
CLAUDIO KATZ: "LA TEORÍA ANTIIMPERIALISTA DE LENIN SIGUE SIENDO RELEVANTE"
"Es crucial para entender los desafíos contemporáneos de los movimientos socialista"
En un reciente artículo, el economista argentino Claudo Katz desta el "Legado antiimperialista de Lenin" quien - según apunta Katz - "propició la convergencia de las luchas nacionales y sociales para unificar la acción de los asalariados con los oprimidos. Alentó el derecho a la autodeterminación en Europa Oriental en un escenario de revoluciones y expectativas socialistas (...).
REDACCIÓN CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En un reciente artículo, el economista argentino Claudio Katz desta "El Legado antiimperialista de Lenin" quien - según apunta Katz - "propició la convergencia de las luchas nacionales y sociales para unificar la acción de los asalariados con los oprimidos. Alentó el derecho a la autodeterminación en Europa Oriental en un escenario de revoluciones y expectativas socialistas".
"Posteriormente - apunta Katz - Lenin maduró la distinción entre vertientes conciliatorias y radicales del nacionalismo e introdujo la geopolítica socialista para incluir la defensa de la URSS".
Para facilitar un acercamiento al trabajo de Katz ofrecemos a nuestros lectores un resumen de este artículo que, en cualquier caso, recomendamos encarecidamente leer íntegramente, pinchando en el enlace que añadimos al final de este texto.
Según Katz, el agravamiento de la opresión nacional fue un aspecto central en la teoría del imperialismo de Lenin. Para Lenin, esta opresión era consecuencia directa de la competencia entre las grandes potencias por el control del mercado mundial, lo que implicaba recortar la soberanía de los países dependientes para apropiarse de sus recursos.
Katz subraya que, aunque la dimensión económica y geopolítica de la obra de Lenin ha sido ampliamente explorada, su enfoque sobre la cuestión nacional ha recibido menos atención. Este aspecto era fundamental en la estrategia leninista para enfrentar al capitalismo, ya que la resistencia de los pueblos oprimidos podía reforzar la lucha socialista si se unía a la acción revolucionaria del proletariado.
En su artículo, Katz recuerda que Lenin promovía la alianza entre los explotados de los países centrales y los oprimidos de la periferia, defendiendo el derecho a la autodeterminación de las naciones como un derecho condicional y no absoluto. Esta postura implicaba apoyar las luchas nacionales en la medida en que no socavaran la unidad del proletariado.
El líder bolchevique reconocía que las grandes potencias a menudo instrumentalizaban estas demandas para dividir a los pueblos, generando conflictos que fortalecían el poder imperial. Por lo tanto, Lenin advertía que no todas las demandas de autodeterminación debían ser respaldadas sin un análisis político específico de cada situación.
Katz explica que Lenin también veía la lucha antiimperialista como una cuestión central en Asia.
La Primera Guerra Mundial representó un punto de inflexión, con un cambio de escenario que desplazó la revolución de Europa hacia Oriente. A partir de 1919, en los congresos de la III Internacional, Lenin empezó a destacar la importancia de las luchas en las colonias, sugiriendo que el antiimperialismo en Asia complementaba la acción revolucionaria del proletariado europeo. Esta nueva valoración no implicaba abandonar el liderazgo de la clase obrera, sino reconocer la relevancia de otros sectores oprimidos, como campesinos y afroamericanos, en el proceso revolucionario.
En sus intercambios con el dirigente indio M.N. Roy, Lenin discutió la necesidad de distinguir entre diferentes tipos de nacionalismos.
Según Katz, el líder bolchevique diferenciaba claramente entre el nacionalismo de las potencias imperialistas, que servía para la opresión, y el nacionalismo de resistencia en la periferia, que tenía un carácter emancipador. Para avanzar en la lucha socialista, la III Internacional promovió alianzas estratégicas como el frente único antiimperialista, pero con la condición de distinguir entre el nacionalismo burgués conservador y el nacionalismo revolucionario, que era más combativo y favorable a la transformación social.
El artículo de Katz también aborda la reflexión leninista sobre la autodeterminación en el contexto de la URSS. Lenin apoyó inicialmente la soberanía de Finlandia y el reconocimiento de la diversidad cultural dentro de la Unión Soviética, pero posteriormente ajustó su posición cuando algunas demandas de separación empezaron a ser utilizadas para debilitar el proyecto socialista. La autodeterminación, entonces, se convirtió en un derecho condicional, que debía evaluarse en función de si fortalecía o socavaba la causa socialista.
Lenin, según Katz, trató de equilibrar la expansión revolucionaria internacional con los compromisos territoriales en acuerdos como el tratado de Brest-Litovsk. Esta combinación de lucha antiimperialista y defensa del socialismo emergente reflejaba los dilemas que enfrentaban los bolcheviques al intentar consolidar su revolución. La estrategia leninista se centró en priorizar el “derecho a la unión” sobre el “derecho a la separación” en el contexto soviético, especialmente cuando la autodeterminación se usaba con fines contrarrevolucionarios.
El análisis de Katz destaca que la influencia de Lenin se extendió al siglo XX, marcando las luchas antiimperialistas en África, Asia y América Latina. La descolonización, impulsada por movimientos de liberación nacional, se alineó con la visión leninista al conectar la lucha por la independencia con la lucha por la justicia social.
Según Katz, los movimientos posguerra adoptaron la distinción de Lenin entre un nacionalismo progresista en la periferia y un nacionalismo reaccionario en los centros imperialistas. Esta perspectiva permitió a los movimientos antiimperialistas articular demandas de soberanía con reivindicaciones de transformación social.
La relevancia de las ideas de Lenin sigue vigente, especialmente en la necesidad de evaluar las demandas nacionales a la luz de si fortalecen o debilitan la lucha contra el capitalismo.
Katz concluye que este enfoque es crucial para entender los desafíos contemporáneos de los movimientos socialistas, ya que la cuestión nacional sigue siendo un terreno de disputa donde se juegan tanto intereses revolucionarios como reaccionarios.
- PINCHE AQUÍ PARA LEER EL ARTÍCULO DE CLAUDIO KATZ "EL LEGADO ANTIIMPERIALISTA DE LENIN".
REDACCIÓN CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En un reciente artículo, el economista argentino Claudio Katz desta "El Legado antiimperialista de Lenin" quien - según apunta Katz - "propició la convergencia de las luchas nacionales y sociales para unificar la acción de los asalariados con los oprimidos. Alentó el derecho a la autodeterminación en Europa Oriental en un escenario de revoluciones y expectativas socialistas".
"Posteriormente - apunta Katz - Lenin maduró la distinción entre vertientes conciliatorias y radicales del nacionalismo e introdujo la geopolítica socialista para incluir la defensa de la URSS".
Para facilitar un acercamiento al trabajo de Katz ofrecemos a nuestros lectores un resumen de este artículo que, en cualquier caso, recomendamos encarecidamente leer íntegramente, pinchando en el enlace que añadimos al final de este texto.
Según Katz, el agravamiento de la opresión nacional fue un aspecto central en la teoría del imperialismo de Lenin. Para Lenin, esta opresión era consecuencia directa de la competencia entre las grandes potencias por el control del mercado mundial, lo que implicaba recortar la soberanía de los países dependientes para apropiarse de sus recursos.
Katz subraya que, aunque la dimensión económica y geopolítica de la obra de Lenin ha sido ampliamente explorada, su enfoque sobre la cuestión nacional ha recibido menos atención. Este aspecto era fundamental en la estrategia leninista para enfrentar al capitalismo, ya que la resistencia de los pueblos oprimidos podía reforzar la lucha socialista si se unía a la acción revolucionaria del proletariado.
En su artículo, Katz recuerda que Lenin promovía la alianza entre los explotados de los países centrales y los oprimidos de la periferia, defendiendo el derecho a la autodeterminación de las naciones como un derecho condicional y no absoluto. Esta postura implicaba apoyar las luchas nacionales en la medida en que no socavaran la unidad del proletariado.
El líder bolchevique reconocía que las grandes potencias a menudo instrumentalizaban estas demandas para dividir a los pueblos, generando conflictos que fortalecían el poder imperial. Por lo tanto, Lenin advertía que no todas las demandas de autodeterminación debían ser respaldadas sin un análisis político específico de cada situación.
Katz explica que Lenin también veía la lucha antiimperialista como una cuestión central en Asia.
La Primera Guerra Mundial representó un punto de inflexión, con un cambio de escenario que desplazó la revolución de Europa hacia Oriente. A partir de 1919, en los congresos de la III Internacional, Lenin empezó a destacar la importancia de las luchas en las colonias, sugiriendo que el antiimperialismo en Asia complementaba la acción revolucionaria del proletariado europeo. Esta nueva valoración no implicaba abandonar el liderazgo de la clase obrera, sino reconocer la relevancia de otros sectores oprimidos, como campesinos y afroamericanos, en el proceso revolucionario.
En sus intercambios con el dirigente indio M.N. Roy, Lenin discutió la necesidad de distinguir entre diferentes tipos de nacionalismos.
Según Katz, el líder bolchevique diferenciaba claramente entre el nacionalismo de las potencias imperialistas, que servía para la opresión, y el nacionalismo de resistencia en la periferia, que tenía un carácter emancipador. Para avanzar en la lucha socialista, la III Internacional promovió alianzas estratégicas como el frente único antiimperialista, pero con la condición de distinguir entre el nacionalismo burgués conservador y el nacionalismo revolucionario, que era más combativo y favorable a la transformación social.
El artículo de Katz también aborda la reflexión leninista sobre la autodeterminación en el contexto de la URSS. Lenin apoyó inicialmente la soberanía de Finlandia y el reconocimiento de la diversidad cultural dentro de la Unión Soviética, pero posteriormente ajustó su posición cuando algunas demandas de separación empezaron a ser utilizadas para debilitar el proyecto socialista. La autodeterminación, entonces, se convirtió en un derecho condicional, que debía evaluarse en función de si fortalecía o socavaba la causa socialista.
Lenin, según Katz, trató de equilibrar la expansión revolucionaria internacional con los compromisos territoriales en acuerdos como el tratado de Brest-Litovsk. Esta combinación de lucha antiimperialista y defensa del socialismo emergente reflejaba los dilemas que enfrentaban los bolcheviques al intentar consolidar su revolución. La estrategia leninista se centró en priorizar el “derecho a la unión” sobre el “derecho a la separación” en el contexto soviético, especialmente cuando la autodeterminación se usaba con fines contrarrevolucionarios.
El análisis de Katz destaca que la influencia de Lenin se extendió al siglo XX, marcando las luchas antiimperialistas en África, Asia y América Latina. La descolonización, impulsada por movimientos de liberación nacional, se alineó con la visión leninista al conectar la lucha por la independencia con la lucha por la justicia social.
Según Katz, los movimientos posguerra adoptaron la distinción de Lenin entre un nacionalismo progresista en la periferia y un nacionalismo reaccionario en los centros imperialistas. Esta perspectiva permitió a los movimientos antiimperialistas articular demandas de soberanía con reivindicaciones de transformación social.
La relevancia de las ideas de Lenin sigue vigente, especialmente en la necesidad de evaluar las demandas nacionales a la luz de si fortalecen o debilitan la lucha contra el capitalismo.
Katz concluye que este enfoque es crucial para entender los desafíos contemporáneos de los movimientos socialistas, ya que la cuestión nacional sigue siendo un terreno de disputa donde se juegan tanto intereses revolucionarios como reaccionarios.
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