
UCRANIA: ¿QUÉ PINTAMOS EN ESTA GUERRA?
"La política occidental se mueve entre la histeria, la incompetencia y la indigencia intelectual"
El objetivo geopolítico central en la nueva situación es - escribe Eduardo Luque - cercar y rendir a Rusia. Es el tercer intento en un siglo. Los anteriores (1918-1919), (1940-1945) y (1999 a la actualidad) se convirtieron en rotundos fracasos. Occidente, en especial EEUU, no aprendió mucho de estos hechos (...).
POR EDUARDO LUQUE PARA CANARIAS SEMANAL
El objetivo geopolítico central en la nueva situación es cercar y rendir a Rusia. Es el tercer intento en un siglo. Los anteriores (1918-1919), (1940-1945) y (1999 a la actualidad) se convirtieron en rotundos fracasos. Occidente, en especial EEUU, no aprendió mucho de estos hechos. Adoptó la visión de Fukuyama del “fin de la historia de las ideas políticas”. EEUU creyó que una vez derrotado el comunismo en la Guerra Fría sólo quedaba expandirse. Se quiso imponer al resto del mundo una “democracia” formal, que preservaba las formas pero no cuestionaba el orden neoliberal existente: cuando la política podía introducir cambios reales en las formas de dominación, se olvidaba el concepto, utilizando la guerra y la represión social como argumento.
Uno de los acuerdos posteriores a 1991 (desintegración de la URSS) fue el Acta fundacional sobre las relaciones mutuas de cooperación y seguridad entre la OTAN y Rusia (1997). Es un documento jurídicamente no vinculante; los aliados no quisieron que fuera ratificado por los Parlamentos. Occidente se comprometió a no expandirse hacia las fronteras rusas. Se postulaba que, sin enemigos, este organismo, la OTAN, carecía de sentido y se disolvería, pero no fue así. La “nueva” OTAN se convirtió en el nuevo ariete militar para imponer nuevas formas de dominación. Es en este contexto cuando se produce la tercera crisis ucraniana; la primera, la Revolución Naranja (2004); la segunda, el golpe de Estado dirigido por EEUU y la guerra civil consiguiente (2014-2015); ahora, la actual.
Desde hace demasiadas semanas se viene hablando de la inminencia de la “invasión rusa”: pretende ser una profecía auto cumplida. No importan los hechos, se quieren crear condiciones para que el conflicto se convierta en inevitable. El enfrentamiento OTAN y Rusia adquiere, cada día que pasa, mayor gravedad. La repetición de un mismo lema: “guerra inminente”, “guerra inminente” persigue preparar a la población para la guerra. Lo hemos dicho otras veces, Rusia no tiene interés en invadir Ucrania, sólo un atentado de falsa bandera podría desencadenar una reacción.
En el documento publicado por la Cancillería rusa y entregado a EEUU en Bruselas, Moscú ofreció a la OTAN firmar compromisos conjuntos que garanticen la seguridad mutua. El proyecto proponía resolver las disputas sin el uso de la fuerza. La única respuesta fue una “no respuesta”. La prensa y los políticos a sueldo del conglomerado militar repitieron hasta la histeria lo mismo, el peligro que representaban las maniobras militares rusas realizadas en territorio ruso. Por parte estadounidense se contrapropuso, únicamente, discutir temas menores que no entran en el grueso del contencioso.
La política occidental se mueve entre la histeria, la incompetencia y la indigencia intelectual de algunos personajes muy relevantes. En el ranking de la histeria el ganador es Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, quien amenazaba con trasladar armas nucleares a las fronteras rusas hace un mes y ahora anuncia el despliegue de grupos de combate adicionales en los países del Este para aumentar la seguridad de Europa. La cancillería rusa lo considera como una persona que ha perdido “todo contacto con la realidad”.
La situación ha escalado a tal nivel que las cancillerías europeas han iniciado acciones políticas para acercar posiciones. Algunos países europeos, como hemos venido anunciando en otros análisis, se muestran más y más circunspectos en la actual situación. Dirigentes políticos como los polacos, profundamente rusófobos, miden sus declaraciones con lupa, muy lejos de la histeria de hace semanas apostando por el compromiso. Bulgaria, Suecia, Hungría… se distancian de Washington y son cada vez más reacios a una guerra librada en territorio europeo con millones de refugiados ucranianos golpeando en las fronteras de los países limítrofes. Lavrov, en una hábil maniobra destinada a socavar la supuesta unidad europea (muy maltrecha por otra parte), ha planteado país por país sus reivindicaciones para estudiar la postura de cada uno por separado.
Macron en campaña electoral intenta sacar lustre político mediando en la actual situación. Curiosamente ni Francia ni Alemania, valedores de los acuerdos de Minsk desde la guerra del 2014, han movido ni un dedo para solucionar el conflicto que ha costado más de 14000 muertos. Lavrov dejó claro al presidente francés que París es sólo un socio subalterno de EEUU en la OTAN y que la UE es irrelevante a nivel internacional. Aún más patética ha sido la posición británica: mientras Boris Johnson, acogotado políticamente por sus escándalos, lanza proclamas pan-imperialistas, sus mejores y más modernos navíos de guerra (seis destructores sobre seis) del tipo 45 están en dique con diversas reparaciones. En caso de conflicto la flota inglesa representaría un débil rival. La escasa cultura política de la clase política occidental, incluida la española, queda en evidencia una y otra vez. A las meteduras de pata de la diplomacia norteamericana se suman las de algunos miembros del gabinete británico. La ministra de exteriores, la señora Liz Truss, en la rueda de prensa, antes de reunirse con Lavroz dijo: “Estamos ofreciendo suministros adicionales y apoyo a nuestros aliados bálticos a través del Mar Negro” Alguien con elementales conocimientos de geografía sabe que entre el Mar Negro y los países bálticos hay cerca de 1200 km de distancia. Después fue el Ministro de exteriores ruso quien la puso en evidencia. Sergei Lavroz , político muy experimentado, en un momento dado le preguntó si Reino Unido reconocía las regiones de Rostov y Vorónezh como parte de la Federación Rusa, la señora Truss, ignorando que no eran regiones ucranianas, respondió que jamás el Reino Unido las reconocería. Frente a tamaña pifia la embajadora inglesa hubo de reconvenir a su ministra al señalar que tanto Rostov como Vorónezh pertenecen a la Federación Rusa y no forman parte de Ucrania. El premier británico está de enhorabuena: la ministra era la alternativa de los parlamentarios conservadores rebeldes. Liz Truss presumía de su thatcherismo; en este viaje había copiado el recorrido, los gestos e incluso el atuendo de la señora Thatcher y quiso repetir el camino de su antecesora y concluir firmando, otra vez, un acuerdo que marcara la derrota de Rusia. Liz Strauss se ha convertido por su manifiesta ignorancia en un cadáver político.
Pero, con diferencias, el máximo exponente de la inutilidad de la UE es ese “caballero de la triste figura” conocido como representante de exteriores de la UE; Josep Borrell se pasea por los pasillos de Bruselas sin que nadie le preste la más mínima atención. Es la sombra de Tiresias en el reino del Hades y revela la insignificancia política de la UE como institución. En temas transcendentes, la política exterior comunitaria es inexistente, cada país actúa en función de sus intereses. Josep Borrell desesperado por hacerse notar ha conseguido, por fin, un aliado, ha presentado junto al Secretario General de la OTAN un documento donde reclama una negociación conjunta de los 27 con Moscú. Evidentemente nadie le hará acaso.
Aunque hay iniciativas individuales, la mediación de los países europeos tiene un gran hándicap: necesita la aquiescencia de EEUU. Washington, a través del Secretario de Estado Blinken, muestra sus intereses reales; está exigiendo a sus “socios” europeos no sólo que aumenten las sanciones contra Rusia, incluido contra el presidente Putin, sino que exige ahora la ruptura de acuerdos comerciales entre la UE y China que es el objetivo real en este conflicto. Algún país báltico como Lituania se ha apresurado a seguir esta vía reconociendo a Taiwán como país independiente. Las consecuencias económicas para el país báltico son desastrosas. China ha impuesto sanciones comerciales a los productos lituanos y aquellos otros fabricados total o parcialmente en Lituania, los puertos y los trenes corren riesgo de paralizarse, los flujos logísticos, sin mercados adonde exportar, van camino del colapso. El instigador de esta maniobra, EEUU no saldrá en ayuda de este país cuando económicamente esté ahogado.
En Norteamérica, por otro lado, los vaivenes de Biden y su afán guerrero lo enfrentan a un expresidente Trump ya en campaña electoral. El expresidente calificó la posición de Biden como de auténtica locura. La comprometida situación política interna de Biden le impulsa a una acción militar que le proporcione alguna victoria, así lo reconocía la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Maria Zakharova cuando dijo en una entrevista: “la histeria de la Casa Blanca es más reveladora que nunca. Los anglosajones necesitan una guerra cueste lo que cueste”.
Mientras Zelensky, que busca una solución que no le cueste el puesto, advertía que la huida de unos cuantos diplomáticos occidentales no implicaba un peligro de invasión. Su posición es tan débil que no pudo asistir a los juegos olímpicos de Pekín porque Washington se lo prohibió. Mientras que la histeria se desata en los medios occidentales, el Ministro de Defensa ucraniano, Alexei Reznikov, admitió que no tienen constancia de la creación de grupos de ataque ni de acumulaciones especiales de armas en la frontera rusa. Pero todos sabemos que ni Zelensky ni Reznikov cuentan en la ecuación de la guerra.
Rusia prepara el escenario para un conflicto económico de alta intensidad. Los juegos políticos en Ucrania traen, también, consecuencias financieras no deseadas para la moneda norteamericana: los datos del FMI muestran como la participación del dólar en las reservas mundiales disminuyo hasta al 59% en el último trimestre, el nivel más bajo desde 1995. Rusia y China están reduciendo su participación en dólares en sus reservas de oro y divisas. De nuevo Lavroz en sede parlamentaria había avisado:” Nos estamos esforzando por reducir la dependencia del dólar, y los estadounidenses nos están ayudando activamente en esto….” Cada vez más, en un proceso muy acelerado, la mayoría de los acuerdos para el suministro de materias primas rusas al extranjero, se realizarán a través de bancos no rusos, y las ganancias de divisas irán a Rusia en euros. Todo apunta a un fortalecimiento del rublo.
España y el ardor guerrero.
La política exterior de nuestro país se ha puesto al servicio del mayor lustre del presidente Sánchez. Se caracteriza, como no puede ser de otra forma, por su tacticismo y su supeditación a los intereses norteamericanos. Poca cosa podríamos esperar de Pedro Sánchez aunque esperábamos una posición diferenciada por parte de sus socios de coalición, “craso error”. UP y IU especialmente se han revestido con la toga de la respetabilidad institucional dispuestos a permanecer en el gobierno al precio que sea. Fue Alberto Garzón el que nos obsequió con la reflexión de que debemos seguir perteneciendo a la OTAN y fue Enrique de Santiago, muy puesto en el cargo de Secretario de Estado, quien bendijo la reunión de la OTAN que se realizará en Madrid este mes de junio. La izquierda anti-OTAN en el gobierno, una de cuyas señas de identidad fue oponerse a la guerra, cambia ahora el discurso y sigue tras la senda que marca EEUU. Desgraciadamente seguimos en la OTAN pero, aún así, España, al igual que Francia y Alemania, debería de haber actuado de moderadora. No tenemos nada que ganar y mucho en cambio que perder. No tenemos ningún roce ni contencioso con Rusia. Es más, nuestra presencia en la OTAN, se circunscribe en los términos y acuerdos del Tratado. Las “partes” con las que España se comprometió fueron los países que conformaban la institución en 1991 o en todo caso a los países integrados en la Estructura de Mandos Militares de 1992. Ninguno de los países con los que firmamos ha sufrido un ataque militar por parte de Rusia que nos obligase a intervenir. Ni Ucrania ni muchos países del Este eran miembros en 1992. ¿Por qué tenemos que defender las fronteras de Lituania, Bulgaria, Rumania o Polonia?
El 18 de enero nuestro Ministro de exteriores, el señor Albares, visitó a Blinken en Washington para recibir instrucciones. Nuestro gobierno se muestra firme y se reafirma que llegada la necesidad: ”España cumpliría con su compromiso con la OTAN”. Dos días después, Margarita Robles sacaba pecho y afirmaba: “cumpliendo el compromiso de España con la OTAN” se desplegarían un buque de Acción Marítima y una fragata en el mar Negro (a los que posteriormente se unirá un dragaminas). Todo han sido baladronadas, declaraciones hueras, todo son poses chulescas que ponen a nuestro país en un grave peligro. Afortunadamente los navíos españoles no sobrepasaron el estrecho de los Dardanelos. Hay en el ejecutivo español una mezcla de incapacidad, de desconocimiento de la realidad internacional mezclado todo ello con “tics” antirusos y un pro-atlantismo que sólo gobiernos conservadores sostienen en la actualidad.
POR EDUARDO LUQUE PARA CANARIAS SEMANAL
El objetivo geopolítico central en la nueva situación es cercar y rendir a Rusia. Es el tercer intento en un siglo. Los anteriores (1918-1919), (1940-1945) y (1999 a la actualidad) se convirtieron en rotundos fracasos. Occidente, en especial EEUU, no aprendió mucho de estos hechos. Adoptó la visión de Fukuyama del “fin de la historia de las ideas políticas”. EEUU creyó que una vez derrotado el comunismo en la Guerra Fría sólo quedaba expandirse. Se quiso imponer al resto del mundo una “democracia” formal, que preservaba las formas pero no cuestionaba el orden neoliberal existente: cuando la política podía introducir cambios reales en las formas de dominación, se olvidaba el concepto, utilizando la guerra y la represión social como argumento.
Uno de los acuerdos posteriores a 1991 (desintegración de la URSS) fue el Acta fundacional sobre las relaciones mutuas de cooperación y seguridad entre la OTAN y Rusia (1997). Es un documento jurídicamente no vinculante; los aliados no quisieron que fuera ratificado por los Parlamentos. Occidente se comprometió a no expandirse hacia las fronteras rusas. Se postulaba que, sin enemigos, este organismo, la OTAN, carecía de sentido y se disolvería, pero no fue así. La “nueva” OTAN se convirtió en el nuevo ariete militar para imponer nuevas formas de dominación. Es en este contexto cuando se produce la tercera crisis ucraniana; la primera, la Revolución Naranja (2004); la segunda, el golpe de Estado dirigido por EEUU y la guerra civil consiguiente (2014-2015); ahora, la actual.
Desde hace demasiadas semanas se viene hablando de la inminencia de la “invasión rusa”: pretende ser una profecía auto cumplida. No importan los hechos, se quieren crear condiciones para que el conflicto se convierta en inevitable. El enfrentamiento OTAN y Rusia adquiere, cada día que pasa, mayor gravedad. La repetición de un mismo lema: “guerra inminente”, “guerra inminente” persigue preparar a la población para la guerra. Lo hemos dicho otras veces, Rusia no tiene interés en invadir Ucrania, sólo un atentado de falsa bandera podría desencadenar una reacción.
En el documento publicado por la Cancillería rusa y entregado a EEUU en Bruselas, Moscú ofreció a la OTAN firmar compromisos conjuntos que garanticen la seguridad mutua. El proyecto proponía resolver las disputas sin el uso de la fuerza. La única respuesta fue una “no respuesta”. La prensa y los políticos a sueldo del conglomerado militar repitieron hasta la histeria lo mismo, el peligro que representaban las maniobras militares rusas realizadas en territorio ruso. Por parte estadounidense se contrapropuso, únicamente, discutir temas menores que no entran en el grueso del contencioso.
La política occidental se mueve entre la histeria, la incompetencia y la indigencia intelectual de algunos personajes muy relevantes. En el ranking de la histeria el ganador es Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, quien amenazaba con trasladar armas nucleares a las fronteras rusas hace un mes y ahora anuncia el despliegue de grupos de combate adicionales en los países del Este para aumentar la seguridad de Europa. La cancillería rusa lo considera como una persona que ha perdido “todo contacto con la realidad”.
La situación ha escalado a tal nivel que las cancillerías europeas han iniciado acciones políticas para acercar posiciones. Algunos países europeos, como hemos venido anunciando en otros análisis, se muestran más y más circunspectos en la actual situación. Dirigentes políticos como los polacos, profundamente rusófobos, miden sus declaraciones con lupa, muy lejos de la histeria de hace semanas apostando por el compromiso. Bulgaria, Suecia, Hungría… se distancian de Washington y son cada vez más reacios a una guerra librada en territorio europeo con millones de refugiados ucranianos golpeando en las fronteras de los países limítrofes. Lavrov, en una hábil maniobra destinada a socavar la supuesta unidad europea (muy maltrecha por otra parte), ha planteado país por país sus reivindicaciones para estudiar la postura de cada uno por separado.
Macron en campaña electoral intenta sacar lustre político mediando en la actual situación. Curiosamente ni Francia ni Alemania, valedores de los acuerdos de Minsk desde la guerra del 2014, han movido ni un dedo para solucionar el conflicto que ha costado más de 14000 muertos. Lavrov dejó claro al presidente francés que París es sólo un socio subalterno de EEUU en la OTAN y que la UE es irrelevante a nivel internacional. Aún más patética ha sido la posición británica: mientras Boris Johnson, acogotado políticamente por sus escándalos, lanza proclamas pan-imperialistas, sus mejores y más modernos navíos de guerra (seis destructores sobre seis) del tipo 45 están en dique con diversas reparaciones. En caso de conflicto la flota inglesa representaría un débil rival. La escasa cultura política de la clase política occidental, incluida la española, queda en evidencia una y otra vez. A las meteduras de pata de la diplomacia norteamericana se suman las de algunos miembros del gabinete británico. La ministra de exteriores, la señora Liz Truss, en la rueda de prensa, antes de reunirse con Lavroz dijo: “Estamos ofreciendo suministros adicionales y apoyo a nuestros aliados bálticos a través del Mar Negro” Alguien con elementales conocimientos de geografía sabe que entre el Mar Negro y los países bálticos hay cerca de 1200 km de distancia. Después fue el Ministro de exteriores ruso quien la puso en evidencia. Sergei Lavroz , político muy experimentado, en un momento dado le preguntó si Reino Unido reconocía las regiones de Rostov y Vorónezh como parte de la Federación Rusa, la señora Truss, ignorando que no eran regiones ucranianas, respondió que jamás el Reino Unido las reconocería. Frente a tamaña pifia la embajadora inglesa hubo de reconvenir a su ministra al señalar que tanto Rostov como Vorónezh pertenecen a la Federación Rusa y no forman parte de Ucrania. El premier británico está de enhorabuena: la ministra era la alternativa de los parlamentarios conservadores rebeldes. Liz Truss presumía de su thatcherismo; en este viaje había copiado el recorrido, los gestos e incluso el atuendo de la señora Thatcher y quiso repetir el camino de su antecesora y concluir firmando, otra vez, un acuerdo que marcara la derrota de Rusia. Liz Strauss se ha convertido por su manifiesta ignorancia en un cadáver político.
Pero, con diferencias, el máximo exponente de la inutilidad de la UE es ese “caballero de la triste figura” conocido como representante de exteriores de la UE; Josep Borrell se pasea por los pasillos de Bruselas sin que nadie le preste la más mínima atención. Es la sombra de Tiresias en el reino del Hades y revela la insignificancia política de la UE como institución. En temas transcendentes, la política exterior comunitaria es inexistente, cada país actúa en función de sus intereses. Josep Borrell desesperado por hacerse notar ha conseguido, por fin, un aliado, ha presentado junto al Secretario General de la OTAN un documento donde reclama una negociación conjunta de los 27 con Moscú. Evidentemente nadie le hará acaso.
Aunque hay iniciativas individuales, la mediación de los países europeos tiene un gran hándicap: necesita la aquiescencia de EEUU. Washington, a través del Secretario de Estado Blinken, muestra sus intereses reales; está exigiendo a sus “socios” europeos no sólo que aumenten las sanciones contra Rusia, incluido contra el presidente Putin, sino que exige ahora la ruptura de acuerdos comerciales entre la UE y China que es el objetivo real en este conflicto. Algún país báltico como Lituania se ha apresurado a seguir esta vía reconociendo a Taiwán como país independiente. Las consecuencias económicas para el país báltico son desastrosas. China ha impuesto sanciones comerciales a los productos lituanos y aquellos otros fabricados total o parcialmente en Lituania, los puertos y los trenes corren riesgo de paralizarse, los flujos logísticos, sin mercados adonde exportar, van camino del colapso. El instigador de esta maniobra, EEUU no saldrá en ayuda de este país cuando económicamente esté ahogado.
En Norteamérica, por otro lado, los vaivenes de Biden y su afán guerrero lo enfrentan a un expresidente Trump ya en campaña electoral. El expresidente calificó la posición de Biden como de auténtica locura. La comprometida situación política interna de Biden le impulsa a una acción militar que le proporcione alguna victoria, así lo reconocía la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Maria Zakharova cuando dijo en una entrevista: “la histeria de la Casa Blanca es más reveladora que nunca. Los anglosajones necesitan una guerra cueste lo que cueste”.
Mientras Zelensky, que busca una solución que no le cueste el puesto, advertía que la huida de unos cuantos diplomáticos occidentales no implicaba un peligro de invasión. Su posición es tan débil que no pudo asistir a los juegos olímpicos de Pekín porque Washington se lo prohibió. Mientras que la histeria se desata en los medios occidentales, el Ministro de Defensa ucraniano, Alexei Reznikov, admitió que no tienen constancia de la creación de grupos de ataque ni de acumulaciones especiales de armas en la frontera rusa. Pero todos sabemos que ni Zelensky ni Reznikov cuentan en la ecuación de la guerra.
Rusia prepara el escenario para un conflicto económico de alta intensidad. Los juegos políticos en Ucrania traen, también, consecuencias financieras no deseadas para la moneda norteamericana: los datos del FMI muestran como la participación del dólar en las reservas mundiales disminuyo hasta al 59% en el último trimestre, el nivel más bajo desde 1995. Rusia y China están reduciendo su participación en dólares en sus reservas de oro y divisas. De nuevo Lavroz en sede parlamentaria había avisado:” Nos estamos esforzando por reducir la dependencia del dólar, y los estadounidenses nos están ayudando activamente en esto….” Cada vez más, en un proceso muy acelerado, la mayoría de los acuerdos para el suministro de materias primas rusas al extranjero, se realizarán a través de bancos no rusos, y las ganancias de divisas irán a Rusia en euros. Todo apunta a un fortalecimiento del rublo.
España y el ardor guerrero.
La política exterior de nuestro país se ha puesto al servicio del mayor lustre del presidente Sánchez. Se caracteriza, como no puede ser de otra forma, por su tacticismo y su supeditación a los intereses norteamericanos. Poca cosa podríamos esperar de Pedro Sánchez aunque esperábamos una posición diferenciada por parte de sus socios de coalición, “craso error”. UP y IU especialmente se han revestido con la toga de la respetabilidad institucional dispuestos a permanecer en el gobierno al precio que sea. Fue Alberto Garzón el que nos obsequió con la reflexión de que debemos seguir perteneciendo a la OTAN y fue Enrique de Santiago, muy puesto en el cargo de Secretario de Estado, quien bendijo la reunión de la OTAN que se realizará en Madrid este mes de junio. La izquierda anti-OTAN en el gobierno, una de cuyas señas de identidad fue oponerse a la guerra, cambia ahora el discurso y sigue tras la senda que marca EEUU. Desgraciadamente seguimos en la OTAN pero, aún así, España, al igual que Francia y Alemania, debería de haber actuado de moderadora. No tenemos nada que ganar y mucho en cambio que perder. No tenemos ningún roce ni contencioso con Rusia. Es más, nuestra presencia en la OTAN, se circunscribe en los términos y acuerdos del Tratado. Las “partes” con las que España se comprometió fueron los países que conformaban la institución en 1991 o en todo caso a los países integrados en la Estructura de Mandos Militares de 1992. Ninguno de los países con los que firmamos ha sufrido un ataque militar por parte de Rusia que nos obligase a intervenir. Ni Ucrania ni muchos países del Este eran miembros en 1992. ¿Por qué tenemos que defender las fronteras de Lituania, Bulgaria, Rumania o Polonia?
El 18 de enero nuestro Ministro de exteriores, el señor Albares, visitó a Blinken en Washington para recibir instrucciones. Nuestro gobierno se muestra firme y se reafirma que llegada la necesidad: ”España cumpliría con su compromiso con la OTAN”. Dos días después, Margarita Robles sacaba pecho y afirmaba: “cumpliendo el compromiso de España con la OTAN” se desplegarían un buque de Acción Marítima y una fragata en el mar Negro (a los que posteriormente se unirá un dragaminas). Todo han sido baladronadas, declaraciones hueras, todo son poses chulescas que ponen a nuestro país en un grave peligro. Afortunadamente los navíos españoles no sobrepasaron el estrecho de los Dardanelos. Hay en el ejecutivo español una mezcla de incapacidad, de desconocimiento de la realidad internacional mezclado todo ello con “tics” antirusos y un pro-atlantismo que sólo gobiernos conservadores sostienen en la actualidad.
Moncho | Miércoles, 16 de Febrero de 2022 a las 23:30:46 horas
Ante tanta claridad, se excusan los comentarios.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder