
"EL LINCE": LOS ALUCINANTES PLANES IMPOSIBLES DEL G7
Este fin de semana se reunieron las viejas glorias coloniales, grupalmente conocidas con el nombre de "G7".
Los viejos colonialistas, irrecuperables drogatas de las sanciones a sus enemigos politicos y comerciales , se han visto sorprendidos este fin de semana por la rotunda determinación china de responderles a partir de ahora con su misma moneda. China dio el golpe de gracia a los viejos colonialistas aprobando, justo antes de la reunión del G7, una crucial ley por la cual se concede al Estado chino poder para lanzar contramedidas inmediatas, así como confiscar y congelar los activos de una empresa sancionada. "Empresas occidentales conmocionadas", dijeron los temblorosos titulares de la prensa occidental.
POR EL LINCE (*)
Los modernitos y las modernitas no están de enhorabuena: eso de la transversalidad, de que ya no hay derechas ni de izquierdas, ni siquiera arriba y abajo, es como ellos, simples pompas de jabón muy efímeras. El brillo de un momento.
En México las diferentes expresiones de las derechas se han sumado para erosionar al partido de López Obrador y un poquito sí lo han logrado, un poquito solo. Lo interesante: una significativa bajada en la paticipación electoral y un descenso generalizado de todos los partidos aunque el Movimiento de Renovación Nacional de López Obrador duplica a sus rivales.
En Chile las diferentes expresiones de las derechas se han sumado para impedir el triunfo de una izquierda un pelín más izquierda que en otros sitios y se han hecho, por ejemplo, con el gobierno de la región de Santiago de Chile en manos de la Concertación de siempre, esa que pactó con el pinochetismo y cuyos exponentes son gentes como Lagos o Bachelet. Lo interesante, que la participación apenas ha sido del 20%. ¿Recordáis eso de que en Venezuela la baja participación invalidaba las elecciones? ¡Ah, qué tiempos aquellos!
En Perú las diferentes expresiones de las derechas se han sumado para arropar a Fujimori e impedir la rebelión de los de abajo, de los de siempre. Si en alguna parte asistimos a una expresión de rebeldía popular antioligárquica es aquí. Y si se quiere ver cómo actúa la oligarquía es aquí donde hay que mirar con detenimiento. Ya habrá tiempo de hablar de Castillo y de lo que representa, así como de lo que ha prometido y lo que va a hacer . Pero la reacción popular es algo a tener muy presente y muy en cuenta.
Sin embargo no es aquí donde me voy a detener sino en la reunión este fin de semana de las viejas glorias coloniales y a quienes es conoce como G-7. Pero esta vez la reunión se había convocado explícitamente para reafirmar el pacto euroatlántico, erosionado por Trump, y fijar el nuevo rumbo del conflicto contra China. Duro hueso de roer, sin duda. Lo curioso, que a su vez es lo interesante, es una comunicación beligerante contra China con una ausencia de proyectos concretos por mucho que se haya hablado de contrarrestar la Nueva Ruta de la Seda.
Primero, llegan tarde. China les lleva mucha ventaja en eso.
Segundo, porque no tienen dinero. Hablan de un proyecto de más de 40 billones de dólares que a ver de dónde lo van a sacar. Tengo la vieja costumbre de leer toda esta sarta de estupideces:
«los países del G7 y otros socios se coordinarán para movilizar capital del sector privado en cuatro áreas de interés -clima, salud, tecnología digital e igualdad de género-, con inversiones provenientes de las respectivas instituciones financieras para el desarrollo».
Os lo voy a traducir: no tienen dinero y lo reconocen, por eso, y como para el G-7 el Estado es irrelevante, prometen dar un impulso sólido a la «colaboración público-privada» en la que lo público solo es la coartada porque solo habrá aspectos privados. Algún cerebro mínimamente instalado en los cuadros medios se ha dado cuenta de todo ello, de que alguien podía ponerse a algo tan simple como hacer cuentas y vería que no hay dinero.
Por lo tanto, de inmediato, se apostilla:
«a la espera de que el proyecto catalice los esfuerzos convenientes, nos comprometemos a impulsar cientos de millones de dólares en inversiones en infraestructura durante los próximos años».
Y en un mundo capitalista como el que vivimos, donde la importancia de los Estados ha desaparecido en Occidente mientras que se ha vuelto dominante el poder de las multinacionales, eso es determinante.
Sobre todo, porque China dio el golpe de gracia a los viejos colonialistas aprobando justo antes de su reunión una ley crucial: prohibir a las empresas que implementen sanciones extranjeras. Eso le da al Estado chino poder para lanzar contramedidas inmediatas, así como confiscar y congelar los activos de una empresa sancionada e impedir comerciar y cooperar con la entidad extranjera sancionada.
Ese hatajo de drogadictos que son los viejos colonialistas, adictos a las sanciones, tienen su antídoto ahora. China ha respondido al ojo por ojo: si los viejos drogadictos buscan castigar a entidades o países de terceros por tratos directos y/o indirectos con una China sancionada, ellos harán lo mismo.«Empresas occidentales conmocionadas», decia uno de los titulares de los medios de propaganda ante esa ley.
El G-7 está tan muerto como sus patrocinadores, es una actitud de «retaguardia dañina», en palabras de un diplomático italiano,
«con una obsesión por defender un orden mundial que se desmorona y con propuestas más afines al psicoanálisis para combatir la ansiedad que para la política internacional».
El Financial Times, la referencia capitalista, no puede ocultar su desasosiego:
«los pocos que se toman la molestia de leer el comunicado es poco probable que encuentren un mapa de ruta claro».
Lo que ha quedado no es otra cosa que el brillo del parloteo. Porque ¿alguna vez habéis visto alguna autocrítica de estos viejos drogadictos? ¿algún arrepentimiento? ¿alguna responsabilidad?
Los malos son China y Rusia, por supuesto, y sus «actividades malignas» junto a la de los sospechosos habituales pero ni una miserable palabra sobre por qué las «grandes democracias occidentales» están fallando a sus pueblos con políticas que no solo generan enormes disparidades socioeconómicas.
(*) Extractado del articulo de "El Lince", "El brillo del parloteo". Para leerlo en su integridad pinchar AQUÍ
POR EL LINCE (*)
Los modernitos y las modernitas no están de enhorabuena: eso de la transversalidad, de que ya no hay derechas ni de izquierdas, ni siquiera arriba y abajo, es como ellos, simples pompas de jabón muy efímeras. El brillo de un momento.
En México las diferentes expresiones de las derechas se han sumado para erosionar al partido de López Obrador y un poquito sí lo han logrado, un poquito solo. Lo interesante: una significativa bajada en la paticipación electoral y un descenso generalizado de todos los partidos aunque el Movimiento de Renovación Nacional de López Obrador duplica a sus rivales.
En Chile las diferentes expresiones de las derechas se han sumado para impedir el triunfo de una izquierda un pelín más izquierda que en otros sitios y se han hecho, por ejemplo, con el gobierno de la región de Santiago de Chile en manos de la Concertación de siempre, esa que pactó con el pinochetismo y cuyos exponentes son gentes como Lagos o Bachelet. Lo interesante, que la participación apenas ha sido del 20%. ¿Recordáis eso de que en Venezuela la baja participación invalidaba las elecciones? ¡Ah, qué tiempos aquellos!
En Perú las diferentes expresiones de las derechas se han sumado para arropar a Fujimori e impedir la rebelión de los de abajo, de los de siempre. Si en alguna parte asistimos a una expresión de rebeldía popular antioligárquica es aquí. Y si se quiere ver cómo actúa la oligarquía es aquí donde hay que mirar con detenimiento. Ya habrá tiempo de hablar de Castillo y de lo que representa, así como de lo que ha prometido y lo que va a hacer . Pero la reacción popular es algo a tener muy presente y muy en cuenta.
Sin embargo no es aquí donde me voy a detener sino en la reunión este fin de semana de las viejas glorias coloniales y a quienes es conoce como G-7. Pero esta vez la reunión se había convocado explícitamente para reafirmar el pacto euroatlántico, erosionado por Trump, y fijar el nuevo rumbo del conflicto contra China. Duro hueso de roer, sin duda. Lo curioso, que a su vez es lo interesante, es una comunicación beligerante contra China con una ausencia de proyectos concretos por mucho que se haya hablado de contrarrestar la Nueva Ruta de la Seda.
Primero, llegan tarde. China les lleva mucha ventaja en eso.
Segundo, porque no tienen dinero. Hablan de un proyecto de más de 40 billones de dólares que a ver de dónde lo van a sacar. Tengo la vieja costumbre de leer toda esta sarta de estupideces:
«los países del G7 y otros socios se coordinarán para movilizar capital del sector privado en cuatro áreas de interés -clima, salud, tecnología digital e igualdad de género-, con inversiones provenientes de las respectivas instituciones financieras para el desarrollo».
Os lo voy a traducir: no tienen dinero y lo reconocen, por eso, y como para el G-7 el Estado es irrelevante, prometen dar un impulso sólido a la «colaboración público-privada» en la que lo público solo es la coartada porque solo habrá aspectos privados. Algún cerebro mínimamente instalado en los cuadros medios se ha dado cuenta de todo ello, de que alguien podía ponerse a algo tan simple como hacer cuentas y vería que no hay dinero.
Por lo tanto, de inmediato, se apostilla:
«a la espera de que el proyecto catalice los esfuerzos convenientes, nos comprometemos a impulsar cientos de millones de dólares en inversiones en infraestructura durante los próximos años».
Y en un mundo capitalista como el que vivimos, donde la importancia de los Estados ha desaparecido en Occidente mientras que se ha vuelto dominante el poder de las multinacionales, eso es determinante.
Sobre todo, porque China dio el golpe de gracia a los viejos colonialistas aprobando justo antes de su reunión una ley crucial: prohibir a las empresas que implementen sanciones extranjeras. Eso le da al Estado chino poder para lanzar contramedidas inmediatas, así como confiscar y congelar los activos de una empresa sancionada e impedir comerciar y cooperar con la entidad extranjera sancionada.
Ese hatajo de drogadictos que son los viejos colonialistas, adictos a las sanciones, tienen su antídoto ahora. China ha respondido al ojo por ojo: si los viejos drogadictos buscan castigar a entidades o países de terceros por tratos directos y/o indirectos con una China sancionada, ellos harán lo mismo.«Empresas occidentales conmocionadas», decia uno de los titulares de los medios de propaganda ante esa ley.
El G-7 está tan muerto como sus patrocinadores, es una actitud de «retaguardia dañina», en palabras de un diplomático italiano,
«con una obsesión por defender un orden mundial que se desmorona y con propuestas más afines al psicoanálisis para combatir la ansiedad que para la política internacional».
El Financial Times, la referencia capitalista, no puede ocultar su desasosiego:
«los pocos que se toman la molestia de leer el comunicado es poco probable que encuentren un mapa de ruta claro».
Lo que ha quedado no es otra cosa que el brillo del parloteo. Porque ¿alguna vez habéis visto alguna autocrítica de estos viejos drogadictos? ¿algún arrepentimiento? ¿alguna responsabilidad?
Los malos son China y Rusia, por supuesto, y sus «actividades malignas» junto a la de los sospechosos habituales pero ni una miserable palabra sobre por qué las «grandes democracias occidentales» están fallando a sus pueblos con políticas que no solo generan enormes disparidades socioeconómicas.
(*) Extractado del articulo de "El Lince", "El brillo del parloteo". Para leerlo en su integridad pinchar AQUÍ
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