
DIMITIÓ BORIS JOHNSON: DE LA GUERRA DE UCRANIA AL IMPERIO CON ADN ANGLOSAJÓN
Desaparece de la escena politica el agitador que trató de alargar la "Guerra de Ucrania" para facilitar el imperio anglosajónpueda beneficiarse económicamente de una Europa sumida en la crisis
Según nuestro colaborador Máximo Relti, el recién dimitido premier británico Boris Johnson, se inspiró en los proyectos enunciados por su propio biografiado Winston Churchill, cuando en la década de los 40 del pasado siglo, sugirió que tanto los Estados Unidos como Reino Unido, deberían utilizar la miseria en la que quedó sumida la Europa continental después de la Segunda Guerra Mundial, para relanzar su propio desarrollo económico durante posguerra. En esa línea, Johnson ha propugnado perseverantemente enconvertir la "guerra de Ucrania" en una incierta "guerra Infinita"
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Con el mismo profundo desprecio mostrado en 1946 por Winston Churchill hacia sus "desagradecidos" electores, este mismo jueves el primer ministro conservador británico, Boris
Johnson, presentó su dimisión, llamando "borregos" al numeroso grupo de diputados conservadores que lo forzaron a abandonar el cargo.
A diferencia de Churchill, que jamás llegó a perdonar que los electores británicos fueran incapaces de reconocerle el sublime y mesiánico papel de "cruzado del Imperio“ que creyó desempeñar durante la II Guerra Mundial, Johnson expresó igualmente en su despedida, pronunciada hace unas pocas horas, un idéntico desprecio hacia sus colegas los diputados 'tories', que parece tampoco pudieron alcanzar comprender la también sublime misión que la Historia le había encomendado.
ENTENDIENDO A BORIS JOHNSON
Para entender la personalidad política de Boris Johnson conviene que el lector tenga en cuenta al menos dos hitos claves en su biografía.
En primer lugar, que Boris, hijo de padres de doble nacionalidad británico-estadounidense, nació en Nueva York. Al
igual que sus padres, Boris compartió esa doble nacionalidad nada menos que durante 51 años. Y fue sólo en 2015 cuando, por fin, renunció a La parte estadounidense de su nacionalidad. Estudió, no obstante, Filología Clásica en la Universidad de Oxford, ejerciendo posteriormente como periodista los rotativos británicos "The Times” y “Daily Telegraph”.
Un segundo elemento que también podría contribuir a comprender el cuadro político-ideológico que constituyen la base de las ambiciones que guían los sentimientos de Johnson, es el hecho de que fue autor de una biografía, profusamente difundida en el Reino Unido y en España, sobre el político inglés Winston Churchill, que publicada bajo el grandilocuente título de "El Factor Churchill. Un solo hombre cambió el rumbo de la Historia". En ella, el hoy dimitido premier británico, no sólo pasó revista a los aspectos más relevantes pero no más veraces, de la vida política de Churchill sino que, de pasada, nos dejó entrever igualmente cuáles son sus propios valores ideológicos y proyectos políticos.
Si el lector atiende a estos dos perfiles podrá comprender asismismo qué es lo que se esconde tras la fachada política y personal del Boris Jonhson de nuestros días, del papel que ha desempeñado en el curso de los últimos meses en relación con Ucrania, así como en qué consiste el proyecto anglosajón que la Gran Bretaña y los Estados Unidos tienen reservado para conjunto de Europa en la actual coyuntura.
EL BAILE DE LOS “POLLOS SIN CABEZA” EUROPEOS
Mientras que el recién estrenado canciller socialdemócrata alemán Olaf Scholz se mueve de un lado para otro como si de un “pollo sin cabeza” se tratara, enmarañado en una tupida red de negociaciones, de sanciones contradictorias en contra Rusia y desordenadas entregas de armas para Ucrania, el hasta hace tan sólo unas horas Primer Ministro británico ha tenido siempre pragmáticamente claros cuáles eran sus objetivos.
Sin separarse un solo milímetro de las orientaciones políticas emanadas desde Washington, Boris Johnson ha sabido actuar como un excepcional agitador político-militar, moviéndose con agilidad y a velocidad de vértigo entre los países occidentales, desde el mismo momento en el que Vladimir Putin decidió poner en marcha su extrañamente llamada "Operación especial". Era esta una función que por razones de su precoz ancianidad, Joe Biden se veía incapacitado para jugar. El objetivo de esa frenética actividad agitadora de Johnson ha sido sólo uno: tratar de bloquear cualquier posibilidad de solución negociada del conflicto ucraniano.
En las elocuentísimas instantáneas fotográficas que han aparecido en la prensa internacional en el curso de sus frecuentes viajes a Ucrania, Johnson aparece siempre no como un simple y mero invitado protocolario de Zelensky, sino que ha procurado escenificar sus gestos en los escenarios ucranianos, comportándose como si él fuera el auténtico patrocinador y organizador de la resistencia ucraniana frente a de las tropas rusas.
Y ese tipo de posturas gestuales no sólo se ha permitido exhibirlas en sus viajes a Ucrania sino que, rompiendo con todos los protocolos diplomáticos habituales, ha procurado dejarlas también presentes ante sus homólogos los políticos europeos. Sin exagerar un ápice, podría decirse que Boris Johnson ha asumido por cuenta propia (?), la representación virtual de los Estados Unidos en el Continente europeo. Naturalmente contando con la anuencia servil de una Unión Europea que está haciendo aguas hasta por los cojinetes.
En los momentos en los que entendió que correspondía hacerlo, Johnson tampoco tuvo el menor reparo en advertir severamente al presidente francés Emmanuel Macrón que debía de abandonar definitivamente sus intentos de buscar fórmulas no castrenses para resolver el conflicto ucraniano.
LUCHAR HASTA LA MUERTE... DE ELLOS, CLARO.
Pese a la gigantesca desproporción existente entre quienes contienden militarmente en Ucrania, la solución al conflicto, según Boris Johnson, debia de venir necesariamente a través de la dura confrontación armada. No es necesario llegar a tener la categoría de un simple aficionado a temas militares, para convenir que "la opción Johnson" es sencillamente suicida.
Sin embargo, todo un coro de cegarrutos estrategas europeos "coincidieron" y continúan coincidiendo con esa letal opción que de forma perseverante ha ido imponiendo Boris Johnson desde que se produjo la invasión rusa de Ucrania. Que la opción de Johnson y de los Estados Unidos fuera esa, es crematísticamente entendible, como trataremos de explicar y demostrar más adelante. Pero que los socios europeos de la OTAN compartan esa misma estrategia, sólo podría ser explicable desde sus posiciones de miserable servidumbre.
Boris Johnson ha actuado en Europa como un auténtico agitador profesional, como un hooligan al servicio de los intereses de la burguesía británica y estadounidense. Esa es la razón, por la que con machacona insistencia se ha permitido tratar de sacar al primer mandatario francés de las tinieblas de sus dudas hamletianas, avisándole con el índice extendido de que cualquier intento de resolver el conflicto ucraniano en estos momentos, sólo conduciría a crear una inestabilidad internacional permanente, proporcionando a Putin la oportunidad de manipular tanto a los países "soberanos" - es decir, los occidentales- como a los mercados internacionales a perpetuidad.
En una reunión entre Johnson y el Primer ministro canadiense Justin Trudeau, celebrada sólo unos pocos días antes de que Johnson se viera obligado a presentar su dimisión, éste le manifestó al canadiense que:
"Ucrania está en el filo de la navaja y debemos inclinar la balanza de la guerra a su favor. Eso significa que debemos proporcionar a Ucrania las capacidades de defensa, el entrenamiento y la inteligencia que necesita para repeler el avance ruso".
¿PERO QUÉ ES LO QUE SE ESCONDE TRAS LA "OPCIÓN JOHNSON"?
En realidad, tras los hipócritas discursos con dimensión
moralista del ex Primer ministro británico, sólo se han parapetado poderosas razones de orden económico, como siempre ha correspondido al histórico papel desempeñado por los hábiles mercaderes al servicio de Su Graciosa Majestad británica.
Circunstancias tan diferentes como incomprensibles son las que parecen estar moviendo las decisiones de la UE. Empezando por Alemania, los Estados europeos se están viendo vertiginosamente arrastrados a una profunda crisis económica, que no esperará a La llegada del próximo invierno para desencadenarse. De hecho, sus efectos ya son clarísimamente detectables en las economías domésticas de todos los Estados de la Unión Europea.
Para el Reino Unido, sin embargo, el panorama no sólo se presenta diferente, sino que de continuar ahondando la crisis económica europea, para este país y para los Estados Unidos se abrirían unas insólitas oportunidades comerciales.
¿En qué consisten esas diferencias? Reino Unido recibe gas natural licuado, inicialmente obtenido mediante el "fracking” y proveniente desde el año 2017, de los Estados Unidos. A ello debe agregarse que los campos petrolíferos y gasísticos británicos y noruegos en el Mar del Norte y de sus propios depósitos de gas de esquisto le garantizan un suministro de energía impensable en los países de la UE, dependientes fundamentalmente de los suministros rusos.
Por si ello fuera poco, próximamente estarán a disposición británica tanto la expansión de la energía eólica marina, como la energía proveniente de la reactivación de sus centrales nucleares.
Para Alemania y el resto de los países de la Unión Europea, en cambio, la situación es diametralmente opuesta. La escasez de fuentes desde donde nutrirse energéticamente provocará verticales caídas en la producción. Y ante una situación, - todavía ciertamente hipotética- , como la que estamos describiendo, en la que la producción europea quedará paralizada, aparece una inevitable interrogante: ¿Quién o quiénes se encontrarían en inmejorables condiciones para vender sus productos al conjunto de Estados europeos?
El acertijo no tiene una difícil contestación: Estados Unidos y la Gran Bretaña, los dos países anglosajones que durante los últimos 200 años han dominado los mercados europeos, y que con el desgaste económico del viejo continente podrían recuperar la posición que habían ido perdiendo en el curso de los últimos tiempos.
EL PROYECTO IMPERIAL ANGLOSAJÓN DE BORIS JOHNSON.
Posiblemente Boris Johnson se inspiró en los proyectos enunciados por su propio biografiado Winston Churchill, cuando en la década de los años 40 del pasado siglo, sugirió que tanto los Estados Unidos como su propio país deberían utilizar la miseria en la que había quedado sumida la Europa continental después de la Segunda Guerra Mundial para relanzar su propio desarrollo económico en el curso de la posguerra.
No son pocos los que hoy se preguntan si la idea de recrear un Imperio con ADN anglosajón no había nacido ya en el curso de las duras batallas libradas por Boris Johnson para arrastrar al Reino Unido a la fractura del Brexit estrechando, de pasada, sus fuertes vínculos culturales económicos y políticos con el país de cuya nacionalidad sólo llegó a desprenderse hace apenas siete años, en el 2015. Te paso
Únicamente ese frenético interés por la recreación de un Imperio con ADN anglosajón, con el que no sólo sueña Boris Johnson sino también una parte no despreciable de la burguesía británica, sería capaz de explicar el acendrado esfuerzo político del ex premier inglés para intentar que la guerra de Ucrania se prolongue el mayor tiempo posible, haciendo que, simultáneamente, las sanciones contra de Rusia se multipliquen.
Sucede, no obstante, que a veces la historia termina pasando facturas paradójicas. Y eso es lo que ha pasado con la llamada "guerra de Putin".
En primer término, parece claro que las sanciones en contra de Rusia no sólo han fracasado de forma truculenta, sino que sus efectos han terminado convirtiéndose en un peligroso boomerang para aquellos que, bajo la presión ejercida por la primera gran potencia y sus delegados virreyes, no lograron calcular que las repercusiones podrían diluviar torrencialmente sobre las cabezas de quienes olvidando irresponsablemente los intereses de sus repectivos pueblos contribuyeron a su lanzamiento.
En segundo término, Boris Johnson, el político británico que quiso recrear en pleno siglo XXI un Imperio de corte anglosajón, ha terminado siendo escandalosamente repudiado por aquellos a los que sus entendederas tampoco les ayudaron a comprender el "papel singular" que la Historia tenía supuestamente reservado para quien en el curso de los próximos días tendrá que salir, por embustero, del número 10 de Downing Street, domicilio oficial del primer ministro británico.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Con el mismo profundo desprecio mostrado en 1946 por Winston Churchill hacia sus "desagradecidos" electores, este mismo jueves el primer ministro conservador británico, Boris Johnson, presentó su dimisión, llamando "borregos" al numeroso grupo de diputados conservadores que lo forzaron a abandonar el cargo.
A diferencia de Churchill, que jamás llegó a perdonar que los electores británicos fueran incapaces de reconocerle el sublime y mesiánico papel de "cruzado del Imperio“ que creyó desempeñar durante la II Guerra Mundial, Johnson expresó igualmente en su despedida, pronunciada hace unas pocas horas, un idéntico desprecio hacia sus colegas los diputados 'tories', que parece tampoco pudieron alcanzar comprender la también sublime misión que la Historia le había encomendado.
ENTENDIENDO A BORIS JOHNSON
Para entender la personalidad política de Boris Johnson conviene que el lector tenga en cuenta al menos dos hitos claves en su biografía.
En primer lugar, que Boris, hijo de padres de doble nacionalidad británico-estadounidense, nació en Nueva York. Al igual que sus padres, Boris compartió esa doble nacionalidad nada menos que durante 51 años. Y fue sólo en 2015 cuando, por fin, renunció a La parte estadounidense de su nacionalidad. Estudió, no obstante, Filología Clásica en la Universidad de Oxford, ejerciendo posteriormente como periodista los rotativos británicos "The Times” y “Daily Telegraph”.
Un segundo elemento que también podría contribuir a comprender el cuadro político-ideológico que constituyen la base de las ambiciones que guían los sentimientos de Johnson, es el hecho de que fue autor de una biografía, profusamente difundida en el Reino Unido y en España, sobre el político inglés Winston Churchill, que publicada bajo el grandilocuente título de "El Factor Churchill. Un solo hombre cambió el rumbo de la Historia". En ella, el hoy dimitido premier británico, no sólo pasó revista a los aspectos más relevantes pero no más veraces, de la vida política de Churchill sino que, de pasada, nos dejó entrever igualmente cuáles son sus propios valores ideológicos y proyectos políticos.
Si el lector atiende a estos dos perfiles podrá comprender asismismo qué es lo que se esconde tras la fachada política y personal del Boris Jonhson de nuestros días, del papel que ha desempeñado en el curso de los últimos meses en relación con Ucrania, así como en qué consiste el proyecto anglosajón que la Gran Bretaña y los Estados Unidos tienen reservado para conjunto de Europa en la actual coyuntura.
EL BAILE DE LOS “POLLOS SIN CABEZA” EUROPEOS
Mientras que el recién estrenado canciller socialdemócrata alemán Olaf Scholz se mueve de un lado para otro como si de un “pollo sin cabeza” se tratara, enmarañado en una tupida red de negociaciones, de sanciones contradictorias en contra Rusia y desordenadas entregas de armas para Ucrania, el hasta hace tan sólo unas horas Primer Ministro británico ha tenido siempre pragmáticamente claros cuáles eran sus objetivos.
Sin separarse un solo milímetro de las orientaciones políticas emanadas desde Washington, Boris Johnson ha sabido actuar como un excepcional agitador político-militar, moviéndose con agilidad y a velocidad de vértigo entre los países occidentales, desde el mismo momento en el que Vladimir Putin decidió poner en marcha su extrañamente llamada "Operación especial". Era esta una función que por razones de su precoz ancianidad, Joe Biden se veía incapacitado para jugar. El objetivo de esa frenética actividad agitadora de Johnson ha sido sólo uno: tratar de bloquear cualquier posibilidad de solución negociada del conflicto ucraniano.
En las elocuentísimas instantáneas fotográficas que han aparecido en la prensa internacional en el curso de sus frecuentes viajes a Ucrania, Johnson aparece siempre no como un simple y mero invitado protocolario de Zelensky, sino que ha procurado escenificar sus gestos en los escenarios ucranianos, comportándose como si él fuera el auténtico patrocinador y organizador de la resistencia ucraniana frente a de las tropas rusas.
Y ese tipo de posturas gestuales no sólo se ha permitido exhibirlas en sus viajes a Ucrania sino que, rompiendo con todos los protocolos diplomáticos habituales, ha procurado dejarlas también presentes ante sus homólogos los políticos europeos. Sin exagerar un ápice, podría decirse que Boris Johnson ha asumido por cuenta propia (?), la representación virtual de los Estados Unidos en el Continente europeo. Naturalmente contando con la anuencia servil de una Unión Europea que está haciendo aguas hasta por los cojinetes.
En los momentos en los que entendió que correspondía hacerlo, Johnson tampoco tuvo el menor reparo en advertir severamente al presidente francés Emmanuel Macrón que debía de abandonar definitivamente sus intentos de buscar fórmulas no castrenses para resolver el conflicto ucraniano.
LUCHAR HASTA LA MUERTE... DE ELLOS, CLARO.
Pese a la gigantesca desproporción existente entre quienes contienden militarmente en Ucrania, la solución al conflicto, según Boris Johnson, debia de venir necesariamente a través de la dura confrontación armada. No es necesario llegar a tener la categoría de un simple aficionado a temas militares, para convenir que "la opción Johnson" es sencillamente suicida.
Sin embargo, todo un coro de cegarrutos estrategas europeos "coincidieron" y continúan coincidiendo con esa letal opción que de forma perseverante ha ido imponiendo Boris Johnson desde que se produjo la invasión rusa de Ucrania. Que la opción de Johnson y de los Estados Unidos fuera esa, es crematísticamente entendible, como trataremos de explicar y demostrar más adelante. Pero que los socios europeos de la OTAN compartan esa misma estrategia, sólo podría ser explicable desde sus posiciones de miserable servidumbre.
Boris Johnson ha actuado en Europa como un auténtico agitador profesional, como un hooligan al servicio de los intereses de la burguesía británica y estadounidense. Esa es la razón, por la que con machacona insistencia se ha permitido tratar de sacar al primer mandatario francés de las tinieblas de sus dudas hamletianas, avisándole con el índice extendido de que cualquier intento de resolver el conflicto ucraniano en estos momentos, sólo conduciría a crear una inestabilidad internacional permanente, proporcionando a Putin la oportunidad de manipular tanto a los países "soberanos" - es decir, los occidentales- como a los mercados internacionales a perpetuidad.
En una reunión entre Johnson y el Primer ministro canadiense Justin Trudeau, celebrada sólo unos pocos días antes de que Johnson se viera obligado a presentar su dimisión, éste le manifestó al canadiense que:
"Ucrania está en el filo de la navaja y debemos inclinar la balanza de la guerra a su favor. Eso significa que debemos proporcionar a Ucrania las capacidades de defensa, el entrenamiento y la inteligencia que necesita para repeler el avance ruso".
¿PERO QUÉ ES LO QUE SE ESCONDE TRAS LA "OPCIÓN JOHNSON"?
En realidad, tras los hipócritas discursos con dimensión moralista del ex Primer ministro británico, sólo se han parapetado poderosas razones de orden económico, como siempre ha correspondido al histórico papel desempeñado por los hábiles mercaderes al servicio de Su Graciosa Majestad británica.
Circunstancias tan diferentes como incomprensibles son las que parecen estar moviendo las decisiones de la UE. Empezando por Alemania, los Estados europeos se están viendo vertiginosamente arrastrados a una profunda crisis económica, que no esperará a La llegada del próximo invierno para desencadenarse. De hecho, sus efectos ya son clarísimamente detectables en las economías domésticas de todos los Estados de la Unión Europea.
Para el Reino Unido, sin embargo, el panorama no sólo se presenta diferente, sino que de continuar ahondando la crisis económica europea, para este país y para los Estados Unidos se abrirían unas insólitas oportunidades comerciales.
¿En qué consisten esas diferencias? Reino Unido recibe gas natural licuado, inicialmente obtenido mediante el "fracking” y proveniente desde el año 2017, de los Estados Unidos. A ello debe agregarse que los campos petrolíferos y gasísticos británicos y noruegos en el Mar del Norte y de sus propios depósitos de gas de esquisto le garantizan un suministro de energía impensable en los países de la UE, dependientes fundamentalmente de los suministros rusos.
Por si ello fuera poco, próximamente estarán a disposición británica tanto la expansión de la energía eólica marina, como la energía proveniente de la reactivación de sus centrales nucleares.
Para Alemania y el resto de los países de la Unión Europea, en cambio, la situación es diametralmente opuesta. La escasez de fuentes desde donde nutrirse energéticamente provocará verticales caídas en la producción. Y ante una situación, - todavía ciertamente hipotética- , como la que estamos describiendo, en la que la producción europea quedará paralizada, aparece una inevitable interrogante: ¿Quién o quiénes se encontrarían en inmejorables condiciones para vender sus productos al conjunto de Estados europeos?
El acertijo no tiene una difícil contestación: Estados Unidos y la Gran Bretaña, los dos países anglosajones que durante los últimos 200 años han dominado los mercados europeos, y que con el desgaste económico del viejo continente podrían recuperar la posición que habían ido perdiendo en el curso de los últimos tiempos.
EL PROYECTO IMPERIAL ANGLOSAJÓN DE BORIS JOHNSON.
Posiblemente Boris Johnson se inspiró en los proyectos enunciados por su propio biografiado Winston Churchill, cuando en la década de los años 40 del pasado siglo, sugirió que tanto los Estados Unidos como su propio país deberían utilizar la miseria en la que había quedado sumida la Europa continental después de la Segunda Guerra Mundial para relanzar su propio desarrollo económico en el curso de la posguerra.
No son pocos los que hoy se preguntan si la idea de recrear un Imperio con ADN anglosajón no había nacido ya en el curso de las duras batallas libradas por Boris Johnson para arrastrar al Reino Unido a la fractura del Brexit estrechando, de pasada, sus fuertes vínculos culturales económicos y políticos con el país de cuya nacionalidad sólo llegó a desprenderse hace apenas siete años, en el 2015. Te paso
Únicamente ese frenético interés por la recreación de un Imperio con ADN anglosajón, con el que no sólo sueña Boris Johnson sino también una parte no despreciable de la burguesía británica, sería capaz de explicar el acendrado esfuerzo político del ex premier inglés para intentar que la guerra de Ucrania se prolongue el mayor tiempo posible, haciendo que, simultáneamente, las sanciones contra de Rusia se multipliquen.
Sucede, no obstante, que a veces la historia termina pasando facturas paradójicas. Y eso es lo que ha pasado con la llamada "guerra de Putin".
En primer término, parece claro que las sanciones en contra de Rusia no sólo han fracasado de forma truculenta, sino que sus efectos han terminado convirtiéndose en un peligroso boomerang para aquellos que, bajo la presión ejercida por la primera gran potencia y sus delegados virreyes, no lograron calcular que las repercusiones podrían diluviar torrencialmente sobre las cabezas de quienes olvidando irresponsablemente los intereses de sus repectivos pueblos contribuyeron a su lanzamiento.
En segundo término, Boris Johnson, el político británico que quiso recrear en pleno siglo XXI un Imperio de corte anglosajón, ha terminado siendo escandalosamente repudiado por aquellos a los que sus entendederas tampoco les ayudaron a comprender el "papel singular" que la Historia tenía supuestamente reservado para quien en el curso de los próximos días tendrá que salir, por embustero, del número 10 de Downing Street, domicilio oficial del primer ministro británico.
jose antonio | Lunes, 11 de Julio de 2022 a las 12:35:29 horas
no solo caera este del g7. en italia. el tal dragui de quienes tambien fueron ala reunion de madrid. otro que puede caer. el efecto domino. funciona.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder