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Miércoles, 27 de Abril de 2022 Tiempo de lectura:

ENTREVISTA A PEPE MONTENEGRO: "CANARIAS FUE VANGUARDIA EN LA LUCHA COMUNISTA CONTRA EL FRANQUISMO"

"Me di cuenta que no bastaba con ser un francotirador, sino que había que formar parte de una organización"

La década de los 60 del pasado siglo, no sólo fueron unos años convulsos para Canarias, sino también extraordinariamente enriquecedores para aquellos jóvenes de entonces que estuvieron comprometidos en la lucha política. Sin embargo, no son muchos los testimonios recogidos de aquellos años. Pocos conocen , por ejemplo, el papel político y cultural desempeñado por el grupo "Latitud 28", que tanto sirvió para que sectores de las generaciones canarias más jóvenes rompieran con el letargo existente hasta entonces , Nuestro colaborador Máximo Relti inaugura con el rescate de una entrevista a José Montenegro, el intento de recuperar los testimonios y vivencias correspondientes a esos años políticamente tan agitados e interesantes.

 

POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL

 

    Conocí a Pepe Montenegro allá por el año 65 del pasado siglo. Aunque la diferencia de edad que nos separaba era de alrededor de 12 años, pronto hicimos "buenas migas", no exentas, eso sí, de fuertes discusiones que, cuando alcanzaban determinados decibelios, terminaban convirtiéndose en algunos días o, incluso semanas, de "distanciamiento comunicacional". Como Pepe no era en absoluto un hombre rencoroso, bastaba que el tiempo se encargara de aliviar las tensiones para que, nuevamente, pudiéramos recuperar el nudo de los temas pendientes de debate,  o si correspondía, de enfrentamientos argumentales . Y así, vuelta a empezar.

    Aunque Pepe y yo militábamos en organizaciones adscritas al Partido Comunista, nunca pertenecimos a la misma célula. Él era militante del Partido, que agrupaba a los más adultos, mientras que yo pertenecia a la Unión de Juventudes Comunistas. Ambas organizaciones tenían estructuras orgánicas diferentes y eran formalmente independientes. Pero, en cambio, lo que sí compartimos fueron tareas políticas conjuntas, "de masas", que llamábamos entonces, en una Asociación cultural de carácter legal  llamada Latitud 28,  muy influida en sus actividades por los comunistas.

 

    "Latitud 28" fue, tanto para Pepe Montenegro como para las decenas de jóvenes que formamos parte de ella, una valiosísima escuela de aprendizaje social y político. En los marcos de ese colectivo aprendimos el difícil arte de desarrollar habilidades para vincularnos a la sociedad. El trabajo con la gente, escrutando los escasos resquicios culturales, sociales y políticos que  nos permitieran burlar los zarpazos represivos de la Dictadura. A sacar a la superficie de la vida pública canaria a un Partido al que el Régimen había convertido durante décadas - y con toda la razón del mundo - en su más letal enemigo.

 

    Latitud 28 fue también, tanto para Pepe Montenegro como para todos los jóvenes que nos embarcamos en la apasionante y peligrosa aventura de sus actividades, el núcleo dónde encontramos y nos hicimos con un estilo de comportamiento ético comunista que no era posible adquirir en el marco de las reuniones regulares de las organizaciones en las que militamos.

 

    En la configuración del estilo de Latitud 28, que para muchos de nosotros constituyó un deslumbrante descubrimiento que nos marcó de por vida, tuvo mucho que ver la didáctica política impartida y compartida por Tony Gallardo, un entonces joven escultor y revolucionario canario que se habia curtido politicamente a finales de la década de los 50,  militando las filas del Partido Comunista Venezolano [Img #71451]durante los convulsos años de la dictadura del general Pérez Jiménez. La llegada de Tony Gallardo a la isla de Gran Canaria  revolucionó la forma de "hacer política", inaugurando un estilo que yo personalmente no he vuelto a encontrar en ninguna otra parte.

 

  Aquella innovadora "praxis política" terminaría conmocionando todo el funcionamiento interno de un Partido que después de los largos "años de plomo" de la posguerra, se había visto obligado  a adoptar rígidas formas conspirativas y de seguridad para garantizar su propia supervivencia y funcionamiento. La estructura necesariamente hermética mediante la cual trató de  de autoprotegerse la organización comunista en la Isla, se  había prolongado  a lo largo de toda la postguerra, y como efecto reflejo de los arraigados hábitos de clandestinidad adquiridos, hizo que sus militantes más veteranos asumieran igualmente una personalidad política muy definida, necesariamente adaptada a aquellas difíciles circunstancias. Una personalidad que, por cierto, no ayudaba a "sacar al partido a la calle, a la superficie", tal y como la nueva situación estaba demandando.

 

   La confrontación de dos visiones acerca de cómo debía trabajar políticamente el Partido, -una de ellas defendida por los viejos militantes, apegados a una suerte de hiper clandestinidad, y la otra, por los más jóvenes recién llegados, encabezada por Tony Gallardo- provocó no pocos desencuentros en el seno de la organización.

   Y es que, adentrada ya la década de los años 50, no sólo había cambiado la sociedad española sino que también la propia Dictadura, forzada por los estrechos compromisos políticos y económicos que tenia contraidos con el exterior, se veía obligada a "aflojar" el rigor brutal que la había caracterizado durante las décadas de los 40 y 50.

 

   A finales de los 50, principios de los 60, la llegada de Tony Gallardo a Canarias constituyó toda una ruptura, una conmoción, una "revolución dentro de la revolución", por así expresarlo, en la actuación de los comunistas canarios.

  Logramos emerger a la superficie y pudimos constatar "que no pasaba nada", que si nos manteníamos ligados a la actividad social y cultural, podíamos movernos con cierta naturalidad, sin que el mazazo de la Dictadura lograra caer sobre todo el conjunto de la organización. "El permnecer confundirnos con las masas - proclamábamos entonces - nos  protegerá  frente a los golpes del franquismo." Y así fue.

 

 

LOS SUCESOS DE SARDINA DEL NORTE

   Eso, no obstante, requirió que tuviéramos que adquirir  un aprendizaje rápidamente de hasta qué límites podíamos lograr movernos con cierta impunidad. Éramos conscientes de que si nuestras "alegrías emergentes" nos empujaban muy lejos y traspasaban el Rubicón prohibido, el peso de la represión caería implacable sobre el Partido.

     Eso fue lo que, posiblemente, sucedió en los incidentes que se produjeron en la localidad de "Sardina del Norte". El Partido transgredió los límites de ese Rubicón. Pero lejos de lo que algunos han venido sosteniendo, la "caída de Sardina" no fue la expresión de una injustificable "irresponsabilidad de aventurerismo político", sino tan sólo   -y ello no es poca cosa- de un fatal error en sus cálculos tácticos y estratégicos.
 

     Pero la cuestion es que en la guerra, -y aquello era, en efecto, una "guerra" contra la Dictadura-, ni los más brillantes mariscales están exentos de que se les presenten situaciones imprevistas que puedan sorprenderlos y conducirlos a callejones de difícil salida.

    Sin embargo, de lo que sí estábamos muy convencidos desde aquella época, era que agazapados en la trinchera, reflexionando sesudamente sobre cuántos decibelios tenía el ruido de las bombas que estallaban a nuestro alrededor, o huyendo campo a través, no íbamos avanzar mucho ni en influencia política en la sociedad canaria, ni tampoco en crecimiento cuantitativo.

 

   La "caída de Sardina", dejó "fuera de combate"  a más de una decena de cualificados militantes. Pero, además, tuvo a medio plazo otras consecuencias aún más devastadoras políticamente. Aquel error de cálculo táctico pero también también estratégico, sirvió para que luego, otros que vinieron después, aprovecharan el vacío político y de liderazgo que se  produjo con los múltiples encarcelamientos, para cambiar el estilo de trabajo característico de la organización durante la década de los 60, llegando a convertirla gradualmente en el prototipo de "Partido de la  transición" en el que  terminaría  mutando todo el conjunto del PCE a nivel del Estado en el curso de la década siguiente. De esa tarea se encargaría en Canarias, Jose Carlos Mauricio, un peculiar personaje  que concluiría  su insólita biografia politica enrolado en las filas de la derecha de las Islas, y apoyando en el Parlamento del Estado a los herederos politicos directos de la dictadura de Franco, que tanta sangre y esfuerzo habia costado combatir.

 

   Pero apretemos el freno de nuestros recuerdos acerca de  aquella trepidante década de los 60, para adelantar a nuestros lectores que los testimonios, reflexiones y debates sobre esa etapa formarán parte de futuras entregas que tenemos el propósito de realizar través de este mismo periódico digital.

 

     Por lo pronto, y como adelanto, la Redacción de Canarias Semanal ha recuperado una entrevista que le hizo a Pepe Montenegro  la ya desaparecida Revista de Historia Canarii en el año 2008. Esta primera reproducción nos servirá no sólo para empezar a recopilar los materiales existentes y de los ya que disponemos correspondientes a esa época, sino también para rescatar la memoria y los testimonios que aún queden de unos años tan destacados en la lucha librada en este Archipiélago Canario contra la Dictadura de Franco.

 

[Img #71427]

 

ENTREVISTA A JOSÉ MONTENEGRO

Revista de Historia Canarii, 2008

 

"Canarias fue puntera en la lucha comunista contra el franquismo"

 

   - Usted nació en 1932 en La Isleta, ¿conserva algún recuerdo de la Guerra Civil?  

   - Tengo recuerdos bien nítidos de la niñez. Debía tener unos tres años cuando, estando en la calle Juan Rejón, vi pasar delante de mí un camión de transporte de frutas cargado de presos; iban atados, camino al Campo de Concentración de La Isleta. Y entre tabla y tabla recuerdo haber visto sus ojos despavoridos. Conservo grabada en la retina aquella impactante imagen y, también,  muchas otras de entonces: la parafernalia de los falangistas, los uniformes de gala y sus gestos hieráticos, desfilando por la calle Princesa Guayarmina el día de la inauguración de la Plaza de España.


    Recuerdo igualmente la gran hambruna, los estragos de la tuberculosis, y los desfiles de "Flechas y Pelayos", con sus cornetas y tambores por las calles de mi barrio de La Isleta, barrio camino de la Iglesia. Y también los sermones de la muerte con los que nos arengaban con su oratoria incendiaria los misioneros.

 


- El impacto de estas imágenes que usted ve a edad tan temprana ¿hasta qué punto le marcan para tomar conciencia sobre qué es la dictadura?

   - La influencia del impacto emocional estaba ahí, pero, claro, eran imagenes que entonces uno no procesaba ni catalogaba.  Y no sólo en la niñez, sino tampoco en la adolescencia. Mi primera adolescencia es, digamos, la que correspondería a "un hombre normal". Y en ella, naturalmente, ni encuentro ni busco al Partido. Yo en realidad me convierto en un hombre antifranquista en solitario, por lo que veo, por los atropellos, por la miseria de la gente... por toda esa visión cotidiana. Y a partir del año 36 empiezan a añadir las sacas. Detienen a los individuos una y otra vez en sus casas, hasta que terminan suprimiéndolos, matándolos.

 

    Se respiraba un ambiente de absoluto de terror. El resultado de "las sacas" podía contemplarse después flotando en la superficie de la Mar Fea, justo desde el lugar desde donde ahora arrancan las regatas de la Vela Latina. Era una cosa realmente espantosa. Todo eso pudo, sin duda, crear una conciencia en mí que terminó convirtiéndome en antifranquista. Pero un antifranquista "no operativo".  Hasta que llega el momento en el que me capta el comunismo.

 


- ¿Su entorno no fue, como en otros casos, caldo de cultivo contra el franquismo?

   - En las familias había silencio sepulcral, porque quedaron todos tan impactados por la guerra que nadie se atrevía a abrir la boca. El franquismo fue realmente terrible. La gente dice que Franco se pasó... Pero yo creo que Franco hizo lo que tenía que hacer para garantizarse el poder. Inundar de sangre el país para así amedrentar, aterrorizar a la gente como mecanismo de control. Y eso duró muchos años.

 

   En los años cincuenta continúa habiendo una represión estremecedora. Mi mujer recuerda cómo cuando era una niña, su madre la vestía para ir al colegio  sin llegar a poder contener las lágrimas ni el dolor, porque se habían llevado ese mismo día a su marido. E, incluso,  eso se prolongó hasta los años sesenta... Aunque aquí, en Canarias, posiblemente, la represion estuvo un poco más atenuada que en la Península.

 


- ¿Cómo se supera el miedo y pasa uno a la clandestinidad?

- A mí me capta en el año 65 un viejo camarada. Años después descubrí que el guardián del almacén que yo vigilaba era también comunista. La cuestión es que este hombre nunca  se atrevió, por miedo, a contactarme, aún a sabiendas de cómo pensaba yo. Porque yo hablaba, no tenía ninguna responsabilidad, y criticaba las cosas tal y como las veía. Y realmente cuando empecé a callarme  fue en el momento en el que entré en el Partido Comunista. Me di cuenta que no bastaba con ser un francotirador, sino que había que formar parte de una organización. Y eso exigía disciplina y cautela ante el enemigo.

 


- En ese periodo se multiplican las protestas, pero el riesgo sigue siendo aún elevado, hasta el punto que muchos de ustedes terminan en la cárcel.

   - En el año 60 se monta la primera huelga en una fábrica de tabaco; también hubo un amago de huelga de la patronal de guaguas; y habíamos constituido con los bomberos una cooperativa a través de los abogados del Partido (Fernando Sagaseta, Carlos Suárez, Félix Parra).

    Ya en el año 66 celebramos una Asamblea en Firgas con más de cien trabajadores de distintas empresas... Donde teníamos poca influencia era entre los campesinos. Pero lo cierto es que nosotros encabezábamos esas movilizaciones, estábamos en la primera línea de la lucha contra la dictadura. La consigna era salir a la superficie para crear zonas de libertad, y relacionarnos con los trabajadores, incluso infiltrarnos en el sindicato vertical para dinamitarlo desde dentro.

 

   Los riesgos que corríamos eran, ciertamente, muchos. Pero el miedo se va superando porque la propia actividad que desarrollábamos nos permitía ir midiendo qué espacio de libertad íbamos ocupando. Claro que, a veces, nos equivocábamos, y cuando eso sucedía lo pagábamos caro.

 

[Img #71415]

 

  - Hay quiénes creen, dentro del propio Partido Comunista, que uno de esos errores de cálculo fue la convocatoria de asamblea en la localidad de Sardina de Norte. ¿Usted qué opina?

  -Sardina fue uno de los momentos históricos más importantes de aquella etapa. Por la violencia que se generó contra el grupo, que nos resistimos durante horas para impedir que se detuviera a un compañero. Y no fue una cuestión de valentía, sino de saber estar a la altura de las circunstancias.

   Yo era plenamente consciente de que era un riesgo. Pero tenía y debía  mantener mi posición. El miedo también es libre. Algunos huyeron, y yo lo entiendo, porque la situación era de mucho miedo, pero para mí era peor tener miedo político.

  Fue, insisto, un hito histórico, independientemente de que todavía haya comunistas, cada vez menos, que califican el hecho como un "aventurerismo", sin que hayan llegado entender  que todo lo que digan en contra de Sardina es como dar coces al aire. Aquellos hechos se han escapado ya de las manos de sus propios protagonistas.


- Los "hechos de Sardina" llevan a muchos a la cárcel y a sus mujeres a protagonizar un encierro en la Catedral, ¿cómo valora esos acontecimientos?


   -Nosotros nos encontrábamos en la prisión de Las Palmas como consecuencia de la "caída de Sardina". Nos habían montado un proceso sumarísimo militar, y no había derecho de que nos encausaran por lo militar cuando éramos simples civiles. Pero claro, los militares tenían que justificar un crimen, que era sacar la pistola y dar tiros; el franquismo, cuando disparaba, decía que lo había hecho "al aire": ¡cómo si los hombres volaran! Así que les transmitimos a las mujeres la posibilidad de encerrarse en la Catedral como medida de protesta y  respondieron concentrándose en ella entre doce y quince mujeres.

 

   Pero la gesta de eso fue que cada cosa que uno haga en la vida y en la  política tiene sus consecuencias. Y partiendo de el hecho de la concentración de mujeres en la catedral de Las Palmas se produce  una suerte de  efecto dominó. Hay encierros en Soria, en México, en el exilio... En política, todo acto puede potencialmente  desencadenar toda una serie de consecuencias positivas  y ser aprovechadas como experiencia.

 

 -¿Ustedes confiaban en lograr una defensa justa por parte del sistema judicial franquista?

   - Nosotros luchábamos porque se nos reconocieran nuestros derechos, por arañar espacios, y sobre todo por no resignarnos. Era evidente que en la época franquista había una Justicia para los ricos y otra para los pobres. Pero el sistema judicial actual tampoco ha cambiado. Continúa siendo heredero directo del franquismo. Ahora, la Justicia ampara al capital. Se ve en los casos actuales: la clase constructora representa hoy a los caciques, y maniata a su gusto a los políticos.

 

- Los detenidos en Sardina finalmente son encausados por lo militar y van a prisión. ¿Qué supone esa experiencia?

[Img #71414]   - Sí, y nos condenan a penas que suman 75 años entre 20, y nos envían a la Península. Los camaradas más señalados vamos a una prisión de primer grado. Recuerdo una conversación con Tony Gallardo en la prisión de Segovia sobre el proceso en la que yo le dije que personalmente  me consideraba un hombre pacífico y no creía por ello que fuéramos una banda peligrosa, como nos habían calificado. Y él me respondió: "Sí, Pepe, pero todos juntos... y están sobre todo nuestras ideas". Lo cierto es que pasé dos años y tres meses en la prisión de Segovia. Nosotros los canarios teníamos, además,  una doble condena por nuestra insularidad.

 

- ¿Cree que la sociedad actual reconoce el papel que jugaron los comunistas contra la dictadura?

 

   - Hoy, yo y mucha gente más, no podemos evitar el desencanto por la forma en la que se han desarrollado después los acontecimientos. Pero debo confesar que mi paso  por el Partido me enriqueció política y culturalmente.


    A principio de los años 70 abandono mi filiación en la organización, porque entro en contradicción ideológica con el Partido, justo en el momento en que dieron el carné de comunista, que por tanto no tengo. Después de algunos intentos, ves que no hay  nada que permita movilizarnos.  Adquieres conciencia de que la izquierda en España no sólo no cambió la historia, sino que terminó siendo la historia la que cambió a la izquierda.

     Pero ya le digo, no conservo ningún tipo de rencor sobre nada.


Marta Cantero Lleó

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  • Francisco Javier González

    Francisco Javier González | Domingo, 02 de Julio de 2023 a las 20:38:52 horas

    Interesante visión pero muy restringida. Para nada sale el porqué del desacuerdo y salida del "Partido" de los defensores dentro del mismo de la Independencia de Canarias. Recordemos el papel de Carlos Suárez, "Látigo Negro" o de Félix Parra (al que conocí como militante del FREPIC), del movimiento Canarias Libre, y la intrahistoria de segregaciones como las "Células"· la OPI, el PTC,

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  • Andrés R.

    Andrés R. | Viernes, 29 de Abril de 2022 a las 15:39:24 horas

    ¡Que impoortante sería recuperar la vida cotidiana de esa década, tan importante para la historia posterior de toda España! Y en mi opinión habría que tratar de hacerlo A través de relatos, cuentos, reflexiones históricas etc., en parte tal y como lo ha hecho el autor de sta narración

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  • Sabino Terente

    Sabino Terente | Miércoles, 27 de Abril de 2022 a las 22:09:44 horas

    Y mientras tanto en las cuencas mineras de Asturias, tomando el Sol.

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