cual él mismo temía que "el resquicio de oportunidad" para lograr una victoria fácil en el Este se podía esfumar de un momento a otro. Por lo tanto, cuanto antes emprendiera la tarea de conquistar la Unión Soviética, mejor resultaría para Alemania, que una vez ocupado ese país recibiría una auténtica lluvia de recursos ilimitados, incluidos los ricos campos petrolíferos del Cáucaso.
LA "OPERACIÓN BARBARROJA"
![[Img #73125]](https://canarias-semanal.org/upload/images/10_2022/7996_hf.jpg)
Fue el 18 de diciembre de 1940 cuando el proyecto de una Ostkrieg, o sea, «la guerra del Este», recibió el nombre clave de "Operación Barbarroja".
En junio de 1941, un ejército constituido nada menos que por tres millones de soldados alemanes, a los que se agregaron alrededor de 700.000 soldados aliados de la Alemania hitleriana, cruzó las fronteras de la Unión Soviética. Pronto, ese inmenso tsunami humano lograría perforar enormes agujeros en las defensas soviéticas, un hecho que posibilitó que de forma vertiginosa se produjeran avances territoriales espectaculares alemanes, en los que miles de soldados del Ejército Rojo fueron muertos, heridos o hechos prisioneros.
De acuerdo con la actual historiografía occidental dominante, que que ha quedado machaconamente plasmada en libros, artículos y documentales reproducidos por esa fábrica de fantasías "históricas" que es Hollywood, los ejércitos nazi-fascistas habrían logrado alcanzar Moscú y derrotar rápidamente a la Unión Soviética, si no lo hubiera impedido la intervención del "General Winter", o el "General invierno", tal y como se le llamaba en la prensa falangista española de los primeros años 40, para tratar de explicar la pronta ralentización que sufrieron los avances alemanes contra la "Rusia bolchevique".
De acuerdo con el eficaz aparato propagandístico de Joseph Goebbles, la inusual aparición temprana del frío fue la causa principal por la que se arruinaron los iniciales planes triunfales de los generales alemanes, que no habían logrado equipar a sus tropas con ropa de invierno, sustrayéndole a Hitler una victoria rápida y segura.
![[Img #73122]](https://canarias-semanal.org/upload/images/10_2022/4794_propa-soviet.jpg)
EL MITO DEL "GENERAL INVIERNO"
Sin embargo, la verdad histórica es otra muy diferente. El avance del que era entonces el Ejército más poderoso del mundo, fue detenido a costa de enormes pérdidas humanas y no por el "General Winter", tal y como propalaron inicialmente los medios occidentales recogiendo el infundio del propio aparato propagandístico nazi y luego continuaron difundiendo, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Como no podía ser de otra forma, fueron los esfuerzos y sacrificios del pueblo soviético, tanto civiles como militares, los que lograron aquella victora sobre los invasores.
Hitler y sus generales estaban plenamente convencidos de que su "guerra relámpago" tendría tanto éxito contra los soviéticos, como antes lo había tenido en contra todos aquellos países con los que se habían enfrentado en Europa: Polonia, Francia,Bélgica, etc.
Desde su perspectiva ideológica fascista, estimaban que la Unión Soviética era una suerte de "gigante con los pies de barro", cuyo Ejército Rojo había quedado totalmente decapitado por las purgas que el gobierno bolchevique había realizado a finales de la década de 1930. El Ejército soviético, en opinión textual del propio Hitler , "no era más que una broma". El Führer se sentía hasta tal punto plenamente confiado en su fulminante victoria, que en las vísperas de la "Operación Barbarroja" "se veía a sí mismo al borde del mayor triunfo de su vida". Los propios expertos militares estadounidenses se mostraban igualmente convencidos de que Hitler "aplastaría a Rusia como a un huevo".
El ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, ya había escrito en su conocido Diario el 2 de julio, que los soviéticos habían sufrido grandes pérdidas en los primeros momentos de la invasión, si bien, también reconocía que los soviéticos habían opuesto una dura resistencia y estaban respondiendo con mucha dureza.
El general Franz Halder, en muchos sentidos el "padrino" del "Plan de ataque" contra la Unión Soviética, reconoció que la resistencia soviética era impresionantemente más fuerte que toda con la que el Ejército Alemán se habían enfrentado en Europa occidental. Los propios informes de la Wehrmacht se referían reiteradamente en sus partes de guerra a una resistencia "dura", incluso "salvaje", que logró causar a la Wehrmacht grandes pérdidas en hombres y equipos.
No pocas unidades soviéticas se filtraron en los tupidos pantanos de Pripet y en otros lugares, emprendiendo una guerra partisana mortal para los invasores, para la cual ya habían realizado previos e intensos preparativos antes de que fuera ejecutada la "Operación Barbarroja". Esta auténtica "guerra de guerrillas" sirvió entre otras cosas para dislocar dramáticamente las largas y vulnerables líneas de comunicación alemanas.
El Ejército Rojo sufrió, sin duda, enormes pérdidas, pero demostró igualmente ser capaz de perseverar, porque resultó ser mucho más grande de lo que había previsto el alto mando alemán. Contaban con unas 360 divisiones, en lugar de las 300 que habían calculado los alemanes. Hitler estaba realmente furioso porque sus servicios secretos habían desconocido, asimismo, la existencia de un armamento realmente sofisticado para la época.
EL "GENERAL WINTER" NUNCA ESTUVO POR ALLÍ
La principal causa de preocupación para los alemanes fue el hecho de que el grueso del Ejército Rojo había logrado retirarse en un orden más que aceptable, eludiendo el cerco y la destrucción, e impidiendo una repetición de los casos de Cannas o Sedan, con los que habían soñado Hitler y sus generales. Parecía estar claro que los soviéticos habían sometido a una concienzuda observación y análisis estratégico-militar los éxitos de la "guerra relámpago" alemana el frente occidental entre los años 1939 y 1940, sacando de ellos muy útiles lecciones.
En efecto, el alto mando del Ejército Rojo observó que en mayo de 1940 los franceses habían concentrado todas sus fuerzas justo en la frontera. Lo mismo sucedió en Bélgica. Ello facilitó que la maquinaria de guerra alemana pudiera aplastarlos con facilidad de una sola vez. Los soviéticos abandonaron algunas tropas en la frontera, por supuesto, y estas unidades sufrieron, como era de esperar, las mayores pérdidas de la Unión Soviética durante las etapas iniciales de la "Operación Barbarroja". Pero, contrariamente a lo que mantienen historiadores occidentales como Richard Overy, la mayor parte del Ejército Rojo se mantuvo en la retaguardia, evitando así quedar atrapado ppor los invasores. Fue esta "defensa en profundidad" la que frustró el objetivo alemán de destruir el Ejército Rojo en su totalidad.
Como escribiera el mariscal Zhukov en sus Memorias, "la Unión Soviética habría sido aplastada si hubiéramos organizado todas nuestras fuerzas en la frontera".
En el frente interno germano muy pronto no pocos civiles alemanes comenzaron a tener la sensación que la guerra en el Este no marchaba bien. En Dresden, Victor Klemperer, un lingüista judío, hizo constar en su diario el 13 de julio, que "nosotros sufrimos inmensas pérdidas, hemos subestimado a los rusos". De hecho, los alemanes sufrieron "pérdidas inmensas" durante su invasión de la Unión Soviética y esa sangría se empezó a producir desde el mismísimo principio.
En sólo tres semanas, las bajas alemanas en la Unión Soviética superaron las de toda la campaña en Francia en 1940. Entre el 22 de junio de 1941 y el 31 de enero de 1942, las pérdidas materiales ya incluían 6.000 aviones y más de 3.200 tanques y vehículos similares.
Menos de un mes después de que comenzara la "Operación Barbarroja", la percepción de que las cosas no iban bien en el "Frente oriental" se extendió a toda Alemania. Una percepción que partía desde lo más alto de la jerarquía militar y política del III Reich, hasta llegar a los niveles civiles más bajos.
Los derrotados generales franceses concluyeron tempranamente que una victoria alemana, no solo en la Unión Soviética sino en la guerra en general, ya no tenía ninguna posibilidad. Uno de esos generales llegó a opinar que "Alemania no ganaría la guerra, pero ya la había perdido".
Robert Kershaw, especialista en la guerra germano-soviética, ha descrito cómo "el impulso de la Blitzkrieg se agotó" ya desde la primera semana de julio, "el ritmo vaciló" en las semanas siguientes, y las vanguardias abandonaron los avances fulminantes tal y como lo habían hecho hasta entonces.
En ese mismo verano de 1941, el propio Hitler tuvo que abandonar su sueño de una victoria rápida y fácil, procediendo rápidamente a reducir sus expectativas de conquista.
Y eso ya se produjo en unas fechas en las que para la llegada del supuestamente todopoderoso "General Winter" quedaban todavía algunos meses.
Los datos que aquí se han vertido no forman parte de una interpretación más o menos subjetiva del autor de este artículo en relación con lo que sucedió durante los años 40-45 del pasado siglo. Se trata de aportaciones testimoniales perfectamente constatables, que se encuentran al alcance de cualquier lector por poco que este desee recurrir a las fuentes, que en este caso no permanecen escondidas en los rincones de grandes bibliotecas, sino que son fácilmente accesibles a través esa inestimable herramienta de búsqueda que es hoy Internet.
POR MANUEL MEDINA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
En el curso de las últimas semanas, no pocos forofos, de uno u otro signo, han comenzado a exhibir el espantajo del "General Invierno" para referirse al hecho inexorable de que la cruda estación invernal se está aproximando al Este europeo, irrumpiendo en pleno centro del conflicto bélico ucraniano.
Durante décadas, a través de persuasivos mensajes fílmicos emitidos desde la eficaz y persuasiva máquina propagandística de Hollywood, hemos estado recibiendo una versión histórica deliberadamente falsa acerca de papel desempeñado durante la II Guerra Mundial por un supuesto "General Winter", que según esas mismas fuentes habría sido el que se encargó de derrotar a los poderosos ejercitos del III Reich hitleriano.
Durante la pasada dictadura franquista, los profesores de Historia, bajo el guión obligatorio previamente diseñado por el Ministro de Educación Nacional de turno, nos explicaron a las sucesivas generaciones que vivieron bajo el nacionalcatolicismo franquista, que no había sido el Ejército Rojo el que había ganado la guerra a los "camaradas" alemanes e italianos.
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Nos repitieron hasta la saturación que quien realmente había derrotado a la Wehrmacht había sido un mítico "General Invierno", cuya inmensa capacidad letal se encargó de congelar a todos aquellos soldados germanos que tuvieron la desventura de cruzarse en su camino. Según esta interesada versión, fue el "General Invierno", y no el Ejército soviético, el que acabó con la vida de millones de soldados alemanes, que bajo las órdenes del Führer habían invadido la Unión Soviética con el objetivo de acabar con el "Imperio del mal" bolchevique. Para resumirlo en un porcentajes redondos, sin embargo, la historia de la II Guerra Mundial nos indica que el 75% de las bajas del Ejército alemán se produjeron en los frentes de batalla soviéticos. ¿Un brillante resultado de las estrategias militares diseñadas por el genial "General Invierno"?
La verdad es que el invento del "General invierno" no fue el resultado de la imaginación creativa de los falangistas de los falangistas españoles. Los fascistas de la "España Una, Grande y Libre" distaron mucho de ser especialmente ingeniosos a la hora de elaborar una propaganda argumentalmente persuasiva. Manejaban con mayor destreza, eso sí, la técnica de los puños y las pistolas que cualquier otro tipo de creación intelectual. En honor la la verdad histórica, el mérito de ese mítico "constructo" le correspondió al eficaz aparato propagandístico encabezado por Joseph Goebbles, ministro de propaganda del Gobierno de Hitler, que creó la imagen de un imbatible "General", encarnado en una estación climática, que le sirviera para poder justificar las inesperadas derrotas que pronto comenzó a sufrir el Ejército teutón en los campos de batalla soviéticos.
El hecho de que nuevamente, y con motivo de la "Guerra de Ucrania", haya vuelto a reaparecer a través de los medios el fantasioso mito del "General Invierno" me ha empujado a realizar este artículo, que tiene un propósito fundamentalmente didáctico y divulgativo, pero cuyos méritos de investigación historiográfica le corresponden enteramente al extenso trabajo realizado por el historiador franco-canadiense Dr. Jacques R. Pauwels, autor del excelente libro "El mito de la guerra buena", cuya interesante e instructiva lectura recomendamos vivamente a los lectores.
El propósito del presente trabajo no ha sido otro, pues, que el de contribuir a acabar con la biografía mítica del "General Winter", un militar que sólo existió en la enfebrecida mente de Joseph Goebbles y de sus correligionarios ideológicos extranjeros, así como también en la de sus recreadores cinematográficos de Hollywood, que una vez iniciada la llamada "Guerra Fría" relanzaron este falaz producto propagandístico de origen y patente exclusivamente nazi.
Manuel Medina, prof. de Historia
LA HISTORIA DE UN GENERAL QUE NUNCA EXISTIÓ
La Segunda Guerra Mundial comenzó, al menos en lo que respecta a su «teatro europeo de operaciones», con el Ejército alemán arrasando Polonia en septiembre de 1939.
Una vez concluida esta primera etapa con la práctica derrota de los aliados occidentales, con la excepción de Inglaterra, Hitler se encontró en condiciones de centrar su atención en el proyecto que consideraba la "gran misión" que le había sido encomendada por la divina Providencia: la destrucción integral de la Unión Soviética, cuna y semillero del comunismo y país al que él le deleitaba referirse como la «Rusia gobernada por judíos».
La verdad es que Hitler no solo sentía una enfervorizada pasión ideológica por atacar a la Unión Soviética. Sentía igualmente que tenía la necesidad de hacerlo lo antes posible porque Alemania era, en efecto, una gran potencia industrial, pero carecía de acceso a determinadas materias primas realmente esenciales.
Con la derrota germana en la Primera Guerra Mundial, cuando el Reich fue bloqueado por la Royal Navy, quedó claramente demostrado que sin un suministro constante de materias primas estratégicas esenciales, en particular petróleo y caucho, Alemania era incapaz de ganar una guerra larga y prolongada. Entre 1940 y 1941, Alemania, sin embargo, pudo continuar importando petróleo desde Rumanía y desde los aún neutrales Estados Unidos de América.
Pero no sólo importó petróleo desde los países citados. En el contenido de los acuerdos suscritos en el "Pacto de No Agresión" germano soviético, rubricado en agosto de 1939, la propia Unión Soviética debía suministrar también petróleo a Alemania, pero con unas entregas que no llegaban a representar más que el 4% de todas las importaciones de petróleo alemanas de aquellos momentos. A cambio, Alemania estaba obligada por el citado "Pacto de No Agresión" a entregar a la Unión Soviética productos industriales de alta calidad y tecnología militar de última generación.
Hitler, no obstante, se apercibía claramente, y con razón, de que estos Acuerdos constituían una condición altamente preocupante, ya que contribuían a fortalecer las defensas soviéticas. Parece obvio reconocer que en esos momentos el tiempo no estaba jugando a favor de Hitler, razón por la cual él mismo temía que "el resquicio de oportunidad" para lograr una victoria fácil en el Este se podía esfumar de un momento a otro. Por lo tanto, cuanto antes emprendiera la tarea de conquistar la Unión Soviética, mejor resultaría para Alemania, que una vez ocupado ese país recibiría una auténtica lluvia de recursos ilimitados, incluidos los ricos campos petrolíferos del Cáucaso.
LA "OPERACIÓN BARBARROJA"
Fue el 18 de diciembre de 1940 cuando el proyecto de una Ostkrieg, o sea, «la guerra del Este», recibió el nombre clave de "Operación Barbarroja".
En junio de 1941, un ejército constituido nada menos que por tres millones de soldados alemanes, a los que se agregaron alrededor de 700.000 soldados aliados de la Alemania hitleriana, cruzó las fronteras de la Unión Soviética. Pronto, ese inmenso tsunami humano lograría perforar enormes agujeros en las defensas soviéticas, un hecho que posibilitó que de forma vertiginosa se produjeran avances territoriales espectaculares alemanes, en los que miles de soldados del Ejército Rojo fueron muertos, heridos o hechos prisioneros.
De acuerdo con la actual historiografía occidental dominante, que que ha quedado machaconamente plasmada en libros, artículos y documentales reproducidos por esa fábrica de fantasías "históricas" que es Hollywood, los ejércitos nazi-fascistas habrían logrado alcanzar Moscú y derrotar rápidamente a la Unión Soviética, si no lo hubiera impedido la intervención del "General Winter", o el "General invierno", tal y como se le llamaba en la prensa falangista española de los primeros años 40, para tratar de explicar la pronta ralentización que sufrieron los avances alemanes contra la "Rusia bolchevique".
De acuerdo con el eficaz aparato propagandístico de Joseph Goebbles, la inusual aparición temprana del frío fue la causa principal por la que se arruinaron los iniciales planes triunfales de los generales alemanes, que no habían logrado equipar a sus tropas con ropa de invierno, sustrayéndole a Hitler una victoria rápida y segura.
EL MITO DEL "GENERAL INVIERNO"
Sin embargo, la verdad histórica es otra muy diferente. El avance del que era entonces el Ejército más poderoso del mundo, fue detenido a costa de enormes pérdidas humanas y no por el "General Winter", tal y como propalaron inicialmente los medios occidentales recogiendo el infundio del propio aparato propagandístico nazi y luego continuaron difundiendo, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Como no podía ser de otra forma, fueron los esfuerzos y sacrificios del pueblo soviético, tanto civiles como militares, los que lograron aquella victora sobre los invasores.
Hitler y sus generales estaban plenamente convencidos de que su "guerra relámpago" tendría tanto éxito contra los soviéticos, como antes lo había tenido en contra todos aquellos países con los que se habían enfrentado en Europa: Polonia, Francia,Bélgica, etc.
Desde su perspectiva ideológica fascista, estimaban que la Unión Soviética era una suerte de "gigante con los pies de barro", cuyo Ejército Rojo había quedado totalmente decapitado por las purgas que el gobierno bolchevique había realizado a finales de la década de 1930. El Ejército soviético, en opinión textual del propio Hitler , "no era más que una broma". El Führer se sentía hasta tal punto plenamente confiado en su fulminante victoria, que en las vísperas de la "Operación Barbarroja" "se veía a sí mismo al borde del mayor triunfo de su vida". Los propios expertos militares estadounidenses se mostraban igualmente convencidos de que Hitler "aplastaría a Rusia como a un huevo".
El ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, ya había escrito en su conocido Diario el 2 de julio, que los soviéticos habían sufrido grandes pérdidas en los primeros momentos de la invasión, si bien, también reconocía que los soviéticos habían opuesto una dura resistencia y estaban respondiendo con mucha dureza.
El general Franz Halder, en muchos sentidos el "padrino" del "Plan de ataque" contra la Unión Soviética, reconoció que la resistencia soviética era impresionantemente más fuerte que toda con la que el Ejército Alemán se habían enfrentado en Europa occidental. Los propios informes de la Wehrmacht se referían reiteradamente en sus partes de guerra a una resistencia "dura", incluso "salvaje", que logró causar a la Wehrmacht grandes pérdidas en hombres y equipos.
No pocas unidades soviéticas se filtraron en los tupidos pantanos de Pripet y en otros lugares, emprendiendo una guerra partisana mortal para los invasores, para la cual ya habían realizado previos e intensos preparativos antes de que fuera ejecutada la "Operación Barbarroja". Esta auténtica "guerra de guerrillas" sirvió entre otras cosas para dislocar dramáticamente las largas y vulnerables líneas de comunicación alemanas.
El Ejército Rojo sufrió, sin duda, enormes pérdidas, pero demostró igualmente ser capaz de perseverar, porque resultó ser mucho más grande de lo que había previsto el alto mando alemán. Contaban con unas 360 divisiones, en lugar de las 300 que habían calculado los alemanes. Hitler estaba realmente furioso porque sus servicios secretos habían desconocido, asimismo, la existencia de un armamento realmente sofisticado para la época.
EL "GENERAL WINTER" NUNCA ESTUVO POR ALLÍ
La principal causa de preocupación para los alemanes fue el hecho de que el grueso del Ejército Rojo había logrado retirarse en un orden más que aceptable, eludiendo el cerco y la destrucción, e impidiendo una repetición de los casos de Cannas o Sedan, con los que habían soñado Hitler y sus generales. Parecía estar claro que los soviéticos habían sometido a una concienzuda observación y análisis estratégico-militar los éxitos de la "guerra relámpago" alemana el frente occidental entre los años 1939 y 1940, sacando de ellos muy útiles lecciones.
En efecto, el alto mando del Ejército Rojo observó que en mayo de 1940 los franceses habían concentrado todas sus fuerzas justo en la frontera. Lo mismo sucedió en Bélgica. Ello facilitó que la maquinaria de guerra alemana pudiera aplastarlos con facilidad de una sola vez. Los soviéticos abandonaron algunas tropas en la frontera, por supuesto, y estas unidades sufrieron, como era de esperar, las mayores pérdidas de la Unión Soviética durante las etapas iniciales de la "Operación Barbarroja". Pero, contrariamente a lo que mantienen historiadores occidentales como Richard Overy, la mayor parte del Ejército Rojo se mantuvo en la retaguardia, evitando así quedar atrapado ppor los invasores. Fue esta "defensa en profundidad" la que frustró el objetivo alemán de destruir el Ejército Rojo en su totalidad.
Como escribiera el mariscal Zhukov en sus Memorias, "la Unión Soviética habría sido aplastada si hubiéramos organizado todas nuestras fuerzas en la frontera".
En el frente interno germano muy pronto no pocos civiles alemanes comenzaron a tener la sensación que la guerra en el Este no marchaba bien. En Dresden, Victor Klemperer, un lingüista judío, hizo constar en su diario el 13 de julio, que "nosotros sufrimos inmensas pérdidas, hemos subestimado a los rusos". De hecho, los alemanes sufrieron "pérdidas inmensas" durante su invasión de la Unión Soviética y esa sangría se empezó a producir desde el mismísimo principio.
En sólo tres semanas, las bajas alemanas en la Unión Soviética superaron las de toda la campaña en Francia en 1940. Entre el 22 de junio de 1941 y el 31 de enero de 1942, las pérdidas materiales ya incluían 6.000 aviones y más de 3.200 tanques y vehículos similares.
Menos de un mes después de que comenzara la "Operación Barbarroja", la percepción de que las cosas no iban bien en el "Frente oriental" se extendió a toda Alemania. Una percepción que partía desde lo más alto de la jerarquía militar y política del III Reich, hasta llegar a los niveles civiles más bajos.
Los derrotados generales franceses concluyeron tempranamente que una victoria alemana, no solo en la Unión Soviética sino en la guerra en general, ya no tenía ninguna posibilidad. Uno de esos generales llegó a opinar que "Alemania no ganaría la guerra, pero ya la había perdido".
Robert Kershaw, especialista en la guerra germano-soviética, ha descrito cómo "el impulso de la Blitzkrieg se agotó" ya desde la primera semana de julio, "el ritmo vaciló" en las semanas siguientes, y las vanguardias abandonaron los avances fulminantes tal y como lo habían hecho hasta entonces.
En ese mismo verano de 1941, el propio Hitler tuvo que abandonar su sueño de una victoria rápida y fácil, procediendo rápidamente a reducir sus expectativas de conquista.
Y eso ya se produjo en unas fechas en las que para la llegada del supuestamente todopoderoso "General Winter" quedaban todavía algunos meses.
Los datos que aquí se han vertido no forman parte de una interpretación más o menos subjetiva del autor de este artículo en relación con lo que sucedió durante los años 40-45 del pasado siglo. Se trata de aportaciones testimoniales perfectamente constatables, que se encuentran al alcance de cualquier lector por poco que este desee recurrir a las fuentes, que en este caso no permanecen escondidas en los rincones de grandes bibliotecas, sino que son fácilmente accesibles a través esa inestimable herramienta de búsqueda que es hoy Internet.
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