
EL FRAUDE DEL "ESCUDO SOCIAL" PARA LA PROTECCIÓN DE LOS DAMNIFICADOS POR LA PANDEMIA
El Consejo General del Poder Judicial ha dado a conocer ahora que sólo entre los meses de Enero y Marzo se han realizado 10.961 desahucios a familias que no podian pagar sus alquileres.
Ha tenido que transcurrir casí un año para que los ciudadanos hayamos podido enterarnos que los desahucios no se estaban produciendo porque un decreto de la "coalición progresista" lo estuviera impidiendo, sino porque el aparato judicial ha permanecido casi paralizado como efecto de la pandemia. Ahora, cuando se ha puesto nuevamente en marcha se ha podido descubrir que la normativa de Sánchez por la que se impedía proceder a los desahucios no pasaba de ser un fraude de ley. Descubra en este artículo en qué ha consistido el "truco".
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL
En el curso de las últimas semanas, un auténtico tsunami de desahucios se está produciendo a lo largo y ancho de todo el Estado español. Ello se debe principalmente al hecho de que las familias que están siendo afectadas por los desahucios, -"lanzamientos" según la inefable terminología jurídica-, abrumados por los efectos del paro, el caos económico y el cierre de pequeños negocios que ha provocado la pandemia, se ven imposibilitados de pagar las rentas del alquiler de sus viviendas.
Según los datos proporcionados por el propio Consejo General del Poder judicial, sólo entre los meses de Enero y Marzo del presente año se han producido la friolera de 10.961 desahucios. La mayoría de ellos, 7.862, corresponden a procesos vinculados a la ley de arrendamientos urbanos.
Sin embargo, aquellos lectores que todavía mantengan fresca la memoria en relación con lo acaecido a principios de la pandemia podrán recordar que el Gobierno de la "coalición más progresista de la historia" prometió, acompañado su oferta con mucho bombo y platillo, que protegería a la ciudadanía con una suerte de "escudo social" que libraría a los sectores económicamente más débiles de la posibilidad de verse expulsados de sus viviendas en unas circunstancias tan dramáticas como las que hemos vivido.
Comoquiera que el mastodóntico, pero también poderosísimo aparato judicial de este país, está afectado de una lentitud secular propia de los reptiles, durante la parálisis provocada por el toque de queda de mayo del 2020 las órdenes de desahucios no pudieron ser cursadas porque los tocados españoles, al igual que el resto de la ciudadanía, trató de preservar su salud frente a los letales ataques del Covid19. De manera que durante casi medio año apenas pudieron emitirse órdenes de "lanzamiento", permitiendo con ello la creación de un inexistente espejismo.
Contrariamente, pues, a lo que muchos habíamos imaginado, la paralización de los desahucios no se debió a ninguna supuesta "coraza social protectora" gubernamental, con la que el gobierno pretendiera blindar la seguridad a los asalariados españoles, sino que fue la simple paralización del aparato judicial del Estado la que permitió un respiro a aquellos que habían perdido sus ingresos salariales.
Una vez "subsanadas" las razones que habían provocado el atasco de la implacable máquina de impartir "Justicia", esta se ha vuelto a poner despiadadamente en marcha. Si bien es cierto que los trámites judiciales se prolongan ad infinitum cuando se trata de procesar a banqueros, inmobiliarios, multimillonarios o políticos, para los casos de los desahucios los jueces suelen actuar con una inusitada prontitud y agilidad.
Ha sido ahora, un año después, cuando la ciudadanía ha descubierto que los requisitos con los que los potenciales desahuciados deben justificar sus impagos del alquiler doméstico resultan difícilmente cumplibles para aquellos cuya vida, y la de su familia, está pendiendo de un hilo. En una buena parte de los casos, los "lanzamientos" están quedando al arbitrio de la voluntad de los magistrados de turno que, como si de dioses se tratara, siguen teniendo la misma potestad que antes para determinar si una familia candidata al desahucio deberá o no dar con sus huesos en la calle.
¿Y cuáles son los requisitos que determinan el "to be or not to be" de las unidades familiares pendientes de la decisión magistral? De acuerdo con la normativa elaborada por el "gobierno más progresista de la historia", la renta no podrá superar el límite de tres veces el Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples mensual y el alquiler a pagar, más los gastos y suministros básicos, deberá sobrepasar el 35% de los ingresos de la unidad familiar. Tampoco la vulnerabilidad del afectado podrá prevalecer sobre la del propietario, que en el caso de justificarla y ya se sabe las triquiñuelas que "fondos buitres" son capaces de realizar para lograrlo- haría que el proceso de desahucio continuara de forma inmediata.
El Sindicato de Inquilinos de la capital del Estado señala como responsable de los miles de desahucios que se están produciendo al Poder Judicial, porque el decreto del Gobierno “le deja mano ancha a los jueces para que estos puedan decidir si paralizan o no un desahucio”. Y es que, en efecto, son harto conocidos los parámetros ideológicos ultraconservadores con los que funciona una buena parte de la magistratura española. Pero también resulta insoslayable preguntarse: ¿quién redactó el decreto que permite que sean los jueces los que libérrimamente decidan sobre el destino de miles de familias? ¿Fue el Poder judicial o el Gobierno? Y si "el gobierno más progresista de la historia" era conocedor de los enormes resquicios que dejaba abiertos a la arbitrariedad judicial, ¿cómo es posible que se dejará colar tamaña ligereza con los centenares de técnicos judiciales que trabajan a su servicio? ¿Fue tan sólo el resultado de una descuidada "ligereza" o a ella contribuyó también la influencia y el peso omnipotente del consorcio inmobiliario que domina una buena parte de la economía española? Y otra inevitable pregunta: ¿Por ventura se encontrarían ese día de excursión campestre los aguerridos coaligados de Podemos e IU?
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL
En el curso de las últimas semanas, un auténtico tsunami de desahucios se está produciendo a lo largo y ancho de todo el Estado español. Ello se debe principalmente al hecho de que las familias que están siendo afectadas por los desahucios, -"lanzamientos" según la inefable terminología jurídica-, abrumados por los efectos del paro, el caos económico y el cierre de pequeños negocios que ha provocado la pandemia, se ven imposibilitados de pagar las rentas del alquiler de sus viviendas.
Según los datos proporcionados por el propio Consejo General del Poder judicial, sólo entre los meses de Enero y Marzo del presente año se han producido la friolera de 10.961 desahucios. La mayoría de ellos, 7.862, corresponden a procesos vinculados a la ley de arrendamientos urbanos.
Sin embargo, aquellos lectores que todavía mantengan fresca la memoria en relación con lo acaecido a principios de la pandemia podrán recordar que el Gobierno de la "coalición más progresista de la historia" prometió, acompañado su oferta con mucho bombo y platillo, que protegería a la ciudadanía con una suerte de "escudo social" que libraría a los sectores económicamente más débiles de la posibilidad de verse expulsados de sus viviendas en unas circunstancias tan dramáticas como las que hemos vivido.
Comoquiera que el mastodóntico, pero también poderosísimo aparato judicial de este país, está afectado de una lentitud secular propia de los reptiles, durante la parálisis provocada por el toque de queda de mayo del 2020 las órdenes de desahucios no pudieron ser cursadas porque los tocados españoles, al igual que el resto de la ciudadanía, trató de preservar su salud frente a los letales ataques del Covid19. De manera que durante casi medio año apenas pudieron emitirse órdenes de "lanzamiento", permitiendo con ello la creación de un inexistente espejismo.
Contrariamente, pues, a lo que muchos habíamos imaginado, la paralización de los desahucios no se debió a ninguna supuesta "coraza social protectora" gubernamental, con la que el gobierno pretendiera blindar la seguridad a los asalariados españoles, sino que fue la simple paralización del aparato judicial del Estado la que permitió un respiro a aquellos que habían perdido sus ingresos salariales.
Una vez "subsanadas" las razones que habían provocado el atasco de la implacable máquina de impartir "Justicia", esta se ha vuelto a poner despiadadamente en marcha. Si bien es cierto que los trámites judiciales se prolongan ad infinitum cuando se trata de procesar a banqueros, inmobiliarios, multimillonarios o políticos, para los casos de los desahucios los jueces suelen actuar con una inusitada prontitud y agilidad.
Ha sido ahora, un año después, cuando la ciudadanía ha descubierto que los requisitos con los que los potenciales desahuciados deben justificar sus impagos del alquiler doméstico resultan difícilmente cumplibles para aquellos cuya vida, y la de su familia, está pendiendo de un hilo. En una buena parte de los casos, los "lanzamientos" están quedando al arbitrio de la voluntad de los magistrados de turno que, como si de dioses se tratara, siguen teniendo la misma potestad que antes para determinar si una familia candidata al desahucio deberá o no dar con sus huesos en la calle.
¿Y cuáles son los requisitos que determinan el "to be or not to be" de las unidades familiares pendientes de la decisión magistral? De acuerdo con la normativa elaborada por el "gobierno más progresista de la historia", la renta no podrá superar el límite de tres veces el Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples mensual y el alquiler a pagar, más los gastos y suministros básicos, deberá sobrepasar el 35% de los ingresos de la unidad familiar. Tampoco la vulnerabilidad del afectado podrá prevalecer sobre la del propietario, que en el caso de justificarla y ya se sabe las triquiñuelas que "fondos buitres" son capaces de realizar para lograrlo- haría que el proceso de desahucio continuara de forma inmediata.
El Sindicato de Inquilinos de la capital del Estado señala como responsable de los miles de desahucios que se están produciendo al Poder Judicial, porque el decreto del Gobierno “le deja mano ancha a los jueces para que estos puedan decidir si paralizan o no un desahucio”. Y es que, en efecto, son harto conocidos los parámetros ideológicos ultraconservadores con los que funciona una buena parte de la magistratura española. Pero también resulta insoslayable preguntarse: ¿quién redactó el decreto que permite que sean los jueces los que libérrimamente decidan sobre el destino de miles de familias? ¿Fue el Poder judicial o el Gobierno? Y si "el gobierno más progresista de la historia" era conocedor de los enormes resquicios que dejaba abiertos a la arbitrariedad judicial, ¿cómo es posible que se dejará colar tamaña ligereza con los centenares de técnicos judiciales que trabajan a su servicio? ¿Fue tan sólo el resultado de una descuidada "ligereza" o a ella contribuyó también la influencia y el peso omnipotente del consorcio inmobiliario que domina una buena parte de la economía española? Y otra inevitable pregunta: ¿Por ventura se encontrarían ese día de excursión campestre los aguerridos coaligados de Podemos e IU?
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