
KEN LOACH: "LA DIRECCIÓN LABORISTA HA PUESTO EN MARCHA UNA "CAZA DE BRUJAS" QUE HA ACABADO CON LA EXPULSIÓN DE 120 MIL MILITANTES"
Entrevista al celebérrimo director cinematográfico Ken Loach, expulsado de la pasada semana de las filas del Partido laborista británico
El pretexto de la dirección laborista para "poner en la calle" a Ken Loach ha sido perfecto. Se le acusa de ser "antisemita" y de negar la verosimilitud del llamado "Holocausto judío" que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Tiene un ápice de verdad una acusación de tal calibre? Y si no es asi, ¿qué es lo que esconde la actual dirección conservadora de la socialdemocracia británica para deshacerse de tan destacado intelectual y de decenas de miles de militantes que han sido expulsados como él? La entrevista al propio Loach y el análisis que hace nuestro colaborador Aday Quesada, nos facilitarán algunas claves de este turbulento affaire..
POR MATTHA BUSBY PARA JACOBYN MAGAZINE
Traduccion: Redacción Canarias Semanal
INTRODUCCIÓN A LA ENTREVISTA DE ADAY QUESADA
La semana pasada el conocido y excelente maestro británico de la dirección cinematográfica Ken Loach fue expulsado del Partido Laborista, al que había pertenecido desde hacía algunos años. La decisión fue conocida no por un comunicado del partido, sino a través de una serie de tuits que el propio Loach se encargó de hacer circular.
El pretexto utilizado por la nueva dirección del Partido para proceder a su expulsión no sólo es manifiestamente endeble, también alcanza la categoría de miserable. Poniendo en movimiento una suerte de "caza de brujas" macartista, la actual dirección laborista que encabeza Keir Starmer está tratando de deshacerse de miles de militantes que se resisten a aceptar el retorno del Partido a los tiempos en los que el socio-liberal Tony Blair pretendía que el laborismo se encarrilara en una clara vía neoliberal thacheriana. Para lograrlo, el sector más conservador del laborismo británico no ha dudado en utilizar como argumentos de acusación los gestos de solidaridad hacía el machacado pueblo palestino expresados por el defenestrado ex Secretario General del Partido Jeremy Corbyn y sus simpatizantes. Esos mimbres le han bastado al actual dirigente laborista Keir Starmer para montar una escandalosa campaña mediática, en la que se empieza acusando a los "disidentes" de "antisemitismo", para concluir poniéndolos de patitas en la calle. Ken Loach y 125.000 militantes más se encuentran entre las víctimas de este brutal aquelarre pro sionista.
Sorprende la facilidad con la que la nueva dirección laborista ha logrado deshacerse del izquierdismo socialdemócrata que militaba en las filas del Partido. Ello pone en evidencia las debilidades ideológicas y orgánicas del laborismo de izquierdas que reiteradamente ha titubeado, equivoca los caminos o da un paso adelante para a continuación, dar siete hacia atrás. En cualquier caso, no ha sido este un fenómeno nuevo en el seno del laborismo británico.
Ken Loach ha sido y es, sin embargo, un fuera de serie como director de cine. Posiblemente uno de los mejores del llamado "realismo social británico" del último siglo. Con una maestría sin par, en sus películas logra captar con mágica precisión las intrincadas contradicciones sociales que se plantean en las sociedades de nuestros días, así como las nuevas y sofisticadas formas con las que el capital intenta enmascarar la explotación en los marcos de la sociedad del siglo XXI. Loach se convierte en un auténtico y conmovedor maestro a la hora de llevar al celuloide las dispares formas que adopta la explotación laboral y la consiguiente lucha de clases en la sociedad contemporánea.
Pero Loach no es sólo un excelente y singular cinematógrafo social. Es también un hombre político. Y visto desde esa perspectiva, su trayectoria ha seguido en ocasiones senderos manifiestamente paradójicos y desconcertantes. En ese sentido, Loach no ha hecho más que escoger la vía seguida por no pocos trotskistas del "movimiento anticapitalista". Como ellos, Loach parece haber quedado petrificado, como si de una estatua de sal histórica se tratara, cuyas referencias siempre los retrotraen a los turbulentos acontecimientos que tuvieron lugar hace ya casi 100 años, frutos del complejo proceso de creación de una nueva sociedad en la URSS que intentó levantarse sobre bases sociales y económicas en radical contraposicion con las actualmente existentes. Tanto para Loach como para los heterogéneos movimientos denominados "anticapitalistas", la historia parece haber quedado atrapada en un interminable "día de la marmota", cuyo itinerario se repite una y otra vez ad infinitum. De ahí que, de manera perseverante, uno y otros continuen sintiéndose agredidos, casi un siglo después, por un fantasmal Stalin que, piolet en mano, los persigue hasta lograr su completa extinción. Incluso en una intrascendente entrevista como la que les presentamos, Loach deja tambien constancia de esa obstinado complejo de persecución.
Por esa y otras multiples razones, no extraña que personas de tan brillante trayectoria artistica como la de Ken Loach se vean regularmente impelidas a apoyar proyectos tan vaporosamente líquidos como los de Jeremy Corbyn, en el Reino Unido, Syriza, en Grecia, Podemos, en España, o, ahora, la denominada "Internacional Progresista" que encabeza Yanis Varoufakis.
La entrevista a Ken Loach que reproducimos aquí fue realizada por el magazine digital Jacobin apenas unos pocos días después de que la dirección del Partido laborista procediera a su expulsión. La responsabilidad de la traducción del inglés corresponde a la Redacción de Canarias semanal.
¿Qué pasó exactamente con su expulsión del Partido Laborista?
KL.: En la carta que recibí se me acusaba de apoyar a una organización proscrita. Bueno, según yo lo entiendo, si se aprueba una ley para criminalizar un acto, no se puede enjuiciar a alguien por haberlo hecho antes de que se aprobara la ley en cuestión. No se puede castigar retroactivamente a las personas por cosas que no eran delitos cuando las cometieron.
Entre las acusaciones ridículas que se lanzaron en mi contra, se citaban cosas que se habían producido mucho tiempo antes de estuvieran proscritas. Entonces, ¿cómo entender tamaña irregularidad? La verdad es que no tengo ni la energía ni la voluntad para involucrarme en una larga disputa, porque sería una pérdida de tiempo. Prefiero trabajar y hacer una película, que hablar con esta gente que tiene pensamientos malévolos en sus cabezas. Para mí es como poner fin a una relación abusiva. Es como un peso que me voy a quitar de encima.
- ¿Cuál fue el alcance de su participación en estas organizaciones ahora prohibidas?
KL.: No soy miembro de ninguna organizacion prohibida. Pero si le puedo decir que apoyo a muchas de las personas que han sido expulsadas, porque son además buenos amigos y compañeros. En estos momentos en el Partido laborista se está llevando a cabo una auténtica "caza de brujas". Los "apparatchiks" del Partido laborista están ejerciendo un gobierno arbitrario y completamente antidemocrático. Están elaborando nuevas normativas sobre la marcha. Para alguien como Keir Starmer, que en el futuro estará destinado a ser un abogado de alto nivel, dar su aprobación a todo lo que está sucediendo solo demuestra que no es más que un hombre que tiene malas entrañas.
¿Cuáles son sus opiniones sobre su liderazgo del Partido laborista en general?
KL.: Lo que intenta hacer Keir Starmer está muy claro. Como líder del Partido no merece, desde luego, la
más mínima confianza. Es, además, un mentiroso compulsivo. Dijo que tenía la voluntad de unir a todo el Partido, pero lo que está haciendo realmente es expulsar a más de 120.000 de sus miembros. Sus acciones sugieren que esa fue realmente su intención desde el primer día, por lo que no había forma de que en aquella fecha tuviera la más mínima intención de lograr la unidad del Partido. Tenía plena conciencia de estar engañando a los militantes laboristas. Con ello no hizo más que poner en evidencia que no era digno de confianza y que carecía, además, de cualquier tipo de principios.
Su intención, por lo que se puede ver, es tener un Partido pequeñito que no cuente con activistas problemáticos, ni con ningún programa político transformador. Él está protagonizando un considerable retroceso en las políticas de la izquierda británica sobre la propiedad pública, la vivienda, el estado del bienestar y el medioambiente. Asimismo, está haciendo retroceder al partido en lo que se refiere a una política exterior basada en el derecho internacional y los derechos humanos.
Lo que Starmer está haciendo ahora mediante su campaña de expulsión de militantes es lograr una reproducción clónica de lo que fue el viejo Partido de la época de Tony Blair. O sea, construir un Partido pequeñito cuyo contacto con el electorado se establezca a través de los medios de comunicación, y trate de convencer a los medios de comunicación de la derecha de que el Laborismo no va a constituir nunca una seria amenaza para su poder.
- Usted se encuentra entre aquellos que le han restado importancia al tema del antisemitismo en el Partido Laborista. Lo han acusado, además, de negar el Holocausto. ¿Cree que estas acusaciones jugaron algún tipo de papel en su expulsión?
KL.: Mi posición sobre la negación del Holocausto es muy clara. Me opongo totalmente a ello. Se pueden encontrar esos testimonios míos en las hemerotecas. Lo que ocurrió fue que mis palabras en una entrevista de la BBC fueron distorsionadas a través de un comentario en off, para sugerir que yo niego la realidad del Holocausto. No. El Holocausto es un acontecimiento histórico, tan real como la propia Segunda Guerra Mundial. Y no debe ser cuestionado. Como consecuencia de estas distorsiones mediáticas, mi familia ha recibido amenazas. Ha habido, incluso, gente que se me ha acercado en la calle y me ha empujado en contra de la pared. Es un abuso realmente repugnante.
- Podría decirse que se encuentra usted frustrado por los acontecimientos de los últimos años. ¿Alberga alguna amargura por su expulsión?
KL.: Para mí, ha sido un premio de honor. No tengo ningún problema en pelearme con la camarilla de Starmer. La democracia está muerta en el Partido Laborista. Los círculos de los distritos electorales del Partido han sido clausurados, sin que se haya ofrecido siquiera la más mínima justificación. Todas aquellas resoluciones partidarias que se atrevieron a criticar a Starmer o pronunciarse por el apoyo a los palestinos fueron brechazadas. Se trata de una negación total de la democracia interna en el Partido laborista.
- Suena bastante orwelliano lo que usted describe.
KL.: La cuestión es que en todo este "proceso disciplinario" no se ha contado con ningún tipo de normativa que pueda regularlo objetivamente. A los militantes se les comunica escuetamente que "están suspendidos de militancia", y sus posteriores demandas y reclamaciones no han obtenido respuesta durante meses y meses.
A Starmer, que precisamente se hizo famoso como abogado, todas estas incongruencias le dan una apariencia absolutamente ridícula. Incluso se podría decir que se ha llegado convertir en una figura realmente divertida. En alguna ocasión se dijo del liderazgo de Gordon Brown que era algo así como si convirtieran a Stalin en Mister Bean. Con Starmer sucede justamente al revés. Él es Mister Bean tratando de actuar como Stalin. Y lo hace, además, con una torpeza inusitada.
- ¿Qué opina de este momento en la política británica?
KL.: Hay una gran pregunta clave para el futuro de la democracia. Bajo liderazgo de Jeremy Corbyn, el Laborismo fue el Partido político más grande de toda
Europa. Tenía casi seiscientos mil militantes. Sus miembros se encontraban estrechamente vinculados al contenido del programa del Partido, que trataba de ser un programa transformador. Pero la camarilla de parlamentarios laboristas, -la mayoría de ellos partidarios de Tony Blair -, desbarató todos los esfuerzos realizados por´ los militantes y terminaron socavando la fortaleza del Partido .
Posiblemente usted conozca el "affaire de los correos electrónicos", que se filtraron desde la sede central del Partido laborista. Un núcleo de funcionarios del Partido estuvo trabajando activamente en contra de una victoria laborista en las elecciones del 2017. Por esa razón, cuando el Partido laborista perdió los comicios, no dudaron en celebrarlo con auténtico jolgorio. Desde el Cuartel general del Partido se profirieron los más groseros insultos a militantes de la talla de Diane Abbott, o a los pocos parlamentarios laboristas que se habían mantenido leales a Jeremy Corbyn. Todos aquellos que se unieron a aquel festival de insultos y maniobras están ahora siendo recompensados con creces por Keir Starmer.
Todo lo que ha sucedido me lleva a cuestionar si será posible algún día disponer de un Partido que pueda comprometerse con un cambio realmente transformador. ¿Será realmente tan poderoso el establishment británico como para evitar que ello pueda llegar a suceder?
POR MATTHA BUSBY PARA JACOBYN MAGAZINE
Traduccion: Redacción Canarias Semanal
INTRODUCCIÓN A LA ENTREVISTA DE ADAY QUESADA
La semana pasada el conocido y excelente maestro británico de la dirección cinematográfica Ken Loach fue expulsado del Partido Laborista, al que había pertenecido desde hacía algunos años. La decisión fue conocida no por un comunicado del partido, sino a través de una serie de tuits que el propio Loach se encargó de hacer circular.
El pretexto utilizado por la nueva dirección del Partido para proceder a su expulsión no sólo es manifiestamente endeble, también alcanza la categoría de miserable. Poniendo en movimiento una suerte de "caza de brujas" macartista, la actual dirección laborista que encabeza Keir Starmer está tratando de deshacerse de miles de militantes que se resisten a aceptar el retorno del Partido a los tiempos en los que el socio-liberal Tony Blair pretendía que el laborismo se encarrilara en una clara vía neoliberal thacheriana. Para lograrlo, el sector más conservador del laborismo británico no ha dudado en utilizar como argumentos de acusación los gestos de solidaridad hacía el machacado pueblo palestino expresados por el defenestrado ex Secretario General del Partido Jeremy Corbyn y sus simpatizantes. Esos mimbres le han bastado al actual dirigente laborista Keir Starmer para montar una escandalosa campaña mediática, en la que se empieza acusando a los "disidentes" de "antisemitismo", para concluir poniéndolos de patitas en la calle. Ken Loach y 125.000 militantes más se encuentran entre las víctimas de este brutal aquelarre pro sionista.
Sorprende la facilidad con la que la nueva dirección laborista ha logrado deshacerse del izquierdismo socialdemócrata que militaba en las filas del Partido. Ello pone en evidencia las debilidades ideológicas y orgánicas del laborismo de izquierdas que reiteradamente ha titubeado, equivoca los caminos o da un paso adelante para a continuación, dar siete hacia atrás. En cualquier caso, no ha sido este un fenómeno nuevo en el seno del laborismo británico.
Ken Loach ha sido y es, sin embargo, un fuera de serie como director de cine. Posiblemente uno de los mejores del llamado "realismo social británico" del último siglo. Con una maestría sin par, en sus películas logra captar con mágica precisión las intrincadas contradicciones sociales que se plantean en las sociedades de nuestros días, así como las nuevas y sofisticadas formas con las que el capital intenta enmascarar la explotación en los marcos de la sociedad del siglo XXI. Loach se convierte en un auténtico y conmovedor maestro a la hora de llevar al celuloide las dispares formas que adopta la explotación laboral y la consiguiente lucha de clases en la sociedad contemporánea.
Pero Loach no es sólo un excelente y singular cinematógrafo social. Es también un hombre político. Y visto desde esa perspectiva, su trayectoria ha seguido en ocasiones senderos manifiestamente paradójicos y desconcertantes. En ese sentido, Loach no ha hecho más que escoger la vía seguida por no pocos trotskistas del "movimiento anticapitalista". Como ellos, Loach parece haber quedado petrificado, como si de una estatua de sal histórica se tratara, cuyas referencias siempre los retrotraen a los turbulentos acontecimientos que tuvieron lugar hace ya casi 100 años, frutos del complejo proceso de creación de una nueva sociedad en la URSS que intentó levantarse sobre bases sociales y económicas en radical contraposicion con las actualmente existentes. Tanto para Loach como para los heterogéneos movimientos denominados "anticapitalistas", la historia parece haber quedado atrapada en un interminable "día de la marmota", cuyo itinerario se repite una y otra vez ad infinitum. De ahí que, de manera perseverante, uno y otros continuen sintiéndose agredidos, casi un siglo después, por un fantasmal Stalin que, piolet en mano, los persigue hasta lograr su completa extinción. Incluso en una intrascendente entrevista como la que les presentamos, Loach deja tambien constancia de esa obstinado complejo de persecución.
Por esa y otras multiples razones, no extraña que personas de tan brillante trayectoria artistica como la de Ken Loach se vean regularmente impelidas a apoyar proyectos tan vaporosamente líquidos como los de Jeremy Corbyn, en el Reino Unido, Syriza, en Grecia, Podemos, en España, o, ahora, la denominada "Internacional Progresista" que encabeza Yanis Varoufakis.
La entrevista a Ken Loach que reproducimos aquí fue realizada por el magazine digital Jacobin apenas unos pocos días después de que la dirección del Partido laborista procediera a su expulsión. La responsabilidad de la traducción del inglés corresponde a la Redacción de Canarias semanal.
¿Qué pasó exactamente con su expulsión del Partido Laborista?
KL.: En la carta que recibí se me acusaba de apoyar a una organización proscrita. Bueno, según yo lo entiendo, si se aprueba una ley para criminalizar un acto, no se puede enjuiciar a alguien por haberlo hecho antes de que se aprobara la ley en cuestión. No se puede castigar retroactivamente a las personas por cosas que no eran delitos cuando las cometieron.
Entre las acusaciones ridículas que se lanzaron en mi contra, se citaban cosas que se habían producido mucho tiempo antes de estuvieran proscritas. Entonces, ¿cómo entender tamaña irregularidad? La verdad es que no tengo ni la energía ni la voluntad para involucrarme en una larga disputa, porque sería una pérdida de tiempo. Prefiero trabajar y hacer una película, que hablar con esta gente que tiene pensamientos malévolos en sus cabezas. Para mí es como poner fin a una relación abusiva. Es como un peso que me voy a quitar de encima.
- ¿Cuál fue el alcance de su participación en estas organizaciones ahora prohibidas?
KL.: No soy miembro de ninguna organizacion prohibida. Pero si le puedo decir que apoyo a muchas de las personas que han sido expulsadas, porque son además buenos amigos y compañeros. En estos momentos en el Partido laborista se está llevando a cabo una auténtica "caza de brujas". Los "apparatchiks" del Partido laborista están ejerciendo un gobierno arbitrario y completamente antidemocrático. Están elaborando nuevas normativas sobre la marcha. Para alguien como Keir Starmer, que en el futuro estará destinado a ser un abogado de alto nivel, dar su aprobación a todo lo que está sucediendo solo demuestra que no es más que un hombre que tiene malas entrañas.
¿Cuáles son sus opiniones sobre su liderazgo del Partido laborista en general?
KL.: Lo que intenta hacer Keir Starmer está muy claro. Como líder del Partido no merece, desde luego, la más mínima confianza. Es, además, un mentiroso compulsivo. Dijo que tenía la voluntad de unir a todo el Partido, pero lo que está haciendo realmente es expulsar a más de 120.000 de sus miembros. Sus acciones sugieren que esa fue realmente su intención desde el primer día, por lo que no había forma de que en aquella fecha tuviera la más mínima intención de lograr la unidad del Partido. Tenía plena conciencia de estar engañando a los militantes laboristas. Con ello no hizo más que poner en evidencia que no era digno de confianza y que carecía, además, de cualquier tipo de principios.
Su intención, por lo que se puede ver, es tener un Partido pequeñito que no cuente con activistas problemáticos, ni con ningún programa político transformador. Él está protagonizando un considerable retroceso en las políticas de la izquierda británica sobre la propiedad pública, la vivienda, el estado del bienestar y el medioambiente. Asimismo, está haciendo retroceder al partido en lo que se refiere a una política exterior basada en el derecho internacional y los derechos humanos.
Lo que Starmer está haciendo ahora mediante su campaña de expulsión de militantes es lograr una reproducción clónica de lo que fue el viejo Partido de la época de Tony Blair. O sea, construir un Partido pequeñito cuyo contacto con el electorado se establezca a través de los medios de comunicación, y trate de convencer a los medios de comunicación de la derecha de que el Laborismo no va a constituir nunca una seria amenaza para su poder.
- Usted se encuentra entre aquellos que le han restado importancia al tema del antisemitismo en el Partido Laborista. Lo han acusado, además, de negar el Holocausto. ¿Cree que estas acusaciones jugaron algún tipo de papel en su expulsión?
KL.: Mi posición sobre la negación del Holocausto es muy clara. Me opongo totalmente a ello. Se pueden encontrar esos testimonios míos en las hemerotecas. Lo que ocurrió fue que mis palabras en una entrevista de la BBC fueron distorsionadas a través de un comentario en off, para sugerir que yo niego la realidad del Holocausto. No. El Holocausto es un acontecimiento histórico, tan real como la propia Segunda Guerra Mundial. Y no debe ser cuestionado. Como consecuencia de estas distorsiones mediáticas, mi familia ha recibido amenazas. Ha habido, incluso, gente que se me ha acercado en la calle y me ha empujado en contra de la pared. Es un abuso realmente repugnante.
- Podría decirse que se encuentra usted frustrado por los acontecimientos de los últimos años. ¿Alberga alguna amargura por su expulsión?
KL.: Para mí, ha sido un premio de honor. No tengo ningún problema en pelearme con la camarilla de Starmer. La democracia está muerta en el Partido Laborista. Los círculos de los distritos electorales del Partido han sido clausurados, sin que se haya ofrecido siquiera la más mínima justificación. Todas aquellas resoluciones partidarias que se atrevieron a criticar a Starmer o pronunciarse por el apoyo a los palestinos fueron brechazadas. Se trata de una negación total de la democracia interna en el Partido laborista.
- Suena bastante orwelliano lo que usted describe.
KL.: La cuestión es que en todo este "proceso disciplinario" no se ha contado con ningún tipo de normativa que pueda regularlo objetivamente. A los militantes se les comunica escuetamente que "están suspendidos de militancia", y sus posteriores demandas y reclamaciones no han obtenido respuesta durante meses y meses.
A Starmer, que precisamente se hizo famoso como abogado, todas estas incongruencias le dan una apariencia absolutamente ridícula. Incluso se podría decir que se ha llegado convertir en una figura realmente divertida. En alguna ocasión se dijo del liderazgo de Gordon Brown que era algo así como si convirtieran a Stalin en Mister Bean. Con Starmer sucede justamente al revés. Él es Mister Bean tratando de actuar como Stalin. Y lo hace, además, con una torpeza inusitada.
- ¿Qué opina de este momento en la política británica?
KL.: Hay una gran pregunta clave para el futuro de la democracia. Bajo liderazgo de Jeremy Corbyn, el Laborismo fue el Partido político más grande de toda Europa. Tenía casi seiscientos mil militantes. Sus miembros se encontraban estrechamente vinculados al contenido del programa del Partido, que trataba de ser un programa transformador. Pero la camarilla de parlamentarios laboristas, -la mayoría de ellos partidarios de Tony Blair -, desbarató todos los esfuerzos realizados por´ los militantes y terminaron socavando la fortaleza del Partido .
Posiblemente usted conozca el "affaire de los correos electrónicos", que se filtraron desde la sede central del Partido laborista. Un núcleo de funcionarios del Partido estuvo trabajando activamente en contra de una victoria laborista en las elecciones del 2017. Por esa razón, cuando el Partido laborista perdió los comicios, no dudaron en celebrarlo con auténtico jolgorio. Desde el Cuartel general del Partido se profirieron los más groseros insultos a militantes de la talla de Diane Abbott, o a los pocos parlamentarios laboristas que se habían mantenido leales a Jeremy Corbyn. Todos aquellos que se unieron a aquel festival de insultos y maniobras están ahora siendo recompensados con creces por Keir Starmer.
Todo lo que ha sucedido me lleva a cuestionar si será posible algún día disponer de un Partido que pueda comprometerse con un cambio realmente transformador. ¿Será realmente tan poderoso el establishment británico como para evitar que ello pueda llegar a suceder?
Bruno Lomax | Viernes, 17 de Septiembre de 2021 a las 16:52:14 horas
Ken Loach es trotskista y su cine es tan "social", tan "alternativo y cool" que recibe multitud de premios del propio establishment.
Además, y viene al caso, los trotskistas practican "entrismo", es decir se infiltran en otros partidos de forma organizada y secreta. Y colusionando insidiosamente subvierten la democracia interna de dichos partidos para lograr sus propios intereses.
Lo han hecho infinidad de veces, carcomiendo y pudriendo organizaciones de masas, desde el Partido Laborista británico hasta Podemos, pasando por Izquierda Unida y el PCE.
Resumiendo, son delincuentes y tramposos de nacimiento, es normal que los expulsen los laboristas.
Si los progresistas españoles, catalanes y vascos hicieran lo propio con esta escoria otro gallo les cantaría.
Ah y un hecho esencial: El sectarismo eterno del trotskismo se debe a que la mayoría de sus miembros son de la misma estirpe que su fundador. Aunque parezcan asimilados.
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