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Miércoles, 30 de Marzo de 2022 Tiempo de lectura:

IÑAKI GIL DE SAN VICENTE: GUERRA COMUNICACIONAL

El poder de la minoría propietaria para monopolizar el saber y la comunicación

La guerra comunicacional tiene en su industria cultural -escribe Iñaki Gil de San Vicente - un poderoso instrumento de alienación de masas: el Pentágono creó en secreto y sutilmente los guiones de no menos de 800 películas muchas de ellas de amplísimo «éxito de audiencia», es decir de alta rentabilidad económica, política e ideológica (...).

 

Por IÑAKI GIL DE SAN VICENTE PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

 

Condensado de su  trabajo "Guerra comunicacional". Para leer el artículo en su integridad PULSE AQUÍ

 

      Cuando la Agencia Bolivariana de Prensa (ABP) me pidió un artículo sobre la guerra comunicacional para publicarlo en el primer día de la nueva página, lo primero que pensé fue la necesidad de explicar por qué debemos hablar de guerra comunicacional.

 

    Lo segundo en qué pensé fue sobre la necesidad de ver lo esencial de la larga y cruenta historia del choque frecuentemente sangriento entre el poderoso sistema de comunicación de la minoría dominante y propietaria de las fuerzas productivas, y el débil sistema comunicativo de las mujeres, clases y pueblos explotados, expropiados de sí mismos.

   

     Ahora que parece que el capital domina de manera absoluta y que sus aparatos militares, la OTAN sobre todo, intervienen activamente en desarrollar nuevas formas de sojuzgamiento psicológico, comunicacional y filosófico-científico como la denominada «guerra cognitiva», cuyo uno de sus objetivos es acabar con Venezuela, ahora y como siempre es necesario disponer de una base histórica elemental que muestre que nunca ningún poder opresor ha podido imponerse de manera definitiva a las resistencias de la gente explotada a pesar de su enorme superioridad material y cultural.

 

     Samir Amín definió a la cultura como la forma de producir y distribuir los valores de uso, lo que llevado a la comunicación indica que ésta sólo es libre y creativa cuando sirve para impedir la supremacía de los valores de cambio, del fetichismo de la mercancía.

 

     Dado que, en la sociedad basada en la mercancía, el saber es una forma de comercio, por ello el saber tiene en su interior una contradicción insoluble entre la objetividad crítica y emancipadora inherente al valor de uso y la subjetividad sumisa y reaccionaria inherente al valor de cambio.

    El poder basado en la propiedad privada necesita que ese saber comercializado se reproduzca mediante un sistema comunicacional privatizado y sujeto a ese poder, de aquí que debemos responder a la pregunta: «¿Qué enseñan los que enseñan comunicación?». La respuesta es sencilla: enseñan cómo manejar las armas clásicas de la guerra comunicacional opresora y cómo crear otras nuevas para responder a las armas defensivas de la comunicación revolucionaria.

 

    Dax Toscano ha desmenuzado brillantemente cómo actúa la guerra comunicacional imperialista activando al máximo la interacción entre guerra psicológica y guerra mediática bajo la dirección de la OTAN. La sinergia de poder socioeconómico y poder político-militar, subsumidos en la reproducción ampliada del capital, que determina entre otras cosas que la comercialización del saber vaya unida a la legitimación del terror imperialista, es la que explica por qué y para qué la OTAN haya subcontratado la guerra comunicacional a empresas oficialmente «privadas» de «relaciones públicas».

 

    Es decir, que la OTAN sabe perfectamente desde hace tiempo que la lógica mercantil del valor de cambio es la que mejor penetra en la cotidianeidad alienada pública y privada.

 

    Las lecciones que ahora mismo se están sacando de la sistemática agresión del fascismo ucraniano sostenido por la OTAN al pueblo de Donbass que dura ya 8 años con alrededor de 14.000 muertos y decenas de miles de heridos, y que ha provocado la intervención defensiva de Rusia, indican cómo se ha agilizado la interacción entre la guerra propagandística de las grandes agencias de «relaciones públicas» occidentales y los nazis ucranianos, ambos unidos por el mismo objetivo reconocido por el presidente norteamericano Joe Biden: derribar al gobierno ruso de Putin.

 

     Simultáneamente, en 1908 la burguesía británica potenció las bibliotecas públicas para la formación intelectual de la clase obrera según las necesidades industriales, de modo que se guiaba a los y las trabajadoras para que leyeran libros que ya estaban previamente cribados por la censura estatal, aunque casi al instante los y las lectoras trabajadoras, la infancia y la juventud obrera, empezaron a escoger «lecturas furtivas», de autores críticos con el orden capitalista. Pero la burguesía reaccionaba intensificando la interacción entre consumismo, alienación y sistemas de control social.

 

La guerra comunicacional tiene en su industria cultural un poderoso instrumento de alienación de masas: el Pentágono creó en secreto y sutilmente los guiones de no menos de 800 películas muchas de ellas de amplísimo «éxito de audiencia», es decir de alta rentabilidad económica, política e ideológica.

 

Por esto tiene razón Fulgencio López y Rivas cuando dice que:

 

«Considero importante conocer a fondo el sistema de explotación-dominación que enfrentamos, pero es también fundamental confiar en la capacidad y voluntad de los pueblos para desarrollar estrategias de lucha que combinen creatividad con eficiencia, centralidad con autonomía, principios éticos con construcción de alternativas, [...] Nuestros enemigos son poderosos, pero no invencibles».

 

 

    Si observamos el funcionamiento de la fábrica de producción de ideología burguesa, de la industria político-mediática, etc., veremos la vigencia de Sun Tzu: sus relaciones con el poder y el secreto con el que funcionan internamente hasta que sacan al mercado sociopolítico sus nuevas armas físicas y culturales.

 

    Su sigilo, denunciado desde los primeros escritos de Marx y que la OTAN practica con extremo cuidado, busca también reducir al máximo o impedir que las clases explotadas tengan tiempo para reflexionar críticamente sobre su «extrema e inaceptable» situación.

 

   No podemos extendernos más en los métodos de persuasión, manipulación, teledirección y control social, etc., en India y Roma, ni en la Mesoamérica preclásica como la Olmeca, ni tampoco en la guerra comunicacional opresora del recién fundado imperio azteca que en 1427 borró la historia anterior y creó una nueva dejando marcadas las diferencias entre minoría dominante y mayoría dominada.

 

   Para terminar este recordatorio histórico, veamos dos casos directamente relacionados con las contradicciones insertas en la guerra comunicacional y en sus tecnologías  .

 

    Primera: caciques quichés en Guatemala escribieron en su lengua pero con caracteres latinos el Popol Wuj en 1556 quizás para usarlo en reuniones clandestinas, texto oculto a los invasores hasta 1702.

 

    También se escribieron el Memorial de Sololá, y a finales del siglo XVIII yucatecos lo hicieron con sus tradiciones, denominándolas Chilam Balam.

Y segunda, las naciones originarias aprendieron muy pronto a montar a caballo y a usar las armas de fuego contra el invasor.

 

También desconocían el hierro y más aún el acero y la pólvora pero se apropiaron de esas tecnologías para defenderse.

 

   El exterminio de periodistas en México; el terror como método de silenciamiento de la verdad y de imposición de la mentira en Colombia, que al entrar en la OTAN pasa a ser un peligro mortal para Nuestramérica; la sumisión de mucha prensa en Brasil a las barbaridades negacionistas y filofascistas de Bolsonaro; la censura que avanza por la «democrática» Europa aplastándolo todo bajo la apología encubierta del nazismo ucraniano y de la corrupción de su gobierno; el férreo monopolio de la industria político-mediática yanqui e imperialista; el reforzamiento de la educación autoritaria y tecnicista...; esta realidad es la otra cara de la contradicción inherente a lo que podemos llamar «dialéctica del telégrafo» planteada por Marx, que es una expresión de la dialéctica de la lucha de clases.

   

    Según Marx, el telégrafo permitía una instantánea comunicación con los efectos positivos que ello tenía, pero a la vez y en sentido contrario, permitía una instantánea difusión de las mentiras y manipulaciones. Es muy probable que Marx pensase en el terremoto intelectual que supuso la imprenta desarrollada en Europa después que en China y en la misma época de la guerra comunicacional opresora de los aztecas que hemos citado.

 

    Una, que las muchas formas de manipulación por sí solas no anulan total ni definitivamente las resistencias de las clases y naciones explotadas, porque éstas resurgen tarde o temprano.

 

   Nunca nos cansaremos de insistir en este punto crucial porque tanto el patriarcado como el racismo, además de la explotación de clase, se sostienen en el poder de la minoría propietaria para monopolizar el saber y la comunicación.

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