
¿DISFRUTAN LOS POLICÍAS TORTURADORES CON SU TRABAJO?
¿Es el de la policía un oficio vocacional?
Según el autor de este artículo, Tomás F..Ruiz, las tentadoras imágenes que en el curso de estas últimas semanas se han difundido en los medios de comunicación de torturas y palizas a cargo de policías, le permite afirmar, sin ningún género de dudas, que sí, que efectivamente los policías torturadores disfrutan mientras se aplican a fondo con su trabajo.
POR TOMÁS F. RUIZ PARA CANARIAS SEMANAL
Hay profesiones que son vocacionales por principio. Entre ellas, están las de médico, sacerdote, profesor o Papá, por poner sólo unos cuantos ejemplos.
La de policía, por aquello de que defienden el orden público en las calles, también puede calificarse como oficio vocacional. Y cuando hablo de policía me refiero tanto al Policía Nacional (en otros tiempos llamados “grises” o “maderos”) como a todas las variantes que se presentan en forma de “cuerpos de seguridad del Estado”: Guardia Civil, policía foral, Ertzaintza o Mozos de esquadra. Hay quien incluiría también en este apartado a los vigilantes jurados, aunque en su caso, por mucho que algunos “seguratas” se engañen al respecto, no son personal que tenga potestad oficial para ejercer la violencia con la misma prepotente impunidad con que los policías lo hacen.
Todo el país -incluida buena parte del extranjero- ha tenido oportunidad de contemplar la pasada semana un video donde dos policías de paisano y fuera de servicio se ensañan de forma brutal e injustificada con un ciudadano en medio de las calles de Linares, Córdoba (http://loquesomos.org/los-policias-agresores-de-linares-libres/). El video muestra claramente como, mientras uno de ellos le patea todo el cuerpo, el otro se coloca sobre él y le golpea repetidamente, sin piedad, con una furia animal y demoníaca, hasta hacerle perder el conocimiento. En ese video se ve también como uno de los policías ataca igualmente a la hija del agredido, que intenta desesperadamente salvar a su padre de las dos bestias que lo estaban despedazando.
Este atentado contra la integridad física de un ciudadano dio como resultado contusiones por todo el cuerpo, así como un rostro aplastado y deformado con lesiones especialmente graves en la córnea. Si así torturan cuando están en público y fuera de servicio, da escalofríos pensar qué harán a sus víctimas los miembros del Cuerpo Nacional de Policía cuando nadie pueda verlos.
En estas turbadoras imágenes hay algo que resulta espeluznante y eso es el gozo, la satisfacción, el placer infrahumano que reflejan los rostros de ambos policías mientras machacan a su víctima. Las imágenes dejan suficientemente clara la pregunta que encabeza este texto y nos permite afirmar, sin ningún género de dudas, que sí, que efectivamente los policías torturadores disfrutan mientras se aplican a fondo con su trabajo.
Para que este pervertido placer de machacar ciudadanos fuera compartido, los ilustrísimos y excelentísimos jueces y magistrados de la Audiencia Provincial de Jaén han decidido dejar libres y sueltos a los policías autores de esta ejemplar y demoníaca paliza. Ahora ambos policías están ya en la calle, ansiosos de encontrar una nueva víctima a la que torturar para seguir disfrutando de su trabajo… Y que, a ser posible, esa víctima esté acompañada por alguna de sus hijas, para que grite mientras contempla cómo esas dos bestias infrahumanas, investidas de impunidad por su profesión de policías, despedazan a su padre… ¡Eso es vocación y lo demás son cuentos chinos!
POR TOMÁS F. RUIZ PARA CANARIAS SEMANAL
Hay profesiones que son vocacionales por principio. Entre ellas, están las de médico, sacerdote, profesor o Papá, por poner sólo unos cuantos ejemplos.
La de policía, por aquello de que defienden el orden público en las calles, también puede calificarse como oficio vocacional. Y cuando hablo de policía me refiero tanto al Policía Nacional (en otros tiempos llamados “grises” o “maderos”) como a todas las variantes que se presentan en forma de “cuerpos de seguridad del Estado”: Guardia Civil, policía foral, Ertzaintza o Mozos de esquadra. Hay quien incluiría también en este apartado a los vigilantes jurados, aunque en su caso, por mucho que algunos “seguratas” se engañen al respecto, no son personal que tenga potestad oficial para ejercer la violencia con la misma prepotente impunidad con que los policías lo hacen.
Todo el país -incluida buena parte del extranjero- ha tenido oportunidad de contemplar la pasada semana un video donde dos policías de paisano y fuera de servicio se ensañan de forma brutal e injustificada con un ciudadano en medio de las calles de Linares, Córdoba (http://loquesomos.org/los-policias-agresores-de-linares-libres/). El video muestra claramente como, mientras uno de ellos le patea todo el cuerpo, el otro se coloca sobre él y le golpea repetidamente, sin piedad, con una furia animal y demoníaca, hasta hacerle perder el conocimiento. En ese video se ve también como uno de los policías ataca igualmente a la hija del agredido, que intenta desesperadamente salvar a su padre de las dos bestias que lo estaban despedazando.
Este atentado contra la integridad física de un ciudadano dio como resultado contusiones por todo el cuerpo, así como un rostro aplastado y deformado con lesiones especialmente graves en la córnea. Si así torturan cuando están en público y fuera de servicio, da escalofríos pensar qué harán a sus víctimas los miembros del Cuerpo Nacional de Policía cuando nadie pueda verlos.
En estas turbadoras imágenes hay algo que resulta espeluznante y eso es el gozo, la satisfacción, el placer infrahumano que reflejan los rostros de ambos policías mientras machacan a su víctima. Las imágenes dejan suficientemente clara la pregunta que encabeza este texto y nos permite afirmar, sin ningún género de dudas, que sí, que efectivamente los policías torturadores disfrutan mientras se aplican a fondo con su trabajo.
Para que este pervertido placer de machacar ciudadanos fuera compartido, los ilustrísimos y excelentísimos jueces y magistrados de la Audiencia Provincial de Jaén han decidido dejar libres y sueltos a los policías autores de esta ejemplar y demoníaca paliza. Ahora ambos policías están ya en la calle, ansiosos de encontrar una nueva víctima a la que torturar para seguir disfrutando de su trabajo… Y que, a ser posible, esa víctima esté acompañada por alguna de sus hijas, para que grite mientras contempla cómo esas dos bestias infrahumanas, investidas de impunidad por su profesión de policías, despedazan a su padre… ¡Eso es vocación y lo demás son cuentos chinos!
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